El NO debe y el SI se pudo

Esa desfachatez y la frescura de los 17 años de Gino Peña, para atreverse a meter esos tres dedos al balón, para que cuando surque los aires, coja el efecto contrario y caiga como si tuviera un paracaídas. Esa rapidez de ardilla astuta y el golpe de vista ladino, que tiene Jordy Reyna, para meterse entre los defensores y correr unos pasos más que la experiencia, para sacar ventaja en base a la potencia de sus primorosos años y esa definición a lo crack, arriba, en un rincón, donde el portero solo miró el lamento. Una jugada de antología y dos jóvenes promesas del fútbol, como protagonistas. Los dos vistiendo las sedas de Alianza Lima.

Un traslado de balón prolijo, una personalidad para mandar un pase del desprecio, con carga de gol en el envío. Una pausa y una entrega siempre segura. Una generación de ataque, con el toque sutil, amalgamado, lleno de pulcritud y belleza, para meter el remate que le da un beso al poste dos veces y le hace un guiño a sus ansias juveniles de ser el conductor con camiseta crema. Christofer Gonzales, cada día más dueño de sí mismo, cada día más consolidado en el fortín de Universitario.

El lema de los resultadistas, siempre fue apostar por la experiencia, era la solución inmediatista para lograr un trofeo en la vitrina, aunque ello originara que las canteras se extinguieran en vida, pintando a las jóvenes promesas en decorados inútiles que querían sacar a relucir, cuando el tiempo ya había puesto su mano. Apostar por “paquetes” extranjeros, para llenar bolsillos ajenos y dejar a las caritas adolescentes, sin una opción de demostrar su valía. Pero hoy por hoy el fútbol demuestra que no es una cuestión de edad si no de oportunidad. La mejor manera de saber si un joven futbolista vale, es exponerlo en un nivel competitivo. El talento se expresa mejor según el grado de dificultad. La habilidad no puede medirse dormida, la destreza es una expresión innata de estar siempre despierto. Solo es cuestión de darle un espacio.

Este cásico ha servido para exponer a los jóvenes de Alianza y la U, en un escenario difícil de manejar por la presión que origina, un partido donde se han visto rendimientos superlativos de chicos que parecían tener 20 clásicos en el cuerpo. Al margen de que camiseta tengan, estas apariciones -que son producto de una coyuntura y no de trabajos integrales- nuevamente demuestran que tenemos madera y solo falta trabajarla, pero de manera seria. Esta generación nos está dejando nombres y hombres que hoy visten de blanquiazul o de crema, pero la esperanza es que mañana sea la blanquirroja y su futuro sea lejos de esta sociedad, que por años nos ha ilusionado con canteras que se esfumaron, como el humo de un cigarro, prendido en cada noche de frustración futbolera.

Un nuevo clásico, una nueva forma de estar divididos en emociones. Un tiempo para cada uno, pero un solo ganador. El pudo ser, el hubiera, siempre será una anécdota, el merecimiento no cuenta. Así rezan los resultadistas, así cuentan los estadísticos. En el fútbol la disputa de circunstancias, hace que un rendimiento individual parejo, consolide un colectivo que genera opciones de gol de manera cohesionada. Cuidar el cero sin posesión del balón y ser solo eficiente más no eficaz, no alcanza. Lo sufrió Alianza primero y fue la U el que no pudo escribir en la red lo que hizo en el verde. Es la Ley del fútbol. Cuando se nublan las ideas y la fricción domina el juego, es la individualidad la que rompe los esquemas y las tácticas necias del cero. Tres dedos para el pase fantástico, definición monumental a lo CRACK de Jordy y chau. No hay más. Buenas noches los pastores.

Que SI merecían otra cosa, puede ser. Que NO se ajusta el marcador al rendimiento, es parte del juego. Que NO se debe pasar por alto a esos que confunden la “garra” con la matonería, es innegable. Que SI se pudo rescatar algo de fútbol, el hincha lo agradece y palmas para los jóvenes. Pero lo que queda claro, es lo que genera un triunfo en un clásico, es ese sabor especial que se queda por tiempo en los labios. Y les guste o no a algunos, este resultado ya no puede ser REVOCADO.


