Brasil de Costa a Costa

Fueron tres que pudieron ser cuatro o cinco. Si se mira fijamente el marcador con ese apasionamiento desmedido que suele carcomer nuestro ánimo y nos hace pasar de la noche al día en un abrir y cerrar de ojos, diremos que Brasil nos pasó por encima, nos vapuleó, nos pisó la cabeza y podríamos asegurar que nos quitó el pañuelo de la marinera y nos hizo bailar samba. Pero si vemos el resultado con ojos de objetividad y se hace un análisis frio y despercudido de efervescencia, podremos determinar que este Brasil de Dunga fue superior, pero marcó la diferencia desde la capacidad individual para romper esquemas en momentos vitales y definir un partido con goles que vinieron mas por la inspiración propia que por un juego asociado que aplastara las intenciones de la bicolor.

Fueron tres en contra, pero pudo ser distinta la diferencia y por ahí hasta sorprendente, si Perú que hizo unos 15 minutos engañosos, adelantaba el marcador habiendo tenido la oportunidad, creada a partir de un planteamiento atrevido en el papel y la premisa que Brasil te deja jugar hasta que calientan sus motores. Y es que en estas clasificatorias, donde las selecciones solo tienen una semana para prepararse y la diferencia de días entre cada partido, son escasamente cortos, el primer gol es primordial, más aún de visitante y muchísimo más cuando tienes a Brasil enfrente. Para ello el factor físico es primordial, se ha visto en las demás selecciones, la mayoría juega en Europa y tienen una preparación de alto nivel, mientras que los nuestros ni siquiera tienen continuidad en sus equipos y su nivel competitivo es deficiente, resulta entonces difícil encontrar una capacidad de respuesta en los momentos que la cabeza ordena y las piernas no responden.

Perder contra Brasil no estaba tachado en la agenda, las otras opciones tenían resaltado luminoso, mas por un factor anímico que por una convicción propia. Gareca otra vez sorprende con Hurtado por banda, manteniendo a Yotun y Penny al arco –aún sigue siendo cuestionable su presencia- buscando mantener la confianza atrás y alejarla de dudas. El planteamiento de un 4-3-2-1 ante Brasil resulta atrevido en teoría, pero tiene que ver también en lo que se busca desde lo que se tiene. Gareca sigue en la firme intención de conservar el estilo de juego, más allá de un pragmatismo que se traduzca en resultados por un trabajo eficaz de grupo, que debe adecuarse a cada partido de forma distinta y según el rival de turno. Le cuesta demasiado desprenderse de Lobatón y Hurtado para arriesgar por otros nombres que brinden más versatilidad para la recuperación y la elaboración. Entero el “loba” gravita pero mermado físicamente solo adiciona el volumen de hombres y se pierde la sorpresa para pasar de defensa al ataque.

Dunga estudió a Perú y tiró a Neymar de falso 9 para recogerse y sacar los centrales abriendo espacios para William y Costa en el desequilibrio por banda, con transiciones más compactas, una posesión menos improductiva y más contundente, presión al medio con Renato Augusto-Elias y Luis Gustavo. Si algo iba a prevalecer en este Brasil era la paciencia, para que el gol sea consecuencia más que casualidad. Perú hace unos 15 minutos perfectos, cerrando con Cueva y Hurtado a los costados, Tapia encima de Neymar y Farfán como referente ante la pasividad de Paolo, logra que Brasil juegue lejos del arco y hay un posicionamiento adecuado. A los 3’ Paolo -que sigue pasando un mal momento- pierde la mejor ocasión frente al arco, luego Farfán y Hurtado no encajan en la red opciones que podían lograr encarar de otra manera el partido. Hasta que vino la individualidad de William, desnudando la pasividad de Yotun, mete una puñalada que Costa añade, ante un Advincula desorientado. Es el punto de quiebre para un Perú que se ve maniatado, inoperante y un Brasil que empieza a manejar el partido, desde la ansiedad peruana y su capacidad individual para mover el balón de un lado a otro con una técnica exquisita.

Desde ese momento Brasil impuso una superioridad incuestionable, hizo ver a un Perú insípido, que jugaba a lo que venga y se entretenía pasándose el balón, haciendo que el rival corra por él, que agote sus fuerzas, que su sangre llegue al cerebro y obnubile sus ideas. Sus intentos intermitentes por llegar al arco de Jefferson se estrellan en la categoría y calidad superlativa de un Brasil que anticipaba y dejaba que sus individualidades marquen una divergencia abismal. Douglas Costa, el jugador reclamado, marca la diferencia en dos jugadas geniales, encarando por derecha se saca de encima 5 hombres y habilita a Renato que define a placer y luego hace un regate perfecto para enfilar un remate a puerta que desvía Penny y la añade el lateral Felipe Luis. Diferencia categórica y afianzamiento de un jugador vital para este nuevo Brasil que parece renovarse.

