Los mejores hinchas del mundo

“Si hubiera un mundial de hinchas, seguro que seríamos campeones”, reza el eslogan de un comercial que no está lejano de la realidad. Porque sino como se puede entender que un equipo impresentable como el nuestro, que tiene el rostro desencajado, que no infunde miedo a nadie y que solo parece un puñado de entusiastas peloteros que se meten a la cancha para la pichanga semanal, pueda producir tanta pasión, aún y a sabiendas que se sentará ante la TV y volverá a vibrar y maldecir al Chemo y a sus jugadores, a despotricar de Burga y su deslustrado presente.
Un equipo que a despecho de su historia futbolística, hoy sea el furgón de cola de este tren llamado Sudamérica. Este hincha peruano, debe ser lo mejor que tenemos, porque sino, no se entiende, como salta y grita un gol de empate, que ni siquiera fue nuestro. Pero igual desata su euforia y lacónicamente hace la pausa para el comentario, hasta que la realidad vuelve a inflar nuestras redes. Pero vuelve a levantarse en cada ataque peruano y se vuelve a sentar emocionado. Suelta su ironía con arengas y jodas, que en el fondo solo tratan de maquillar su impotencia y enfado, al no sentirse recompensado. Será porque este hincha se pone la camiseta, brinda lo suyo y se entrega a su bicolor sin pedir nada a cambio.

Si maniobramos el dial del recuerdo, nunca Venezuela había sido mas y tampoco, nos había humillado tanto. Es verdad que en el fútbol las distancias se han acortado, pero también es verdad que algunos –como nosotros- han retrocedido demasiado. Anoche se ha vivido otro capítulo de una novela que tiene el mismo argumento, pero que ha cambiado de títulos y protagonistas, el final es el mismo y en cada actualización los héroes terminan siendo villanos y el galán -léase el Chemo- solo gana popularidad, para que su imagen pueda venderse a costa del sufrido hincha. Un Perú que hace cuatro días, se aferró de la solapa de la fortuna, para hacer creer que había algo porque luchar, salió al campo, sin esconderse, tocando, Solano, Palacios, Fano y hasta Guerrero, que se fue temprano, quizás a ponerse a pensar mas en su futuro alemán, que en arriesgar por nada. Era ese Perú que siempre está en la cancha, aunque no tiene juego, que atropella sus ideas, pero no condensa juego. Pero vino lo de siempre, regaló un gol “primarioso” y de allí para adelante, salieron todos los errores. Al final, nos convertimos en la vitamina perfecta para este Venezuela, que renace y sorprende, que se encarama al árbol de la esperanza y que después de lo de Chile, aguarda callada lo que haga el resto, porque ellos ya la tienen bien clara.

Argentina, ha dejado sus opciones regadas por el piso y sus hinchas pisotean todo lo que hasta ayer era sinónimo de pleitesía. Hoy todos apuntan directo a la frente del Diego y sus jugadores. Ni Messi se salva y así como lo endiosaron y hasta lo compararon con su DT, hoy todo no es mas que una suerte de reproches y exigencias, que lo único que han logrado, es quebrar el endeble andamiaje albiceleste, lleno de individualidades superlativas, pero carente de fluidez, porque nunca pudieron ser una sociedad de ideas colectivas. Todos se preguntan, porqué Messi, Tévez, Agüero y otras estrellas no brillan como en sus clubes, y la pregunta no solo se la hacen en Argentina, es un tema mundial de marketing, que vende la marca registrada de un jugador, como parte de lo que hoy predomina en el fútbol: El vil dinero.

En sus clubes los Mesis, Tevez y Agueros (podríamos incluir los Pizarros, Farfán y Guerreros) tienen socios estratégicos –de nivel A1- que los habilitan o son habilitados y que a partir de una sociedad de responsabilidad ilimitada, invierten en la bolsa de acciones, de juego de conjunto, con horas de vuelo y con kilometraje controlado, que los hace pulir defectos y virtudes de cara al objetivo común. Allí nacen las marcas registradas, los íconos que se venden al mundo y mueven el fútbol, convirtiéndolos en héroes millonarios de la noche a la mañana.

Esos mismos íconos, cuando se enfundan la camiseta de su selección, al no encontrar los mismos socios, tratan de resolverlo todo individualmente y allí pierden protagonismo y hasta credibilidad. Los dioses se hacen terrenales y los resultados no son los mismos. El balance marca en rojo y la paciencia toca el límite del descrédito. Primero fue Bielsa, después Peckerman, Basile y ahora Maradona. Nadie supo manejar esta coyuntura y la crítica ante el resultado es nefasta y el enfado es unánime. Argentina ha dejado de ser ese equipo que avasallaba con juego en conjunto y esa gran virtud de marcar, con la pelota en los pies, ha pasado a ser una suerte de intentos heroicos de Messi y desorden en sus líneas.