Triunfazo para seguir creyendo

Si Alianza no hubiera caído en el hoyo, Jordy Reyna quizás seguiría siendo una linda promesa. Si La U no hubiera navegado en tempestad, el “Oreja” Flores” sería un eterno suplente. Si la FPF hubiera hecho caso a los equipos, no hubiera existido la bolsa de minutos y tampoco el torneo de reservas. Si la Copa Libertadores Sub-20 no se hubiera hecho realidad, seguiríamos apostando por figuritas repetidas que terminaron en juveniles eternos. Si los Benavente, Deza o Hinostroza, seguirían en Lima, no tendrían ese valor agregado, que significa el roce y la preparación física que tienen a su edad, para un alto nivel de competencia.

Son algunos ejemplos, para una respuesta que se hace convincente: la apuesta es por las divisiones menores. Hoy la Sub 20 ha clasificado al hexagonal final, siendo líder en su grupo, eliminando a Brasil, el gigante, el campeón de esta categoría, donde los fracasos, eran una constante para todos los equipos peruanos, que siempre alimentaron una esperanza, pero terminaron matando una ilusión.

Pero si alguna virtud tiene el hincha peruano, es que nunca termina de creer y si algún defecto se le asume, es que se embriaga de triunfalismo y se enceguece con resultados efímeros tan rápido, que termina perdiendo el rumbo. Después de la derrota ante Ecuador, el fantasma de siempre asomó la cara, los miedos y temores miraban tras la cortina, clasificar dejando de lado a Brasil, era la prueba de fuego para validar a este equipo y blindar la confianza. Triunfazo y un avance meritorio en el objetivo de ir al mundial y un bálsamo para la gente, que sigue teniendo la fe encendida.

Ha quedado demostrado, que ya no se juega con la camiseta. El mundo del fútbol se va haciendo de los jóvenes, un futbolista debe tener un pico alto de rendimiento competitivo frisando los 20 años y que el kilometraje que requiere un juvenil, debe ser consecuencia de un proceso y no una urgencia de los clubes. Que jugar en el primer equipo no sea un ruego y debutar en primera, sea una manera de madurar y no un maltrato a la ilusión juvenil. El kilometraje futbolístico debe empezar desde la edad adolescente y emigrar no solo debe ser un sueño, si no una constante forma de progreso.

Pero al margen del heroico empate ante Uruguay, el triunfo pujado ante Venezuela, los errores y la desconcentración ante Ecuador y este triunfazo ante Brasil, nos quedamos con un logro que tiene relevancia y que garantiza poder ser competitivos, pensando en el futuro claro está, si hasta ahora se logró ser un equipo, nos aventuramos a pensar que hay un plantel. Los nombres de Guarderas y su visión de juego, de Hinostroza y su conchudez, de Reyna y su explosión, de Benavente y su categoría, de Flores y su alegría, de Gomez y su pegada, Deza y su sapiencia, de Campos y su seguridad. Hay nombres y hombres, como para ponerlos en negritas y subrayado.

Es la hora de celebrar, pero momento para hacer la pausa. No caer en el exceso, ni en el triunfo ni en la derrota. En esta categoría los errores y las virtudes se magnifican, ha sido una clasificación esperanzadora, pero ahora se viene lo más bravo y real, que tiene que ver con el verdadero objetivo, trasladar al resultado este buen trabajo. Hay material y solo es cuestión de no perder lo mejor que tenemos, nuestra identidad de juego.

Vamos PERÚ!!!


Sub 20: oncena de Perú ante Brasil es una incógnita

Un punto demasiado chiquito

Como equipo nada que reprochar. Se exigía actitud y fue lo mejor que se tuvo. Se pedía raza y convicción para frenar a una Argentina líder y con el mejor del mundo en su mejor momento. Había que estar concentrado, bien parado atrás y controlar el partido sin dejar de elaborar juego. Se tuvo todo eso y mucho más. Ese minuto tres, fue determinante. Un penal a favor, contra Argentina, quien sabe a ellos no los bajonee nada, pero para los nuestros era un envión anímico fundamental. Desde los doce pasos Pizarro, se apresuró en decidir y el “Chiquito” se hizo héroe. Ese fue el punto de quiebre, la prueba de resistencia había empezado mal.

