PERU #Una sola fuerza

No fue una noche cualquiera, no fue un día cualquiera, había un pueblo herido en su sensibilidad, unido por condescendencia para con sus hermanos que viven horas amargas, víctimas de un injusto sufrimiento extremo. Gente que ha sido castigada con el juicio final adelantado y la ira despiadada del cielo que ha descargado su furia cruel inundando sus hogares, perdiendo sus seres queridos y enterrado en un lodazal sus esperanzas de vida. Peruanos que han visto desaparecer ante sus ojos su pasado y su presente, viviendo un panorama de desastre y consternación, que ha calado hondo en el sentimiento de un país, que se encuentra más unido que nunca contra la desgracia.
 
Y ese pueblo entero se vistió de blanquirrojo, tomó su bandera de la ilusión eterna abarrotando la grada de nuestro remozado Estadio Nacional, uniéndose en un solo abrazo, entonando un himno nacional histórico y vibrante, sintiendo latir en la sangre ese minuto de silencio conmovedor, que para el equipo bicolor significó una inyección de ánimo y confianza, en un acto simbólico de desagravio para esa gente que sufre y que lo ha perdido todo y para ese hincha peruano, que se hizo más mortal y más humano. Y es que el fútbol es así de único, es el deporte que tiene el poder de unir y desunir emociones distintas, juntar pueblos y deshacer diferencias, quizás no pueda solucionarlo todo, pero es un aliciente para calmar la angustia, apaciguar el alma y complacer al corazón.
 
Y nuestra selección se hizo pueblo, se hizo esperanza, tuvo una motivación diferente, para intentar hacer un partido de 8 puntos con rendimientos parejos, jugando más con la cabeza y el raciocinio que el propio sentimiento y el corazón. En estas instancias de eliminatoria, los segundos partidos, tienden a definirse en los 20 minutos iniciales, el desgaste obliga a resolver y después aguantar. Perú con su historial disparejo de primeros tiempos terroríficos, ha tenido el temperamento y la rebeldía, como factores que han consolidado una forma de jugar y afrontar las dificultades que se dan en todo partido. Gareca, gran admirador de la técnica del futbolista peruano, ha potenciado la mentalidad de sus jugadores, hoy tiene un equipo con recursos escasos, pero que pelea siempre y no renuncia nunca, quien sabe lo más rescatable del “tigre”, sea la exigencia de tener claro que el resultado es el objetivo primordial y hay que meter, luchar, batallar y neutralizar al rival, pero jamás dejar de JUGAR, fiel a nuestro estilo, a nuestra costumbre y devotos de nuestra identidad.
 
Uruguay llegó a Lima con el ojo morado, el labio roto y el orgullo magullado, Brasil había hecho una fiesta en su propia casa y se había divertido a sus costillas. Perú en cambio venía de saborear un resultado esquivo, cuando todo apuntaba a pintar una acuarela de regocijo. Los charrúas venían a remendar una mala racha, hicieron su apuesta con gente experimentada en el medio para neutralizar la creación de juego peruano, asfixiar a Cueva y aislar a Paolo, sometiendo los espacios que queden de las divididas, para que arriba Luisito sea el “pistolero” letal cuando se encuentre con Cavani. El aguante celeste, era lo opuesto al zarandeo que el equipo de Gareca propuso en el arranque. El triunfo para Perú no era una simple necesidad, más allá de una urgencia de puntos, era una obsesiva y extremada obligación.
 
El fútbol moderno demanda hoy en día, mucho músculo, dinámica, velocidad y precisión, ninguno es excluyente y para la confrontación de alta competencia es una exigencia que la mayoría de jugadores sudamericanos desarrolla en Europa, en cambio para los nuestros son muy escasos, no tenemos tantos en ligas competitivas y tampoco en la continuidad que se quisiera. Nuestros recursos resultan exiguos, si nos medimos con planteles que juegan con su libro de historia bajo el brazo. Uruguay resulta un rival de fuste, desde la categoría de sus jugadores de renombre y su legado que siempre produce un respeto innegable. Pero en el fútbol, no hay que confundir el respeto con el temor, la mejor forma de respetar al rival es superarlo y ganarle con las mejores armas.
 
Y en la cancha Perú superó a un Uruguay corajudo, utilizando el plan más adecuado, prevaleciendo la posesión del balón y el control del juego, pero sobre todo por la eficiencia y precisión para su traslado. Ante un rival que volcaba sus hombres copando el campo, el arma letal fue el balonazo largo buscando a Guerrero a las espaldas de los centrales, jugando en campo celeste con el toqueteo avispado en tres cuartos de cancha de Carrillo, Cueva y Flores. Abajo otra vez el “mudo” Rodríguez, siendo ese Ángel que se suspendía en el aire y ganando todas por arriba y Araujo, sin tener nada de novel, jugando como experimentado. Un planteamiento inteligente para abrir la cancha, presión alta a los volantes de primera línea, Vecino y el “tata” González, cerrando las bandas para evitar las subidas de Pereira y Fucile, originando que Suarez y Cavani no reciban balones limpios. La idea no era poner todas las armas en anular a Luisito, fue mejor decisión taponear a quienes suelen lanzárselos. Entonces Perú hizo un fútbol que más vistoso o agradable a los ojos, fue primordialmente fructífero y eficaz.
 
Punto aparte para nuestro Paolo Guerrero. Tan nuestro que lo sentimos como un patrimonio nacional, es tremendamente conmovedor como se transforma cuando se pone la bicolor, pareciera que se enfunda de un vigor y potencia extremo. Se viste de gladiador y más que jugar, pareciera que luchara por su tierra y por su gente. Tuvo una primera jugada excelsa. Trauco le pone el pie abajo para templar la pelota y en el aire Paolo la domina con su botín derecho y antes que caiga define ante Muslera, caprichosamente no entró, pero por la plasticidad de la jugada mereció otra suerte, que de seguro estaría entre los goles de élite mundial. El empate fue una jugada calcada, Yotun muy lúcido, suelta un pase celestial que encuentra a Paolo y Godin palmo a palmo. Guerrero pone la cabeza y supera al uruguayo dejándolo desparramado con todo y su cartel, para definir de manera despiadada, segura y letal. Una daga asesina que se clavó en el arco “charrúa” y levantó todo un país. Que sería de nosotros sin Paolo, de seguro que en el tiempo, cuando ya no esté en la selección, más allá de extrañarlo, asumiríamos que hubo un antes y un después de Paolo Guerrero.
 