Maradona, no encuentra respuestas en los suplentes y quizás sus elegidos no sean los idóneos, o mas cuerdo aún, él mismo sepa que no sea el elegido, aunque no lo aceptará nunca, y ensaya el discurso fácil, fungiendo de mártir extemporáneo, diciendo que dejará su sangre hasta lograr la clasificación. Ahora se tocan nombres que antes los apartaron. suenan los Riquelmes, los Cambiasos y hasta los Crespos. Dicen que la impaciencia es un sentimiento que tiene que ver mucho con la angustia y en medio, siempre hay un extraño temor que infunde la misma muerte, a veces, se muere mucho antes de la hora señalada o quien sabe para cambiar el destino, se deba morir un poco. Argentina tiene a la mano a Perú otra vez en el camino y no le va a pedir permiso para matarlo, porque es conciente que definirá su suerte en el Centenario, ante Uruguay, en un partido que no sabemos si al Diego, aún le sobre sangre.

El hincha peruano, hoy no quiere hablar de fútbol. Se enfada si le tocas el tema. Pero mañana, cuando deba ir a Buenos Aires, otra vez se sentará frente a la TV LCD, con su entorno de jolgorio y compañía agradable, especialmente preparado para vibrar, gritar y volver a maldecir, total -se dirá para sus adentros- que importa si Argentina, tiene al D10s enfadado, que Messi no brilla o que ya no jugamos por nada ni por nadie. Que no somos nada en el fútbol y el último lugar nos sienta bien o sea una señal de alarma. Que importa todo, si al final, mañana volveremos como tantas veces, a volver a creer en la ventura de nuestro futuro, en forma de balón.

Hoy, somos los jueces sin rostro, que juzgaremos si Argentina va o no un mundial y ese hincha peruano, recordará que alguna vez les dimos la mano, dejando a Paraguay fuera y en otra nos sacaron, para que Maradona, sea el Rey de México 86’. Algunos fieles al libro de historia, evocarán hasta la hazaña de la Bombonera, de hace 40 años. Pero, será mejor que sigamos viendo el comercial, con el hincha fervoroso, el fanático, el matemático y hasta el que se cree DT. Total todos sienten la blanquirroja, a su manera y cada uno vive el fútbol como mejor lo hace vibrar. Después del partido, seguiremos pensando que somos los campeones mundiales, pero en el mundial de hinchas y que vivimos nuestro sueño, hasta que se apaga el televisor.

Reflexión en el arroyito

En las horas tranquilas, resulta placentero reposar el cuerpo y estirar las piernas, mirando discurrir el agua de este pequeño riachuelo de emociones, que nos ha dejado el tan esperado Argentina–Brasil. En este entorno, resulta mas objetivo el pensamiento y se puede mirar mas allá de un resultado trabajado, que tuvo su punto de quiebre, en esas dos pelotas paradas que fueron aprovechadas al máximo, cuando Brasil aún no terminaba de atarse los zapatos y el equipo de Maradona, apostaba por buscar el riesgo desde el inicio, con desorden y apelando a lustrar la lámpara de Messi y dejándose llevar por la efervescencia, que marcaba un estadio rosarino, agradecido y repleto de ansias locas. Pero, el fútbol no sabe de agradecimientos, tampoco de vigor, entrega o merecimientos. Tampoco entiende, de motivaciones y palabras lanzadas al viento. Menos puede aceptar que, con solo tener un nombre enchapado en oro en la historia, le baste para ser superior o pueda encontrar eco en sus elegidos. Esa gente que llena la tribuna, que grita y enloquece, entiende mejor que nadie, que su pasión tiene sentido y existe, por lo mas importante y valioso, que sirven en el fútbol: LOS GOLES.

En las horas felices de Dunga, hay una acertada pausa y reflexión. Ha pedido controlar la euforia, a esos mismos hinchas que pidieron su cabeza, su cuerpo y su alma y que lo llamaron desde dictador hasta inútil. Esos mismos hinchas que siempre van a exigirle mas y que en estos tres años, ha aprendido a convivir con ellos, de la única manera como entiende el fútbol y que le dieron un nombre propio, cuando era jugador: Autoridad y liderazgo. Ha jugado su partido, de otra manera y ha hecho prevalecer su don de mando. Es medianamente conciliador y ejecutor de una férrea disciplina, que su grupo lo ha entendido y por eso han sellado su pasaporte al mundial. Dunga, podrá sentirse privilegiado de contar con un extraordinario jugador como Kaká o un matador del gol como Luis Fabiano. Un par de torres gemelas que son fundamentales atrás como Lúcio y Luisao. Puede sentirse tranquilo pues por fin, tiene el mejor arquero del mundo, nada menos. Pero quizás, lo que mas le llene de satisfacción, es haber logrado un equipo, que ya no juega para divertirse, sino para ganar. Ha encontrado el punto de equilibrio, donde puede mandar y dirigir, pero sin dejar de lado su ecuanimidad y con los dos pies bien puestos en el piso.

