Con el pantalón en la mano

Mi amigo Fernando es aliancista hasta los huesos. Y como tal tiene su especial forma de sentir el fútbol. Ser el palomilla de barrio, con la esencia de pueblo y la viveza que entrega la esquina. La alegría con la que disfruta patear un balón y la quimba y la sandunga que lleva en la sangre. Es de aquellos que cuando jugamos la pichanga de los miércoles, se faja entero para ganar siempre. No le importa cómo, ni con qué, ni no sé quien, ni no sé cuantos. Lo único que le interesa es que su record imaginario de partidos ganados sume la balanza de su orgullo apasionado. Ello a veces lo hace pecar en excesos, pero logra siempre salirse con la suya. Quizás en sus adentros defienda más su propia causa vencedora, para evitar que al siguiente día lo vayan a embromar, que el mismo hecho de ir a divertirse a la cancha y que el resultado sea una mera casualidad.

Y vaya que su Alianza, anoche me hizo recordarlo más que nunca. Un comienzo prodigioso donde los primeros 10 minutos las virtudes futbolísticas de sus hombres, hicieron pensar que la noche contra el “pincha”no fue un espejismo. El “negro” Gonzales bien parado y un Quinteros exquisito para hacer jugar al “Zorrito” Aguirre. Un Joel Sanchez endiablado por la banda izquierda y “Zlatlan” Fernandez fulminante en el área. Fueron los mejores momentos del partido, un cambio de ritmo acertado, rotando el frente y haciendo de la velocidad y la precisión su mejor gala. El juego a un toque se tiró abajo muy rápido el andamiaje defensivo que trajo consigo el Bolívar. Jugada peleada de Sanchez por la banda, que recoge Aguirre y encara como siempre y como nunca, a pura potencia llega al fondo y saca un centro perfecto para que Fernández, entregue toda su humanidad y meta el testarazo que hizo saltar la tribuna, donde estaba mi amigo Fernando y sus fieles amigos aliancistas.

Esa alegría duró tanto como la misma realidad íntima. El inicio esperanzador, se fue haciendo drama y la presión empezó a desesperar la paciencia, abriendo las brechas de la desconfianza. Alianza soltó las marcas y fue cediendo terreno al rival, que apelaba a generar juego simple, abriendo la cancha, ganando todos los balones, presionando las salidas, y contragolpeando con sentido aunque sin claridad. Cada pelotazo jugado a las espaldas de la defensa, desnudaba las falencias que han hecho de este Alianza, un equipo que ataca bien, pero es demasiado vulnerable cuando pierde el balón. Bolívar no pisó nunca el acelerador, pero se dio maña para generar ocasiones claras. Pudo empatar e incluso para voltear el marcador. De allí para adelante, Alianza empezó a jugar con nervios y ansiedad, con la presión de buscar el resultado y los ímpetus de mirar el reloj con angustia. Entonces toda aquella alegría inicial, se fue diluyendo como agua entre los dedos.

En esos momentos se requería aspirar el aire de la tranquilidad, ser inteligentes, dejar que el rival se venga para matarlo con la potencia del “Zorrito” Aguirre. Salir un poco en defensa para presionar lejos del área y dejar que el vértigo se disperse por las bandas. Pero Sanchez se fue perdiendo en errores y contagió a Tragodara. Vilchez no agarraba ni su sombra y Sosa con Villamarin eran un par de “Picapiedras”. Gonzales se fue quedando solo y era Aguirre el único que metía peligro, porque hasta Fernandez se fue apagando como velita misionera. Cada ataque Boliviano hacía que el hincha apriete los dientes y sude más de la cuenta. Entonces, recordé a mi amigo Fernando, que de pura cábala no llevó su camiseta y miraba con impaciencia el reloj. Su Alianza siguió en lo suyo, pensando en obtener el resultado, sea como sea. A las buenas o a las malas. Con no sé quién y no sé cuantos. Por la razón o por la fuerza o por lo que Dios mas quiera. Si Alianza aspira a llegar lejos, anoche el Bolívar desnudó las groseras carencias defensivas. Costitas, hermano, un consejo de pata: Fíjate en el contrato del “cacho” Ithurralde, Uruguayo él, que vino con el Bolívar, tiene el porte y el perfil justo y calza con las necesidades inmediatas de tu defensa. Hazme caso hermano, habla con “Pocho” por ahí que te soluciona el fondo, que es una puerta abierta. Que conste que te avisé.

El pitazo final, fue un bálsamo de tranquilidad a esta angustiosa espera. Han pasado 12 años para que Alianza pueda pasar a otra etapa de una Libertadores. Pero esto no queda allí. Si anoche mi amigo Fernando, se fue silbando bajito, es señal que en el fondo de su corazón íntimo, sabe que la otra fase no es la misma y si no cambia su equipo, esta clasificación se perderá entre las hojas vetustas de las estadísticas y pasará a ser una simple anécdota más, en el libro de los sueños perdidos. O quién sabe, termine siendo como el propio record imaginario de sus partidos ganados en las pichangas de los miércoles. Anoche, Fernando se fue contento, se fue abrazado de los buenos amigos, porque se consiguió el objetivo, pero no se fue tranquilo, porque este Alianza, no jugó bien y merece ser el mismo del arranque esperanzador, ese que tuvo hasta visos de locura y espejismos de utopía extrema para nuestro fútbol. Este, su Alianza, no merece darle tantas angustias y nunca como anoche, y como cada miércoles, lo haya hecho ganar, pero con el pantalón en la mano.

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