Acéptalo Perú, Brasil fue más. Quisiste tutear al gigante, faltarle el respeto y cuando te encaró te agazapaste, te sentiste minimizado, te viste superado ante un grupo de individualidades de categoría mundial, que hizo prevalecer su capacidad haciéndote sentir que eres inferior por técnica y cultura táctica. Quisiste ser atrevido pero solo fuiste un bravucón. Te faltó rebeldía donde te sobró conformismo, te faltó esa conchudez y palomillada, donde te sobró la parsimonia. Acéptalo Gareca, el estilo radica en una forma de juego, pero los escenarios son distintos, los rivales también. Los nombres no son sagrados y aun te queda tiempo para la reflexión y una oportunidad para tomar una buena decisión.

Finalmente el marcador holgado, marca una superioridad innegable de Brasil y una intención atropellada de un Perú que sucumbió de mala manera y nos deja a los hinchas una realidad que pudo ser distinta, aunque igual le hace daño al corazón y que fue causado en parte, porque las que tuvimos no la embocamos cuando debimos y después nos chocamos contra lo que no pudimos.

 


 
 
 

No todo es baile

Era viernes 13, día fatídico del calendario, pero no para él, por eso se puso la camiseta con el mismo número, como para darle la contra. Minuto 20’, recibe un balón de espaldas y hace lo inverso al pensamiento del rival, girando para quedar mirando el arco, arremete como locomotora entre tanta pierna y ensaya el fierrazo que pega en la pared albirroja, fuerza la jugada y habilita a Paolo que hace un amague de giro que se devora la defensa y habilita a un desmarcado Farfán en el vértice del área. La “foquita” le pone la puntita, sopla la boquilla del cañón, le mete cartucho y descarga un disparo letal que se cuela por un lugar insospechado. Gol en un momento esperado y aprisionado en la garganta del hincha, que desahoga toda su alegría, revolcándose de éxtasis en la grada, mientras la “foquita” en una esquina dedica a su amada la pegajosa danza del To To que la gente ha hecho suya con reina incluida.
 
Se llama Renato y se apellida Tapia, tiene 20 años y jugó un primer tiempo memorable como si tuviera 30 y con varias eliminatorias encima. Una demostración del futbolista moderno, de biotipo perfecto, de físico privilegiado que nos devuelve Europa y con una lectura diferente del juego, que lo pone algunos peldaños arriba del jugador del medio doméstico. Tapia tuvo una actuación de 8 puntos al mismo nivel de Farfán –que haríamos sin ti Jefferson- que saltó a la cancha con esa misma convicción que lo ha acompañado desde que era niño, cuando empezó haciendo goles como delantero y hoy recorre la zaga, pasa por la media cancha y llega al área rival con sobriedad, para en un segundo retornar con humildad a su posición para volver a empezar. Un grato debut y una oportuna bienvenida a esta selección que carece de nuevos nombres de categoría.
 
Fue un partido durísimo y áspero, muy difícil de sacar adelante. Este Paraguay no es el mismo de la anterior eliminatoria, es una versión mejorada que juega en el pensamiento de su técnico el “pelado” Diaz, que sabe sacar provecho de las debilidades del rival, minimizando sus fortalezas a punta de empuje, marca asfixiante y presión alta en área rival. Gareca lo conoce bien, leyó el partido antes de jugarlo, lo imaginó mejor y lo dibujó tácticamente, desde el pensamiento del “pelado”. En la ausencia de Cueva y Carrillo, titulares del “tigre”, tiró a Farfán a un extremo y a Jordy por el otro, para trabajar en banda, con Claudio detrás de Paolo, para aguantar y ganar la segunda jugada cuando se atacaba y compensar por arriba al defender los ataques aéreos, que son la formula paraguaya de hacer daño y donde son especialistas. Tapia y Lobatón en una labor mixta, dejaban ver la intención clara de abrir a un Paraguay que agrupa gente al medio y no cometer el mismo error con Chile, que nos atacó con 8 hombres en bloque, sin dar respiro para elaborar juego y que nos mató con su martilleo incesante.
 
En un juego donde iba a existir mucho corte, la idea de Gareca de la alineación inédita –desde el arquero-se entiende desde la intención de poner delanteros que realicen labor de marca por las bandas, recuperar el balón cortando la cancha para iniciar el juego en un sector y terminar atacando por otro distinto, bloqueando las subidas de los laterales guaraníes, que lanzan centros para ganar por altura. Y el equipo cumplió en el primer tiempo su cometido, Paraguay no llegó más allá de un par de jugada de riesgo que mas fueron fallas de Penny. Para el segundo quizás perdimos la asociación para elaborar juego, el balón era más disputado que administrado, el juego era más peleado que jugado. No se pudo jugar bonito pero se jugó bien, que es muy distinto y lo último prevalece desde cómo se defiende y neutraliza al rival, hasta como se busca hacer daño. Lo estético va de la mano para algunas jugadas, pero nunca es una constante en el juego, salvo que te llames Messi o CR7 o tu equipo tenga una constelación de nombres relevantes.
 