Un planteamiento inteligente, cortando los circuitos de Messi y Di María. Recorridos generosos de Carrillo y Farfán –el mejor de la cancha- en su real dimensión de verdadero crack, para recogerse, pausar y explotar con criterio. Solvencia atildada de Rodríguez y Zambrano para encimar a Higuaín y Lavezzi, la anticipación como regla. Un Advíncula batiendo record de velocidad para los cruces y trepadas. Lobatón, correcto en la marca y solvente en el armado. Un “Cachito” desparramando lisura (Salía en hombros si entraba la que pegó en el poste) un Cruzado cada vez mas aplomado y con personalidad. Un Pizarro golpeado moralmente, pero voluntarioso –nada más que eso- aguantando a los centrales. Carácter para cubrir los espacios, establecieron una superioridad en el juego traducida a la tenencia de balón. Solidaridad de los once para recuperarlo, no perder la identidad para generar juego y Argentina realmente la pasaba mal. La mejor recompensa, fue la jugada preconcebida pinchando la sorpresa y Advíncula lanzó cual puñalada en el área que Zambrano arremetió a la red, con todo el estadio junto.

Argentina hizo el empate en la misma jugada que repitió ante la impotencia de crear juego. Bombazo para Lavezzi, centro atrás y el “Pipita” letal, demostrando porque vale más que Pizarro y Carrillo juntos. Error de Yotun (quizás el menos relevante) la única falla en defensa que daba paridad a un partido donde se estaba haciendo lo correcto. Pero que otra cosa es el fútbol, sino una suma de aciertos y virtudes, una resta de errores y defectos, una división de situaciones favorables y desfavorables y una multiplicación de circunstancias, a veces bien aprovechadas y otras tantas desperdiciadas. Lo que hoy es fiesta mañana puede ser entierro. El que hoy es héroe mañana es villano, lo que se hace en un partido, no necesariamente se repite mañana. Son momentos, tan solo momentos, unos diferentes de otros.

Fuimos eficientes, más no eficaces. El futbol se gana con goles y no con intenciones. Es cierto, pero los goles no llegan por obra del espíritu santo y tampoco porque le recemos a la virgen de la improvisación. Hay que generar las jugadas de gol. Nosotros no somos Brasil o Barcelona y tampoco tenemos extirpe paraguaya por citar ejemplos de equipos de rendimientos superlativos o aquellos resultadistas que juegan feo pero acumulan puntos. Nuestra esencia es distinta y se debe jugar en base a lo que somos y lo que tenemos. Se hizo lo que se debía, más no lo que se quería, por obligación y por necesidad.

Neutralizamos al rival, generamos juego y riesgo en arco contrario, si no la metimos, no es una cuestión de eficacia colectiva, obedece más a una capacidad individual llamada jerarquía, esa que sirve para manejar presiones, hacer fácil lo difícil y lo simple en efectivo. Diferencia de jugadores, niveles de competencia, eso definen la talla de los equipos. Si antes de jugar se pensaba que era un suicidio jugarle de igual a Argentina, que Messi era incontrolable y auguraban una tragedia, en el verde se vio algo distinto y se demostró que la actitud, también forma parte del juego.

Está claro que más que un equipo necesitamos un plantel, jugadores competitivos, pero eso, no se compra en la esquina, ni se trae del extranjero, eso es materia prima que se debe trabajar a largo plazo. Esta fecha eliminatoria, nos ha dejado en cuidados intensivos, porque nuestra necesidad es más grande que nuestra realidad. El gran partido solo sirve para valorar el rendimiento y afrontar lo que se viene. Pero en un análisis crudo de las posibilidades y parafraseando la atajada del penal que pudo escribir otra historia, el resultado es al final lo que cuenta y aún no alcanza, no enciende la esperanza del todo. Por ello el punto ante Argentina, nos resultó siendo, demasiado chiquito.

