Sigue siendo el Rey

La rivalidad es la semilla del odio y está claro que contra Chile ésta traspasa más allá de lo futbolístico, primero por un tema mental, un antagonismo calenturiento, irracional y hasta discriminatorio. Cada vez que nos toca enfrentar a los del sur, a la mayoría de los peruanos les recorre una extraña sensación de desquite, una oportunidad de cobrarse revanchas afiebradas e incluso algunos dizque líderes de opinión, caen en agravios y escarnios que se salen de contexto y hacen que el pensamiento y deseo por lograr un triunfo futbolístico se transforme en una obsesión perversa de ganar no un partido de futbol, sino de vengar una guerra que solo vive en la mente de gente trasnochada que desparrama odios insensatos y desproporcionales. Por eso es que las derrotas contra Chile, más que decepción, producen un dolor marcado que nos deja una rabiosa amargura e impotencia en el pecho. Algo que resulta para nuestros días una estúpida forma de no aceptar que esto solo es fútbol, que todo queda en la cancha y que la pelota no se mancha.
 
Ir a ganar a Santiago, solo con el argumento de haber hecho un partido meritorio ante Argentina, aferrados a la sangre joven y la actitud, no tenía fundamento serio, si en la carpeta no se llevaba un plan B, algo que sustentara nuestra confianza, un poco sobrevalorada mas por lo inmediatista que se hizo el hincha junto a la prensa, ensalzando en demasía nombres de nuevos jugadores, por la aspiración de recambio y también por ese afán desmedido de remendar una realidad maltratada. Chile no iba bien mas por resultados que por juego, porque de Sampaoli a Pizzi no varió demasiado en su actitud, muy ligado a su identidad, con su planteamiento táctico de triangulación y movimiento del balón de lado a lado, que logra desestabilizar al rival y que genera espacios. Siempre aferrados a esa “intensidad roja”, sello característico al que solo le estaba faltando el gol, siempre martillando y buscando la espalda desprotegida.
 
Un primer tiempo que fue una pesadilla, lo mejor que nos pudo pasar fue que se terminara. Otra vez como en Lima, en la cancha Chile resultó inmensamente superior a Perú que se preparó para enfrentar el partido con vocación optimista, pero no para jugarlo con inteligencia, como se requería. Gareca se tuvo que negar a si mismo mas de tres veces, primero con la presencia de Lobatón, quien juega a una velocidad impropia de una eliminatoria y menos ante un rival que su mejor virtud radica en la movilidad constante. Segundo, con la presencia de Avila que en la lectura del “Tigre” podría desequilibrar por banda derecha y tapar la subida de Beausejour. Lo de Carlitos podría tener sustento en la posesión y generar juego buscando el bombazo a Guerrero para aguantar la subida de los laterales y desequilibrar por el lugar que dejan los centrales que suelen trepar en ofensiva. No funcionó nunca y se vio un Perú descontrolado, impreciso y tremendamente frágil. Chile fue dueño del balón desde el vamos y tranquilamente nos pudimos devorar una goleada de camarín. El 1-0 fue un bálsamo, un rezo escuchado, en verdad que la sacamos demasiado barata. San Gallese y sus benditas manos otra vez.
 
Puede que suene trillado, empalagoso y hasta acusado de perogrullada, pero el fútbol es de momentos, qué duda cabe, aunque no son gratuitos, porque se generan con intención y se provocan con convicción, pero otras tantas suelen estar acompañadas de eventualidades, tan oportunas para unos y decepcionantes para otros. Una jugada fortuita, una individualidad o una ocurrente circunstancia de juego pueden variar un partido, hacer un héroe, un villano o simplemente un personaje que cambia de vida por un momento de gloria. Arturo Vidal, el volante chileno, tan vilipendiado por su arrogante e impopular forma de mostrar su orgullo, de la monarquía chilena, pintarrajeando baños de camarín ajeno, no es un dechado de virtudes técnicas, pero posee una capacidad innata para estar en ambas áreas, sumado a una personalidad tan fuerte que lo hace un crack. No estaba en los planes de Pizzi, se le veía más fuera que dentro de la roja por su indisciplina. Convaleciente, resistido y todo, bastó que esté en el momento oportuno para salir como héroe del Nacional, primero en el testarazo que abrió el arco peruano y en el epílogo, con esa media vuelta genial que normalmente encuentra una pierna, pero paso por entre las de Rodriguez, que hizo quedar mudo a millones de peruanos y logró desbordar la euforia chilena que mantiene intacta su esperanza.
 
Si algo nos hemos adelantado a Chile, es en patentar la frase “Estuvimos tan cerca” otra vez un repunte de actitud, un segundo tiempo memorable, otra vez para el aplauso la entrega, el pundonor, otra vez la rebeldía y la determinación para emparejar primero el juego y después el marcador que pintaban un final feliz y que se perdió en ese cabezazo de Corzo y la ingrata definición de Cueva, que definitivamente cambiaban la historia. Otra vez remar contra corriente, llegar sobreviviendo a la orilla y morir de agotamiento. Otra vez una actuación sobresaliente de Paolo Guerrero, como buque insignia, peleando, aguantando y generando las mejores opciones de gol en el arco de Bravo. Será por eso que su llanto conmovedor en el centro del campo, al final era el llanto contenido de todos, la impotencia y el infortunio que acompaña a otros y que siempre nos castiga sin piedad.
 
