Que la paz sea con usted compadre

Los clásicos no se juegan, se ganan. Esa es la doctrina de esos fervientes devotos, que se visten de emociones y reparten sus velas de éxtasis, cada vez que hay una camiseta crema frente a otra blanquiazul. Es que pueden ser diferentes las circunstancias o distintos los ánimos, pero cada vez que se juega un clásico, el hincha revive de entre su realidad y se contagia de esa palpitación agitada que lo incentiva, para fragmentar la grada con sus saltos y reventar los pulmones con sus cánticos. Alianza y Universitario, salieron tomados de la mano y enarbolando una bandera blanca por la paz. Un mensaje a la tribuna, que intentaba pinchar las conciencias de esos malos hinchas, que habían escrito con sangre, las hojas de ese libro llamado fanatismo, a veces insano, a veces tan incomprendido o mal utilizado por aquellos que confunden la pasión del fútbol, con la violencia y el pandillaje delincuencial.

El cielo no se quiso perder de esta tarde y abrió su ventana para dejar salir un solcito invernal que empezaba a calentar los ánimos y pintar emociones en este matute, que debía ser el fortín donde cayeran las grandezas cremas y revivan las almas blanquiazules. Un clásico así sea por la paz, por la pobreza del mundo o los animales en extinción, se juega a mil por hora, con los dientes apretados, con la cara seria y la sangre caliente.

Un inicio con emociones repartidas, con vértigo y demasiada tensión. La “U” era el que tenía el carro nuevo, de paquete, estaba asentando el motor y no quería arriesgar a pisar el acelerador a fondo, menos en una pista ajena a sus confianzas. Alianza era el necesitado de puntos, que son su medicina, porque es el enfermo que está en terapia de recuperación, pero depende en demasía de su actitud para seguir viviendo, su médico de cabecera, Venezolano él, ya ha brindado su diagnóstico y este, era el inicio de otras tres pruebas cruciales, que lograrán volverlo a la vida o enterrar sus ilusiones junto a su paciente.

Viendo el despliegue del “Toñito” Gonzales y la solvencia del “Goyo” Bernales, en bando crema, nos preguntábamos que diablos hacía Cevasco en la selección. Viendo la alegría de Manco, comprobamos, que Páez recuperó al chiquilín al darle minutos y mucha confianza. En su partido de despedida antes de enrolarse al PSV holandés, mostró el nivel que siempre le quisimos ver, ese desequilibrio que marca su gambeta endiablada que esperamos regrese consolidada del viejo continente. Viendo la parsimonia de Montaño, comprobamos que juega a placer y brinda su clase a cuentagotas, no se entienden los motivos, pero el colombiano, con Alianza, viene acumulando varias facturas pendientes.

La parte final fue igual de intensa, vibrante, con harta adrenalina en el verde y mucho éxtasis en la tribuna. Minuto 30', “Toñito” Gonzales –para coronar una gran actuación- se viste de genio y habilita de manera perfecta, para que Neyra, a punta de musculatura y ganas, le gane el duelo a Salazar batiendo a Bologna con puntillazo letal que festejó socarronamente. La respuesta vino rápida y de Montaño que se animó a dar un poquito mas, para meterse al partido, habilitación por izquierda, centro de Fernandez que cruza el cielo crema, el “Zorrito” Aguirre, aparece como un fantasma, vestido de bombero y con toque sutil descoloca al “Gato” Fernandez, apagando el incendio que amenazaba chamuscar matute.

Si algo dejó al final este clásico, ha sido la responsabilidad de ambas escuadras, para asumir cada uno jugar entregados a no dejarse vencer. La actitud de cada jugador para disputar cada balón como si fuera el último. Quizás mirando la tabla, Alianza sea el mas afectado y ello se ha visto reflejado en esos rostros adustos de sus hinchas a la salida del coloso victoriano. La “U” se fue silbando bajito, muy tranquilo, encendió la radio del auto nuevo y solo apuró el acelerador para llegar temprano a casa.

Un clásico por la armonía, para brindar un mensaje que el fútbol no debe engendrar violencia. Un clásico que repartió emociones, puntos, gritos y euforia. Un clásico por la paz, esa paz que se desearon al final los “compadres”, aunque cada uno se haya ido con distintos ánimos, distintos destinos, pero un mismo sentimiento que es el fútbol.

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