Cuando uno ve el
Monumental reventar de hinchas y los rostros de la gente vestida de crema, es
un cúmulo de sonrisas y algarabía, se hace fácil creer en esa añeja afirmación
de que la U es la mitad más uno y que es más grande que sus problemas. La
fiesta se hizo temprano con la trinchera norte abarrotando la grada, gruñendo y
cantando desaforadamente y todo el estadio enarbolando banderas de confianza,
el sol en su máximo esplendor, pintaba el verde de un brillo especial, un marco
exclusivo para que la redonda empiece a rodar.
Se veía venir un
partido de un solo lado, Garcilaso apremiado atrás y la U encimando desde el
camarín. Comizzo puso toda la carne en el asador, carne uruguaya esta vez, pero
de un sabor a gol tan sabroso que deleita el paladar. El “Guasta” y el “chapu”
desde el arranque, para hacer el mismo planteamiento como terminó en Espinar,
pujando las salidas y punzando el juego esta vez por las bandas. El
desequilibrio individual sopesado con un armazón defensivo en teoría, con
Toñito y un Rainer Torres gigante, pero que tuvo despliegue de parte del
“chapu” y Gonzales para apoyar la marca y no dejar ni siquiera pensar al rival
que parecía maniatado en su cancha. La U apostó por la posesión y una cuota de
fútbol, siendo agresivo y veloz por momentos.
El gol llegó
temprano, bombazo del Guasta de casi 30 mts, que se le cuela al “pipa” que al
minuto de juego ya le había sacado una pelota de gol. El alboroto de la grada y
la alegría en el verde, dibujaban una tarde triunfal. El segundo llegó por una
“pericotada” de Ruidiaz que roba un balón y habilita al “chapu”. El yorugua
define a lo crack. Pudo venir el tercero en una grosería del “cuto” que se la
devoró la “pulga” debajo del arco. Tranquilamente se pudo ir la U con un 3-0 al
vestuario y reacondicionar las fuerzas con un planteamiento más conservador
para el resto. Tranquilamente se pudo generar una goleada tempranera, pero
Comizzo empezó a pensar en Huancayo y decidió bajar las revoluciones para
sopesar el esfuerzo.
Hasta ahora
cuesta entender como un jugador como Guadalupe, a los 37 años siga disputando
finales, con el único argumento técnico de chocar, levantarse y reclamar. La
explicación de los técnicos peruanos que sustentan que lo llevan a sus equipos
“para manejar el grupo” resulta por demás insípido y carente de profesionalismo
que lo único que hace es empobrecer más la imagen del fútbol peruano. En fin, a
veces ver al “cuto” da ganas de llorar, pero normalmente es una invitación a la
sonrisa socarrona. Quizás la culpa no sea de él, si no de los resultadistas que
miden su capacidad por la cantidad de títulos que disputa y no por su habilidad
de resolver en la cancha, lo que sabe hacer bien en el camarín.
Es difícil
pedirle una opinión despercudida de pasión a un hincha crema, porque les resulta
difícil sacarse la camiseta, pero ayer hubo una coincidencia, esta U de
Comizzo, es atrevida, tiene dinámica, puede avasallar al rival cuando se
decide, pero se puede comer la misma cantidad de goles que genera y que no
convierte. Bastó que Garcilaso, más por orgullo que por convencimiento,
empujara el juego a punta de bombazos -clásico juego de altura- para que el
empate estuviera paseándose por el arco de Carvallo. El “pitu” Ramos fue el
protagonista. Primero un balón que no pudo empujar y luego un penal que podía
inclinar la balanza. La presión del estadio influyó, se llenó de ansias, le
pegó con rabia y la mandó a un palco. Allí se acabó esta historia para la
“máquina celeste” que esta vez, estuvo sin aceitar y encendió motor cuando era
demasiado tarde. Pero no deja de preocupar lo de la U que se “deja estar”.
El epílogo no
pudo ser mejor. Una jugada por la banda como había sido la constante, la pisa
el Guasta, la mete como puñalada al área celeste, barullo de por medio y le
queda linda, apetecible y a merced del chico Guarderas, que se hamaca
plásticamente y le pega un zurdazo sensacional. GOLAZO, que hizo recordar al
“loco” Vargas de sus inicios. El balón besó la red con alegría y el monumental
se bañó de satisfacción y tranquilidad.
Se ganó con
contundencia, sirve para este resultado, pero el desempate en Huancayo es otra
historia. La ventaja de los 3,271 metros juega en el papel, esta vez para los
celestes, que de altura sabe y mucho. Pero los partidos tienen que jugarse y
esta U que se sabe superior a sus propios problemas, ya tiene mentalizado dejar
más que sudor y sacrificio en las alturas. Para alcanzar la gloria no solo
bastará la garra y un balón de oxígeno, en la maleta deberá llevar también una
cuota de paciencia y otra de inteligencia. Huancayo espera una gran final, ya
están comprados los boletos, el tren está a punto de partir. En la altura el
balón es tan caprichoso como el propio destino, que a veces suele decidir más
por sentimiento que por propia convicción.