A no perder la identidad

Necesitábamos tanto ganar. Era una obsesiva forma de reconciliar nuestras pasiones. Una obligatoria condición, para que la esperanza no abandone esta ilusión que se hace tan esquiva a veces. Y costó tanto, porque para el rigor de estos partidos, no bastan los nombres, hace falta que estén en nivel de competencia. Con los referentes algunos entre algodones y otros con escasos minutos de juego, se afrontaba un partido donde estaba en juego, los puntos, pero también la reconciliación, con la hinchada y con una identidad que se perdió en el mar de las urgencias.

Un primer tiempo para no recordar. Se hizo difícil poner la pelota al piso. Trabados en actitud y desprovistos en ideas. Costaba hacer más de tres pases seguidos sin forzar el pelotazo inútil. Venezuela hacía lo inteligente pero previsible. Aglutinado atrás, ordenado para cubrir los espacios y esperar la sorpresa. Pero una cosa es la paciencia y otra la pasividad, jugar al fútbol era una necesidad, teníamos los nombres pero solo para la estadística. Paolo controlado e iracundo Pizarro era un general en retiro, Vargas lejos del “loco” que conocemos y Farfán desapercibido en la banda. Solo “Cachito” y Cruzado –tremendo partido- intentaban aportar juego. Muy poco en elaboración y un mazazo de Arango, despertaron esas dudas de siempre.

En el descanso hubo tiempo para preguntarse, porque, si la habilidad y el toque fino, es nuestra forma de ser y Venezuela no era superior y sufría en las poquísimas que se juntaban los talentosos peruanos. Porqué se renunciaba al toqueteo para moverlo, rotando el balón con criterio al ras del piso, buscar las diagonales y dejar que la individualidad también sea una forma de aporte. Si eso le hace daño a cualquier rival y es lo que mejor nos funciona, porqué, se perdían las intenciones en pases tan largos y descomedidos. ¿Acaso nos habíamos olvidado de jugar?.

Pero la segunda parte fue distinta. Carrillo fue por Guerrero. Una cosa es Paolo 10 puntos y otra, cuando limitado por lesión o por presión, se enfrenta a sí mismo, se pelea con su sombra y la intolerancia se calza sus botines. La “culebra” le puso la frescura y el desborde. Farfán se puso la 10, la que mejor le queda. Y la “Foquita” volvió a ser ese jugador desequilibrante, fundamental y por el que todos apostamos. Primero una palomillada para ganarle el vivo al arquero y después con una jugada que lo hizo ver en su real dimensión. Diagonal para recibir el buen servicio de Cruzado, sacarse la marca en una gambeta, acomodarse, medir al arquero y soltar un zapatazo que se lo gritó a todos los que lo habían vilipendiado y acusado hasta de antipatriota. Aparecieron chispazos de ese fútbol tan nuestro, que elabora juego desde el génesis del talento original. Fueron porciones pequeñas, pero calmaron el hambre de triunfo.

Es verdad que el fútbol moderno prioriza el resultado por encima del buen juego. Que en estas instancias, necesitábamos los puntos más por urgencia y por angustia que por sentimiento. Es verdad que un planteamiento defensivo y contragolpe, es un arma que sirve. Pero es verdad también, que no se puede jugar igual los 90 minutos. Hace falta variantes y de cuando en vez una cuota de lo que mejor sabemos hacer: Tratar bien al balón. Una gambeta y un toque elegante o alguna individualidad, pueden definir un partido, esta vez fue un resultado mezquino. Pero mejor así. Si con este 2-1 ajustado, todos durmieron abrazados soñando con el mundial, imaginamos como hubiera sido, si concluía en goleada.