Gareca se tuvo que negar a sí mismo, en el final cuando se había logrado la paridad y equilibrar el juego, decide ir por los tres puntos, desprotegiendo el medio arriesga hasta su propio nombre, sacando a Tapia y tirando al Beto da Silva, como la daga asesina que termine con la poca vida del enemigo. Gareca tuvo dos opciones para decidir el destino de la bicolor, mantener el resultado y a partir de ello, buscar ganarlo aprovechando el bajón chileno o decidía ir por todo o nada y pelear a puño limpio. Decide por lo segundo y nadie puede asegurar que pudo tener razón, lástima que una genialidad, decidiera por todos. Y es que es en esa pelea a pecho descubierto que se decide por un golpe, la categoría de los antagonistas termina definiendo el resultado final. Otra vez el “pudo ser”, otra vez lo tuvimos a boca de jarro, pero como otras tantas veces, nos fallo el tiro de gracia, sacar a relucir el instinto asesino y liquidar este karma llamado desilusión.
 
Nos quedamos con las manos vacías –otra vez- el mundial es un sueño lejano y definitivamente imposible, el buscar culpables mediáticos, criticar a los jugadores o pedir la cabeza en bandeja de plata de Gareca no ayuda en nada, eso en lugar de sumar solo crea controversia inútil. Queda mirar el panorama desde otro balcón, relevando que se han conseguido nuevos nombres que hace un año no se tenían en cartera, que hay material rescatable y la sangre joven necesita tiempo y trabajo, para consolidar su talento y generar categoría, para lograr ser competitivos. Hay mucho por hacer y mirar con positivismo las cosas, lamentarnos ante otra derrota ante Chile solo se debe mirar desde la óptica futbolística, estuvimos demasiado cerca de superar a los monarcas de nuestro continente, pero no alcanzó y no nos debe sonrojar –aunque nos duela- reconocer que esta vez ha sido la noche del rey y se llama Arturo.


 

Punto para hacer la Bauza

Resulta difícil digerir este trago, no tanto por el resultado que en realidad ya casi ni importancia tiene, porque estamos tan lejos de la cima, que casi nos vamos acostumbrando a mirarla desde abajo con sentida resignación, pero no es por eso, sino por la forma como se ha dado y sobre todo por cómo ha dejado en la boca ese sabor insípido, desagradable que raspa la garganta que se ha quedado sin voz de tanto gritar en la grada. Contra Argentina, más allá de un partido de fútbol siempre se ha jugado el honor, se ha puesto a prueba cuan atrevido e irreverente se puede ser ante tanto nombre importante, ante tanta historia y fanfarria junta y de paso ganar protagonismo, probándose a sí mismo, cuan grande es el orgullo peruano, para hacerle frente a la adversidad.

Para ganarle a esta Argentina sin Messi, la tarea estaba escrita en la pizarra: Hacer un partido correcto, abrir la cancha y aprovechando que el genio estaba guardado en la lámpara, buscar que el rival se haga largo, que deje huecos en medio y posicionarse para generar juego. La ayuda adicional vino desde el propio banco rival, Bauza imaginó un Perú refugiado atrás y puso más delanteros que hombres pensantes, ideando forzar al error defensivo, pero solo le duró casi media hora, porque después se jugó como lo quiso Gareca, poniendo la bandera en el medio y haciendo visible que le sobraba un delantero al “patón” y otro le faltaba al “tigre”. Una disputa del balón, con vértigo, con entrega, mucha adrenalina, pero demasiada imprecisión. Otra vez el recuperar una pelota para perderla dos veces, acercarse al arco de “chiquito” pero fallando en la instancia final. Otra vez esa falencia de categoría para ser determinantes en el momento justo. Otra vez los errores de pelota parada y las dudas de siempre, otra vez a remar contra corriente.

Y aquí hay que poner en mayúsculas, subrayado y en letras negritas, el nombre de PAOLO GUERRERO. Tan discutido por esos altibajos emocionales que suelen sacarlo de contexto en su equipo, en su ánimo y en su perfomance semanal, pero como se transforma, cuando se pone la blanquirroja, es realmente increíble. Parecía que no terminaba el primer tiempo y salió para el segundo con un nuevo aire. Ganando arriba, jugando, mandando e imponiendo su personalidad con el balón en los pies. Recibe un centro perfecto de Trauco – que ya debe estar en agenda internacional- amortigua como una almohada el balón con el pecho, le pone el hombro a Funes Mori, que queda desairado con su 1.85 mts y 78 kgs, cuenta mentalmente los segundos que le asisten a su instinto asesino y descarga un balazo, certero, en la frente de Romero que yace y sucumbe, junto a su compañero, mientras el “depredador” desata su euforia, mostrando los dedos de pistolero, mirando de reojo su obra consagrada, un pedazo de gol de macho, de CRACK, de Guerrero, como se viste siempre, cada vez que esa banda roja, cruza su pecho escarlata, como si estuviera tatuada a su piel.

La igualdad nos duró, quizás lo que dura siempre nuestra seguridad, o lo que nos alcanza con nuestras fortalezas, cuando mejor se veía el panorama, cuando estábamos a tiro de gracia, a un paso de encender la mecha de la antorcha del triunfo, salió a relucir, esa tan gastada y trillada categoría, patrimonio de otros, falencia de los nuestros. Ese instante cuando se requiere jugar con la cabeza y ejecutar con los pies. Ese momento crucial en que el “Pipita” Iguain, con todos los años y los kilos demás, define como no lo hizo ni en el mundial y la Copa América. Otra vez los miedos, otra vez la decepción, otra vez a rezarle a San Paolo.