Otro que se ha trasformado en este equipo de Gareca es Jhosimar Yotun. Veloz, sagaz y muy preciso para recuperar y dar el primer pase seguro, se ha hecho un exiguo lanzador. Si antes fue una alternativa, hoy resulta una admirable realidad, pues el aporte del zurdo le da un aire distinto a un equipo que le cuesta adaptarse a la modernidad del juego, que exige dinámica y velocidad. De igual forma el aporte del “oreja” Flores, es admirable por como adiciona al equipo el desgaste en su recorrido al que le agrega fútbol y eficacia de cara a la red. Hizo el segundo en un momento crucial del partido, pero perdió otro que pudo ser de antología, cuando se encontró frente a Muslera y decide bien por sombrearla, pero ejecuta mal, al pegarle muy abajo. Ese 3-1 nos hubiera evitado estar al borde del infarto, cuando ese balón pegó en el travesaño y el árbitro no cobra el penal de Polo. Esta vez tuvimos al árbitro de buen amigo y a la virgen de la buena ventura detrás del arco.
 
Este triunfazo ha dejado alegría dispersa entre un pueblo que llora su desgracia, primero por la forma como se ha conseguido y también por la jerarquía del rival. Pero hay que ser conscientes que nuestras limitaciones nos obligan a tener que pelear siempre, no alcanza por ahora nuestra realidad, aunque la tabla clasificatoria se haya desbaratado y cualquier cosa pueda suceder, aún estamos lejos de hacer realidad el sueño. Pero hay que reconocer que la mayor virtud que tienen los peruanos, es su fortaleza para asumir la adversidad como punto de partida para resurgir de entre las cenizas o el barro de un huayco, en ello el fútbol suele ser un bálsamo y un factor anímico que alimenta el espíritu de su gente, para recuperarse de forma valiente, con coraje, uniéndose en un solo puño y haciéndose una sola fuerza.
 



No caido, solo desplomado

A estas alturas quien podría discutir que estas eliminatorias sudamericanas, son las más duras del mundo. Jugar espaciadamente, con jugadores que solo tienen 5 días de integración antes de cruciales encuentros y un DT que si bien es cierto cuenta con algunos meses para diseñar una estrategia, tiene poco tiempo para ejercitarla. Debe evaluar entonces como vienen física y mentalmente, además de su nivel competitivo, según su realidad debe tomar decisiones por pensamiento antes que por convencimiento. Difícil misión para los que carecen de ese universo de jugadores de jerarquía y sobre todo con kilometraje y horas de vuelo, vital para este tipo de partidos.
 
Y la realidad de estas eliminatorias muestra que solo Brasil -que anda en un estado de gracia- se consolida en el puntaje perfecto, con un futbol de ensueño, juega y encanta, pero también arrasa y aplasta al rival, sea en el Maracaná o el mismísimo Centenario de Montevideo, en gran parte porque ha encontrado la cohesión de un grupo de talentosos que juegan a un ritmo impresionante, encabezados por un Neymar, que está en la edad y el momento justo para pasar de ser líder a luminaria, porque Crack ya es hace rato. Este Brasil de Tité, a su talento innato le puso vértigo y juego parejo, pasa de primera a la quinta marcha de manera extraordinaria, con una dinámica y velocidad que es muy difícil de parar. Este Brasil, pareciera haber retomado su esencia natural, a la cual le ha agregado la fortaleza mental y la recarga muscular necesaria para apuntalar esa nave verdeamarella, que pareciera ya tener asegurada una suite en Rusia, donde buscará resarcir aquella vergüenza marcada en el alma, desde aquel mundial del 2014.
 
Son esos los momentos que tiene el fútbol -rachas que le dicen- tiempos que pueden ser cortos o espaciados y que equipos como Argentina, Uruguay, Colombia, Chile o Ecuador, no consiguen hasta ahora esa continuidad en juego ni en resultados como anteriores eliminatorias, donde a estas alturas ya se vislumbraban las diferencias. Hoy anda todo emparejado, aun y cuando los países referentes tienen jugadores regados por el mundo y en niveles de competencia superlativos, a veces pareciera que ello no basta, pues cada fecha doble debe programarse para jugar un partido con la cabeza y el otro con el corazón. Los resultados dicen que se puede tener un buen equipo, pero lleva ventaja aquel país que tengan un gran plantel, aunque ni siquiera Argentina con el mejor del mundo en sus filas, puede respirar tranquilo, pues ha comprado boletos de oferta para Rusia, pero hasta el momento, solo figura como pasajero en lista de espera.
 
Y Perú, nuestra selección, es un punto aparte, un párrafo excluyente, una clausula extracontractual fuera del contrato de adhesión sentimental que tiene con el hincha, con su gente con su pueblo. Jugadores sin continuidad, nombres que los fines de semana llenan portadas, pero que con la selección enfrentan otra realidad, otro escenario. Y a diferencia de otras selecciones, los nuestros muchas veces juegan más con la pasión, que la propia capacidad que le brinda su talento. Gareca nos ha acostumbrado a plantear equipos de acuerdo al rival, ha sabido recomponer en el camino las adversidades del juego y los errores que muchas veces son atribuibles a casos individuales, pero que deterioran el colectivo. Pero siempre ha estado presionado a imponer los nombres por encima de los hombres, por una cuestión de urgencias y resultados, en la cual le cuesta demasiado tomar riesgos.
 