Necesitábamos ganar y se ha conseguido, pero eso no cambia que el fútbol sigue siendo de momentos y cada partido es una historia distinta. Pensamiento resultadista: No importa cómo se logró, valen los 3 puntos. Versus pensamiento romanticón: ¿Acaso es tan difícil ponerla en el piso? Toquetear y buscar el gol de una gambeta, una pared y elaboración de juego también sirve. Cuidarse bien atrás, ser disciplinados tácticamente y neutralizar al rival como prioridad, es una forma, pero en un partido como ante esta Venezuela ordenada y disciplinada, un cachito de habilidad y toque peruano, aunque escaso e intermitente, ha justificado conseguir lo mismo.

Se ha logrado trepar un poco la pared, pero no hay que olvidar que la verdadera esperanza se forja en un buen funcionamiento colectivo, no solo en un resultado accidental o insípido que solo calma los nervios, contenta a los estadísticos, pero no garantiza un encadenamiento de ilusiones. Esta fecha de eliminatoria, ha sido benévolo en sensaciones justas, con Colombia y Argentina, justamente porque fueron los que generaron fútbol, cumplieron actuaciones apoteósicas, gustaron y ganaron, los demás solo buscaron consecuencias oportunistas. Lo de Perú contenta el alma por ahora, pero no podemos olvidarnos de jugar, es nuestra esencia. Tenemos con qué hacer daño, solo es cuestión de no perder la identidad.

VAMOS PERÚ!!!

Viva el Fútbol !!!

Que sería del fútbol, si no existiera el Barcelona y esta España, que tienen la misma sangre y resultan siendo hermanos gemelos en identidad futbolística. Algunos dicen que es un estilo, otros una manera de hacerse distintos. Para algunos resulta demasiado aburrido y cansado para sus ojos, pero para los amantes del fútbol, es un bálsamo, porque deja de lado a los estadísticos y resultadistas, para darle un espacio al romanticismo.

Y esta España sigue, no para y no hay forma de poder detenerlo. Ya se hizo leyenda en el fútbol. Fiel a su estilo, sin renunciar a esa posesión diabólica, tocando una y otra vez, triangulando de manera aristocrática, sometiendo al rival. A veces tibiamente, otras tantas calenturientas y algunas otras como ésta, ante Italia, realmente de ensueño, demasiado perfecta como para discutir un 4-0 que refleja lo que pasó en el verde. Una exhibición pulcra de cómo se puede defender con el balón en los pies y cuan contundente resulta buscar el gol, sin renunciar a jugar bien, copando todos los sectores del campo y rotando el balón al puro antojo, de hacerlo suyo, de mimarlo y tratarlo condescendientemente. Una férrea actitud para proponer siempre, haciendo del colectivo una consigna y apelando a la santísima trinidad que predica Del Bosque: Presión, posesión del balón y profundidad.

El fútbol se ha modernizado, es verdad. Pero sigue siendo para todos, una competencia, donde la consigna es quitarle el balón al contrario e introducirlo en la red del rival. Un concepto primitivo, original pero muy cierto. El fútbol ha evolucionado y con él, los equipos y sus entrenadores. Hoy el resultado es una consigna, para algunos no importan los medios, solo miran el tablero electrónico. Se alimentan de logros, no interesan las formas. Son apasionados del anti-fútbol y tan capaces de meter el equipo atrás y repartir patadas a diestra y siniestra. Pero ha quedado demostrado que se puede llegar al mismo objetivo, pero con maneras más pulcras y admirables, sin perder la identidad del juego y agregándole un cachito de belleza. Se puede jugar bonito y se puede ser contundente, España lo ha demostrado una vez más.

En una instancia final, donde se toman demasiadas precauciones, Italia quiso ser diferente, como su presente moderno. Dejando atrás su perfil defensivo, planteando un cuerpo a cuerpo, midiendo fuerzas para ganar posición en ese lugar estratégico, que era el mediocampo. España, con fidelidad a su estilo que data de años, definió todo en un solo tiempo. Asfixió a Pirlo, lo maniató en la zona de creación, lugar sensible, donde Xavi e Iniesta se vistieron de músicos y destellaron melodías seductoras. El primer gol fue una maravilla, una oda a la perfección. Triangulación en velocidad para el dardo destilado y certero de Iniesta a Fábregas, pase atrás y cabezazo de David Silva. Fue un golpe al orgullo, que llegó demasiado temprano. De tanto tocar la puerta, se abrió de par en par, con ese segundo gol, toqueteo, para atrás y para adelante, Jordi Alba gana la espalda de la defensa azurri, Xavi que asiste perfecto y el lateral, define como manda el manual.

