Amigos y compadres en la Victoria

Los amigos se encuentran fuera del estadio. Se conocen del trabajo y han compartido muchas cosas en común, con sus familias, con sus hijos que también son amigos y los une un sentimiento de amistad entrañable. Pero esta vez es diferente. Es día de clásico y unos han pintado su cuerpo y su alma de crema y los otros tienen el pecho blanquiazul. En la puerta se saludan y se despiden al mismo tiempo. Es hora de entrar a Matute, que ya revienta su aforo y cada uno intente buscar su lugar, aglutinar sus emociones junto a sus correligionarios y prepararse a romper la garganta. Esta vez hay una barrera de sentimientos que los distancia y los pone frente a frente, cada quien con su propia insignia. Durante 90 minutos, serán rivales.

El pitazo da inicio a la contienda y en la tribuna los amigos se divisan a lo lejos. Los de crema se persignan junto a sus hijos y los blanquiazules imploran al cielo una oración piadosa. Es un inicio intenso, con mucho vértigo, Montaño intenta liderar a este Alianza que se le nota con mas vitalidad, mientras Solano ya ha despachado hasta tres pases seguidos con prolija exactitud, es un partido de media cancha y sin profundidad. Un ida y vuelta timorato que no inquieta las vallas, esta U se ve cansada, después del inicio vertiginoso, ha comenzado a decaer y sus flancos se ven rebasados continuamente. Alianza intenta, la U aguarda, Alianza embiste y la U resiste. Es un inicio de rostros inquietos para los amigos blanquiazules y medio temerosos para los cremas, el periplo mexicano puede pasar factura, piensan.

El fútbol es una cuestión de oportunidades y se derivan de aprovechar los errores del rival, si no lo haces, juegan en tu contra. Montaño apila rivales y soporta la marca, el moreno disimula su humanidad con esa picardía propia que posee, amaga uno hasta dos pases y de espaldas al arco, suelta un taconazo, brutal, espléndido que le hace el "caño" a Quina y llega limpio a los pies del "Zorrito" Aguirre, para que defina. El aliancista remata y Fernández en una acción felina, ataja el disparo. Aquí hacemos una pausa al reproductor y lo ponemos en cámara lenta. Resulta increíble y hasta grosero, que un delantero, de selección, venido de Europa, falle tan clamorosamente -y no es la primera vez- justamente en un clásico. Pero así es el fútbol, pueden decir algunos, hasta los mas famosos fallan, podrían decir otros, aunque ello suene a una disculpa estúpida. Los amigos en la tribuna, tienen distintas reacciones, los íntimos lo putean y los de crema solo sonríen nerviosos.


Por la trascendencia de este clásico, pudieron haber otras oportunidades y otra actitud, pero la historia, marca un antes y después de esta jugada, crucial para el resultado. Quizás se hubiera escrito de manera diferente. A la U le hubiera costado mas que Alianza remontar el resultado, porque ya venia disminuido físicamente. Este primer tiempo se esfuma con intervenciones determinantes del "gato" Fernández, que antes de irse al descanso, ya tenía el cartel de figura de la cancha. Señal que Alianza atacaba, pero sin contundencia.

Si alguien llegó a Matute, con un pasado perdido y un presente venturoso, ese era Juan Reynoso. Vestido para la ocasión, se puso de negro, como para enterrar sus recuerdos y vivir con intensidad su momento. Aquella pelota parada de Ñol que fue a parar a la cabeza de Galliquio, es una jugada calcada de cuando él jugaba, justamente por este Alianza y también por esta U que lo cobija. Juan habrá recordado cuando sus compañeros, arremolinados le hacían cortina, para que pegue el testarazo justo, casi sin esforzarse y anotar en ese mismo arco, donde ayer lo hizo celebrar como antes. Por eso "Tyson" fue a brindarle al "Cabezón" el resultado de la lección aprendida.

Los amigos van aflojando su entusiasmo, los cremas saltan embelesados y los íntimos ya tiraron la toalla. El pitazo final los coge en las gradas, unos masticando su bronca y los otros solo dibujando una regocijante tranquilidad, el partido ya ha perdido intensidad y abajo, el "Negro" Galvan, junto a Revoredo y Fernández, se hicieron fuertes en la angustia y sopesaron el ímpetu, las ganas y hasta el desorden aliancista, basado solo en eso que está escrito con letras rojas, Garra Crema, que le llaman.

Pude golearte, dice el aliancista. Ya está, dice el merengue, la garra crema se impuso de nuevo. La próxima te gano amenaza otro aliancista. En cualquier estadio nunca podrán, la U es la U, responde el pequeño vestido con la camiseta de Ñol. Unos felices y otros tristes, son las caras de este clásico que fue pobre de talentos, pero vibrante porque el hincha así lo quiso. Los amigos salen del estadio y se desprenden de sus camisetas y nuevamente se abrazan, esta vez el abrazo es sincero porque es de amigo, pero unos se van dolidos y muy fuerte en el orgullo, mientras los otros sonríen complacidos. Y es que se podrá perder contra cualquiera, menos contra el compadre, contra el clásico rival. Por muy amigos que sean, estas derrotas duelen más.


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