Pero la gente pide más, el hincha exige mucho más. Ningunea al rival y critica los nombres y deja de lado la labor de los hombres. Si este Paraguay venía de hacer dos buenos partidos no era por casualidad, el “pelado” no vino a defenderse, quiso abrumar a un Perú para hacerlo perder rápido el balón y sorprenderlo desde la presión alta, pero si Penny no pasó sustos durante el partido, hay un mérito al trabajo defensivo, desde la apertura de la cancha y la función de los delanteros en los relevos y el recorrido por bandas. El hincha despotrica por Claudio, pero no analiza las pelotas que administró arriba y las que sacó en defensa. Paolo jugó para 3 puntos pero nadie dice nada. Increpa la presencia de Jordy que hizo labor sacrificada en las subidas del ataque guaraní. Reprocha el mal juego de hoy, pero ayer reclamaba resultados y el “hay que ganar como sea”. Cuestiona a Gareca en su idea de priorizar los momentos de cada jugador y exige a Joel Sanchez, que últimamente juega mal y es cambiado en su equipo y le pasa la factura física por los dos años de inactividad. A Gareca finalmente el resultado le dio la razón en parte, pues si algo le observamos son los 30 minutos que le sobraron a Pizarro, para oxigenar a Lobatón que mejoró desde la entrada de Ballón.

Que fue difícil, no hay duda, estas clasificatorias pasarán a la historia por ser las más duras y parejas del mundo, para el equipo peruano será doblemente complicado sacudirse de un comienzo incierto, afrontar lo que viene con lo poco que tiene y lo mucho que se exige. Lo más probable es que otra vez el sueño de ir al mundial se quede doblado debajo de la almohada, pero mientras existan posibilidades, hay que seguir bregando, no hay de otra. No solo hay que esperar que el equipo juegue bien como uno quisiera, también hay que esperar que consigamos en el trayecto un verdadero plantel que garantice no un partido, si no un proceso. Se ganaron tres puntos obligados, pero el hincha sigue reclamando y criticando, aunque sigue celebrando y bailando. Se viene Brasil, pero es otra historia muy distinta, como cada partido de estas clasificatorias, que se hacen eliminatorias, desde lo que exigimos, sin aceptar primero lo que somos y lo que tenemos, para buscar lo que podemos.
 
 
 
 
 

Corazones rotos

Si hay algo que caracteriza al peruano y que es reconocido mundialmente, es su chispa, su ingenio y esa rápida inventiva que tiene para encontrar soluciones en circunstancias difíciles o cuando le suena la panza algo se inventa. También es reconocido su temple y su nobleza para el aguante a su propia realidad. Pero si hay algo que adolece, es su mala memoria y nunca aprender de los errores cometidos. Es sabido que más se saluda la pendejada y la sacada de vuelta a la norma, que el aprendizaje que debe asimilarse de las situaciones vividas. El fútbol finalmente es reflejo de nuestra sociedad y el hincha peruano solo hace una mueca disimulada cuando en su equipo hay un bravucón, un matoncito de barrio que se cree el cuento que es leyenda o se devora el argumento de que es el símbolo de la garra y el corazón caliente. Pero cuando le toca estar en las grandes lides, ante rivales de fuste, solo resulta siendo un simple palomilla de ventana que termina cediendo ante la estupidez y la irresponsabilidad de sus actos.
 
Lo que mal empieza no puede tener un final auspicioso, más aún en el fútbol de hoy y de un partido de eliminatoria sudamericana, que se juega con el ceño fruncido y los dientes apretados, donde los detalles y circunstancias, se vuelven vitales para el desarrollo del juego y suele trascender lo emocional por sobre lo racional. Enfrentamos al mejor Chile de los últimos tiempos, Sampaoli ha logrado no un equipo, sino un plantel con una misma idea de juego, fiel a su identidad, con un planteamiento táctico ligado a la perfección, que suple su carencia defensiva, martillando en cancha ajena, triangulando, abanicando en bloque para defender y abriendo la cancha para buscar la espalda rival. Es por momentos harto difícil de controlar y juega igual en todos lados, por ello para superarlo había que estar bien de la cabeza primero y de los pies después. En la cancha Chile resultó inmensamente superior a Perú que se preparó para enfrentar el partido, pero no para jugarlo.
 
