Descarriado sufrimiento

Era un partido de esos donde la premisa que si no puedes ganarlo, debes hacer todo lo posible para no perderlo. Demasiada restricción en una Argentina quebrada de argumentos de funcionamiento colectivo, con una confianza cuarteada por su propio entorno, por no responder sus nombres supervalorados y los resultados que los lapidan con sus pergaminos, los goles en sus equipos y todos sus millones en el banco. Una situación que hacía ver un rival desesperado, al cual había que enfrentar con mucha cautela, demasiada sensatez para plantearlo desde un sistema defensivo, fijo, ordenado y despliegue de manera inteligente.
 
Los rostros y gestos de los jugadores argentinos cantando su himno, distaban de los peruanos que lo entonaban con euforia y emoción, quizás en la continuación de toda la embriaguez emocional del hincha que abanderó la ciudad para hacer sentir a sus jugadores un respaldo que obligaba a una entrega sin reservas. Y es que quizás el hincha solo vive de emociones inmediatas y le cuesta analizar, como se plantea un juego, desde la búsqueda de un resultado basado en la lectura del rival primero y la disposición táctica que permita anular la del contrario después.
Argentina con Messi como bandera, presumía un juego de tromba desde el comienzo, con presión alta para neutralizar a Perú desde la creación del juego. Los perfiles cambiados de Di María y el “Papu” Gómez, ganar la primera pelota con Banega y Biglia, adelantado Mascherano y Otamendi encima de Paolo. Sufrimos sin el balón y sin brújula. Costaba mantener el balón, más preocupados en cortar el juego y sin poder hacer tres pases seguidos. Flores y Farfán tapados y anticipados siempre, bloqueados en la salida por las bandas. Argentina solo esperaba con paciencia que llegue el gol. La tuvieron justas, pero la sacamos barata, Gallese empezaba a ser figura, Tapia a ser importante y Araujo a consolidarse con Rodríguez.
Las ausencias importantes de Cueva y Carrillo, gravitaron en el engranaje ofensivo y esa transición que permite mantener al rival en su campo y el recorrido adecuado para recortar los espacios, abrir la cancha o proponer la contra. Este Perú que juega de manera inteligente, de acuerdo al rival y las exigencias, se fue haciendo sólido y fuerte, desde la impotencia de Argentina, que solo era protagonista cuando arrancaba Messi, aun así le costaba romper la doble línea de cuatro que planteó Gareca para retroceder sin dejar espacios. Aunque la posesión fue argentina, no tuvo el cambio de ritmo y la sorpresa que pudiera generar alternativas de juego más contundentes.
Un segundo tiempo que marcó una actitud más arriesgada de Sampaoli, para encontrar el gol del equilibrio. Aquí se hizo héroe Gallese y sus manos benditas que evitaron la caída de su valla, incluso hasta con su propia humanidad. Primero ante Benedetto, después otro de Biglia que le pega de afuera, un desborde de Acuña y la apilada de Messi que Rigoni estrella en el arquero peruano. Tantos remates de Messi que rebotaban en el bosque de piernas peruanas, que hacían ver impotente al mejor del mundo y generando un cúmulo de ocasiones de infarto, donde Perú dejó de ser ofensivo, para ser solidario y defender con la vida misma el resultado.
La entrada y salida de Gago, debido a una dramática lesión, mientras aún no lo terminaban de aplaudir y la hinchada de Boca coreaba su nombre, fue el punto de quiebre. Sampaoli debió replantear, su necesidad y Gareca tuvo mejor respiro, en una zona donde se definía la posesión del balón. Pero ni aún la entrada de Polo pudo abrir la cancha, una Argentina jugada, mas desesperada que nunca y jugándose la hora y su destino, no dejaba espacios para recuperar el balón y generaba un coágulo de emociones en el corazón, el reloj parecía detenido y la angustia hacía olvidarnos del juego y mirar los movimientos del árbitro brasileño de actuar localista. Qué manera de sufrir, al mejor estilo peruano, como antes y como siempre.
A un equipo desesperado se debe enfrentarlo con cautela, mucho temple y priorizando el factor defensivo. Lo que hoy se vio de Argentina es lo mismo de los últimos partidos, no concreta lo que genera, se puede medir cuando el arquero peruano es figura. Hoy no funcionaron las transiciones de defensa a ataque, porque Sampaoli planteó bien el partido, cortando los circuitos y la asociación, casi la misma decisión de Gareca para no preparar un plan de anular a Messi, pero sí de cortarle los caminos de tránsito. El epilogo del partido encontró a un Perú jugado en temperamento, luchando cada balón, con un fresco Cartagena y un Aquino cada vez más sólido. Con un Araujo de rendimiento superlativo y un Tapia cada vez más líder.
Hoy Gallese fue un titán en el arco, que calló las bocas en la misma Bombonera y quien sabe al final de la clasificatoria, lo terminen culpando de la eliminación Argentina. El pitazo final nos dejó la tranquilidad de un resultado aceptable, con un rendimiento parejo y solidario del equipo, esta vez los otros resultados no ayudaron y se acortaron los tiempos y quedan 90 minutos de infarto fulminante, para seguir haciendo fuerza. Es hora del descanso y preparar energías, Perú depende de su propia decisión, queda un partido de definición contra una Colombia sorprendida, en Lima, con su gente, con esa misma hinchada que pintó de rojo y blanco Buenos Aires y que espera que el sueño se haga realidad, de una buena vez, para terminar este descarriado sufrimiento.




 

 

 

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