Error que hiere, dolor que mata

Aquellas voces de desaliento antes del partido contra Colombia, tenían fundamento, desde la premisa de pensar que solo las individualidades nos garantizaban un buen resultado. Conforme fueron cayendo los soldados, el ánimo pintaba a mirar este partido como un preámbulo de frustración y por ende, se dejaban llevar por ese inefable sentimiento autodestructivo y extremista, que es el pesimismo y que finalmente, solo termina por apuñalar nuestra propia autoestima.

Contra Colombia, ante tanto lesionado, en la práctica, salimos armados con una navaja a pelear una guerra, con un equipo mermado en jugadores de categoría, como se requería para enfrentar a un rival directo. Y el “Mago” debía sacar el sombrero, para inventarse primero una formación, para neutralizar el buen mediocampo colombiano con criterio defensivo, pero mirando el arco contrario. Tarea difícil, optó por resignar a “Toñito” Gonzales, para poner hombres de buen pie, que aparte de agruparse en la recuperación del balón, tengan buen traslado. Un planteamiento riesgoso, porque el factor físico sería primordial. Aunque en esta coyuntura, cualquiera de las formas, generaba un factor de riesgo.

Perú fue superior en el control de juego, Colombia fue dúctil en efectividad. Carrillo tuvo la más clara cuando se nubló frente a Ospina, ante pase de Lobatón. La otra fue el remate de Ramírez que la humanidad de Mosquera impidió que se desborde la tribuna, llena de esos hinchas que pintados de rojo y blanco, alentaban a la fe y la esperanza. Una de las dos pudo darle un matiz diferente al partido. Lastimosamente fueron erradas y las limitaciones empezaron a hacerse notorias, a partir que costaba más llegar al arco y se empezaba a jugar con apresuramiento en lugar de rapidez.

Pekerman sabía que Perú dependía de Guerrero, lo tapó bien, ocultando hasta su sombra para no recibir nunca con comodidad. Perú insistiendo Colombia respondiendo, agrupado atrás y buscando la contra. Hasta que vino la jugada fatal. Desacomodados atrás, por esa pelota envenenada, con efecto que no puede controlar Revoredo y que aprovecha James Rodriguez, para congelar la pasión y hasta ese momento el único error individual de la defensa blanquirroja. A partir de allí, se vio a una Colombia que sabe jugar con el resultado y a un Perú, que no hallaba forma de emparejarlo. Era el duelo de la tranquilidad versus la impaciencia.

Este resultado, nos ha dejado desvalidos en posibilidades, aunque siga flameando alguna bandera de esperanza. Hoy algunos saldrán decir que Markarian se equivocó y que jugar con un hombre de contención, de marca, garantizaba un resultado positivo. Quizás porque no entiendan que a veces también se puede defender con el balón en los pies. Porque el fútbol sigue siendo una cuestión de momentos, de circunstancias, a veces bien aprovechadas, otras no tanto, allí sigue radicando, que un marcador no refleja a veces, lo que se ve en el campo de juego. No se puede hablar de justicia, pero tampoco existe nada reprochable. La entrega estuvo, la pasión también, son esas cosas que tiene el fútbol que cuesta entender, más aún cuando los números pintan un panorama sombrío.

Si en el fútbol de hoy se hace imprescindible la búsqueda del resultado, por encima del estilo y sacrificando hasta la propia historia, en esta eliminatoria sudamericana, cada partido se ha convertido en una guerra y las distancias se han acortado tanto que ya no existen los equipos grandes con individualidades, hoy prevalecen las estrategias y los resultados son consecuencia del compromiso de las individualidades al servicio de un equipo.

Se viene un viaje al Centenario, a buscar una proeza imposible en teoría, solo queda seguir alentando, es lo que nos asume como peruanos. Si realmente debemos tener los pies en la tierra, asumamos que seguimos siendo ese equipo chico de contadas individualidades. Que hoy se hizo lo que se tenía que hacer, para guardar un orden y buscar un buen resultado, pero lamentablemente, un solo error, costó un partido y puso todo cuesta arriba. Historia conocida, letras repasadas, de este libro llamado Fútbol peruano, tan nuestro y tan adverso frecuentemente.


 

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