En las horas tristes y amargas de Maradona, hay un sabor a enmienda, pero que va cargada con una embustera forma de evitar la impotencia. Acepta que se viene lo peor y que el camino se va haciendo estrecho. A despecho de Dunga, el D10s pueda que tenga a mano, mas figuras de trascendencia individual y en ello se asemejen a él en todo su genio y figura. Para los Argentinos, Diego, es un tótem, al cual le van a rendir pleitesía por toda la vida. Mas ello en lugar de haberlo hecho santo, lo ha hinchado de un orgullo malsano que ha devenido en un proceder irracional que no tiene nada que ver, con su andar maravilloso dentro de una cancha de fútbol, pero que ha tenido consecuencias funestas y hoy en una coyuntura futbolística, difícil como complicada, han salido a la palestra los yerros y culpas ajenas que empezaron desde el mismo momento en que Grondona, quiso congraciarse con el Diego y de paso, limpiar con agua tibia su gastada imagen, o quien sabe, decidió darle el timón, solo para deshacerse de una vez por todas de alguna deuda personal o de esconder bajo la alfombra, algún pasado tormentoso.

Lo que ha dejado el partido para ambos bandos, es una tranquila forma de pensar en el futuro, de parte de Dunga y una oscura presión que empieza a carcomer sus miedos en Maradona. Ha quedado desairado en su afán por valerse de su imagen para vender una ilusión devaluada y fracasó en su intento. Arriesgó hasta donde lo dejó Brasil y una vez asegurado el marcador, sus pequeños soldados rebotaron una y otra vez sobre la pirámide verde amarilla. Brasil jugó sabiendo hasta donde podía arriesgar y tuvo en Kaká, al fenómeno que prendió la lámpara, en el momento justo, en que despertaba el gigante de arroyito, se puso el equipo en la espalda y dejó su sello impregnado en ese pase espectacular que definió con sabiduría Luis Fabiano. Allí quedaron desparramadas las fuerzas argentinas y la cara de Maradona, era el rostro de la desventura, esa que hoy parece un viento lejano que intenta apagar la esperanza de ir al mundial.

De cara a lo que se viene para ambos DT, Dunga, sabe que su equipo está firme y así como definió con eficiencia, es conciente que le falta ser eficaz en sus líneas y no dejarse avasallar de manera frecuente. Tiene la ventaja que sus jugadores son mas concientes a la hora de la verdad y mantienen un perfil bajo para explotar en los momentos claves de un encuentro, su mente y alma ya está en el mundial, lo que le queda por estos lares es jugar un poco, a retomar esa diversión que había perdido en la cancha, congraciarse con sus congéneres y acumular mas kilometraje, para canjearlo por horas de vuelo, directo a Sudáfrica.

En Buenos Aires, hay un descrédito y un Maradona desprotegido. Se avecinan nubes oscuras para esta selección que ya empieza a ser cuestionada y el ambiente no es de lo mejor, el equipo se encuentra expuesto y débil, el chaparrón lo puede encontrar sin paraguas y coger un resfrío mortal. Por querer romper la realidad, ha intentado porfiar a la aventura de cogerle la cola al león, vestido de amarillo, sin darse cuenta lo peligroso que resultaba. Ha sucumbido en su experimento y el zarpazo le ha dejado una herida que ha empezado a sangrar de a pocos, pareciera mentira que con tan buenos jugadores, hoy solo le queda ir a defender el resto o morir en el intento.

El show de los sueños

El hombre de mirada esquiva se aproxima al monumental. Lleva un gorrito de colores alusivos a la blanquirroja. En su mirada hay una suerte de despreocupación, que solo disimula cuando intercambia alguna sonrisa con su pequeño hijo de 7 años, que se aprisiona de su mano y se emociona conforme se acerca a la puerta de ingreso. En la grada, los ojitos del niño, se llenan de un brillo de asombro, al ver el coloso de cemento, con esas bancas de colores que le llaman la atención. Su padre le va explicando, los detalles y el niño pierde la mirada embelesada, en el verdor de la cancha. El sueño de su padre, es que algún día pueda ver a su vástago, vestido de corto y anotando un gol, igualito que el “Chorri” Palacios, ante Paraguay. Aquella noche inolvidable, que lloró emocionado y que marcó su admiración eterna por quien hoy puede jugar su último partido con la selección, en esta suerte de adiós sin despedida y por quien lleva - igual que su hijo- el polo con el emblemático lema: TE AMO PERU.