Gareca tira toda la carne al asador, Beto Da Silva y su presencia, para forzar la salida argentina y Ruidiaz para quemar el último cartucho. Mascherano, demostrando que es más humano que el Papa Francisco, se equivoca y Paolo arremete al área forzando el penal que Cueva define con categoría y convicción. Se tuvo que levantar la carpa de nuevo, poner los ladrillos otra vez uno por uno, nos tiraron las agujas y el reloj mezquino, corrió más rápido que los jugadores. No alcanzó para más, nos quedamos otra vez desvalidos de resultados, orgullosos más que felices. Otra vez celebrando un empate, otra vez contra Argentina en otro “pudo ser”, acaso y sirva de consuelo que sus medios periodísticos entronizan a un Perú que mereció el triunfo y que sin Messi, sus nombres son fantasmas. Acaso y se vea sustentada nuestra apuesta por esta generación, que parece haber perdido el miedo a competir, sin importar cuán grande sea el rival de enfrente, un equipo que pelea cuando no puede jugar y se rebela más de la cuenta ante lo adverso, un grupo que va entendiendo que si no se puede ganar un partido, se debe hacer todo lo imposible para no perderlo

Hay mas para aplaudir que para consolar. Paolo y su entrega total, Cueva en toda la dimensión de ductilidad, atrevimiento y movilidad, desequilibrando siempre y siendo el eje donde gira el accionar peruano. Trauco, cada día consolidándose como un jugador de exportación, con una clara lectura del juego, vivo para la marca escalonada, rápido para las coberturas, la trepada vertiginosa y con la sutil pegada que tiene con el guante de su botín zurdo. Corzo, tan resistido, pero tan peleador callejero como se necesitaba, con sus limitaciones pero aguerrido al 100%. Por otro lado Tapia y Yotun, sin hacer 8 puntos parejos cumplieron en la recuperación y la salida limpia, Gallese que puede estar en crítico momento, pero igual se infunde de seguridad con la selección. Todos cumplieron en el ensamblaje, nos quedaron algunas actuaciones pendientes, como la pareja de centrales Ramos y Rodriguez, o el “oreja” Flores y Ruidiaz que no anduvieron finos en la definición.

El hincha peruano, ese que no encontraba manera de hacerle frente a la Argentina, se muerde los labios de impotencia y minimiza a esta selección gaucha que sin Messi, parece sin rumbo, le tira adjetivos hirientes, pero no valoriza el buen trabajo táctico hecho por la bicolor, no razona que un equipo juega hasta donde el rival lo permite. Este hincha solo hace caso a su euforia y le cuesta entender que en el fútbol de hoy, hay que ser atrevidos y creérnosla un poco, en no soñar despiertos, claro, pero aterrizar la idea que los partidos contra cualquiera, hay que jugarlos primero y no se pierden antes de entrar a la cancha. El hincha peruano, es consciente que queda un camino harto espinoso y que la cima se ve cada vez más lejos, pero no claudica y vuelve a generarse confianza, se olvida de este sinsabor y de nuevo se llena de patriotismo para soltar sus deseos escondidos. Y es que contra Chile, más allá del tema futbolístico, para los peruanos no solo se juega el orgullo, se juega el honor y hasta la dignidad.








 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Esas benditas manos

En el fútbol los triunfos se valoran mucho más cuando al frente tienes a un grande. Cuando le ganas a un equipo como Brasil, el “Scratch” de siempre, el equipo de la “canarinha” que por más disminuido y de mal momento futbolístico que se encuentre, siempre es el gigante que da temor, el cerro corcovado que siempre miramos desde abajo, el Goliat que enfrentamos con una honda y el temible león al que hay que atreverse a jalarle la cola a sabiendas que podemos salir rasguñados si tenemos suerte, si es que no perdemos la vida en el intento. Puede que el triunfo sea polémico, discutido y hasta degradado por la forma, pero prevalece el fondo y finalmente lo real que manda el marcador final.
 
TRIUNFAZO HISTÓRICO, por la categoría mundial del rival y por cómo se dio en el tramo final. Un triunfo relevante por lo laborioso como difícil que se preveía con un Brasil tan distinto y extraño a otros equipos brasileros. Este equipo de Dunga juega bajo su pensamiento, más defensivo, ordenado y prevaleciendo la marca zonal para la recuperación del balón y a partir de ello abrir la cancha con mucha movilidad de sus hombres de avanzada. Los cambios de ritmo y rotación del balón, imponían una dinámica que impedía que Perú se logre parar bien en la cancha, haciendo un primer tiempo peruano insípido y desacomodado. La pasamos mal, no se podía efectuar tres pases seguidos, el nerviosismo y la imprecisión peruana convirtió a Gallese en el mejor de la cancha con dos manos espectaculares que dejaron el cero en arco propio para cerrar el primer acto.
 
Gareca tuvo una lectura inicial del juego que minimizó las falencias del equipo, cerrando las puertas de las bandas. Polo fue relevante con la baja actuación de Filipe Luis, apoyando a Corzo que tuvo buena disposición para la marca y Flores con Trauco para quitarle espacios en las subidas de Dani Alves y William con su desequilibrio recostándose por ese lado. Balbin cumpliendo como tapón bien complementado por un Vilches cada vez más productivo. Se extrañó la pierna justa y la salida segura que otorga Tapia y Cueva con Paolo eran controlados en base a un gran despliegue brasileño para anticipar siempre y ganar las divididas. Brasil fue superior en posesión al 100% y aunque Perú tácticamente estaba correcto, se vio necesitado de una dosis de fútbol para clarificar las ideas.
 
El segundo tiempo tuvo otra cara para Perú. Con Yotún mas experimentado para recibir y generar mejor salida del fondo. La actitud era otra y el rostro pasmado del primer tiempo se cambió por una cara de perro para sacar el barrio, la palomillada y esa sandunga que estaba apretujada por la impotencia. Vilchez inmenso recuperando y corriendo a cuanto adversario veía, Atrás el “mudo” Rodriguez, hablaba con esa diferencia que le dan los años, para ser otra vez lo mejor de la defensa. Paolo aguantando con disfuerzos pero luchando siempre y Cueva sin trascender demasiado, buscando romper líneas en base a la individualidad, algo del control que el espera en el torneo brasileño. Perú no era superior pero tampoco dejaba que la distancia sea abrumadora. Se hizo Una lucha de poderíos injusta, por la diferencia de jerarquía. Brasil con casi todo su equipo en ligas mayores y Perú con 9 jugadores que solo marcan distancias en el torneo doméstico. El sacrificio no encontraba recompensa.
 