Contra Venezuela, que tiene la suerte echada, este 2-2 por la forma como se dio tiene sabor amargo a derrota. Contra un equipo joven y tan veloz como el venezolano, es difícil enfrentarlo desde el inicio saliendo como una tromba, es mejor ser cauteloso, bajarle las revoluciones y hacer de la pausa y la paciencia nuestras armas. El planteamiento de Gareca fue irreal, una cancha mojada y césped disparejo, no es mejor escenario para tocar rápido, el partido estaba más para disponer la actitud como equipo que desarrollar la aptitud o capacidad individual. Y si a esto se le agregan goles en contra, mas por errores nuestros que virtudes del rival, todo se pone cuesta arriba, es la figura repetida de los últimos partidos y otro primer tiempo para el olvido. El segundo nos muestra de lo que es capaz Perú cuando toma decisiones, cuando se planta bien y arriesga con criterio, a pesar de las adversidades, logra emparejar y superar en juego, en capacidad, pero si la superioridad no se deja sellada en la red, lo que se dibuja en el verde solo sirve para la anécdota.
 
Nombres para resaltar, “Oreja” Flores y su madurez para trabajar los espacios, lo de Cueva y su constancia para mostrarse siempre, aunque la del último suspiro, cuando pudo ser héroe, decidió en dos segundos ser villano. Paolo letal cuando se devolvió a su hábitat, el área chica y dejó de deambular alejado del arco buscando hacer juego, fuera de lo suyo, el gol. Carrillo, si quisieras Carrillo, no serías una “culebra” que zigzaguea alegre y coquetona, si quisieras Carrillo, serías una cobra asesina, letal, calculadora y veloz para el ataque mortal. Solo si tú quisieras. Un equipo blanquirojo que sacó a relucir otra vez rebeldía, para levantarse de entre lo adverso y estuvo tan cerca de revertir una realidad, pero que nuevamente esperó el primer golpe para reaccionar y se quedó al final, como siempre, con el “pudo ser” y el lamento del “hubiera sido mejor”.
 
En el fútbol el resultado es el Dios, estamos demasiado cerca tanto para levantar la mano y decir adiós, como para hacer un puño y volver a la carrera. Pero viene al caso nuestra modesta posición inicial: No vamos a ir al mundial, no lo merecemos, no tenemos con qué, no tenemos competitividad colectiva, salvo algunas individualidades. Empezaremos a creer que es posible, cuando veamos que nuestros equipos logran competitividad y pasen al menos una fase de Libertadores o Sudamericana, cuando nuestra Sub-17 o Sub-20 clasifiquen a un mundial, demostrando que se está trabajando en serio nuestro futuro, cuando los progresos de los vecinos no nos sean ajenos y cuando por fin se entienda que al mundial solo se llega con planificación y competitividad.
 
Como peruano, solo queda seguir brindando el aliento constante a nuestra selección, somos luchadores por naturaleza que ponderan los logros desde la tragedia, es nuestra idiosincrasia, como País, como sociedad, en esas circunstancias nos unimos, nos hermanamos, pero nos dura tan poco, que cuando pasa todo, volvemos a ser los mismos peruanos de siempre, los mismos ciudadanos desentendidos y los mismos hinchas del fútbol, que exigimos más de lo que tenemos y pretendemos hacer realidad ese sueño mundialista que sobreviene cada vez que se empieza una nueva eliminatoria, finalmente a pesar de la realidad, seguimos siendo ese hincha que asume hoy que su equipo no está caído, solo se ha desplomado.
 
 
  
 

 

Barça Espectaculé

Que sublime resulta hoy el fútbol, cuando la nostalgia deja asomar los recuerdos de una jornada épica que nos regaló un Barcelona de Champions, en una grandeza de partido, primero por lo épico y después por lo trascendente que va a ser para el futuro. Y es que resulta tan difícil no dejar de conmoverse viendo nuevamente las imágenes de esos instantes finales, con un Barça jugado a muerte, en un asedio absolutamente descarnado, con Piqué jugando de 9 y a Ter Stegen de volante central, quitando un balón milagroso cuando el tiempo se extinguía. Un Messi desacomodado, aprisionado entre tantas piernas, un Luisito jugando con lágrimas en los ojos, mordiendo una angustia que carcome su raza y un Neymar prodigioso, excelso, extraordinario, pidiendo el cetro de nuevo Rey de Catalunya, haciéndose tan trascendental para generar la remontada, incluso cuando ya las fuerzas abandonaban a sus compañeros y la ilusión se desvanecía como agua entre los dedos. Neymar ha conseguido ser un crack entre tanto monstruo, le faltaba un partido como este para que se pinte como el próximo líder del futuro Barcelona.
 
Difícil entender como a uno nuevamente se le hiela la sangre, cuando Cavani puso la daga en la garganta para el 3-1 y esos dos mano a mano que pierde y nuevamente se paraliza el aliento cuando Mascherano recibe el perdón de Dios, por esa heroica como suicida barrida ante Di María, en lo que hubiera significado un masivo ataque cardiaco a los cien mil hinchas culés que empujaban el balón al arco contrario y una conmoción sentimental para todos los que se pusieron la camiseta del Barça en el mundo entero. Y es que aún siguen en carne viva las emociones vividas y que seguirán estremeciendo el sentimiento de los amantes del fútbol, por mucho tiempo, de ese fútbol que nos acostumbró el Barcelona, aunque sea una versión diferente al que defendía con el balón y era efectivo hechizando con su Tiki-Taka, pero que en esta gesta demostró que algunas veces el corazón tiene forma de balón y que sin dejar de jugar, se puede ser apasionado para buscar un resultado.
 