Acaso y a este hombre ya no le importe que el estadio asome medio vacío, tampoco que no encuentre la misma efervescencia de otros partidos. Acaso y no le importe, que entre la gente hay una suerte de represalia, que no tiene que ver con el honor o la dignidad, que ya fue perdida hace tiempo. Más pareciera una cuestión de querer remendar un presente, a punta de perversidad y a costa de un rival que nos cae pesado por antojo insano. El niño distrae la mirada en esa gente que no se inmuta como otras veces y que solo sonríe con sorna, cada vez que De la Haza, recupera un balón para volver a entregarlo al rival y ensaya un rumor cada vez que el “Loco” Vargas embiste con fuerza y demuestra que está en un nivel por encima del resto o cuando Solano, hace las paces con el “Chorri” a través del balón. Ya nadie se molesta si la salida de Zambrano, es temeraria o que Chavez no se dé cuenta que lleva la blanquirroja en el pecho. Acaso y lo único que en este momento les importe a todos, sea que la selección gane, pero más que para sentirse felices, lo haga para sentirse desagraviados.

El partido, va dibujando dos caras, una la peruana, de tranquilidad con desparpajo y la otra, la uruguaya, que ve pasar la hora y extraña más que nunca a Forlan para embocarla. El niño está tranquilo, sonríe con alegría y se pone a pensar, en lo feliz que se sentiría su padre, si algún día se cumple su sueño y en lugar de estar en la grada, lo salude victorioso desde la cancha. Son los instantes finales y el “Chorri” está a 10 metros de donde están ubicados y responde el saludo y las arengas del mítico jugador. Lo ven lanzar el corner, que llega a los pies de Vargas, que en su porfía habilita al “charapa” Rengifo, quien define con sangre fría y hace que esta gente, que se animó a último momento, a poblar el monumental, celebre un triunfo que da tres puntos, pero que son solo bálsamos para un espíritu doblegado y que en esta hora, le resulte tan insignificante e irreverente, para con su propia realidad futbolera.


En la calle ya no hay carros con bocinazos, ni sonrisas desperdigadas por doquier, solo hay una mirada del niño a su padre, que el hombre interpreta como una promesa silenciosa, porque algún día no muy lejano, ese sueño de estar en un mundial, lo encuentre como protagonista principal. El hombre se va satisfecho. Ha visto a su ídolo bañado en aplausos y pidiendo más, a pesar de los años que no perdonan. Ha podido sonreír ante esta victoria insospechada, como insolente, que ha dejado un sabor a revancha por lo de Montevideo y una encrucijada en los “charrúas” que pueden quedarse sin mundial y sean estos puntos perdidos, los que les hagan falta más adelante.

El hombre aprisiona la mano de su hijo y lo ayuda a cruzar la calzada. El niño lo mira y sonríe. los dos parecen adivinarse los pensamientos. El padre sueña con su hijo, como el futuro “Chorri” de la selección. El niño ha decidido ser como el “Loco” Vargas. Ambos sueñan con la misma pasión con que se vive el fútbol, ambos se mezclan entre esta gente que ha venido al estadio, con esa ilusión insana, de comprobar hasta cuando aguanta su corazón y cuan diferente se siente, jugar sin miedo a perder y ganar solo para presumir de un resultado, que solo sirve para recuperar algo del crédito perdido, aún sabiendo que ello, se puede volver a hacer añicos en unas cuantas horas.


El balon hace una pausa

Mientras en la Videna, los encopetados representantes de los clubes, se reúnen entre bocaditos y sorbos de líquidos efervescentes, para el sorteo del fixture de nuestro torneo doméstico, el balón ha quedado adormitado después de su cansado viaje desde la ciudad heroica. Le toca hacer la siesta después de digerirse un atracón de partidos que tiene confundidos a los hinchas, que no le encuentran pies ni cabeza a un torneo, difuso, enmarañado y hasta cierto punto impreciso.

Se han despejado los cielos de las incertidumbres y ya los equipos tienen un panorama mas claro de lo que les toca de aquí en adelante. Ya se definieron los grupos pares e impares (no sé de donde salió esta idea) que agrupa a los equipos según su puntaje, en una suerte de “chocolateo” para sacar el boleto de la pareja de baile. Lo que queda claro es que no habrá clásico, por lo menso en esta liguilla. Pero los siempre llamados candidatos, la tienen harto complicada, pues el sorteo, mas allá de brindarles los rivales de turno, también les adjuntan su lugar de residencia y donde su condición de visitante, va a pesar en demasía.

