Las cosas que tiene el fútbol.
El partido por el tercer puesto de la Copa América, que normalmente nadie le
encuentra sentido, que se olvida antes de jugarlo y que en la previa había
tenido voces desatentas y una confirmación a una actitud de inapetencia, fue
cobrando bríos y asumiendo una actitud beligerante. En el fondo las
declaraciones de Vidal, indicando que sería un partido “sin ninguna importancia” solo era una asolapada forma de
esconder sus propios caracteres que están fundidos a su innata pedantería. En
el fondo hay una visible animadversión reforzada con las últimas definiciones
de Copa América que le dieron títulos a la roja y dejó con demasiado encono en
los del Río de la Plata. Un partido de mero trámite que tuvo ribetes de
escándalo con la ilógica expulsión de Messi y Medel en un acto desatinado de absurda
bravuconada.
Argentina Y Chile salieron con
la sangre en el ojo. La albiceleste había quedado fuera de la final en un
partido cuestionado ante el anfitrión Brasil y por su parte Chile fue vapuleado
por un Perú sorprendente. La rivalidad desnaturalizada se llevó a la cancha y
empezó con roces, faltas y empujones fuera de lugar. Poco juego y mucha
fricción. Mejor Argentina en una versión moderna con Paredes de amo y dueño, Dybala y Agüero en
sintonía con un Messi más participativo. Chile desacomodado sin esa agresividad
conocida, con problemas para ganar la segunda jugada. Messi se aviva en el
cobro de una falta que no fue y cede al Kun -el del City- quien se saca al
arquero y define con categoría. Después Lo Celso filtra para Dybala y hace la
de crack. Excelente control orientado y cuando le quedaba larga, la puntea deliciosamente
ante la salida de Arias. Un 2-0 que en 21 minutos era la misma historia de
Chile ante Perú que lo hizo perturbar los nervios y encender la "mechita
peligrosa".
Era el partido para que Messi redondee esta etapa de regeneración argentina.
Pero le tocó vivir ese instante desafortunado cuando el control de las
emociones se va al carajo y las buenas intenciones por el inodoro. Leo no
acostumbrado a las trifulcas, -cosa contraria a Medel conocido por su
bravuconada y juego al límite- quiso cobrarse una entrada del chileno apenas iniciado
el partido. La imagen es de trifulca de colegio. Medel pechando a Messi que sostiene
a pie firme, los dos cara a cara y después viene lo inverosímil. El árbitro
paraguayo Mario Díaz de Vivar, visiblemente descollado por la circunstancia, decide
expulsar a los dos. Difícil de entender la injusta tarjeta roja para Messi. Una
amonestación para los dos hubiera evitado tanta controversia. Se empezaba a
terminar el partido que ya estaba demasiado caliente y desequilibrado.
A Messi lo tildaban de falta
de liderazgo y lo comparaban odiosamente, ahora que asume compromiso, pone el
pecho por todos y aunque un poco desenfocado en tono maradoniano, dispara
munición gruesa contra la ineptitud de CONMEBOL para reclamar un despojo ante
el anfitrión, no acude a recibir la medalla de la vergüenza y le empiezan a caer
acusaciones de irresponsabilidad, aparte que a futuro se tendrá que bancar las
consecuencias de sus palabras. La aplicación del VAR ha quedado duramente
cuestionada. Al ser una herramienta tecnológica para ayudar a los árbitros en
sus decisiones, su no utilización genera suspicacias y presunciones válidas si finalmente
resulta ineficaz o está amañado con lo deshonesto.
Para Chile este presente le
dejó la disyuntiva de evaluar a su “generación dorada” y valoración en su nueva
línea de tiempo. Argentina parece haber encontrado la nueva generación desde
donde debe iniciar su urgente resurgimiento. Igualmente ha quedado más claro el
liderazgo de Messi, siendo más terrenal y argentino que nunca. De este partido
lo que más se va a recordar será al árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar y su afán
de figuración que le enmarañó el criterio haciendo notorio un partido
intrascendente. Finalmente su yerro arbitral se convirtió en una gran VARbaridad.
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