No contaban con su astucia

Ellos no crecieron juntos y quizás nunca se conocieron, son de distinto país y lugar de nacimiento. Sebastian Mauricio Fernandez es uruguayo, dueño de una picardía para jugar, frisa los 24 años, andaba por México, cuando Universitario decidió contratarlo como refuerzo. Alfredo Sebastián Ramua, es argentino, acaricia los 27 abriles y ya conocía el Perú. En el 2010 pasó por el CNI de Iquitos de manera intrascendente. Este año el Garcilaso lo trajo para sumar. Ambos son de aquellos que tienen unas de cal y otras de arena, uno diestro y el otro zurdo, a veces si, a veces no, Ambos son suplentes en sus equipos y quizás la única coincidencia sea su curioso apelativo del “Chapu” o el mate y el Río de la Plata.

Partidazo el que se jugaron la U y Garcilaso. Un marcador de 5 goles, a 4,000 mts de altura, es para valorar el esfuerzo. Un primer tiempo predecible, con el equipo del “petróleo” García avasallador, con la consigna de asfixiar desde el inicio. En dos minutos ya tenía el viento a su favor. Comizzo debe haber entrenado toda la semana el balón parado, pero es difícil creer que ello te garantice una vacuna anti-error. En altura, el balón corre y rebota distinto. Entrenar en esa cancha antes, cosa irreal y tampoco te aseguraba el resultado. Hoy en día el aclimatarse ya dejó de ser una póliza de seguro, para llevarte los puntos.

El segundo le llegó a la U casi de la misma manera. Bombazo, buscando el error ajeno, para que el balón quede por ahí extraviado, picando, haciendo una plegaria. Ferreyra la encuentra fácil para meter el fierro y dejar que la leña en la chimenea deje de arder. Parecía que cualquier intento por reaccionar, sería fatal y terminaría en desgracia. Lo difícil se hacía imposible y lo espinoso era dañino. Tranquilamente la U se pudo ir con tres o cuatro en la canasta y nadie se sonrojaba. Se defendía mal, trastabillaba y todo se ponía cuesta arriba. “Oh y ahora, quien podrá salvarnos”.

Comizzo hizo una lectura agresiva y apostó por algo que podría haber sido un suicidio. Buscar variantes en ofensiva con las diagonales del Guasta y el Chapu, dejando la recuperación a un prodigioso Romero, que si en algo se diferencia con “Toñito”, es que juega más y pelea menos. Ganar la espalda de Herrera y el “cuto”, buscando ponerle una cuota de fútbol, para encender la leña. Primero el penal y luego una definición de Fernandez ponen la igualdad en el marcador. La U emparejó lo que parecía imposible y niveló el barco en zozobra de Comizzo. “Que no panda el cúnico”.

Pero el fútbol, es una cuestión de circunstancias de juego, provocadas para inducir al error del rival. Cuando no se puede romper un planteamiento de manera colectiva, debe aparecer la individualidad, el gesto técnico, la decisión personal de alguien que cree en sus virtudes técnicas. Primero fue el “chapu” Fernandez, generando la jugada que culminó en la igualdad y en el epílogo, el “Chapu” Ramúa, se envalentona, encara con su perfil zurdo, error crema de no tapar, acierto del argentino, que en un amague movió toda la defensa. El zapatazo acarició la red y rompió en mil pedazos la ilusión crema. “Síganme los buenos”.

La U no hizo un partido bueno, hizo lo correcto. Pero en estos primeros 90 minutos del Play Off, ha dejado como protagonistas, a dos jugadores de distinta nacionalidad, que saltaron desde el banco para hacerse presentes, cada uno en su momento, en su oportunidad. Uno se fue más feliz que el otro, aunque falte mucho por definir. Ambos no tienen mayor coincidencia, salvo compartir el mismo apodo. Nadie los hubiera tomado en cuenta, sobre todo en este partido. Fue una película, donde de actores secundarios, pasaron a ser principales y hasta uno de ellos, Ramúa, terminó siendo el gran héroe,  "El Chapulin Colorado". “No contaban con su astucia”.