Se entiende ahora que aquellas caras largas de los jugadores del Barcelona en el Parque de los Príncipes, cuando el PSG había sellado la diferencia de 4-0, en un partido con baile que encontró al “fideo” Di María en estado de gracia, era el fiel reflejo de la ingratitud que tiene el fútbol a veces, cuando no juegas mal, pero tus intentos se hacen añicos ante errores que cuestan un partido y un jugador rival iluminado. Aquella vez, ese silencio cómplice entre los blaugranas y su hinchada, ante una presunta suerte echada, fue para repensar las cosas más que para reprochar algo. Fue una muestra de adhesión a la causa y un juramento sin palabras que debían marcar un hito en la historia. En estas instancias de Champions, donde los goles valen su peso en oro, este Barça debía pasar del encantamiento a la pelea descamisada y condicionarse a jugar pensando más que en remontar un partido, en defender un honor, obligándose a superar una vergüenza.
 
Me declaro confeso incrédulo y el más testarudo pesimista, que no se quiso sumar a ese ejercicio de fe que hizo el equipo catalán. Tenía claro que para remontar el 4-0 lapidario, el Barça debía jugar para 9 puntos y el PSG hacer un partido chato de 5 puntos. Había que marcar un gol rápido, eficiencia para neutralizar el juego de contra que impone Emery, así como una eficacia letal para llegar a la red, sin dejar que despierte el rival. Una tarea titánica, pero dos partidos no son iguales y los planteamientos técnico tácticos obedecen a las necesidades, a este en particular le sobraban las urgencias.
 
La clave fue el sistema súper arriesgado de Luis Enrique, un 3-4-3 con presión alta desde el inicio, ida y vuelta de Rakitic, los galones de Mascherano, la banda ganada por Rafinha y a Iniesta siendo el ancla del juego. Arriba, la trilogía del gol, Messi, Suárez y Neymar para demostrar que cuando están enchufados, no existe misión imposible, pues aquello que se pinta ilusorio lo hacen viable. La apuesta del todo o nada, la propuesta totalmente distinta al juego de París y un despliegue de energías magnánimo, encomiable para un planteamiento táctico tremendamente temerario. El fútbol moderno tiende a presionar a los técnicos a generar más riesgos en la consecución de resultados, pero se dan situaciones de juego como la de este partido, con un PSG que defiende una ventaja a ultranza y plantea matar de contra, generando mucho más apasionamiento que racionamiento, es cuando se debe apelar a la paciencia, para ir desmadejando opciones, neutralizando al rival en su cancha, presionarle la garganta para quitarle el aire y ser efectivo de cara al gol. La intención y las ganas están siempre para ambos, nadie sale a perder un partido, pero hay momentos que tiene el fútbol, en que por más que se intenta las cosas no salen bien. Esta vez el Barcelona, estuvo glorificado, pues el fútbol le dio la oportunidad de hacer el primer gol empezando el partido y de cerrarlo en el último suspiro. Estado de gracia que le dicen.
 
Difícil, muy difícil va a ser olvidarse de esta grandeza de partido, no se ven muy a menudo este tipo de proezas y uno no deja de estremecerse ante una epopeya de esta naturaleza. Y es que resulta imposible no emocionarse nuevamente al ver los hinchas culés y sus rostros de desesperación y plegaria, que explotan en un Camp Nou desenfrenado, sumido en un éxtasis de demencia colectiva cuando Sergi Roberto estira su propia sombra y pone el botín milagroso, para sellar una epopeya inolvidable y que en el epílogo dejó en el cielo una acuarela pintada de delirio azulgrana.
 
Una gesta que parecía imposible pero que se convirtió en la proeza más grande de la trayectoria de un club como el Barcelona, acostumbrado a ganarlo todo, de la manera excelsa y aristocrática de su fútbol, pero que de seguro le faltaba una hazaña inolvidable de esta dimensión, que traspase su propia historia, su propio legado.
 
VIVA EL FUTBOL!!!
 
 


 
 

Extrema definición

En el futbol, la instancia de los penales suelen ser la forma de definición más injusta, porque nada está escrito y nada está garantizado, pero es tan real y odiosa que en un solo instante mata ilusiones o desborda pasiones. Son esos momentos cruciales donde el ejecutante y el arquero tienen la misma relevancia, pero que el destino no respeta nombres ni pergaminos. Un penal lo pueden fallar Cazulo, Sawa, Zela, Cuesta o Platiní, Maradona o Messi. Son instantes fatales, que no siempre se relaciona con la capacidad, el talento o el equilibrio de poderes, es más una cuestión emocional, un estado mental que pasa desde la ansiedad hasta altos niveles de presión espoleada que termina marcando un resultado benevolente para el corazón cuando se gana, pero igual de doloroso para el alma cuando se pierde.
 
Fue la única manera de destrabar un partido áspero, donde Muni se puso a tiro de gracia para luchar un cupo en el podio, primero desde esa agonía para hacer la diferencia en su fundo de Villa el Salvador, después para afrontar con paciencia e inteligencia esta vuelta en el Nacional, ante un Cristal que tiene más nombres y categoría quizás, pero que le cuesta doblegar a su contrincante, se le hace difícil mantener el ritmo y terminan jugando como quiere el rival. Un trámite con más fricción y músculo que fútbol, un partido para definirse por un gol de diferencia. Cristal mas abocado en neutralizar, cortando circuitos de Ismodes, Lavandeira y García, con prodigioso trabajo de Aquino, un jugador de gran futuro que tiene el soporte de Ballón y Cazulo detrás para el equilibrio defensivo y de Calcaterra y Ramúa, en salida que forma parte de este Cristal más asociativo, de trabajos en bloques y solidario para la recuperación que suele hacerlo a veces carente de peso ofensivo.
 
Municipal mas peleador, equilibra el juego a partir de la presión en campo contrario, sin encontrar variantes, carente de salida limpia, porque no tiene en Gonzales Vigil a un referente técnico y Alfageme que pierde tan mal aquello que recupera tan bien. Le cuesta mucho la elaboración y queda más expuesto para luchar y desgastarse, que para jugar y encontrarse. Pero encomiable el trabajo edil, para siempre intentar sin desmayo, buscando el juego aunque a veces resulta tan predecible. En el tramo final la tuvo Cristal, pudiendo evitar la definición angustiosa, Calcaterra, se la devora dos veces seguidas y en el tramo final cuando el arresto físico era escaso, se hace relevante la figura de Zela, que pareciera tener dos resortes en las piernas, no paró de saltar y ganar todo arriba, en parte fue artífice para ir a los penales.
 