Con un Brasil siempre en lo suyo, Perú tuvo más protagonismo, pero fue en base a mucho amor propio y momentos de rebeldía que hacían injusta la paridad. Se defendía con lo que se podía y se atacaba con lo mucho que había en la actitud y algo del resto de ganas que quedaba en los bolsillos. Ruidiaz ingresa para ser parte de la historia, sin saberlo siquiera y vaya de que manera. Con pocos minutos en la cancha le genera esa velocidad mental que se requería para seguir bregando e insistiendo adelante para encontrar la gloria. Tapando la salida de los centrales brasileños.
 
Y viene la jugada trascendental cuando se iba el partido. Rechazo pifiado que recoge Polo y combina con Guerrero que se la devuelve de lujo y el delantero hace una corrida monumental dominándole el tranco a Filipe Luis, gana la raya y saca un centro con efecto venenoso, letal que la “pulga” añade en la puerta de arco. GOLAZO!!!... Apoteósico, grandioso, en el momento justo y extraordinario del partido. Un instante de duda arbitral hace q el corazón se paralice unos minutos, un lapso de tiempo que duró toda una vida. El árbitro consultó hasta el mismo cielo y validó el gol. La “pulga” Ruidiaz con el envión que llevaba y el efecto del balón la introdujo con el muslo pero a simpe vista pareciera que también con el antebrazo. Se dice y se habla de un gol mal habido, anti ético, fuera de contexto y de los códigos de legalidad del fútbol, pero gol validado al fin y al cabo, gol de un triunfo peruano histórico como polémico. Después vino la mejor expresión de un Perú incentivado, motivado e inyectado de ánimo, siguió haciendo marca en campo ajeno, no se tiró atrás, siguió apostando a luchar, a meter y sacar la raza, pero sin renunciar a seguir jugando, a seguir generando juego, a seguir creando fútbol.
 
El gol del triunfo tuvo y tendrá diversos apuntes y discusiones. La suerte del hincha es que podemos ver miles de veces por la TV y tendremos mil puntos de vista más. Podremos ver desde todos los ángulos las repeticiones y siempre saldrán disímiles conceptos técnicos objetivos, ecuánimes, divergentes y hasta zalameros. La polémica durará toda una vida y se verá desde el cristal que se quiera mirar. Pero nadie se ha puesto en los zapatos del árbitro que tuvo los huevos de mantener su cobro inicial, una situación para nada envidiable. Y el pueblo peruano y del futbol mundial, hoy hace mofa del momento y se ha creído el triunfo minimizando el disgusto brasileño. Acaso y esto no sea otra cosa que una simple recompensa que haga el fútbol para resarcir ese gol anulado a Ecuador al inicio de esta Copa América Centenario o por si alguna vez le tocó al mismo Brasil, pasar favorablemente por esta circunstancia.
 
En desmedro a tanta discordia, diremos a manera de joda que el fútbol se ha modernizado demasiado y para validar este gol triunfal peruano se ha usado la tecnología, pero aún así ésta exista y haya sido materia de consulta arbitral, no hay ninguna técnica conocida en este mundo globalizado, que pueda demostrar fehacientemente como es la mano de una pulga. Porque si de manos hablamos, las de Gallese fueron más serias y decisivas, para resolver hasta en el instante final del partido que sea Brasil el que se regrese a casa y Perú siga en este camino. Esta vez nos tocó la parte feliz y se viene lo más difícil, demostrar la falta de credibilidad del resto. El bochorno lo llevaremos siempre, se hablará muchos años de las circunstancias, pero la alegría y el desborde de satisfacción no nos la quita nadie. Ante tanta complacencia, por ahora solo nos queda agradecerle al fútbol por samaquear nuestras emociones que nos dejaron una sonrisa y retribuirle nuestra gratitud a esas polémicas y benditas manos.
 

Una cuestión de carácter

Dicen los psicólogos, que los sueños se hacen pesadillas en la medida que nuestro subconsciente en lugar de preparar acciones simples de estímulo-respuesta agradables, se deja envolver por reacciones fisiológicas que producen angustia, miedos que agitan el corazón, late más rápido y hay un sentimiento atemorizante que sin ser realidad, asusta y paraliza el cuerpo. Y es que la mente subconsciente almacena los datos y es la memoria que administra los comportamientos automáticos ya aprendidos, en cambio la mente consciente, es la racional, lógica y analítica que permite definir la realidad y la toma de decisiones.

