Los pecados ajenos de un futbolista

Miguel es un padre abnegado. Está desempleado y hace esporádicos trabajos de albañilería. En el barrio lo llaman “Miguelón”. De sus hijos, Eduardo, es el engreído, porque se parece mucho a él y aunque Ángela -su hija menor- tiene la carita dulce, el hijo hombre, de alguna manera, lo hace verse reflejado. Miguel es un apasionado del fútbol y tiene entre sus frustraciones, el no haber llegado a ser futbolista profesional. Cualidades no le faltaron, su porte de moreno alto y bullidor le dieron en su momento la posibilidad de ser un centro delantero de renombre. Un accidente lo dejó con una cojera permanente y la visión borrosa.

Eduardo, juega alegre con sus amigos y muestra a sus cortos nueve años, muchas condiciones para el fútbol. Entre los amigos de “Miguelón, comentan la cantidad de dinero, que ganan hoy en día los futbolistas. Los que han visto a Eduardo, le auguran un futuro promisorio. El mozalbete, aún no percibe que su padre lo ve como la posible solución a todos sus problemas y la vía más rápida para salir de la pobreza. En ello anda preocupado y confía ciegamente, que del Alianza Lima –donde está jugando su chico- dé el paso hacia la consagración y pueda ser un nuevo ídolo del fútbol peruano y algún día jugar en Europa.


Michael, es un muchacho de clase media, que desde muy pequeño apuntaba a ser figura en el fútbol, sus padres siempre le dieron su apoyo incondicional. El ser de familia acomodada, le brindó un plus adicional, que no tenían otros chicos de su edad y era común que lo lleven a entrenar a la Florida, en el Rímac, donde siempre llegaba en la camioneta de su padre. Fue jugador desde infantil y pasó por los niveles juveniles, hasta que lo pasaron a integrar el primer equipo, donde hoy se erige como uno de los mejores delanteros del Cristal. Su porte y velocidad lo hacen diferente a los demás y a sus cortos 18 años ya lleva un mundial Sub-17 a cuestas. Es muy posible que el próximo año se vaya a jugar a Europa, su padre –quien es su apoderado- ha declarado a la prensa que hay un 90% de posibilidades de concretar el traspaso, ello prácticamente garantizará el futuro económico de Michael y también, como no, el de su propia familia.


Adrián tiene 23 años, pero ya es un jugador consagrado. Juega en uno de los mejores equipos del calcio italiano. A despecho de su juventud, ha sido seleccionado varias veces. A nivel internacional ya es muy respetado. Su cotización ya bordea los 10 millones de euros y existen muchos clubes que están interesados en sus servicios. Un tema de negada paternidad, le acarreo problemas judiciales que han sabido solucionar, los consejeros de su entorno. Acaba de anunciar que va a tener su segundo hijo y saborea con deleite los privilegios que le brinda el fútbol. Asesorado por sus representantes, ha comprado propiedades en Lima y, ha sabido invertir bien su dinero en la bolsa europea. Prácticamente ha definido su futuro económico a tan corta edad. Cuando le toca vestir la casaquilla nacional, la afición cifra en él sus esperanzas, pero aún no ha podido revertir con creces a esa confianza. Algunos lo acusan de no dar todo de sí, otros lo defienden a ultranza. Adrián no se hace problemas y siempre tiene una buena excusa para respaldar, porqué destaca en su equipo y no en la selección.

Braulio y Alberto, son dos jugadores recorridos y triunfan también en Europa. Juegan en equipos de países distintos, pero se conocen de siempre. Han hecho su vida lejos de su patria, en un entorno diferente, lleno de comodidades y lujos propios de sus equipos de renombre que, continuamente luchan ligas de nivel superlativo. Braulio –el más exitoso- ha hecho una carrera al lado de jugadores de élite y en el firmamento internacional tiene un nombre bien ganado a punta de goles. Alberto, tuvo un paso previo por Argentina y de allí hasta la Liga Premier, en Inglaterra, donde ha sabido mantenerse, en base a calidad y su buen pié para jugar al fútbol. Ellos al igual que otros jugadores que militan en clubes europeos, han adquirido un nivel económico respetable y en nada se asemeja a lo que humildemente vivieron en su niñez, en su barrio y en su país. Aunque su edad, cercana a los 30 años, sea una desventaja, han sabido amasar una gran fortuna y hoy pueden avizorar un futuro favorable y cuando dejen el fútbol, podrán llevar una vida holgada.

Cuando Walter cumplía los 18 años, nadie tenía dudas que estábamos ante la mayor promesa del fútbol peruano. Su promedio de goles era insuperable y era el jugador de moda. Hoy a los 32 años, Walter es un jugador acabado, que ansía culminar su ciclo en el Alianza Lima, equipo que lo vio nacer. La vida alegre, libertina y desenfrenada, le pasó la factura en el fulgor de su éxito, cuando se creyó dueño del mundo, despilfarró dinero y también gran parte de su juventud, sin remediar el daño que se hacía. Nunca escuchó las voces amigas y la de su propia familia. Aquella promesa del fútbol, se quedó perdida en el tiempo y sus escándalos fuera del verde, fueron carne de cañón y portada de los pasquines y programas faranduleros de la TV. Hoy, Walter solo es un recuerdo marchito de aquellos buenos tiempos y lleva a cuestas un legado de arrepentimientos inútiles, que solo apaciguan sus cansados días que le quedan en el fútbol.

