Si el resultado
es el Todopoderoso en el fútbol, que a veces y solo a veces marca un todo y un
nada, el gol resulta siendo el esplendor y por ende en esa instancia la
intención de juego significa el argumento, el sustento y el raciocinio para
buscar llegar a esa consecuencia. Ya nada es casual en el fútbol moderno, el
ganar como sea resulta utópico, los partidos se diseñan estratégicamente antes
de salir a la cancha y los jugadores son piezas claves que adquieren
importancia, en la medida que trasciendan en base al desarrollo de su
individualidad y talento, tanto para desequilibrar los sistemas defensivos del
rival y para ser el aporte fundamental del funcionamiento colectivo. El
resultado es lo que gobierna el fútbol, es verdad, pero lo manipula y lo condiciona
la intención para lograrlo, a veces para bien otras para mal, porque nunca se
ha llevado bien con la justicia, pero es algo que el fútbol desconoce a
ultranza y algo que el hincha no entiende, porque solo piensa con el corazón.
Tenía que darse
un día, en que se encontrasen la intención con la razón, para romper una
maléfica estadística que marcaba un tendencioso pasado de buenos partidos y
malos resultados. Y es que los momentos que marca el fútbol, son básicamente
las denominadas rachas, espacios de tiempo en el cual se marcan rendimientos
primero de jugadores y consecuentemente de los equipos. Tenía que darse un día
en que se cumpla ese adagio repetitivo, pero tan esquivo para los peruanos: “Las
rachas están hechas para romperse”. Tenía que suceder un día en que el
rendimiento positivo, aunque marcado en dos tiempos distintos, rindiera sus
frutos en la red y en la cancha, en la culminación de lo que últimamente se
había estado generando de buena manera, pero que al final siempre nos dejaba
con las manos vacías.
Ganar en
Asunción, más que plegarias y más que especulación previa, requería de una
actitud predominante en el manejo de las emociones y sentirse fuerte de la
cabeza. Ganarle a un Paraguay en plan ascendente, era una alucinación desde la
perspectiva de mirar las estadística como una regla inexpugnable y obtener un
resultado positivo fuera de casa era romper un estigma de 12 años, marcados por
ese sinsabor que nos dejaba el “pudo ser” de siempre que finalmente se olvidaba
tan fácilmente, como una puesta de sol esperando un nuevo día. Obtener 3 puntos
en cancha ajena en ese “Defensores del Chaco” tan esquivo e indomable para los
peruanos y para otros tantos, era una imposible empresa en la teoría, pero vaya
que fue una agradable como emocionante realidad, tan increíble como cierta, tan
concreta y contundente como esos cuatro goles que llenaron de alborozo a todos
los peruanos.
Este Perú de
Gareca ya venía demostrando rebeldía, ganas de revertir la historia y
muchísimas intenciones de obtener ese resultado tan negado, porque los
jugadores jóvenes que hoy se les mira como la sangre nueva, tienen ese instinto
inmaculado de querer romperlo todo para conseguirse un nombre, algo que el
consagrado, lo digiere de a poquitos, lo dosifica en base a sus conveniencias.
Hoy hablar de un equipo joven, trae consigo esperanza e ilusión siempre
latente, porque se le brinda el beneficio de la duda, de equivocarse y de
volver a empezar. Gareca que ha estado en la búsqueda de un universo que
garantice una idea de juego, ha ido encontrando de manera gradual, un
rendimiento que ha estado de espaldas a los resultados. En los últimos tres
partidos, hubo un común denominador, un primer tiempo discreto y por ahí uno
horroroso ante Chile y segundos tramos brillantes, prolijos y exquisitos como
este triunfo importante e hilvanado ante Paraguay, que cambia la historia para
un Perú tan necesitado de alegrías de tamaña trascendencia.