El partido tuvo ese inicio peruano vertiginoso que reclamaba un estadio repleto de gritos desaforados, que no respetó el himno visitante y que fue aplacado por esa puñalada chilena que vengaba la afrenta, cuando recién se estaban acomodando en sus asientos. Esta vez en defensa fuimos frágiles, cuando nos tocó ser aprisionadores, requerimos ser resueltos de pensamiento antes que necesitados de argumentos. La paridad la pone la “Foquita” regresando de una posición ilícita muy fina, luego superamos el marcador en un penal discutido pero igual valioso para el doblete de Farfán. Pero el partido aquí tiene dos puntos de quiebre, incluso hasta tres. Primero la estupidez con nombre propio de Cueva, que nos dejaba con 10 por una reacción típica en él (tiene más expulsiones por bravucón que por valiente). Después se lesiona Carrillo y cuando se estaba con 9, el comando técnico en pleno, entra en shock, nadie reacciona, para echar el balón fuera, “lesionar” a alguien, enfriar el partido, allí toda la pendejada y el barrio se fue al diablo. A este Chile tan sólido y letal en tres cuartos de cancha, prácticamente le entregamos el morro y los del sur solo tuvieron que poner su bandera.
 
Y Gareca tan endiosado hasta aquí, con las credenciales intactas comete el error de lectura del juego, tira a Reyna para ser enlace y seguir con Farfán arriba y no desolar a Paolo, pero Jordy es para otro partido, otra circunstancia de juego, Chile hace la diferencia con mucha categoría. Cuando ingresa Tapia y después Sanchez, nos dimos cuenta que Lobatón no estaba para el partido y hay un aviso luminoso que necesitamos sangre joven para aplacar esa absurda idea de jugar igual todos los partidos y con un solo volante de contención, siendo un equipo chico que le cuesta sostener el ritmo de los partidos. Seguimos aferrados a los nombres antes que los hombres, pero es el DT el único que puede percibir el momento que pasa cada jugador y el idóneo para plantear y replantear lo que se viene, pero en estos dos primeros partidos definitivamente le faltó el “ojo de Tigre”.
 
Es natural que ante una derrota como esta, se busquen culpables mediáticos, pero eso en lugar de sumar solo crea controversia inútil. Nadie puede asegurar que con 11 igual Chile nos ganaba, porque es superior en conjunto, pero de seguro que le hubiera costado un Perú. Nadie puede asegurar que el marcador sería distinto y las caras largas de hoy tendrían una sonrisa, pero lo que jode es que la historia de las irresponsabilidades estúpidas, nuevamente nos pasaron factura. Chile la tuvo clara, pegar en el lugar y el momento justo, provocar en el momento oportuno, presionar y ganar la espalda en la mejor circunstancia del juego. El marcador pudo ser de escándalo, nos salvó el orgullo de unos cuantos, pero nos dejó el sinsabor de los otros.
 
Hay que asimilar este mazazo y ser condescendientes con nuestra realidad, es un resultado lógico quizás, pero que duele por la forma y no por el fondo, tenemos los corazones rotos, pero hay que levantar la frente, poner la pelota al centro y volver a empezar. No hay de otra, el futbol sigue su camino y este Perú necesita revertir su futuro en forma de balón. Ya lo dice un viejo sabio, si queremos cambiar nuestro futbol, primero aceptemos lo que somos y busquemos mejorar lo que queremos ser.
 
 

Eliminatoria caliente

Un inicio de eliminatoria con un resultado lógico quizás, pero con un final de difícil digestión, por cómo se afrontó un partido harto difícil y por lo vivido en el infierno de Barranquilla. Perú fue una moneda de dos caras que logró que Colombia se reflejara en el espejo. Una idea definida de juego de Gareca para neutralizar al rival pero por tanta preocupación en defender se quedó sin ideas para generar juego en el área rival. Un primer tiempo chato producto de esa lucha de pensamientos, pero muy poco de ofrecimiento y una segunda etapa con ráfagas de lo que realmente se requiere para hacerse sólidos como equipo. Colombia estuvo lejos de ser el cimbreante equipo cuando tiene a James, Perú puso su sello, a pesar del calor asfixiante y buscó la paridad hasta el final y claudicó en el epilogo.