Juan Aurich, ha sido el campeón de la regularidad (no ha existido otro premio oficial) y lidera la serie impar junto a Cristal y Alianza como sus rivales a vencer y a quienes como mayor dificultad les toca jugar en campo sintético, donde los íntimos han tenido mejor perfomance que los cerveceros, pero todos van a tener que subir a dos ciudades de altura: Recuay y Ayacucho, menudo problema antes de empezar a subir la cuesta, en el tramo previo al “play off”.

El grupo de pares, lo encabeza la U, aunque va a tener que jugar en Huancayo, Cusco y Arequipa, no tiene la dificultad de los campos sintéticos y además lleva seis puntos de ventaja sobre el Huancayo, un rival temible en su casa y que cuidará a muerte. Cienciano viene siendo irregular desde su fundo dirigencial y Melgar puede que se convierta, en el “patito feo” que no gane puntos, pero tampoco deje que se los lleven otros.

La novedad es que van a poder estar en cancha. Cuatro extranjeros, poniendo como condición que se debe haber acumulado mas del 70% del total de la bolsa de minutos, cuyo total es de 2,420. Esto beneficia solo algunos equipos, dentro de los cuales están la U, Alianza, Cristal, Aurich, Huancayo, Ancash, A. Atletico, entre otros, pero deja fuera de juego a la San Martin, Vallejo, Galvez y Cienciano. En teoría esto es una ventaja pero solo de manera individual. La efectiva franquicia que pueden tener lo equipos son sus puntajes acumulados hasta el momento y que serán sus mayores armas con las que afrontarán el resto.

Así está pintado el panorama del fútbol local, el hincha peruano hace una pausa y se alista a otra jornada de eliminatoria mundialista, que la digiere con aroma desabrido, melancólico y hasta con desidia. El balón del fútbol nuestro, hace una pausa y desparrama su cansancio en un rincón de la casa, después del descanso, saldrá de nuevo a rodar por las canchas, acompañando nuestra a veces insana pasión por el fútbol, pero que nos llena la vida cada fin de semana.

Cumpleaños con sabor a merengue

Yo era aún pequeñuelo, cuando empezaba a sentir el fútbol en la piel. Eran los tiempos en que mis amigos eran hinchas de la U o de Alianza. Tiempos en que aún no se percibía la parafernalia que hoy envuelve al fútbol, con su publicidad mediática, que puede influenciar a un niño, con solo presionar el botón de su computadora. Tiempos en que decidías por uno de los dos, a veces mas por convencimiento amical, que por algún sentimiento interno o normalmente, porque nuestro viejo, nos infundía la pasión desde pequeños, en cada relato de sus vivencias juveniles.

Mi padre era un confeso hincha del Cristal, porque trabajaba en la cervecería y se hizo seguidor, desde que se llamaba Sporting Tabaco. Me contaba que Rafael Asca descolgaba el balón con una mano, pero admiraba a Valeriano López, porque entraba como una tromba al área y su cabezazo era una patada mortal. -Era de temer el negro- Me decía. En cada relato, siempre encontraba una anécdota distinta, pero tenía una especial devoción, cuando recordaba al gran “Lolo” Fernández, había en sus ojos un brillo especial cuando hablaba del goleador. A veces, cuando me contaba que podía hacer 5 goles en un solo partido, pensaba que exageraba y mas de una vez, puse en duda que rompía redes y que incluso en algún partido se tiró abajo un arco o que lograba meter goles con todo y arquero. Aquella leyenda la comentábamos entre los amigos, que aún éramos unos mocosuelos imberbes que dábamos rienda suelta a nuestra alegría, corriendo cándidamente detrás de un balón y “Lolo”, era una especie de héroe mitológico que solo conocíamos por narraciones, pero que ya era un referente en nuestras aún nacientes memorias.