Paraguay,
equipo duro de siempre, la orden de Gareca poner el balón al piso y copar
los espacios, tuvo su mejor expresión en las asociaciones, Trauco, Yotun y
Flores por un lado y Corzo, Tapia y Carrillo por el otro, buscando en las
variantes de puestos, los relevos para no generar esos espacios que hacen ver a
un Perú largo y que suelen hacer daño en los contragolpes. Paolo esta vez
tirado a los costados, fue el imán de marca, para sacar a los centrales de su
área y generar espacios. A Carrillo le costó meterse al partido, pero después
fue fundamental en el desequilibrio, pausando el juego y no rifando
los balones, junto a Flores dieron esa movilidad tan necesaria para no dejar
que el rival hilvane juego asociado por banda. La anticipación de Rodríguez y
el ímpetu de Ramos lograron nivelar un soporte defensivo que estaba firme hasta
el primer gol guaraní que se inició por esa dejadez que suele acompañar a Tapia
y que costó un gol tempranero como injusto. El empate de Ramos fue un premio a
lo que sucedía en el campo, un Paraguay indeciso, timorato y un Perú
cohesionado y desequilibrante, con buen juego colectivo por momentos y fundido
a sus raíces para intentar jugar bien el balón, administrándolo con propiedad.
Renglón aparte y
aquí hay que ponerse serios, para resaltar la actuación de Cueva. Un primer
tiempo discreto, pero el segundo fue de antología, con toda su habilidad innata
al servicio del fútbol, manejo de los dos perfiles para encarar y generar el
desequilibrio, con una rapidez mental propia de crack. Hoy asume una disciplina
táctica que se la ha brindado la competitividad en el extranjero, evitando
hacer la jugada del héroe, siendo cauto para generar el arranque fulminante, en
base a su lectura del juego, haciendo la pausa y siendo inteligente para la
toma de decisiones. Hoy luce maduro, seguro de sí mismo, de su capacidad y de
lejos está en su mejor momento como futbolista. Fue desequilibrante en tres de
los goles y en el juego mismo, fue ese soporte que requiere un equipo para
revertir primero un resultado adverso, pero fundamentalmente para apabullar a
una defensa como la Paraguaya, tan dura y etiquetada como infranqueable. Cueva
fue el 10 que jugó para los 9 puntos y desplegó su magia propia y natural, sin
necesidad de ser Aladino
Perú ha logrado
un triunfo histórico e inobjetable. Esta vez de visita, el arroparse atrás y
buscar el pelotazo facilista no fue argumento válido. Se optó desde Gallese por
sacarla limpia desde atrás. Gareca hizo un planteamiento con variantes, para
hacer la presión alta, recogerse neutralizando las ideas del rival, en el
momento oportuno, incluso en el desorden que suelen caer Yotun y Tapia, hicieron
los recorridos justos para marcar la recuperación del balón y su entrega
fluida. Yotun es importante por su rapidez para pasar a cancha contraria y dar
una mano a Tapia en cortar el juego. Las asociaciones para triangular y tocar
bien el balón en distintos sectores de la cancha, dieron el respiro para
soportar las arremetidas garanies. Paraguay se descompuso desde que Perú fue
dueño del juego y propuso su identidad. Perú lo hizo parecer tan inofensivo que
6 o 7 goles no hubieran sorprendido, por la forma como se dio el tramo final
del encuentro.
Si bien es cierto
habíamos valorizado a un plantel y que la responsabilidad estaba por encima del
descontado compromiso, dentro de la cancha necesitábamos encontrar un equipo de
futbol, con una identidad definida. Hay distintas formas de jugar, un equipo
debe demostrar a través de su buen colectivo, estar adaptado para distintas
circunstancias, por hoy nos acercamos a ese estilo e identidad que nos estabiliza,
el balón en el piso, triangulación y toqueteo, movilidad buscando el
desequilibrio, todo de la mano de nuestros futbolistas talentosos y de buena
técnica. El Jugar bien no significa siempre jugar bonito, lo estético es
complementario, pero jugar bien es principalmente plasmar en la cancha lo que
se planifica en la pizarra, es jugar mejor cada partido y aunque no garantiza
nada, te acerca más a conseguir ese tan ansiado resultado, que finalmente es el
bendito Dios que maneja el mundo del fútbol.
Que este
triunfazo no nos ciegue del todo, queda mucho camino para andar y una titánica
tarea por resolver y requiere aterrizar las ideas, bajarle el tono a la euforia
si se quiere pensar en serio en clasificar, por ahora estamos felices y no lo
tomemos de manera triunfalista, el fútbol es de momentos y por ahora solo hemos
cruzado el Chaco.
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