En tiempos de conflicto
para tragar una realidad tan infausta como la de Paolo Guerrero, resulta mucho más
difícil consentir la calma, ante un resultado en blanco que deja una ausencia para reconfortar
la confianza, quizás porque nuestras expectativas siguen siendo demasiado inmoderadas
y la confianza de superar a un rival que resultó demasiado modesto, se fue
perdiendo como agua entre los dedos, a medida que se buscaba ser el mismo
equipo de siempre, pero sin encontrar el rendimiento adecuado, quizás porque en
el afán de querer superar a un rival con limitaciones técnicas, que apelaba al
atropello, priorizando neutralizar en el medio, se fue viciando en el mismo afán
y terminó enmarañado, confundido y tremendamente limitado para generar juego y
ser prolijo en el manejo del balón, en la contundencia ofensiva y lograr la
eficacia de cara al gol.
No se pudo jugar peor, así
sea por desidia del rival y su actitud para esperar atrás o porque no le
alcance para proponer mayor juego, pero se vio un equipo peruano, sin atrevimiento
para ser osado y ejercer una presión alta, en momentos puntuales del partido,
siempre hubo la ausencia de precisión en el último pase. A un equipo que hace
de la fricción su modus operandi y que resulta limitado tácticamente, había que
plantearle jugarle por bandas, abiertos y agresivos en el desborde. Ni Carrillo
ni Flores, fueron los de siempre, tampoco Cueva lustró la lámpara y Yotun junto
a Tapia, tuvieron siempre en la salida más de un hombre de blanco obstruyendo, rozando
y no jugando pero tampoco dejando que Perú lo haga.
Era un partido para
jugarlo con un gol de ventaja, para evitar que el agrupamiento a veces
desordenado del rival, acorte los espacios y se genere más presión al equipo peruano
que perdió claridad. Se tuvo el control del balón pero nos faltó el control del
juego, ser más audaces para poder llevar la superioridad al marcador. El que Rodríguez
haya sido el mejor jugador peruano, nos da un preocupante indicador del trámite
final del juego, pero cada partido es totalmente distinto de otro, es una nueva
historia.
El equipo de Gareca, tiene
una deuda en el juego, que se hicieron notorios en los últimos partidos, más
allá que los resultados maquillaron el desbalance en el funcionamiento
colectivo, los encuentros ante Argentina y Colombia, nos hicieron ver
limitados, fuimos presionados en campo propio sobre la salida y las cabezas
pensantes, anulándose los automatismos en zonas específicas, característica de
este Perú, que supo pararse bien en cualquier cancha. Luchamos más de lo que
jugamos. Ante Nueva Zelanda -guardando las distancias- volvimos a vernos restringidos,
la habilidad se mostró lejos del área, se hizo bien la horizontalidad, pero
fuimos demasiado imprecisos en la profundidad y nos hicimos neutros ante un
bosque de piernas. En la valija se llevaron buenas dosis de gambeta, talento,
ilusión y esperanza, pero se dejaron olvidados en Lima los cartuchos de pólvora
para los bombazos de fuera del área.
La ausencia de Paolo, es
como sacarle un órgano vital al cuerpo, el reemplazo puede proporcionarle
seguir con vida, pero nunca funcionará del mismo modo. Farfán de 9 era la
opción de sustitución para este juego, pero no para chocar y jugar de espaldas
aguantando, sino para ganar las espaldas de los centrales, haciendo las
diagonales y ser el receptor del último pase. Jefferson tiene un estilo
diferente, puede ir en el puesto de Guerrero, pero jamás será el Paolo que
encara y se faja solo, que tiene la capacidad de tomar la espada y la capa,
para asumir ese papel de titán que lo ha elevado a la figura de superhéroe de
todos los peruanos. Si bien es cierto en el fútbol nadie resulta insustituible,
para este Perú donde elegimos ser incondicionales, Paolo Guerrero, más que una
pieza irremplazable, resulta siendo un emblema nacional.
Queda la última instancia
para resolver esta duda que debe solventarse en la superioridad mostrada en la
ida, es una obligatoriedad para la blanquirroja, un cambio radical en la
esencia del juego, que cuando se cierren las puertas por ese agrupamiento restrictivo
de hombres, aparezcan los nombres, la individualidades que rompan líneas, que
generen valor en las divididas, que encaren su habilidad de forma vertical. La
actitud, las ganas y la alegría siempre serán condimentos pero no una condición.
El resultado siempre será una consecuencia de jugar bien, que no es lo mismo a
jugar bonito, jugar bien es plasmar lo técnico y táctico al juego, con
adecuados usos de la dinámica y los cambios de ritmo, lo estético es meramente
complementario.
La esperanza se da un
abrazo con la ilusión, en la espera nerviosa de estos últimos 90 minutos de
tensión, de electrizante emoción que nos va a tener la vida pendiendo en un
hilo, a pesar que se haya tenido por ahora un resultado futbolístico adverso, el hincha vuelca toda su confianza y su respaldo para este grupo que ha entregado demasiado. Vamos
a necesitar de esa rebeldía, de ese atrevimiento del equipo de todos, que garanticen asegurar ese
resultado positivo que esperan gritar las 30 millones de gargantas, ese grito
final acumulado de 36 años que pueda llenar de felicidad cada hogar y cada
corazón peruano que hoy late más fuerte que nunca.
VAMOS PERU CARAJO!!!!
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