No nos debe sorprender que en el futbol nuestro, la realidad esté ligada a sueños que se hicieron pesadillas, a inicios glamorosos y finales eclipsados, a esos arranques de ensueño y augurios de triunfo, que después fueron terribles pesadillas que nos dejaron malos recuerdos. Pero para el hincha peruano, que tantas veces la ilusión se le hizo más fuerte que la realidad, hasta hoy sigue aferrado a esa enconosa actitud de celebrar los empates y magnificar los triunfos efímeros, que solo alegran el alma un ratito, pero no tiene la convicción de aceptar que los grandes logros nacen de un sueño sí, pero que requieren de un gran proyecto y un proceso que en el camino tiene altibajos y que debe asumirlos con raciocinio.
Otra vez Perú, con el comienzo vertiginoso y la cohesión en todas las líneas. Parejo funcionamiento y contundencia, para encimar al rival con presión alta, respirándole en la cara a los defensas y ofendiendo los traseros de sus medio volantes de contención, siendo efectivos para neutralizar en campo ajeno. Al primer minuto Paolo ya le tocaba la espalda a una defensa ecuatoriana que se veía apabullada, sorprendida. Otra vez la dinámica y el funcionamiento parejo de todo el equipo, sin fisuras en los cierres, abanicándose para retroceder y avanzar de manera oportuna. Aplicado Rodriguez en la anticipación, buen traslado del balón y alta precisión para siempre recuperar y generar juego. Un comienzo soñado, un 10 perfecto de este equipo peruano que respetaba el mismo once del debut.
El gol tenía que llegar pronto y lo hizo de manera fabulosa. Cueva encara de espaldas en el área un pase de Paolo y hace una “mariposa” genial, un firulete espectacular que deja desairados a Mena y Achilier, para definir en la salida de Domínguez. GOLAZO!!!... Premio al buen juego, a la actitud y el talento. Ahí nomás Paolo gana una dividida y deja de espaldas al arco al “oreja” Flores que hace una maniobra impensable, sorprendentemente gira en su propio eje y le pega un zurdazo venenoso, al lugar inimaginable del arquero que pone un 2-0 increíble hasta ese momento, pero muy cierto como justo por todo lo que venía haciendo el equipo de Gareca, con buenas actuaciones de todos en especial de Rodriguez y Tapia en defensa, con  Paolo y Cueva, junto a Flores y su laboriosidad para impedir la subida de Valencia.
Ecuador es un equipo muy ducho, tiene hombres curtidos en estas lides y que cada fin de semana juegan en ligas de nivel superlativo mundial, muy diferente a los nuestros que pululan en equipos discretos. Por ello el verse atormentados en juego y marcador, se hizo un golpe directo al orgullo. Demasiado temprano para sucumbir, más aún sin haber llegado nunca al arco de Gallese. Una primera media hora de ensueño, de algarabía total en el hincha peruano que olvidándose por un momento que los partidos duran 90 minutos y que al frente se tenía al primero de las eliminatorias al mundial, empezó a dar augurios de goleada y festejo tempranero.
Si Ecuador mantenía el control del balón, rotándolo a cada lado y tratando de desbordar por bandas, Perú sostenía el juego, con buena ubicación, recuperando y originando siempre como prioridad una salida limpia. Pero conforme Ecuador fue afirmándose en el terreno y sus jugadores empezaron a primar su mejor oficio, fueron decayendo en su labor Flores y Trauco por un lado y Revoredo y Vilchez por la otra banda. Crecía Valencia que era un tractor de constante subida, se hacía más visible Bolaños y Noboa encaraba con más propiedad. Ecuador pinchó el globo peruano a punta de empeño, con más carácter que táctica y en las finales aprovecha una confusión de retaguardia. A Valencia habilita a E Valencia y hace el descuento cuando era el momento de sacar el aplomo e irse al vestuario con la ventaja. En Perú nuevamente destacaron Rodriguez y Tapia, Paolo y Cueva.
El segundo tramo Ecuador fue el de siempre. Equipo duro y potente físicamente. Fueron mermando las capacidades individuales peruanas y ganando las divididas, para emparejar el marcador y el juego, ante un Perú que defendía con lo que podía y atacaba con lo que le quedaba. Ruidiaz y Yotun fueron el respiro que necesitaba Paolo que parecía mermado físicamente y así como Ecuador lo pudo liquidar en el tramo final, fue el último minuto un cántico a la desesperación, ese sablazo de la “pulga” que se fue besando el poste y llevándose consigo algún afán de clasificar de forma directa. Es nuestro tema de siempre, no saber mantener un resultado, pero si algo bueno se rescata es la actitud y el amor propio de este equipo joven que recién se va curtiendo en la contienda internacional, bregando hasta el final, aunque siempre lamentamos si con eso nos alcance.
Un empate que no es para celebrar, si en cambio para analizar. Las posibilidades de avanzar se complican. Nuevamente un inicio perfecto y un sometimiento a la voluntad adversaria que contrasta con los buenos momentos que se ofrece. Si carecimos de personalidad en los tramos importantes, es comprensible y producto de esa juventud e inexperiencia que debemos asumir como realidad. Por ahora la entrega del equipo deja tranquilos los ánimos y hasta puede confortar la ilusión y la fe del hincha, pero no se puede negar que a veces y solo a veces, un partido se remonta o se saca adelante no solo con la capacidad técnica demostrada en el juego, sino por imponer la jerarquía, algo que no se compra ni se vende y que solo se adquiere compitiendo a nivel superlativo. Algo que suele ser también, una cuestión de carácter.