El complemento fue diferente, una Italia que propuso ir contra corriente, con el orgullo marcado en la frente y rumiando una desazón en el alma. Un ida y vuelta que tuvo intervenciones vitales de Casillas y respuestas de Buffon. Pero hay partidos en que el destino también entra a la cancha vestido de fatalidad. Thiago Motta, se fue tan rápido como había ingresado, dejando a Italia con uno menos. Si completos ya se había puesto cuesta arriba, la concesión de un jugador, prácticamente le bajaba el telón a esta final. La mayor virtud de los españoles, es el manejo del balón, Italia solo se hizo perseguidor y no pudo encontrarlo nunca. La goleada se pintaba sola.

El tercero fue del “niño” Torres, culminando con pasmosa frialdad una asistencia de Xavi y para poner la cereza al pastel y encender la fiesta, el mismo Torres, le dejó la mesa servida para que Mata, haga honor a su apellido y liquide a su rival, que hasta ese entonces ya solo miraban el reloj para que termine el calvario. Ni catenaccio ni estadísticas y menos resultadistas, señores, la esencia del fútbol es tratar bien el balón, dejar que el talento sea un valor agregado para buscar el gol, así se disfruta mejor un RESULTADO. España ha entrado a ser una leyenda, por no renunciar nunca a ser siempre el mismo, y es que aunque cada partido es diferente, el fútbol se vive de momentos y estos son los que se regocijan mas con el sentimiento y se quedan en la retina de por vida.

FUTBOL he aquí a tu hijo, vestido de rojo, vapuleando al rival, con la pelota al piso, proponiendo y anticipando SIEMPRE, toqueteo exquisito y contundencia en el gol para llevarse esta Eurocopa otra vez a casa.

FUTBOL tus apasionados súbditos te saludan. Que disimulen los mezquinos, que gocen los románticos.

QUE VIVA EL FÚTBOL!!!




Y fuimos héroes

Pintaba para debacle, se emparejó con coraje más que con sapiencia, pero al final terminamos como siempre. Destrozados en el ánimo y desalentados en la esperanza. Fue como nadar con un solo brazo y morir antes de llegar a la orilla, cuando quedaba poco aliento para lograr la proeza y ya se habían reventado los pulmones de tanto esfuerzo.

El ir a buscar un buen resultado a Uruguay, de por sí ya tenía un matiz ligado a la hazaña. Perú, sumido en urgencias, debía de encoger las tripas y pararse envalentonado, a sostener la avalancha celeste desde el primer minuto de juego. El sufrir más de la cuenta, fue acierto del rival, el no encontrar tierra firme, un factor generado por lo que se plantea y lo que se ejecuta. Un desnivel entre lo que pujaba Uruguay y lo que respondía la zaga peruana, con errores individuales y descoordinación, que echan abajo cualquier andamiaje, por mucho que se tenga en intención defensiva o léase hombres de esa condición. Un gol injustamente convalidado, abrió la puerta temprano y condicionó a la bicolor. El balón era un postre para los uruguayos, pero una papa caliente para los nuestros. Se vino el segundo que obligó a generar riesgos, perder por dos o por cuatro daba lo mismo. Los pensamientos malignos empezaron a rondar.