Nunca fui crema, porque aquella vez en el estadio, cuando mi viejo me llevó a ver a su Cristal, vi al “Cholo” Sotil y desde ese día sentí, que mi franja me acompañaría por toda la vida. Pero vaya que he sentido una envidia ajena para con la U y su linaje aguerrido, todo pundonor y garra que le llamaban. Desde chico fue el rival a vencer, al que siempre respetamos y el que tenía mas hinchada (se disputaban la otra mitad con Alianza). Tremendos partidos que vieron mis ojos. Por la memoria desfilan tantos y buenos jugadores que se pusieron su camiseta. Aunque nunca pude ver a “Lolo” Fernandez, si vi a un Roberto Challe, aquel maestro que parecía jugaba con una computadora en el cerebro. A Lucho Cruzado y Nicolás Fuentes con su elegancia y al legendario zaguero, llamado Héctor Chumpitaz (lo subrayo por respeto). A un goleador por excelencia como “Cachito” Ramirez. Un emblemático “Trucha” Rojas, un extraordinario wing, como Juan Carlos Oblitas o un avión hecho futbolista como JJ Muñante. Recuerdo con nostalgia como un emblema edil y dechado de virtudes futbolísticas, llamado Germán Leguia, salvó de la baja a mi franja y se fue a vestir de crema, porque ese era su destino, su legado y su vida entera. Mas cercana a la memoria, la leyenda de “Lolo” se reencarnó con el “Puma” Carranza, con toda la efervescencia de la trinchera norte, se hizo pasión con Roberto Martínez y la devoción crema creció con ese hincha que se bajó al verde, llamado “Chemo del Solar (jugador por si acaso). Tantos símbolos y nombres ilustres que la memoria se va quedando corta. Sería mezquino dejar de lado a los buenos entrenadores, desde Marcos Calderón, Scarone, hasta el mismo Ángel Cappa, hoy confeso hincha crema. Los extranjeros memorables desde Techera, Ballesteros, Silva, hasta Jorge Amado Nunez

Hoy que la U cumple 85 años, se hace mas lejano, aquel sueño juvenil de José Rubio y Luis Málaga, en las aulas de la UNMSM, que se fue haciendo realidad y junto a los Plácido Galindo y los Quiroz, De las Casas y Astengo, para fundar la Federación Universitaria de Fútbol, lo que después se convirtió en Universitario de Deportes. Aquel sueño, que ha sido compartido por cada corazón crema, ha permanecido altivo en el paso del tiempo. Cuando se hizo el primer campeón del torneo descentralizado y el primer equipo peruano, en participar en una Copa Libertadores, disputando la final. Y vaya que hay muchas hojas por leer en el libro de historia crema en estos torneos. Denominado el equipo “Copero”, nos dejó un recuerdo imborrable, allá por el 72’ cuando, prendidos al radio transistor, “Pocho” Rospigliosi nos hacia vibrar con “Ovación” desde el mismo Avellaneda y recuerdo haber sentido rabia, cuando nos daba el resultado final que dejaba a la U sub-campeón de América. Ese día no me sentí crema, pero si muy peruano.

Tengo muchos amigos, acérrimos hinchas cremas. Pero hoy recuerdo a Javier –un crema a muerte y amigo entrañable- siempre nos unió la misma pasión por el fútbol, pero nos dividía los colores de camiseta. Pero tan fuerte, es nuestra amistad, que recuerdo con nostalgia aquel día, cuando estuvimos juntos en la tribuna oriente, partido de Copa Libertadores, el estadio era un jolgorio. Estábamos abrazados, él lloraba emocionado y yo gritaba desaforado. En ese momento era un hincha más de la convulsión merengue en toda la tribuna. El “Cenizo” Nunez había hecho el segundo gol, el del triunfo crema, que yo compartí con mi buen amigo. Ese día no me sentí crema, pero si un amigo de verdad.

Dicen que la U, tiene lo que al fútbol peruano le falta: La garra. El laureado Mario Vargas Llosa: describe que la U tiene pundonor, locura y corazón a la hora de salir a la cancha. Un factor emotivo y pasional. Angel Cappa dice que la U es especial, porque lo hizo feliz cuando tenía todo para no serlo y no quiere regresar, para no borrar, los buenos recuerdos que ha dejado. Sus emblemáticos jugadores, dicen que la U tiene esa esencia especial que baña el espíritu y contagia de raza al que se pone la camiseta, que logra hacerlos más que jugadores en fanáticos. Dicen sus hinchas, que esa camiseta crema tiene un no sé qué, una especial forma de encandilarte, acaso sin importarle dos centavos, que su color original, haya sido blanco y que se hizo crema, por error de lavandería y que hoy sea una de las tantas anécdotas, de sabor merengue. O como rezan los dichos de la Trinchera Norte, el bastión crema que tiene como lema: Morir de pie para no vivir eternamente arrodillados.

Como sea que cada hincha crema sienta su devoción, hoy tiene una buena razón para inflar el pecho con orgullo. El tiempo lo ha hecho fuerte y aprendió que la esencia del hincha es saber soportar los momentos difíciles, que su aliento jamás debe decaer y que aún en la derrota o en los problemas, se puede ser más grande. Porque en el fútbol, existen los triunfos y las derrotas, pero que es más valiosa la dignidad y que por muy difícil que resulte un partido, cada fin de semana siempre habrá oportunidad para la revancha.