Una definición angustiosa y emotiva. Errar dos penales seguidos al inicio de la tanda, originó una presión adicional para ambos equipos, más aún si Penny ataja a García lo que hubiera significado un epilogo adelantado. El “loco” Delgado hizo lo suyo, pero no alcanzó, el “Lobo” y Zela ejecutaron bien en los entrenos, pero no vieron la luz en la hora de la verdad.
 
Aunque el “hubiera” suele ser una quimera y no existe para el fútbol, son esas circunstancias impropias del “pudo ser” los que se siguen regañando cuando ya no hay vuelta atrás y se debe aceptar el resultado con hidalguía. En el fondo el fútbol suele a veces tener esos actos de justicia que no necesariamente le crean una jurisprudencia a sus decisiones.
 
Este Municipal, que renació cual ave fénix y no hace mucho luchaba por no desaparecer, hoy es un equipo esforzado, irreverente a veces y muy solidario entre líneas, aunque es más seguro que deba rearmar su plantel de cara al próximo año, pues casi medio equipo está en los ojos de los grandes. Este Muni se quedó por muy poco, tanto como lo que le queda de oxigeno para disputar lo que resta, pero ha dejado a sus hinchas con un sabor a gratitud y orgullo, por dar más de lo que se podía y entregar algo que va mas allá de una camiseta y que está más ligado a una tradición arraigada en un pueblo edil que respira futbol desde antaño y porque en este torneo ha logrado hacer prevalecer la personalidad de sus hinchas y la nobleza de su historia.
 
Muni hizo lo que humanamente pudo, no hay nada reprocharle, quizás muchos sueños que volaron demasiado alto y que han costado un sufrimiento bajarlos a tierra. Esta definición pudo ser histórica, por la forma como se hizo esta campaña y por la forma como un grupo de jugadores lograron unir capacidades individuales, sumando a un colectivo que estuvo a un tris de hacer la hazaña. Pero ya ha pasado la euforia y la gente edil, como otras veces, levanta sus banderas, eleva la mirada y se va tranquilo, su alma está curtida para estos trances, llega a casa y enciende la vela eterna de la ilusión y deja tranquila su conciencia. Han habido golpes mas fuertes y vientos devastadores, que esto solo es una ventisca, un simple soplo a la emoción, que por un momento se hizo angustia y euforia, pero que ya se encuentra controlada.
 
A Cristal le espera un tramo complicado, le viene un Melgar que se le parece mucho, disparejos en el juego pero con algo que les falta a muchos, un buen plantel al que debe sumarle mucha contundencia y efectividad, a la hora de la búsqueda del resultado y la definición en el verde.
 
 

Aqui estoy, aqui existo

La U es la U reza una frase hecha por el “Puma” Carranza y que el hincha la ha hecho suya. Y cuánta razón tienen a veces, porque si existe un equipo peruano al que su hinchada hace pesar para bien o para mal ese es Universitario. Cuanto presionan en la cancha, donde juegue su equipo y cuanto lugar lejano exista, siempre hay gente crema alentando y pujando por sus colores. Y debe ser algo de eso lo que hace que la U, cuando más herida de muerte se encuentra, logra aquello que se acerca más a la grandeza y la fortaleza mental que al propio juego en cuestión. A veces se hace creíble aquello de que la U es más grandes que sus problemas.
 
Si hay algo cierto en el fútbol, es que un equipo es fiel reflejo de su DT, de la personalidad para encarar el juego y hasta de la forma en que se pretende afrontar un campeonato. Juan Reynoso debe ser el mejor técnico peruano en la actualidad, los números hablan por sí solos y no hace falta cuestionamientos de su capacidad, para lograr tercamente que sus equipos funcionen según la disponibilidad y perfiles de sus jugadores, rotando sus participaciones parejas en todo el torneo y privilegiando el plantel, que es su fortaleza como director de una empresa, donde su mejor patrimonio, no es su maquinaria ni su infraestructura, sino su personal.
 
 
La llave más complicada de semifinales, ha sido jugar contra Melgar, porque no se enfrenta a un equipo, se choca contra una fuerza pareja y con un aliado fundamental que es la altura de Arequipa. La U lo afrontó desde el primer partido en Lima, con un primer tiempo arrollador, donde fue una tromba, desdibujando a Melgar hasta someterlo a la mínima esencia de sus debilidades. Pudo haber hasta goleado sin despeinarse, pero su mejor momento no lo trasladó al marcador y su falta de contundencia lo hizo pagar caro, aparte de que se le apagaron dos motores en pleno vuelo. Melgar es de esos equipos que radican en la paciencia, su virtud para acomodarse y ser contundente en los momentos claves.
 
La vuelta en Arequipa, a pesar de lo remoto que resultaba en el papel, fue un fiel calco del primer partido. Un arranque crema explosivo, arrollador, con la sangre en el ojo. Asfixió a un Melgar que como en Lima, no encontraba el hilo de la madeja, cundiendo otra vez la desesperación en sus líneas. Manicero primero y Polo después, hacían el milagro en Arequipa, un 2-0 que lapidaba a Melgar que perdía a Quina y Fernandez por lesión, estaba sin ideas, sin claridad y sin juego, eran causas que parecían colocar un manto negro al pie del Misti. La frase del “Puma” Carranza se hacía un proverbio en la cancha.
 
