Y fuimos héroes

Pintaba para debacle, se emparejó con coraje más que con sapiencia, pero al final terminamos como siempre. Destrozados en el ánimo y desalentados en la esperanza. Fue como nadar con un solo brazo y morir antes de llegar a la orilla, cuando quedaba poco aliento para lograr la proeza y ya se habían reventado los pulmones de tanto esfuerzo.

El ir a buscar un buen resultado a Uruguay, de por sí ya tenía un matiz ligado a la hazaña. Perú, sumido en urgencias, debía de encoger las tripas y pararse envalentonado, a sostener la avalancha celeste desde el primer minuto de juego. El sufrir más de la cuenta, fue acierto del rival, el no encontrar tierra firme, un factor generado por lo que se plantea y lo que se ejecuta. Un desnivel entre lo que pujaba Uruguay y lo que respondía la zaga peruana, con errores individuales y descoordinación, que echan abajo cualquier andamiaje, por mucho que se tenga en intención defensiva o léase hombres de esa condición. Un gol injustamente convalidado, abrió la puerta temprano y condicionó a la bicolor. El balón era un postre para los uruguayos, pero una papa caliente para los nuestros. Se vino el segundo que obligó a generar riesgos, perder por dos o por cuatro daba lo mismo. Los pensamientos malignos empezaron a rondar.

Si salió a relucir la fuerza interior, la vergüenza para no verse vapuleado, el coraje para superar las carencias y revertir el resultado, partió desde la forma cómo afronta los partidos Paolo Guerrero, más aún cuando a falta de “fantásticas” figuras, se pone una bandera en lugar de una camiseta. Desde el azahar de Yotun, la atajada inmensa de Penny a Forlan (tapó sus errores), hasta esa guapeada de Paolo en el área para definir, como solo él sabe hacerlo, el partido se puso para definirlo quien tenga más jerarquía para manejar los tiempos, controlar el balón y hacer sentir su categoría. Aquí Uruguay simplemente nos pasó por encima. Sus jugadores tienen un nivel superlativo, que en base a su experiencia, marcan diferencias y gravitan en los momentos decisivos. Tabarez puso toda la carne en el asador y cuando mas inflamada estaba nuestra ilusión, vino el tercero en un calco de la tantas veces repetida “desconcentración” y luego el definitivo mazazo que nos despertó de súbito, hasta hacernos caer de la cama.

Poner el balón al piso sin mostrar que quema, no es alegoría a “jugar bonito”, es una forma de plantear un partido, sabiendo defender, pero con el balón en los pies. Sin la pelota, ningún rival te puede generar. El resultado es el objetivo, eso está claro y si lo ideal pudo ser empezar cuidando el cero, poblando el área con gente de corte defensivo, nada garantizaba que igual nos encontremos con un 2-0 muy temprano. Fueron fallas individuales y técnicas de los zagueros que en un partido de esta instancia, son  determinantes. Se pedía a Toñito y fue un palo de fosforo ante el alud celeste. Los mejores momentos para el repunte peruano, fue cuando Lobatón empezó a pasar mejor el balón, cuando se peleaba cada jugada, pero también se jugaba y se replegaba con criterio, lástima que se careció de constancia y se terminó defendiendo mal. Eso se paga caro en el fútbol de hoy, el resultado lo dice todo.

Se insiste mucho con la idea de los mediocampistas de corte defensivo y ofensivo. El fútbol moderno exige los mixtos de buen quite, pero también de buena entrega y el estado físico es preponderante. Nosotros solo contamos con voluntariosos, pero limitados volantes de contención y sobran los dedos para contar. Hubo una gran diferencia entre los jugadores que tenemos y a los que enfrentamos. Mientras los ellos tienen una preparación física de alto nivel y juegan finales a cada momento, los nuestros, su mayor pergamino, son un clásico y alguna primera fase de Libertadores. Mas allá de los Vargas, Pizarros y Farfán, que juegan en el extranjero -que hoy son cuestionados en su compromiso- no tenemos quien les haga sombra y si hoy los prendemos en la hoguera, mañana los estamos reclamando y mimando. Una cuestión de avalar lo que tienes, discutiendo lo que necesitas, pero que terminas admitiendo en lo que te conviene.

Markarian hizo lo que pudo y no tomó lo que había, sino lo que sobraba. Mientras los demás tenían trajes a la medida, el nuestro, se confeccionaba uno con retazos. No hay nada reprochable al equipo, pero con solo ganas y actitud no alcanza, hace falta un cachito de capacidad individual para lograr hacer un equipo competitivo que tenga jerarquía y eso no se compra ni se vende, se obtiene con trabajo serio y de largo plazo. Al mundial no vamos a ir porque nuestros jugadores hagan actos de heroísmo, si no cuando el universo de ellos sea equilibrado y generoso en nivel cuantitativo y cualitativo, eso no se consigue en un solo partido, el tema tiene un trasfondo y por ahora solo apaciguamos la realidad con odas a la bravura. Mientras tanto al hincha, al peruano de sentimiento, solo le queda seguir ondeando la bandera, no hay de otra.

Seguimos siendo el mismo equipo, pero con diferente realidad. Aunque hoy, aquellos que decían que Markarian era lo mejor que podíamos tener y se golpeaban el pecho con la Copa América, son los mismos que quieren echarlo y hacen alegorías al pesimismo con sarcasmo. Los peruanos siempre hemos honrado a los héroes que perdieron una guerra. Hoy le han hecho un pedestal al heroísmo a Paolo Guerrero, porque de pronto, hoy ante lo que se vive y se siente, tenga un valor agregado pensar, que los héroes de guerra, no son los que las ganaron, sino los que dejaron la vida en ella o los que jamás renunciaron a seguir luchando.




No hay comentarios:

Publicar un comentario