La sangre nueva


La expectativa por ver a esta nueva selección se había ido generando desde el día en que Gareca hizo caso al grito destemplado de la tribuna, a ese clamor de la hinchada, a esa realidad mezquina que requería un verdadero cambio. Se habló siempre del compromiso de unos cuantos experimentados y el ímpetu incomprendido de muchos jóvenes que estuvieron pendientes de una oportunidad. Era la hora para dejar de lado a los referentes y apostar por la sangre nueva, por los nuevos nombres que nos hagan buscar una manera distinta de fortalecer esta esperanza, que se enciende cada vez que empieza a rodar nuestro presente en forma de balón.
Aunque Gareca remache en que no es un nuevo equipo, en la práctica si lo es, por los hombres nuevos y los nombres relevantes que se quieren olvidar. Al menos en esta Copa América Centenario, es una oportunidad para no repetir el esquema que requería de los mismos consagrados de siempre, con gente más joven, el equipo se hace más ligero, aunque haya una búsqueda por evitar que parezca apresurado. Con chicos que ya no tienen las sombras que no los dejaban aparecer, se sueltan y se convierten en alternativas de varios puestos, brindando un mayor universo de jugadores -en lo que permite nuestra realidad- y dejando un grupo importante de hombres de espíritu optimista y al que la única manera de fortalecerlos, será con el rodaje de partidos de alta competencia. Aquí hay que resaltar que vamos a necesitar mucha paciencia y demasiada consideración.
Ante Haití, el inicio vertiginoso peruano, es parte de este presente, una presión alta con trabajo sincronizado para rotar el balón y recuperación inmediata del mismo, abriendo la cancha y verticalizando los ataques, logrando que pasen 20 minutos sin que el rival pase la media cancha. Para rescatar las actuaciones de Tapia, sobrio y con categoría, acompañado del “neka” Vilchez, en su mejor momento de madurez futbolística, recuperando y entregando con propiedad el balón. La movilidad de Cueva importante, aunque confundiendo la dinámica con el apresuramiento y decidiendo mal en el instante final. Punto aparte la recuperación del “mudo” Rodríguez, anticipando siempre y seguro para los cruces, supliendo las falencias de Ramos, y lo de Paolo ya es para la historia, pareciera que cada Copa América lo estimula de cara al gol, no se aparta de su importante aporte para aparecer cuando más se le necesita. Jugó de 9 y se retrasó de 10, para guiar a los más noveles a ser mejores acompañantes, buscando siempre la asociación.
Si se tuvo un buen inicio, conforme se pasaron los minutos la bicolor cayó en un pozo y se dejó estar, perdiendo posiciones. Haití sin ser un equipo de buen trato a la pelota, impuso su poder físico para equilibrar el juego y animarse a ganar las divididas buscando el arco de Gallese. Los delanteros haitianos no son duchos en técnica pero se dieron maña para romper líneas, desde la imprecisión peruana que se dio por momentos. Aunque se recuperó la posesión igual se observaron grietas de forma grupal a la hora de establecer las pausas necesarias, para rotar el balón con propiedad y generar juego. Es notorio que hace falta esa cadencia para equilibrar el juego y golpear con la sorpresa. Pero esto es factor del cambio que se reclama, tenemos los mismos problemas de siempre para mantener el ritmo y la presión, aunque se muestre un pálido rezago para la recuperación, por el ímpetu y las ganas que le ponen los más jóvenes.
El único gol vino de una jugada que se insistió todo el partido, desborde por izquierda y centro perfecto del “oreja” Flores, para que Paolo ensaye una perfecta “palomita” para decorar un golazo esperado, buscado y gritado al máximo, pero que pudo opacar el resultado final, si Belfort conectaba la jugada del último minuto y que erró de manera increíble. Desde los ojos resultadistas, este triunfo puede que oculte las falencias de tipo individual y colectivo, ante un rival técnicamente inferior, pero que en muchos pasajes del partido se puso por encima solo con entusiasmo y este Perú lograba el control pero de manera intermitente. El sector izquierdo fue la clave, función correcta de Trauco, aunque para este rival, el desborde por dentro pudo acomodarle mejor a Céspedes. El “oreja” en su laborioso trabajo del ida y vuelta, por el otro Hobberg fue intermitente y no acertó con los cambios de ritmo.
Por ahora sirve este triunfo, pero no es para emocionarse demasiado, se vienen pruebas más difíciles y se exigirá un rendimiento que supere este discreto accionar. Perú hizo un partido correcto, es saludable el debut en estas lides de nuevos jugadores, aunque no necesariamente sea el objetivo principal, que debe enfocarse en encontrar esa cohesión que permiten consolidar las actuaciones individuales con el rendimiento colectivo, más allá de quien le toque estar en la cancha. En este partido no se pudo sostener esa presión constante que intenta plasmar Careca, en varios pasajes el equipo se mostró desorientado, cuando debía ser rápido en la movilidad se hizo impreciso, desde la pérdida de la ubicación y la inapropiada lectura del juego, algo que desde ya es materia pendiente, defectos por corregir y mucho trabajo por realizar.
La ilusión por un cambio, nos tiene de un hilo, apostamos por los nuevos nombres y prendemos nuevamente las velas de la ilusión a la bicolor, pero seamos conscientes que hasta para olvidar lo que más se quiere, se necesita de un proceso y de un tiempo adicional. Por ahora tenemos más hombres ansiosos de un lugar y eso es bueno, primero para encontrar un equipo y consolidar más adelante un plantel, pero está claro que los resultados, si no son buenos, serán perversos verdugos de que este deseo se haga realidad. Un poco de mesura y confianza se hacen necesarias entonces, para aceptar con seguridad esta nueva sangre, que debe recibir este cuerpo aún convaleciente y ver como lo asimila, que no exista rechazo cuando discurra por las venas ansiosas. Una transfusión necesaria que requiere un diagnóstico optimista, para seguir creyendo que aún nos queda vida.

 
 

Enfermedad del alma

Minuto 89 en el Centenario, 55 mil almas que se quedan en silencio, jugada colectiva a la peruana que se juega el resto y corajudamente se interna en la el área uruguaya. Paolo, Cueva y Ruidiaz la tocan y el pase final deja el balón caprichoso a la siniestra decisión de Polo. El crema apurado sobre la marca del “palito” Pereira, le pega con el borde externo del botín, no pudo meterle los tres dedos que exigen los estamentos básicos y que es la biblia de los grandes definidores. La pelota, antojadiza, traviesa y antagónicamente ajena a nuestras alegrías, cruza la sala y el comedor de la casa oriental y dándole un beso al madero que cuida Muslera, se va coquetamente por la puerta de servicio con rumbo a la calle de la frustración peruana. Ufffff… Solamente Uffff… Las 55 mil almas del Centenario y los tres millones de suspiros del país oriental, se dejaron escuchar cuando el árbitro hizo sonar el silbato para poner punto final a un triunfo sufrido y un amanecer alegre, con el primer lugar de eliminatorias para el pueblo uruguayo.
 