Es verdad que el resultado ante Colombia no escribe la historia verdadera, pero tampoco hay que asolapar los defectos naturales que mostró la selección, con la inseguridad para el manejo del juego y la tenencia del balón -lo perdemos tan rápido como lo recuperamos- haciéndonos ineficaces de cara al gol, sin inventiva ni sorpresa. Sin Farfán, Gareca tira a Pizarro de enlace, buscando presencia en el juego por alto en ambas áreas y buena entrega del balón. No hay reproche pero se equivoca en mantenerlo 80 minutos, cuando iniciando el segundo tiempo, urgía hacer una pausa para refrescar la cabeza caliente. Lobatón no estuvo fino como siempre, Paolo y Cueva intermitentes, Carrillo hacía dos jugadas buenas por tres que fallaba, en suma no fueron parejos como se requería. Fue oportuno el ingreso de Reyna, pero necesitó más minutos para meterse al partido, para ganar confianza, lo que se devoró es parte de esa apetencia por jugar que a veces suele ocasionar hacerse mas apurado que rápido en el pensamiento letal frente a la red. El fútbol de hoy exige un armado inteligente atrás y copar los espacios con recorridos justos, no basta con la intención de querer jugar bien, se exige un atrevimiento, ser más osados para presionar arriba, es cierto mucho depende de los jugadores y su momento futbolístico. Los nuestros que pululan por Europa, solo tienen carnet de extranjería, pero carecen de una continuidad pareja o alta competitividad, que si la tienen las otras selecciones, los nuestros solo se miden en un torneo doméstico que puja por mejorar, pero en la hora final, la jerarquía y la experiencia terminan inclinando la balanza cuando de tomar buenas decisiones se trata de cara al gol o de imponer presencia para doblegar al rival. Colombia prácticamente se encuentran un resultado, en la medida que Perú no pudo definirlo cuando lo tuvo a merced.

La paridad en el marcador nos hubiera devuelto del infierno menos chamuscados, es cierto, hubo momentos de presencia y personalidad, pero finalmente el regreso fue de caras largas. Hay que tener entonces, mesura con la justificación pancista de que la mejora en el juego y la actitud de rebeldía garantizan la clasificación o mejores partidos venideros. La realidad nos ha dado el cachetazo para avisar que serán las eliminatorias más difíciles de la historia. Los resultados inesperados son señales que el fútbol se ha hecho diametralmente más competitivo en esta parte del continente y asoma una realidad diferente, con selecciones que repatrían jugadores de torneos de alta competencia y que nos encuentra apurando el paso, tratando de cambiar de un sopapo nuestro presente, con un equipo que plasma una idea de juego, una identidad, pero nos falta ese plus de la constancia para ser decisivos, creíbles con aquello que se presume y con lo que se demuestra.

Los equipos han dado su primer golpe, la jornada nos dejó el mensaje que Colombia es una con James y otra muy distinta sin él, se suma a los equipos autodependientes de una mega estrella, léase Argentina que jugó huérfano de Messi y Brasil desamparado de Neymar, cada uno más reprochado e impopular que el otro. Un Ecuador audaz y desinhibido que se metió a escondidas a robarse los huevos de gallinero ajeno y un Chile que sigue siendo el mismo de la Copa América, con su vértigo y dinámica sorprendente, que no es nada mezquino y muy solidario, pero tan atrevido para morder la oreja del rival cuando recién se está levantando de la cama. Chile hizo ver una pobre versión de Brasil en eliminatorias y le quitó el cetro sin sonrojarse. Ecuador desnudó una realidad argentina que solo logra juntar un grupo de jugadores, pero está muy lejos de agrupar un verdadero equipo. Uruguay no dio ningún batacazo, solo abrió su libro de historia, saboreó dos mates y se dio un paseo de altura, la raza celeste en su máxima expresión, hizo trizas ese mito antiquísimo que cada vez se hace menos creíble, sobre todo cuando se afronta con tanto carácter. Paraguay hizo lo suyo y dejó una primera fecha con sorpresas pero con la convicción que se han emparejado las fuerzas. Es recién el inicio y queda mucho tramo pero Argentina y Brasil, los gigantes vecinos, dejaron en esta primera fecha más para la preocupación que para el aplauso.

Es cierto que cada partido es una historia totalmente distinta, más aún en partidos de eliminatoria, se viene una nueva fecha y nuestra selección tiene los argumentos para enfrentar a un difícil Chile con la confianza de salir airoso. El hincha se aferra a su eterna esperanza y desabotona la camisa de la ilusión, es una rivalidad eterna, un clásico que antes que jugarlo, hay que ganarlo, pero también es una oportunidad de revertir una realidad latente que los peruanos unidos intentamos cambiar y empezar a pintar esta eliminatoria caliente de rojo y blanco.

 
 
ARRIBA PERÚ
 





 
 
 
 

La estrella solitaria

 
El fútbol será hoy y siempre de momentos, así suene reiterativo y fatigoso. Ayer puedes haber hecho un partido de 10 puntos, convirtiendo todos los goles que pensaste y al día siguiente, te toca un partido pálido y esquivo, opaco de funcionamiento colectivo. Porque no siempre tener los mejores jugadores te va a garantizar que se juegue bien siempre, porque depende mucho del rival de turno, de cómo afronta el pleito, de cómo busca contrarrestar tus mayores virtudes y como haces prevalecer las tuyas. Depende también de cómo te paras frente a un escenario hostil con la personalidad que te brinda tu nombre ilustre. Finalmente el fútbol, es una disputa de ocasiones, que nacen desde la intencionalidad para generar las ocasiones que permitan contrarrestar al rival y doblegarlo, aunque eso lleve tiempo y mucha paciencia.
 
