Argentina: El legado de los botines mágicos

El día que el D10s del fútbol, Diego Maradona, decidió marcharse de las canchas del fútbol, lo hizo sabiendo que debería dejar un legado, un heredero, que supliera su ausencia, para no resignar a los amantes del deporte más lindo del mundo, a quedarse sin alegría, afligidos y tristemente aferrados a su melancolía. Desde el olimpo imaginario del mundo futbolístico, el D10s lo fue creando –casi sin quererlo- sobre la base de su desidia por la vida y en cada acto indigno que el mundo condenaba con frenesí, pero también con estoicismo, porque en el fondo avizoraba que algún día el cielo se apiadaría de su ausencia y enviaría a la tierra, ese prodigio que llenaría el vacío de ilusiones y expectativas para devolverle la sonrisa perdida.

Y el D10s colgó los botines un día, abrió la puerta de su vitrina de cristal y les dio su bendición, allí se quedarían a la espera que apareciera el sucesor, el privilegiado mortal que se los vuelva a colocar para reverdecer tantas y maravillosas obras de arte con el balón. Dejó caer sus anhelos en la comodidad de sus decisiones y de tanto ir a hinchar por su Boca de toda la vida, descubrió un jugador distinto, elegante, fino, brioso y arrojado, en suma, un torero con frac en una cancha de fútbol, su nombre Juan Román Riquelme. Pero aún no era el elegido. Sin palabras y sin preámbulos inmediatos, fue hacia aquella vitrina y tomó el botín derecho, se lo entregó en un sincero acto de desprendimiento, simbólico suceso que el buen Román lo tomó como un honor y hasta demasiado indulgente para su humildad.

Aquel botín tenía encanto y embrujo, quizás por la bendición del D10s, pero el verdadero, el de la magia, el que debería recaer en el heredero, aún permanecía allí, sin dueño, irradiando un destello de hechizo, de sortilegio maravilloso que deslumbraba los ojos de un balón remendado que yacía a su lado. El genio, le pidió al infinito una plegaria y esperaba que el cielo le diera alguna señal, la que esperó con paciencia mediática.

Europa, había recibido a un pequeñín, que la ciencia lo había marginado, porque si bien es cierto tenía una innata habilidad para el fútbol, lo habían desahuciado a no desarrollar su estatura normal. Pero el cielo recogió la plegaria del genio, hizo que Barcelona, lo mire con otros ojos, lo mime y le brinde su logística millonaria, pudo crecer, no lo suficiente, pero si lo necesario, también creció su habilidad maravillosa y el mundo empezó a conocer sus dotes. El Diego seguía esperando.

Hasta que un día ese menudo portento del fútbol -que ya empezaba a saborear el éxito de los astros predestinados- se levantó distinto, como poseído, entró a la cancha iluminado y dibujó a su manera, la jugada más grande y maravillosa que vieron mis ojos en un campo de fútbol, que me hicieron brotar lágrimas de emoción, igual al de Diego en el 86 contra los Ingleses. Era la primera señal del cielo. La otra jugada, la hizo en una travesura de niño, igual al de Diego, emulando la famosa “manos de Dios”. Esa fue la segunda señal. Allí mismo el D10s se fue presuroso en busca del botín mágico, igual sin palabras, imaginariamente se lo entregó complacido, en señal que el cielo había nombrado por fin a su verdadero heredero, su nombre LIONEL MESSI.

Esos botines de ensueño, dejaron su huella contra Mexico. Román –botín derecho- ejecuta una falta y le pone el pie de una manera especial, justa, como los mejores, para la apertura del marcador, después brilló con pases de todos los calibres y distancias, finalmente cobró un penal, con una pinturita de pasmosa frialdad y categoría.
Pero el predestinado, Messi, tuvo una actuación que de seguro debe haber persuadido, que estamos ante el verdadero sucesor del D10s. Tuvo momentos importantes y trascendió en el juego con su desequilibrio: Para cerrar con broche de oro, hizo lo que solo saben hacer los genios, sin apurarse, le puso el pie justo, con una calidad extraordinaria, para que el balón, tome una altura descomunal y luego descienda, como un globo de caritas pintadas y caer al fondo, para desatar la histeria y el desenfreno. Allí mismo debieron apagar las luces e irnos todos a casa. Simplemente, ESPECTACULAR . El D10s de seguro se habrá sentido complacido, porque no se equivocó en la elección.

Viendo a esta Argentina, sobresaliente, prolija y efectiva, se llega a la conclusión que posee hoy en día -mas allá de los nombres consagrados- los mejores jugadores de nuestro continente y que si el fútbol se pusiera en la balanza de los merecimientos, deberían darle la copa América 2007, hasta sin jugar la final. Pero la bola tiene que rodar y a veces no siempre gana quien lo merece si no aquel que resulta siendo efectivo con las oportunidades que aprovecha. Si algo superlativo se deba rescatar de este equipo Argentino, es que nos enseña a todos –hasta el momento- una clara lección de cómo se puede defender, pero con la pelota en los pies.

1 comentario:

  1. Buena Dr, creo que como dicen los expertos, Argentina no planificó el partido, creyó que BRASIL lo iba a dejar jugar y Dunga le gano la partida al maestro Basile. En el primer gol, el pelo azul Wagner se disfrazó de obrero, corrió al medio, la recuperó se la tocó a Elano y este de inmediato cruzó el pelotazo a Baptista que gracias a que Ayala (estuvo fatal ayer) le dió 1 metro de ventaja le lanzó el zapataso a un nervioso y frío Abbondanzzieri y gol!, creo que lo temprano del gol desdibujó a los Albicelestes.

    Como tu dices, Argentina jugó mal este partido porque Brasil no lo dejó. Si entraba ese tiro de Riquelme al tubo, otra pudo ser la historia pero esas son especulaciones.

    Brasil demostró su grandeza y ahora una nueva característica, la humildad, el saber ponerse el overol y jugar para el equipo y no para la prensa o crítica. De todas maneras, ambos equipos están recontra lejos de sus pares sudamericanos.

    Un abrazo y excelente tu blog mi estimado Toño, te felicito

    un abrazo
    Roberto Bouroncle

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