Si salió a relucir la fuerza interior, la vergüenza para no verse vapuleado, el coraje para superar las carencias y revertir el resultado, partió desde la forma cómo afronta los partidos Paolo Guerrero, más aún cuando a falta de “fantásticas” figuras, se pone una bandera en lugar de una camiseta. Desde el azahar de Yotun, la atajada inmensa de Penny a Forlan (tapó sus errores), hasta esa guapeada de Paolo en el área para definir, como solo él sabe hacerlo, el partido se puso para definirlo quien tenga más jerarquía para manejar los tiempos, controlar el balón y hacer sentir su categoría. Aquí Uruguay simplemente nos pasó por encima. Sus jugadores tienen un nivel superlativo, que en base a su experiencia, marcan diferencias y gravitan en los momentos decisivos. Tabarez puso toda la carne en el asador y cuando mas inflamada estaba nuestra ilusión, vino el tercero en un calco de la tantas veces repetida “desconcentración” y luego el definitivo mazazo que nos despertó de súbito, hasta hacernos caer de la cama.

Poner el balón al piso sin mostrar que quema, no es alegoría a “jugar bonito”, es una forma de plantear un partido, sabiendo defender, pero con el balón en los pies. Sin la pelota, ningún rival te puede generar. El resultado es el objetivo, eso está claro y si lo ideal pudo ser empezar cuidando el cero, poblando el área con gente de corte defensivo, nada garantizaba que igual nos encontremos con un 2-0 muy temprano. Fueron fallas individuales y técnicas de los zagueros que en un partido de esta instancia, son  determinantes. Se pedía a Toñito y fue un palo de fosforo ante el alud celeste. Los mejores momentos para el repunte peruano, fue cuando Lobatón empezó a pasar mejor el balón, cuando se peleaba cada jugada, pero también se jugaba y se replegaba con criterio, lástima que se careció de constancia y se terminó defendiendo mal. Eso se paga caro en el fútbol de hoy, el resultado lo dice todo.

Se insiste mucho con la idea de los mediocampistas de corte defensivo y ofensivo. El fútbol moderno exige los mixtos de buen quite, pero también de buena entrega y el estado físico es preponderante. Nosotros solo contamos con voluntariosos, pero limitados volantes de contención y sobran los dedos para contar. Hubo una gran diferencia entre los jugadores que tenemos y a los que enfrentamos. Mientras los ellos tienen una preparación física de alto nivel y juegan finales a cada momento, los nuestros, su mayor pergamino, son un clásico y alguna primera fase de Libertadores. Mas allá de los Vargas, Pizarros y Farfán, que juegan en el extranjero -que hoy son cuestionados en su compromiso- no tenemos quien les haga sombra y si hoy los prendemos en la hoguera, mañana los estamos reclamando y mimando. Una cuestión de avalar lo que tienes, discutiendo lo que necesitas, pero que terminas admitiendo en lo que te conviene.

Markarian hizo lo que pudo y no tomó lo que había, sino lo que sobraba. Mientras los demás tenían trajes a la medida, el nuestro, se confeccionaba uno con retazos. No hay nada reprochable al equipo, pero con solo ganas y actitud no alcanza, hace falta un cachito de capacidad individual para lograr hacer un equipo competitivo que tenga jerarquía y eso no se compra ni se vende, se obtiene con trabajo serio y de largo plazo. Al mundial no vamos a ir porque nuestros jugadores hagan actos de heroísmo, si no cuando el universo de ellos sea equilibrado y generoso en nivel cuantitativo y cualitativo, eso no se consigue en un solo partido, el tema tiene un trasfondo y por ahora solo apaciguamos la realidad con odas a la bravura. Mientras tanto al hincha, al peruano de sentimiento, solo le queda seguir ondeando la bandera, no hay de otra.

Seguimos siendo el mismo equipo, pero con diferente realidad. Aunque hoy, aquellos que decían que Markarian era lo mejor que podíamos tener y se golpeaban el pecho con la Copa América, son los mismos que quieren echarlo y hacen alegorías al pesimismo con sarcasmo. Los peruanos siempre hemos honrado a los héroes que perdieron una guerra. Hoy le han hecho un pedestal al heroísmo a Paolo Guerrero, porque de pronto, hoy ante lo que se vive y se siente, tenga un valor agregado pensar, que los héroes de guerra, no son los que las ganaron, sino los que dejaron la vida en ella o los que jamás renunciaron a seguir luchando.