Jorge Sampaoli ha tenido éxito, porque siempre ha sido un DT que arriesga más de la cuenta, sus equipos juegan al filo de la cornisa, exponiéndose a encajar una derrota o más goles de los que pueda generar, pero nunca renuncia a ser protagonista en cuanto a la tenencia del balón y la presión en el campo de juego rival. Contra Argentina, había que proponer mucho vértigo ofensivo y protagonismo para copar los sectores donde el equipo de Martino se hace letal cuando elabora. Propone un 3-5-2 sorprendiendo con Silva de stopper y sus laterales muy adelantados, Medel por el centro del área y Marcelo Díaz por izquierda, para anular las ideas de Messi, no dejarlo entrar en el juego, alejarlo de Pastore, que anduvo impreciso, como todo el equipo. Vidal y Aranguiz lo anticiparon siempre. Valdivia en creación y arriba Alexis Sánchez en su mejor versión todoterreno, siempre zigzagueante y prolijo, acompañado de un incisivo Vargas. Un planteamiento audaz que requería un redoblado esfuerzo físico.
 
Argentina fiel a su esquema habitual, Mascherano de patrón atrás, subidas de Rojo y Sabaleta, buscar la asociación de Pastore, Biglia y Di Marìa por banda y hacerle el espacio a Messi para que el “Kun” tenga las oportunidades que nunca encontró. El fondo rojo, nunca perdió la compostura, siempre agrupando hombres para recuperar y haciendo bloque para ir de contra. Argentina tiene una pérdida inesperada, cuando el “fideo” corta la cancha y sin llegar a la meta, siente el pinchazo que lo saca de la cancha. Acaso y quien más sintió esa ausencia fue Messi, el 10 se volvió gris, frustrado porque no encontraba esa compañía alegre del Barsa y opaco para ser protagonista. Argentina lo pudo definir en la agonía con Higauin y Chile en una con Sánchez en el alargue. Ninguna se dio y fue el fatídico punto de la pena máxima que hizo sufrir una vez más a Leo y Argentina, como en el Mundial, por segunda vez se lleva a casa demasiado dolor en la valija.
 
Una final de mucha tensión, pero con poco juego, con mucho fuego y poco lucimiento. La mayor preocupación de neutralizarse hizo efecto en ambos, los sistemas defensivos fueron superiores a las intenciones ofensivas. Chile lo salió a ganar desde el camarín, al mejor estilo de Sampaoli en su mejor versión de aventurero que toma riesgos y que sus jugadores entendieron a la letra, estaban en su casa, en su tierra y con su gente, en la única oportunidad para ser monarcas de América, después de 22 años. Por eso lo jugaron con mucha pasión, con huevos, con garra y concentración, brindando una entrega total y desprendido desgaste, corriendo y metiendo incansablemente todo el tiempo. Por eso durante los 120 minutos que duró esta definición, en cada sector del campo, siempre hubo 4 chilenos por cada argentino que tomaba el balón.  
 
Chile es el campeón de América y no resulta siendo nada casual ni oportunista, hay un trabajo detrás que ha refrendado un deseo hecho obsesión y que sus jugadores han plasmado en la cancha. Quizás sean solo aquellos que guardan recelos prestados y resentimientos extremistas, los que puedan discutirle las formas, pero si hoy hubo un equipo que salió dispuesto a ganar la final, fueron los del sur. Se jugaron la vida en cada centímetro y todos los cuestionamientos previos, se esfumaron, cuando se mostraba en la cancha una marea roja que proponía y una albiceleste sombreada, maniatada y carente de alternativas. Argentina terminó siendo solo un puñado de nombres en un equipo y Chile un verdadero plantel con hombres que han consolidado un funcionamiento colectivo
 
Esta Copa América ha dejado un pueblo alegre, que sigue celebrando su fiesta, los invitados empiezan el retorno a casa. Hay celebración con champagne y vino espumante en la casa del sur. Hay un pueblo que sigue llorando un padecimiento por una herida que no cicatriza, porque su extremada confianza en sus figuras estelares le hizo preparar la celebración anticipada y lo hizo subirse una nube que hoy se evaporó en la tierra del Mapocho, donde le dieron el cachetazo cruel que avivó el dolor y excitó otra vez la pesadilla. No existe consuelo para una final perdida, más aun cuando tienes al mejor jugador del mundo, que hoy tuvo una triste y apagada estrella solitaria.
 