Huber Solis fue un prodigio del balón y nacido para el fútbol. Su nombre cruzó fronteras y hoy es recordado en Europa con mucho cariño. En el apogeo de su carrera, jugó en el Barcelona de España y dejó un grato recuerdo, que el hincha azulgrana guarda hasta hoy presente. Cuando le tocó vivir los buenos tiempos, su apego a la vida nocturna y el derroche de dinero, fueron un común denominador que acompañaba sus días difíciles. Nunca estuvo preparado para administrar el buen dinero que ganaba, gracias a su extraordinaria gambeta. Hoy cada vez que mira su foto y las figuras con quienes alternó, deja escapar una lágrima escondida, por todo lo que no supo aquilatar, en su momento de gloria. Su hijo Jordan –nombre en honor a un extraordinario jugador Holandés- que tiene su mismo estilo de juego, ha seguido su huella y hoy a sus 27 años, deambula en equipos sin nombre, solo para sobrevivir. Cuando todos lo tildaban de sucesor de su padre, llegó a militar en la U y el Alianza. El dinero que ganó, fue en mucho, gracias al nombre de su padre, pero lo dilapidó, tan igual o peor que su propio progenitor. Hoy ambos, no pueden mirarse al rostro sinceramente, por una cuestión de vergüenzas mutuas, falsos paradigmas y un orgullo maltrecho.

El fútbol deja muchas historias, algunas placenteras y otras afligidas, unas sobresalientes y otras patéticas. Personajes que una noche vivieron las penurias de la pobreza y al siguiente día, pululan los lugares prohibidos de la lujuria y la ostentación. Hombres que fueron niños nobles y se hicieron esclavos del derroche, de un dinero fácil de obtener, pero a veces tan peliagudo de administrar. Dinero que corrompe conciencias y conductas, que terminan por fragmentar sus propias responsabilidades. Dinero que pervierte integridades y hace que el sentimiento sea una simple forma de ganar adeptos. El fútbol hoy en día, es un negocio rentable, una industria. El futbolista ha dejado de ser un atleta, que demuestra su talento y encandila los ojos de los hinchas y defiende a muerte los colores que representa. Hoy en día, el futbolista, es un producto que se vende al mejor postor, una mercancía que se ofrece en vitrina y alimenta los bolsillos de ladinos personajes, quienes giran en su entorno.

El tiempo se irá llevando muchas tardes de fútbol, muchas alegrías y lágrimas que se desparraman en una tribuna. Los días se irán pasando como ráfagas de viento por el césped de una cancha de fútbol y cada mañana cuando el sol aparezca entre las cumbres de la indigencia, un niño, aprisionando su balón saldrá a divertirse, pensando emular a sus ídolos del fútbol. Quizás logre llegar muy alto o quien sabe termine, como tantos niños y jóvenes que desperdician su talento, perdidos en el anonimato de las drogas o el alocado desmadre de la delincuencia juvenil.

Mientras tanto Eduardo, podrá estar jugando ya en primera o quizás emigrando a Europa, en tanto “Miguelón”, pasará a ser, el favorecido padre del futbolista famoso y millonario; Ahora podrá operarse de su cojera y mejorar su visión. Michael, ya consagrado, le hará compañía a notables virtuosos del balón en Alemania, consolidando lo que fue su origen y su suerte para con la vida misma. Quizás al mismo tiempo, Adrián, Braulio y Alberto, a pesar de ser estrellas del balompié mundial, estén tratando de limpiar sus nombres, junto a otros compañeros, por un escándalo de alcohol, mujeres y lujuria, suscitado en un hotel capitalino, después de defender –con honor, según ellos- las sedas de la selección nacional. Lujos impropios –dicen algunas voces- que se suelen dar, cuando se tiene el dinero fácil y el raciocinio escaso.

Talvez Walter, haya logrado que Alianza lo contrate para terminar su carrera futbolística y así evitar la deplorable situación, de seguir avivando sus miserias. Quizás Huber Solís, se haya reconciliado con su hijo Jordan y entre la tertulia de unas cervezas sobre la mesa, charlen de lo distinto que pudo ser su destino, si hubieran sabido aprovechar su oportunidad. Al mismo tiempo recapacitarán que el fútbol, es una profesión de fácil acceso, pero de poca vigencia. Que puede traer mucha bonanza y un futuro privilegiado, pero que así, como brinda mucho dinero y puede crear jóvenes millonarios y transmutar familias, también engendra muchos pecados. Algunos son visibles, pero otros -la gran mayoría- suelen ser intangibles, y resultan ajenos a su propia vivencia, aquella que empieza, desde que se aprende a patear un balón y se arrulla, el añorado sueño de llegar a ser algún día, un gran futbolista.

PD:
Cualquier parecido o semejanza con la realidad, es pura casualidad y una cándida coincidencia.

1 comentario:

  1. Que gran verdad dentro de unos nombres ficticios que son fáciles de adivinar, supongo que la premisa de no chocar con los jugadores te hizo ponerle otros nombres pero se entiende perfectamenete a quienes se trata.

    Definitivamente el futbol actual es un negocio y los mas perjudicados somos los hinchas que vamos al estadio, pagamos nuestro billete y encima nos tratan con despercio, en fin per si es cierto amamos al futbo, por sobre todas las cosas.

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