Error que hiere, dolor que mata

Aquellas voces de desaliento antes del partido contra Colombia, tenían fundamento, desde la premisa de pensar que solo las individualidades nos garantizaban un buen resultado. Conforme fueron cayendo los soldados, el ánimo pintaba a mirar este partido como un preámbulo de frustración y por ende, se dejaban llevar por ese inefable sentimiento autodestructivo y extremista, que es el pesimismo y que finalmente, solo termina por apuñalar nuestra propia autoestima.

Contra Colombia, ante tanto lesionado, en la práctica, salimos armados con una navaja a pelear una guerra, con un equipo mermado en jugadores de categoría, como se requería para enfrentar a un rival directo. Y el “Mago” debía sacar el sombrero, para inventarse primero una formación, para neutralizar el buen mediocampo colombiano con criterio defensivo, pero mirando el arco contrario. Tarea difícil, optó por resignar a “Toñito” Gonzales, para poner hombres de buen pie, que aparte de agruparse en la recuperación del balón, tengan buen traslado. Un planteamiento riesgoso, porque el factor físico sería primordial. Aunque en esta coyuntura, cualquiera de las formas, generaba un factor de riesgo.

Perú fue superior en el control de juego, Colombia fue dúctil en efectividad. Carrillo tuvo la más clara cuando se nubló frente a Ospina, ante pase de Lobatón. La otra fue el remate de Ramírez que la humanidad de Mosquera impidió que se desborde la tribuna, llena de esos hinchas que pintados de rojo y blanco, alentaban a la fe y la esperanza. Una de las dos pudo darle un matiz diferente al partido. Lastimosamente fueron erradas y las limitaciones empezaron a hacerse notorias, a partir que costaba más llegar al arco y se empezaba a jugar con apresuramiento en lugar de rapidez.

Pekerman sabía que Perú dependía de Guerrero, lo tapó bien, ocultando hasta su sombra para no recibir nunca con comodidad. Perú insistiendo Colombia respondiendo, agrupado atrás y buscando la contra. Hasta que vino la jugada fatal. Desacomodados atrás, por esa pelota envenenada, con efecto que no puede controlar Revoredo y que aprovecha James Rodriguez, para congelar la pasión y hasta ese momento el único error individual de la defensa blanquirroja. A partir de allí, se vio a una Colombia que sabe jugar con el resultado y a un Perú, que no hallaba forma de emparejarlo. Era el duelo de la tranquilidad versus la impaciencia.

Este resultado, nos ha dejado desvalidos en posibilidades, aunque siga flameando alguna bandera de esperanza. Hoy algunos saldrán decir que Markarian se equivocó y que jugar con un hombre de contención, de marca, garantizaba un resultado positivo. Quizás porque no entiendan que a veces también se puede defender con el balón en los pies. Porque el fútbol sigue siendo una cuestión de momentos, de circunstancias, a veces bien aprovechadas, otras no tanto, allí sigue radicando, que un marcador no refleja a veces, lo que se ve en el campo de juego. No se puede hablar de justicia, pero tampoco existe nada reprochable. La entrega estuvo, la pasión también, son esas cosas que tiene el fútbol que cuesta entender, más aún cuando los números pintan un panorama sombrío.

Si en el fútbol de hoy se hace imprescindible la búsqueda del resultado, por encima del estilo y sacrificando hasta la propia historia, en esta eliminatoria sudamericana, cada partido se ha convertido en una guerra y las distancias se han acortado tanto que ya no existen los equipos grandes con individualidades, hoy prevalecen las estrategias y los resultados son consecuencia del compromiso de las individualidades al servicio de un equipo.

Se viene un viaje al Centenario, a buscar una proeza imposible en teoría, solo queda seguir alentando, es lo que nos asume como peruanos. Si realmente debemos tener los pies en la tierra, asumamos que seguimos siendo ese equipo chico de contadas individualidades. Que hoy se hizo lo que se tenía que hacer, para guardar un orden y buscar un buen resultado, pero lamentablemente, un solo error, costó un partido y puso todo cuesta arriba. Historia conocida, letras repasadas, de este libro llamado Fútbol peruano, tan nuestro y tan adverso frecuentemente.