Un PERÚ en Concepción

Primer acto.- El balón surca el área paraguaya ante el córner servido por Cueva, en el corazón de la zaga guaraní se eleva Paolo Guerrero y presiona el rechazo paraguayo, caprichosamente la pelota va a dar donde se encontraba él, que incómodo, casi cayendo le pega justo como para que doble el esfuerzo de Justo Villar. Era el primero de Perú, que lo buscaba, lo intentaba con el mismo formato, sin especular, pero que le faltaba la paciencia para penetrar una muralla guaraní inexpugnable. Un gol que cambiaba todo el intento frustrado por una realidad de resultado inmediato.
 
Segundo acto.- Ataque guaraní que intenta el bombazo, rechazo de Ascues para sacarla del fondo, él va al encuentro del  balón, control perfecto, amague para dejar atrás un rival, pique corto, potencia de piernas para agarrar un envión adicional y sortear dos paraguayos que quedan en el camino, corta la cancha para habilitar a un Sánchez, fresco y listo para arremeter con todo, lo acompaña con su tranco largo, buscando culminar una jugada monumental. Joel mete la puñalada al área que encuentra el pie bendito de Paolo y marca el 2-0 lapidario, que sentencia el triunfo peruano.
 
Se llama André Carrillo, algunos lo acusan de tener una congeladora en el pecho, pero hoy deben haber cambiado de opinión drásticamente y lo llaman “culebra” a secas, pero de esas de ojos vivaces, que acechan maliciosas para dar un veloz zarpazo y emponzoñarte su veneno. Al otro lo llamamos “El Depredador” ese que tiene un pedestal, donde el pueblo peruano lo glorifica cada vez que se hace amigo del gol y enerva las pasiones del hincha, ese que hoy más que nunca, se siente devoto creyente de la bicolor y asume su derecho a ser feliz. Dos baluartes para un triunfo en dos actos determinantes, que devuelve el respeto prestado y que intenta recomponer su prestigio a su imagen y semejanza.
 
Paraguay aún con ausencias y desgaste, siempre es un hueso duro de roer, planteamiento avispado para estar siempre corto y no dejar que Perú desarrolle su triangulación en los tres frentes. El “pelado” puso un cerrojo y por más que se probaban llaves distintas, no se encontraba la correcta. Y fuimos un equipo por momentos extraviado, distinto a los anteriores partidos, con ráfagas de buen juego, pero con más intenciones que afianzamientos. Había que ir al vestuario por un poco de paciencia y mucho de criterio, para esparcirlos por algunos sectores de la cancha donde el rival intentaba posicionarse. Había que recomponer el fondo más que la forma, el estilo necesitaba una dosis de atrevimiento, para resolver oportunamente aquello que se quedaba solo en tentativa de transgresión a la red.
 
La segunda parte fue distinta, se apuntaló el control del balón, abriendo la cancha y mejorando la elaboración. Otra vez vimos un Ascues con salida limpia, Advìncula y Vargas potenciados para empujar por los carriles. Ballón devorándose la cancha de manera encomiable y silenciosa, Cueva envalentonado y corajudo para encarar los rostros de perro de los defensas paraguas, Carrillo y un recorrido superlativo –estuvo en los dos goles, el segundo fue una jugada monumental- Arriba Jordy buscando el desacomodo de la zaga, acompañado de un Paolo que en esta copa, ha sido un goleador temible y un portento de jugador, astuto para aguantar y rebuscarse la jugada, sin importar quién diablos sea el defensa de turno, ni los pergaminos que ostente. Y Perú volvió a ser el equipo fresco, alegre y vivaracho, de toque elegante, del desequilibrio individual y de un solidario funcionamiento colectivo.
 
Ha sido un triunfo gratificante de nuestra selección, dedicada a un pueblo peruano necesitado de alegrías urgentes, que le sirve para saciar sus emociones golpeadas y que llega con un tercer lugar digno y meritorio, dejando la sensación que el no estar disputando el pódium trascendental, solo se trata de una injusta realidad. Pero igual infla nuevamente el orgullo y cierra con brillantez una participación fenomenal en esta Copa América, donde los muchos que no teníamos la confianza afirmada y que tuvimos dudas, conceptos titubeantes como ambiguos, hoy nos alegramos de habernos equivocado. Porque esa confianza obstinada que tiene Gareca en la calidad del futbolista peruano, la ha logrado trasmitir, primero al propio jugador y después con esta realidad plausible, ha generado ilusiones y calado el inconsciente del hincha fiel, ese que se juega incondicionalmente la honra por su selección. Las camisetas al revés en el festejo, pareció ser un mensaje de los hombres que entregaban su nombre, en bien del equipo.
 