En el otro lado del charco, el hincha peruano, respira profundo y toma una bocanada de aire, su selección ha quedado cada vez mas lejos de su objetivo y esa jugada pudo ser el empate, que hubiera tenido ribetes de hazaña y hasta de redención ante su pueblo, por la entrega y la convicción como se enfrentó a este Uruguay, que definitivamente le cuesta ser el favorito, no lo hace sentir cómodo, prefiere ir contra la corriente, como lo hace el salmón. Se siente más en su hábitat, cuando lo tiene todo cuesta abajo y remonta a punta de huevos y mucha garra, lo adverso y lo perverso que puede significar verse avasallado. Es como esos boxeadores que requieren ver su sangre para reaccionar contra el rival. Y Perú si algo se le podría asemejar a Uruguay, es que también a veces –y solo a veces- requiere tener todo en contra para ser distinto de un partido a otro, para lograr aquello que está fuera de lo lógico y natural. La gran diferencia que la marcan los uruguayos, aparte de la historia donde nos llevan años luz, es la jerarquía que tienen sus jugadores para definir en dos segundos lo que nos cuesta 90 minutos y es que ellos viven dispersos por todo el mundo, mientras los nuestros siguen siendo los ídolos de barro de siempre.
 
Gareca cambió el equipo, mas por necesidad que por decisión propia, pero dentro de ello hizo un primer tiempo correcto, con un trabajo defensivo sin fisuras, con el control exacto de Suarez y copando los espacios q se rebusca Cavani. Se dio tiempo para aprovechar la pausa que hace Uruguay para esperar el error rival y avasallar de contra. Buenas actuaciones de Advíncula y Céspedes, cerrando las bandas y un prolijo Ramos para las coberturas de un Rodriguez, que a sus años “hablo” en la cancha como los buenos y fue el punto más alto de la defensa. Aún y con demasiado desorden en el medio, con Tapia impreciso y Ascuez fuera de forma, se tuvo control del balón. Pizarro otra vez mas, nos grita que ya no puede más, lo escuchamos todos menos Gareca. Paolo Guerrero no está físicamente bien, mientras tiene la pila puesta, es un jugador de nivel superlativo, de categoría mundial, basta que se le baje la batería para empezar a quejarse y deambular por la cancha. Facilita la labor del rival y su actuar se vuelve monótono y no aporta al colectivo.
 
Fue un primer tiempo atípico, donde Uruguay no fue superior por contundencia, solo en intención. Perú se adueño del balón y lo hizo circular con propiedad, incluso generó dos claras que hubieran condicionado abrir más el partido. El inicio de la segunda mitad el “maestro” Tabarez le gana el “vivo” a Gareca, tira al “Cebolla” Rodriguez y gana potencia por izquierda y condiciona el error en salida. Gareca insiste tercamente con Pizarro que pide el cambio rápidamente. Uruguay avasalla con presión alta (un veneno mortal para la blanquirroja). Error compartido de Paolo y Ruidiaz, balón robado y habilitación al “Pistolero” desmarcado que sutilmente deja a Cavani frente a Gallesse. El uruguayo define con categoría, con un fierrazo cruzado de su zurda mortífera y abre un marcador que se estaba manejando con propiedad, pero con muy poca seguridad y demasiada imprecisión.
 
 
El resultado era previsible desde la óptica de mirar a los rivales por su historia y su momento futbolístico. Uruguay venía de hacer un trascendental partido en el mismo Brasil y Perú de sucumbir a sus propias limitaciones, perdiendo dos puntos de local. La teoría indicaba que nos regresaríamos con varios goles encima, la realidad –una vez más- nos confirma que los partidos hay que jugarlos primero y cada uno de ellos es distinto del otro, su historia se escribe en diferentes hojas y que los rivales se hacen grandes y juegan hasta donde se lo permiten. Es una insana verdad que los triunfos morales no se celebran, pero hay que reconocer que se hizo un partido digno, aunque hemos quedado muy lejos del resto y el sueño mundialista –una vez más- se va desapareciendo como agua entre los dedos.
 
No seamos ilusos, pisemos tierra y afrontemos una vez más que nuestra realidad no va a cambiar por no ir al mundial, el cuesta arriba se hace más duro cada día, nuestros vecinos siguen creciendo, se han mudado a un mejor barrio, una nueva casa y viven en la opulencia futbolística, su preparación y procesos de largo plazo, así como sus trabajos con menores, tiene consenso con sus resultados, no tienen visos de ser villanos ni héroes de un solo día, porque han conseguido el universo de jugadores que no tenemos y sus mejores exponentes, se preparan todos los fines de semana en las ligas más competitivas del planeta. Mientras nosotros seguimos viviendo en la misma casita de esteras del inicio, sin luz ni agua y nuestros jugadores se alimentan solo cuando llueve maná del cielo. Seguimos siendo complacientes con nuestra realidad, la TV sigue manejando nuestro fútbol como un reality, la Videna no toma decisiones de alta envergadura y nuestros equipos no trascienden más allá de un play off doméstico, paupérrimo y degradante.
 
Ufffff… Solamente Uffff… Otra vez a lamentarnos y refregarnos en el rostro el “pudo ser”, que deben o debieron jugar fulano, sutano y que mengano es mejor que fulano. Que la culpa es de Pizarro, Gareca y de Oblitas, aunque en el fondo nos hemos acostumbrado a pedir demasiado teniendo tan poco, somos los “médicos” de siempre que damos el mismo diagnóstico, que sabemos que nuestra selección está en UCI hace rato, pero neciamente escondemos solapadamente la calculadora en la camilla, debajo de esa bata blanca y roja que oculta su cuerpo maltrecho, que hoy más que nunca requiere con urgencia, la tranquilidad necesaria para asumir su realidad y curar esta enfermedad del alma.
 
 

Amargo vino tinto

Claudio Pizarro llega a los 101 goles y se convierte en goleador histórico en Alemania, es el orgullo de los hinchas peruanos que rebasan las redes sociales haciendo tendencia de la noticia. Cuando arriba al Jorge Chávez, hay un recibimiento inusual y los medios inundan sus portadas con odas de esperanza en el “goleador”. Sí, el mismo que tiene 36 años y cada vez que se pone la blanquiroja su actuar es pálido y es blanco de dardos venenosos de todos los sectores, pero que pareciera que hoy se olvidaron de todo y esperan ver al mismo Claudio del Werder Bremen.
 