Pero quedaban balas en la cacerina de Reynoso, el empuje rojinegro, se fue reflejando en un dominante complemento donde todo gira 180°, deja Melgar de ser parco y hace mas juego asociado, con Fernandez, el recuperado  “Churrito” Hinostroza y “Wally” Sánchez, desnivela a partir de la rotación del balón, para ahogar los ímpetus cremas y aunque falla un penal con Cuestas, no deja de golpear. el colocho Fernández hace el primero y luego Alexis Arias un jugador con el sello en la frente de Reynoso, para hacer el ida y vuelta temporizando el juego, hace el milagro emparejando la cuenta y concediendo al equipo del Misti la posibilidad de lograr el Bi-campeonato.
 
Reynoso ya no es el de antes, ha entendido que antes que seguir el instinto del primero me defiendo y después existo, debe agregarle una dosis de riesgo, de variantes en el juego, que es justamente donde ha invertido, tiempo y dedicación para la elaboración con paciencia y tino, algo que le ha servido para revertir los resultados cuando le tocan partido chatos, por el rival o por esas cosas que tiene el fútbol. Reynoso contra la U jugó tanto de local como de visita, con dos líneas definidas para defender con lo justo y presionar con volumen. De seguro existirán partidos que los pierda, porque los riesgos traen consecuencias, pero vale en demasía que hoy arriesgue más de la cuenta y que de cara a pretender ser posible DT en un equipo extranjero, le viene bien seguir los preceptos que hoy le exigen la modernidad que impera en el fútbol competitivo.
 
Se le viene otra final a Reynoso y al pueblo arequipeño, se encuentra frente a un Cristal que pasó de la angustia al éxtasis, casi en las mismas circunstancias, pero en diferente escenario, nuevamente tiene en frente  a un rival que trabaja en serio en el futbol peruano y que aspira a coronar con otra estrella su esforzado trabajo. Ya no es casualidad y tampoco obra de la ventura, Juan Reynoso, llega a otra instancia final y al margen del resultado que obtenga, como que ya se va haciendo hora de que se reconozca su capacidad, quizás en otro nivel de competencia, quizás en nuestra propia casa, con su propia gente, porque aunque no le gusta el tumulto y tampoco hablar demasiado, desde hace un buen tiempo, su trabajo parece hacerlo por él de manera notoria, dejando un mensaje descifrable de decir siempre: Aquí estoy, aquí existo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

De la mano de Jesús

Un comienzo prometedor con un final predecible, pero que igual cala hondo, porque hiere el orgullo del hincha peruano y termina de apagar una euforia desmedida, propiciada en parte por una prensa cacareada y pancista, que eleva los triunfos efímeros y los jugadores hasta los niveles de ponderación normalmente lejanos de la realidad y más cercanos a la glorificación descomedida que hacen más dolorosas las caídas. Finalmente es lo que consume y digiere ese hincha que se aferra a la ilusión utópica de siempre, querer ir a un mundial con tan poco, pero que busca motivos para que su deseo tenga un soporte emocional que casi nunca coincide con la realidad que brinda el fútbol, que más allá del sentimiento, está regido firmemente por un negativo presente resultadista.
 
A Brasil lo tienes que madrugar, cuando esta somnoliento, cuando recién está despertando y desperezándose en la cama, cuando aún no abre su ventana y su visión aún es difusa, cuando su primer bostezo lo haga sin darse cuenta lo que pasa a su alrededor. Porque después, cuando ya está despierto y lúcido, es como esos dragones gigantes sacados de la mitología, que escupen fuego a discreción ante cualquier señal de movimiento, chamuscando toda intención agresiva física o imaginaria. Es una bestia de 7 cabezas que cuando está con ira o se ve acosado, destruye y hace añicos hasta las más simples intenciones de aquel que pretenda hacerle daño. Perú fue un intrépido adversario, con una realidad adversa, la ausencia de tres referentes y obligado a improvisar sistema y movimientos, buscando parecerse lo mejor posible a sus últimos rendimientos, infundido de valor con el resultado memorable de Asunción, sacó la espada y salió dispuesto a enfrentar a la bestia.
 
Una cosa es lo que se planifica y otra muy distinta la que se ejecuta en la cancha. Mucho depende de la capacidad individual y sobre todo la jerarquía del rival que se enfrenta. Un Perú que en los primeros 10´se mostró sólido, paciente y muy preciso en la posesión del balón, se puso a tiro de gol. Cueva devuelve una pared a Carrillo y lo deja frente a Alisson, pero no abre bien el pie y su definición mordida, sin convicción, le deja un beso travieso al poste. Hubiera significado una forma de afrontar el encuentro, muy distinta a los anteriores, donde a pesar de un buen rendimiento, se tuvo que remontar un marcador adverso. A Brasil no convertirle en las pocas que se presentan, es una invitación a sufrir más de la cuenta, porque empieza a predominar en el juego y posicionar todos los sectores del campo, moviendo el balón con propiedad y haciendo prevalecer su jerarquía en base a la categoría de sus jugadores. A Perú se le hizo muy difícil sostener el juego al igual que contra otros adversarios y poco a poco se fue minimizando su margen de error. Fallar era un pecado, resistir parecía estar supeditado hasta el momento en que Brasil encaje el primer gol.
 
Perú hizo un primer tiempo inteligente neutralizando a Neymar, con una sinergia de Polo, Aquino y Corzo, no dejándole espacios para explosionar. Gareca planeó neutralizar la movilidad del tridente brasileño, poblando bien la cancha, pero debió soportar el vaivén ladino de un JUGADORAZO como Philippe Coutinho, que a sus 24 años es el mejor socio de Neymar y probable compañero en el Barcelona. Es el que limpia la cancha, tiene habilidad, maneja los dos frentes y desequilibra en base a velocidad. Los rendimientos peruanos tuvieron en Rodríguez un baluarte, para anticipar y evitar sufrir la velocidad brasileña, teniendo en Ramos un defensa superado a sí mismo y complementando los cruces oportunos. Corzo toda entrega y devoción, Paolo y Cueva no trascendieron por la asfixiante marca ejercida por Fernandinho y Renato Augusto, al que se sumaba Miranda, con una dúctil disposición táctica para rascar y hacer bien los relevos en la anticipación. Relevante el debut de Nilson Loyola, lateral joven con un gran futuro, muy disciplinado tácticamente y a pesar de la jerarquía del rival, se comportó como un consagrado, cerrando bien su lado y si se extrañó en demasía a Tapia, no sucedió tanto con Trauco. Aquino y Yotun cumplieron con dedicación hasta donde les dio la gasolina. Lo de Carrillo le otorga otro peso, pero resulta intermitente y Polo no llega a ese pico tan deseado por todos.
 