FELIZ CUMPLE CON SABOR A MERENGUE, para todos mis amigos de corazón crema
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Con la fuerza de un León

"Si ve una bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón que está de moda".

Era el grito que bajaba de la tribuna, allá en finales de los 60, en la Argentina y en toda América. Eran las gargantas de esa afición que deliraba en cada partido del Estudiantes de La Plata, aquel equipo del extraordinario Juan Ramón Verón y del exuberante Osvaldo Zubeldía, que hizo historia en las Copa Libertadores del 68, 69, y 70. Eran los tiempos del fútbol aguerrido, pero vistoso, ese fútbol de mística enteramente ganadora que podía pararse en el emblemático Old Trafford y ganarle la Copa Intercontinental al poderoso Manchester United, solo por citar un marcado detalle. Aquel equipo de espíritu cojonudo, fue creando esa mística para una nueva generación.

El equipo "pincharrata" fue haciendo su propia historia. Juan Ramón Verón o la "Bruja", fue uno de sus máximos referentes y es toda una institución para Estudiantes. Tuvo una carrera exitosa, disputó cuatro finales de Libertadores y tuvo un paso triunfante por el fútbol europeo. El día que nació su hijo, Juan Sebastián, él estaba disputando un clásico argentino y su entrenador era nada menos que Salvador Bilardo, un "pincha" emblemático, quien haciendo gala de sus artimañas, le ocultó la noticia hasta que finalizó el partido. Aquel día la "Bruja" definió con un golazo y una buena nueva lo esperaba en casa, para darle vuelta al ciclo de vigencia de su ilustre apellido.

Hoy la "Bruja" tiene 65 años y a casi 40 años de la última conquista de la Libertadores, ve con alegría, como el equipo de su corazón, ha vuelto a escribir su nombre, en la placa sacrosanta que solo tiene destinado un lugar para los grandes. Esta vez, su alegría es mayor, pues en la cancha, hay una parte suya que llora y se abraza con todos, que corre como niño y solo atina a desfogar su inmenso júbilo que le desbordan los sentimientos. Es su hijo, Juan Sebastián, o la "Brujita" como más lo conocen. Un jugador de temple, quizás diferente a su padre, pero con la misma personalidad para pararse en una cancha de aquí, de allá, de local o de visitante.

Y vaya si es importante Verón, en este nuevo Estudiantes. Si empezar perdiendo una final es difícil, mucho mas si es ante un rival Brasileño, como Cruzeiro y en Belo Horizonte, ante 70,000 almas, ya es bastante decir. Pero allí se vio esa mística "pincha" de sus antecesores. Remontar con coraje un marcador para superar el batucazo de Henrique que sorprendió a todos, menos a Verón, que mantuvo la calma y generó fútbol y jugó con la fuerza de un león, poniendo el corazón en cada pelota. Así vino su desplante para dejar habilitado en pase estupendo a Cellay, quien la mandó al núcleo brasileño, para que la "Gata" Fernandez la pueda añadir con clase. Después cobra un corner, con un efecto hacia fuera que Boselli, gana en el mano a mano y desata la euforia argentina. Después un tiro libre, paso silbando el vértice, que si entraba, cerraban el Mineirao y nos íbamos todos a casa.

Es la importancia de un jugador para un equipo. No tendrá el desplazamiento veloz, ni tampoco las virtudes de un habilidoso imitador maradoniano, pero a despecho que los años castigan su permanencia en el fútbol, pareciera que sus 34 años, se hicieran nada, cuando hace gala de su talento para leer un partido, jugar en primera o ejecutar su potente pegada.

Verón, es el distinto de este "pincha" que se ha convertido en campeón de América. Los nuevos "pinchas" que han seguido la huella que le dejaron los padres y los abuelos, tan hinchas como el mismo Juan Sebastián, que cual "hijo pródigo" después de pasear su clase por la Sampdoria, Parma, Lazio, Internacional, Manchester United y Chelsea, ha vuelto para cerrar un ciclo virtuoso, que se ha coronado con esta vuelta olímpica, que quizás sea la mas importante en su vida, pero también la última.

Dos cabezas piensan mejor que una

Cuánta razón tienen los que saben, cuando dicen que el fútbol es un cúmulo de afinidades y desavenencias, que solo se gana un partido cuando se sabe sacar provecho del yerro del rival, cuando se impone la inteligencia sobre la fuerza, el talento ante la vehemencia y se riega sobre el césped, eso que a veces cuesta tanto en un partido de sangre caliente: La Paciencia.

Un clásico que presentaba un marco espectacular, pintaba para ser un partido trabado desde el vamos, que marcaba distancias individuales, pero solo para la estadística. Un clásico como tantos otros, solo que esta vez, el escenario se había vestido de crema y no dejaba espacio para una sola banderola blanquiazul.