Esta euforia es una recompensa para el pueblo, que vuelca sus emociones y agradecimientos, por haber recuperado la chispa y la sonrisa extraviada. Partimos desde aquel primer día en que Gareca iniciaba este proyecto entre mucha incertidumbre, asumiendo hablar de “nosotros” y decir sentirse “Un peruano más”, algo que a simple vista, parecía una frase trillada y acartonada, un cuento conocido, pero que los resultados hoy avalan su prédica inicial, esa que el “tigre” reafirma con la misma mesura que ha tenido para su discurso mediático y que debiéramos asumir también, para no desbocar las ilusiones en demasía y entender que no solo se trata de continuación de un momento feliz, sino de consolidación de esta selección, que por ahora se trata de un equipo en etapa de concepción, falta lo más difícil, que es conseguir ser un plantel en el tiempo. Esperemos nos encuentre con los pies en el suelo.
 

 
 
 



Final Argentina

Era una figura repetida y la ocasión más oportuna para volver a verse las caras. Argentina de Messi con todo su arsenal dispuesto a llevarse puesto a un Paraguay que aparecía guapo, irreverente, con el recuerdo fresco del debut donde aguantó a pie firme el vendaval albiceleste, se recompuso y sacó una igualdad que lo catapultó hasta estas instancias de copa. Era una nueva ocasión para el equipo de Martino, de hacer una actuación acorde con las figuras estelares con que cuenta y que no había podido reflejarlo en el marcador de manera contundente.
 
Todos habían esperado una oportunidad para conseguir la consagración en el juego, logrando poner en la red todo lo que genera este equipo, cuando Messi se enchufa, trasciende en el juego asociativo, Di María vuela como hijo del viento y el Kun Agüero es una pesadilla de alto calibre para toda defensa. Esta vez con la frescura y la desvergüenza de un Pastore, que se hizo figura en cada partido y le pone el toque de locura, la exquisitez para el segundo pase y la efectividad cuando está de cara al gol. El único problema que no ha podido resolver a medias es la salida en defensa, un talón de Aquiles que los paraguayos buscaron sacar ventaja. Lo aguantaron los primeros 15 minutos, hasta que Rojo pintó la señal del triunfo.
 
Después se vino Pastore definiendo a lo crack, luego el “fideo” por partida doble, para la ventaja, pero el descuento paraguayo vino de Lucas Barrios -como la vez anterior- definiendo luego de una fallida salida de Otamendi anticipada por la fortaleza paragua, que agarró en paños menores a toda la defensa albiceleste. Luego el Kun pone la tranquilidad para el quinto de la noche y el “Pipita” recién ingresado pone este 6-1 que mete miedo a un Chile que espera en su fortín, haciendo cuentas para buscar hacer realidad su sueño acariciado. Esta vez la historia no fue igual para un Paraguay rendido, se definió como debió ser en el debut, pero fue una clara muestra que el fútbol da revanchas.
 
Esta Argentina resulta de apetito insaciable para devorar el gol, lo ha buscado todo el torneo y se dio contra un Paraguay que mostró aleteos de defensa, pero que sucumbió ante el poderío de la artillería pesada que soltaron Messi y sus amigos, fue la noche que apareció el fideo, más entero, doblegando metros sin cansancio y fue la noche en que la albiceleste ha logrado convencerse a sí mismo que lo único que faltaba para ganar confianza y ser un equipo demoledor, era el gol, tan acariciado tan peleado y negado también y que hoy llegó en abundancia y cada grito sonó como un canto a la confianza. Si algo faltaba era descargar toda la munición guardada en los pies de sus delanteros y hoy aparecieron en su real dimensión letal y contundente.
 
Este partido de la Argentina tuvo casi el mismo libreto, pero resulto siendo diferente a los otros La misma intención de control del balón y del juego, pero muy diferente porque esta vez acompaño la efectividad, quizás solo faltaba el gol de Messi, quien fue gestor de cuatro de ellos, pero fue desprendido para que sean sus compañeros los que anoten. Total a Leo no le quita el sueño quien sea el autor, le interesan las consecuencias. Igual la “pulga” sigue siendo determinante en sus arranques frenéticos de tres cuartos desparramando rivales y con los ojos puestos en el compañero, solo le falta ponerle su firma al gol, para refrendar una presencia insustituible, para este equipo que ha empezado a dormir junto a la gloria.
 
Se han pasado 8 largos años para que Argentina ponga su nombre en una final de Copa América, la cual Chile nunca la pudo levantar y tampoco Messi. Una gran ocasión para quitarse el maleficio para ambos y una oportunidad de medir cuan poderosos son el equipo avasallador de Martino y el vertiginoso Chile de Sampaoli. Por lo pronto en el banco, ya hay final argentina.