En estas eliminatorias, los segundos partidos son marcados por afrontarse de manera metódica, porque la capacidad física está condicionada al desgaste del primer partido. Perú hizo un partido meritorio, desde las ausencias obligadas y el sobre esfuerzo para suplir sus propias carencias. Brasil lo manejó, desde el momento que sintió a la bicolor neutralizada en ideas y se le hizo más flexible la transición del balón a cancha contraria, con ráfagas de triangulaciones y despliegues generosos, que encontraban a un Brasil dueño del juego y a un Perú impetuoso que no se doblegaba fácilmente. Neymar cuando se vio despercudido de marca desplegó todo su potencial y la pasamos re mal. El primer gol fue producto de esas situaciones del juego, en que se beneficia el que las propicia y las sufre el que las trata de evitar. Gabriel Jesús recibe un rechazo fortuito de Aquino y define con propiedad. También gesta el segundo asistiendo a Renato Augusto que sentenció el marcador con un tiro colocado tras un error en salida de Loyola. Cuando Brasil apretó el acelerador la sacamos barata, tuvimos un par de ocasiones, es verdad, pero más fueron producto de la voluntad que de la contundencia.
 
Este Brasil, que hace unos meses no convencía a nadie de su capacidad futbolística, hoy tiene el puntaje perfecto en la eliminatoria, mérito al viraje total de su rumbo, partiendo desde la mano de un Tité que ha sabido darle el valor exacto a cada jugador, para devolverle su identidad y protagonismo, potenciando su innata técnica exquisita y capacidad individual, sumada al rendimiento colectivo. El “Scracht” sigue imparable, ha sumado su sexto triunfo consecutivo y cada vez muestra un volumen de juego que hace más difícil la tarea de neutralización para cuanto rival se tope. Ante Perú le costó acomodarse al principio, pero cuando despertó, fue demasiado superior a un equipo peruano cuyo juego mejorado tiene una valoración entre los rivales, no pasa tan inadvertido, menos para Tité, quien lo estudió, planificó como anularlo y poder superarlo. Brasil fue tan superior que le bastó una definición y una asistencia de la mano de Jesús.
 
Para Brasil es un final de año de caras felices, para Perú, una vuelta en U a su realidad. No teníamos nada antes de jugar contra Paraguay y los más entusiastas auguraban sacar un mísero punto, fueron tres finalmente pero que a la larga no significan demasiado, el camino a Rusia, sigue tan lejano como nuestro camino a ser una selección competitiva. Está claro que el compromiso no se negocia, hoy el equipo demuestra actitud y rebeldía que se ha consolidado en los últimos encuentros, que se está apostando por hombres y no por nombres. Hay un largo trecho por caminar, sin ponerse de cadenas ir a este mundial, seamos sinceros, no tenemos con que vernos representados. Por ahora podemos tomar en cuenta de manera seria, esta digna presentación ante el monstruo reverdecido, este Brasil candidato a campeón mundial, nos ha dejado la enseñanza que se puede mirar distinto, cuando las derrotas no significan un desastre, porque el futbol ofrece siempre una nueva oportunidad.


 

Cruzando el Chaco

Si el resultado es el Todopoderoso en el fútbol, que a veces y solo a veces marca un todo y un nada, el gol resulta siendo el esplendor y por ende en esa instancia la intención de juego significa el argumento, el sustento y el raciocinio para buscar llegar a esa consecuencia. Ya nada es casual en el fútbol moderno, el ganar como sea resulta utópico, los partidos se diseñan estratégicamente antes de salir a la cancha y los jugadores son piezas claves que adquieren importancia, en la medida que trasciendan en base al desarrollo de su individualidad y talento, tanto para desequilibrar los sistemas defensivos del rival y para ser el aporte fundamental del funcionamiento colectivo. El resultado es lo que gobierna el fútbol, es verdad, pero lo manipula y lo condiciona la intención para lograrlo, a veces para bien otras para mal, porque nunca se ha llevado bien con la justicia, pero es algo que el fútbol desconoce a ultranza y algo que el hincha no entiende, porque solo piensa con el corazón.
 
Tenía que darse un día, en que se encontrasen la intención con la razón, para romper una maléfica estadística que marcaba un tendencioso pasado de buenos partidos y malos resultados. Y es que los momentos que marca el fútbol, son básicamente las denominadas rachas, espacios de tiempo en el cual se marcan rendimientos primero de jugadores y consecuentemente de los equipos. Tenía que darse un día en que se cumpla ese adagio repetitivo, pero tan esquivo para los peruanos: “Las rachas están hechas para romperse”. Tenía que suceder un día en que el rendimiento positivo, aunque marcado en dos tiempos distintos, rindiera sus frutos en la red y en la cancha, en la culminación de lo que últimamente se había estado generando de buena manera, pero que al final siempre nos dejaba con las manos vacías.
 
Ganar en Asunción, más que plegarias y más que especulación previa, requería de una actitud predominante en el manejo de las emociones y sentirse fuerte de la cabeza. Ganarle a un Paraguay en plan ascendente, era una alucinación desde la perspectiva de mirar las estadística como una regla inexpugnable y obtener un resultado positivo fuera de casa era romper un estigma de 12 años, marcados por ese sinsabor que nos dejaba el “pudo ser” de siempre que finalmente se olvidaba tan fácilmente, como una puesta de sol esperando un nuevo día. Obtener 3 puntos en cancha ajena en ese “Defensores del Chaco” tan esquivo e indomable para los peruanos y para otros tantos, era una imposible empresa en la teoría, pero vaya que fue una agradable como emocionante realidad, tan increíble como cierta, tan concreta y contundente como esos cuatro goles que llenaron de alborozo a todos los peruanos.
 