Jefferson Farfán ha tenido una operación que por más ganas e ímpetu que le ponga lo deja mermado para un partido de trascendencia, como son las eliminatorias. Pero el hincha ya lo puso en el equipo titular y reza diez mil padres nuestros para que llegue entero. Ascuez y Tapia no juegan de manera continua en sus equipos, sin embargo el hincha no le importa, prevalecen sus nombres y su actuación de partidos pasados, sin pensar que cada uno es distinto de otro. Paolo Guerrero viene pasando un momento acido en su carrera, producto de los años y el trajín, propio de los goleadores que suelen estar dormidos y despiertan cuando menos lo piensan. No está en buen momento, pero el hincha es un devoto fiel de su imagen y lo pone en el equipo vestido de santo milagroso.
 
Así somos los hinchas, los peruanos en general, nos emocionamos con un estado de gracia fugaz que tienen los jugadores de fútbol o cuando la dupla del momento hace el empate agónico ante un rival paupérrimo, la emoción los hace necios, pone nombres y esquemas revolucionarios, saca a relucir su hinchaje descomedido de su equipo y encuentra las soluciones a nuestros problemas estructurales. Le cuesta entender al hincha peruano, que Pizarro nunca jugará en la selección como en Alemania, porque es otro escenario distinto y que ya hace rato se debe renovar ese lugar en el equipo, que necesitamos sangre nueva, nombres nuevos. Esos mismos personajes que inflan el pecho de orgullo o twitean un mensaje alentador en la previa, son los mismos que hoy amanecieron con la hiel en la boca y despotrican de Pizarro y lo acusan desde argollero, dueño del equipo y hasta de pirata filibustero que se roba las ilusiones de un pueblo.
 
Pero el hincha tiene su derecho de opinar, alentar, despotricar o joder, nadie lo discute. Lo que llama la atención y resulta grave es que Gareca, el DT que nos brindaba la seguridad que habíamos recuperado nuestra identidad, el “iluminado” que saco lustre a un tercer puesto de CA y el indicado para sacarnos del fango, anoche se sintió tan "peruano" que terminó actuando como un hincha más. Se dejó llevar por el entusiasmo barato y puso los nombres relevantes, en la premisa que su categoría nos garantizaba pasar por encima a un equipo venezolano, que lo único bueno que trajo son sus nuevos nombres. Chicos que recién empiezan en el fútbol pero que sin ser gran cosa tienen esa juventud y ganas que supera cualquier desventaja o nombres de cartel. Mientras en la cancha teníamos nuestros dinosaurios, con actuar cansino y desgastado, en la banca nuestras promesas, jóvenes con ansias y ganas de comerse el mundo y que pasan un buen momento, descansaban el sueño de los justos.
 
No se pudo jugar peor. Un primer tiempo para el olvido. Perú previsible y carente de sorpresa. Tener a Pizarro y Guerrero juntos es quitarle a Paolo ese libertinaje que necesita para recorrer el área como lobo hambriento. Pizarro con todo y su palmarés está solo para el recambio. Farfán mermado no ofrece ningún aporte, Ascuez y Tapia desnudaron su falta de continuidad, Gallese cuestionado al inicio, evito una hecatombe, nos pudimos ir fácilmente con 4 goles abajo y el rival sin despeinarse. Venezuela hizo un planteamiento simple, apegado al sentido común, con gente rápida arriba haciendo presión alta, tapando las salidas de Vargas y Advíncula, generando el error de los medios de contención y poblando los espacios que recorrían Farfán y Cueva y anticipando siempre a Paolo y Claudio, obligando a que se recurra a la clásica solución que exige el hincha en la tribuna, menos tránsito y pelotazo a ver qué pasa. Una trillada versión del “hay que ganar como sea”.
 
Gareca les hace caso a los estadísticos y asegura que el “promedio” de goles de Guerrero y Pizarro garantiza su lugar en el equipo. ¿Cuántas pelotas aéreas ganó Paolo y Claudio o Farfán?, muy pocas y más las ganó Ruidiaz con su estatura, cuando ingresó por Pizarro. Más cuentan en Paolo las que se perdió –una constante en su equipo- que el gol mordido que se la comió el arquero. Empatar de esta manera no es levantar un resultado, es poner las cosas en su lugar que es distinto y que se escapaban de las manos, por el simpe hecho de no tener los huevos de tomar decisiones drásticas en el momento oportuno y hacer prevalecer la juventud de hombres antes que la experiencia de nombres y hacer una mixtura adecuada de ello.
 
El futbol moderno exige mucho vértigo y la pausa adecuada para verticalizar los movimientos, se requieren jugadores en un estado atlético 10 puntos, que pasen por un buen momento, tengan juventud y una disciplina táctica que otorgue la capacidad de hacer recorridos justos, de hacer cambios de ritmo oportunos y ganar las divididas. Polo y Cueva despertaron cuando Flores y Ruidiaz les otorgaron su frescura, pero porque decidir tan tarde, acaso y Benavente o Da Silva, no pudieron también darnos otro aire, otro respiro ante un rival que solo se limitó a aprovechar nuestros defectos y maniatar inteligentemente nuestras pocas virtudes.
 
El panorama pinta oscuro, pero se veía venir, no sorprende mucho y quizás rompa los corazones de los ilusos románticos que piensan que ir a un mundial solo a punta de coraje y corazón -sin apostar por un recambio generacional, es la solución a nuestros problemas. Seguimos cargando la cruz, los azotes del infortunio nos van dejando marcas en la espalda y heridas en el alma, no se ha perdido, pero ha dolido tanta esta igualdad que el camino del Gólgota futbolístico se vuelve cada vez más pesado y hace difícil sorber el trago amargo de este vino tinto.