Costas, frente a Reynoso asemejando estar en un juego de estrategia detrás de sus controles remotos, frente al TV de 50" que mostraba un campo de batalla virtual a punto de empezar. El rioplatense, precavido a guardar el orden atrás y descargando su confianza a su tridente amenazador, con Montaño, Sánchez y Fernández, para apretar desde el inicio. El "Cabezón" apelaba a una suerte de guerreros sin nombre, casi todos del mismo tamaño y con la esperanza de encontrar la red penetrando diagonalmente, con Espinoza y "Toñito" Gonzales, zurciendo los pasos que perdería Solano, ante una marca predecible, pero confiado al toque y desmarque de Labarthe y la arremetida punzante de Orejuela.

Es en estos partidos, donde las figuras individuales toman cuerpo y se hacen importantes, en la medida que trascienden para el desarrollo del juego y son los referentes a ponerse el equipo a las espaldas. Montaño, pudo ganarse la roja infantilmente, muy temprano, pero siguió en juego, para empujar, hacer la pausa y generar peligro con un pase gol o una falta. Solano no estaba en el partido, tapada su visión con Jayo y Ciurlizza, era Toñito Gonzales, el que sobresalía en una U que jugaba como visitante. Por eso muy rápido el marcador de abrió, como consecuencia de una jugada vistosa del tridente blanquiazul. Sanchez que remata y Bazán se estira al máximo, dejando regados, el balón para que Fernández la anide y su hombro, que se fraccionó como la defensa crema que se quedó perdida en la sorpresa.

A veces, los cambios intempestivos hacen tanto bien, como los goles tempraneros o pueden ser tan fatales, como las propias ausencias o el manejo de un resultado. Llontop, atajó su primera pelota y desde allí se hizo dueño de su posición. Alianza perdió a Montaño, era un solo jugador aliancista, pero en la cancha parecía que le faltaban como tres. El duelo de estrategias, llegaba a su punto crítico, mientras Reynoso, cambiaba muy suelto de huesos a su mejor hombre -hasta ese momento Toñito Gonzales- buscando profundidad. Por el otro lado, Costas no encontró mejor manera de hacerse un autogol, con una lectura tergiversada, mandó a Trujillo, renunciando al fútbol de Quinteros y después terminó de desarmar su tridente, para dejarle espacios a Solano que cobró protagonismo.

Es un mal endémico de nuestro fútbol. La bendita pelota parada, que se origina de faltas a veces creíbles, otras necesarias o simplemente las que resultan estúpidas, como infantiles, por decir lo menos. A Solano lo pueden guardar en el camarín 80 minutos y como en el básquet, solo sacarlo los últimos 10' para que le pegue en una falta. Y es que el Ñol, no patea, acaricia con un guante el balón y la pone donde quiere. Para despecho aliancista, esta vez la puso primero en la cabeza de Labarthe, que hizo lo que manda el código, cuerpo arqueado, giro de cabeza y adentro. Luego a Piero Alva, que ganó la posición a Uribe q se dejó estar y se llenó la boca de gol. Un gol que lo gritó la mitad del país y el "Zorro" lo celebró como el mismo lo siente, como hincha crema que es.

Se puede decir que este clásico no tuvo fútbol, pero si mucha fibra. Reynoso, se encontró con el infortunio de Costas que deambuló en las ideas concretas y careció de un plan de contingencia ante la ausencia de Montaño. La U no podía pasar el cerco aliancista, pero fue paciente para esperar el momento oportuno, pudo no haber ocurrido, pero cuando se habla de la garra crema, hay ocasiones en que no debería sonar a leyenda, porque los cremas le pusieron vértigo en la parte final y digamos que el resultado, fue un premio a su constancia, aunque el banco aliancista, le dio un cheque en blanco y se quedó sin fondos.

Hoy hay caras felices, ante un triunfo valioso, traído desde los escombros y otros compungidos ante la fatalidad y la precaria suma de argumentos para asegurar, lo que hasta el minuto 80 era una alabanza al orden colectivo. Dicen los que saben, que el fútbol tiene sus caprichos y que los clásicos no solo se juegan, se ganan y para ello, ya no hay tiempo para aprendizajes. Se puede perder con cualquiera, menos con el eterno rival. Son las derrotas que duelen mas, que tardan en olvidarse y se hacen visibles en el tiempo. En el fútbol de hoy, si no puedes encontrar la red con los pies, se hace necesario tener paciencia y pensar, aunque para ello se deba aceptar que dos cabezas, piensan mejor que una, o por lo que se vio en el clásico, dos cabezazos, que pudieron cambiar toda una historia casi concebida.