Este Perú de Gareca ya venía demostrando rebeldía, ganas de revertir la historia y muchísimas intenciones de obtener ese resultado tan negado, porque los jugadores jóvenes que hoy se les mira como la sangre nueva, tienen ese instinto inmaculado de querer romperlo todo para conseguirse un nombre, algo que el consagrado, lo digiere de a poquitos, lo dosifica en base a sus conveniencias. Hoy hablar de un equipo joven, trae consigo esperanza e ilusión siempre latente, porque se le brinda el beneficio de la duda, de equivocarse y de volver a empezar. Gareca que ha estado en la búsqueda de un universo que garantice una idea de juego, ha ido encontrando de manera gradual, un rendimiento que ha estado de espaldas a los resultados. En los últimos tres partidos, hubo un común denominador, un primer tiempo discreto y por ahí uno horroroso ante Chile y segundos tramos brillantes, prolijos y exquisitos como este triunfo importante e hilvanado ante Paraguay, que cambia la historia para un Perú tan necesitado de alegrías de tamaña trascendencia.
 
Paraguay, equipo duro de siempre, la orden de Gareca poner el balón al piso y copar los espacios, tuvo su mejor expresión en las asociaciones, Trauco, Yotun y Flores por un lado y Corzo, Tapia y Carrillo por el otro, buscando en las variantes de puestos, los relevos para no generar esos espacios que hacen ver a un Perú largo y que suelen hacer daño en los contragolpes. Paolo esta vez tirado a los costados, fue el imán de marca, para sacar a los centrales de su área y generar espacios. A Carrillo le costó meterse al partido, pero después fue fundamental en el desequilibrio, pausando el juego y no rifando los balones, junto a Flores dieron esa movilidad tan necesaria para no dejar que el rival hilvane juego asociado por banda. La anticipación de Rodríguez y el ímpetu de Ramos lograron nivelar un soporte defensivo que estaba firme hasta el primer gol guaraní que se inició por esa dejadez que suele acompañar a Tapia y que costó un gol tempranero como injusto. El empate de Ramos fue un premio a lo que sucedía en el campo, un Paraguay indeciso, timorato y un Perú cohesionado y desequilibrante, con buen juego colectivo por momentos y fundido a sus raíces para intentar jugar bien el balón, administrándolo con propiedad.
 
Renglón aparte y aquí hay que ponerse serios, para resaltar la actuación de Cueva. Un primer tiempo discreto, pero el segundo fue de antología, con toda su habilidad innata al servicio del fútbol, manejo de los dos perfiles para encarar y generar el desequilibrio, con una rapidez mental propia de crack. Hoy asume una disciplina táctica que se la ha brindado la competitividad en el extranjero, evitando hacer la jugada del héroe, siendo cauto para generar el arranque fulminante, en base a su lectura del juego, haciendo la pausa y siendo inteligente para la toma de decisiones. Hoy luce maduro, seguro de sí mismo, de su capacidad y de lejos está en su mejor momento como futbolista. Fue desequilibrante en tres de los goles y en el juego mismo, fue ese soporte que requiere un equipo para revertir primero un resultado adverso, pero fundamentalmente para apabullar a una defensa como la Paraguaya, tan dura y etiquetada como infranqueable. Cueva fue el 10 que jugó para los 9 puntos y desplegó su magia propia y natural, sin necesidad de ser Aladino
 
Perú ha logrado un triunfo histórico e inobjetable. Esta vez de visita, el arroparse atrás y buscar el pelotazo facilista no fue argumento válido. Se optó desde Gallese por sacarla limpia desde atrás. Gareca hizo un planteamiento con variantes, para hacer la presión alta, recogerse neutralizando las ideas del rival, en el momento oportuno, incluso en el desorden que suelen caer Yotun y Tapia, hicieron los recorridos justos para marcar la recuperación del balón y su entrega fluida. Yotun es importante por su rapidez para pasar a cancha contraria y dar una mano a Tapia en cortar el juego. Las asociaciones para triangular y tocar bien el balón en distintos sectores de la cancha, dieron el respiro para soportar las arremetidas garanies. Paraguay se descompuso desde que Perú fue dueño del juego y propuso su identidad. Perú lo hizo parecer tan inofensivo que 6 o 7 goles no hubieran sorprendido, por la forma como se dio el tramo final del encuentro.
 
Si bien es cierto habíamos valorizado a un plantel y que la responsabilidad estaba por encima del descontado compromiso, dentro de la cancha necesitábamos encontrar un equipo de futbol, con una identidad definida. Hay distintas formas de jugar, un equipo debe demostrar a través de su buen colectivo, estar adaptado para distintas circunstancias, por hoy nos acercamos a ese estilo e identidad que nos estabiliza, el balón en el piso, triangulación y toqueteo, movilidad buscando el desequilibrio, todo de la mano de nuestros futbolistas talentosos y de buena técnica. El Jugar bien no significa siempre jugar bonito, lo estético es complementario, pero jugar bien es principalmente plasmar en la cancha lo que se planifica en la pizarra, es jugar mejor cada partido y aunque no garantiza nada, te acerca más a conseguir ese tan ansiado resultado, que finalmente es el bendito Dios que maneja el mundo del fútbol.
 
Que este triunfazo no nos ciegue del todo, queda mucho camino para andar y una titánica tarea por resolver y requiere aterrizar las ideas, bajarle el tono a la euforia si se quiere pensar en serio en clasificar, por ahora estamos felices y no lo tomemos de manera triunfalista, el fútbol es de momentos y por ahora solo hemos cruzado el Chaco.