Era un partido decisivo para sumar puntos y sobre todo para vigorizar la
confianza de todos los peruanos, que después de un controversial y manoseado
caso de escritorio, vieron con suma complacencia que la justicia, también podía
ponerse minifalda, usar tacones altos y mirar traviesamente a través de la
venda que cubre uno de sus ojos. El fallo del TAS fue una especie de colchón
anímico, un respaldo adicional que podía catapultar las ilusiones mas lejos de
lo imaginado y acercar el escenario de la realidad a este sueño etéreo en forma
de balón, que apasiona e inflama el corazón del hincha que ha visto renacer sus
esperanzas y se entusiasma en demasía con su selección, hasta el punto de
jugarse la camisa por esta espinosa clasificación al mundial.
Por eso no ha sorprendido ver tantas caras de susto y tantas reacciones
hostiles del hincha peruano después de un triunfo tan importante, porque al
margen de que haya sido tan necesario y reclamado, es porque resultó
gratuitamente sufrido más de la cuenta. Flores primero y Cueva después llenaron
de oles inútiles y comparsas inoportunas, la algarabía premeditada del recinto
de Ate, pero la superioridad reflejada en el marcador, nuevamente sacó a
relucir el flojo manejo de la intensidad del juego, que se hace previsible e
impreciso por momentos, cuando se confunde rapidez con apresuramiento, vértigo
con ansiedad y sobre todo parsimonia con paciencia, algo reiterativo en este
equipo de Gareca que ha podido resolver con el aporte vital de la
individualidad. Fueron dos bombazos peruanos que hicieron estallar el
Monumental y adelantaban la fiesta, pero fueron dos zarpazos altiplánicos los
que provocaron primero un susto y una taquicardia premeditada en el epílogo,
con el yerro de Cáceda y ese gol que pierde Justiniano en la jugada final, que
definitivamente hizo creíble que Santa Rosita se puso la blanquirroja, estaba
en la tribuna y se bajó al verde.
La discusión del arco, la definió Gareca, haciendo honor a la coherencia
de su pensamiento, priorizando el manejo del grupo, algo que los resultados lo
han avalado a medias quizás, pero que intenta transmitir muy por encima de los
nombres. Todos pedían a Leao y si el fútbol es de momentos, Butrón debía estar,
pero Cáceda fue el elegido en una muestra de respaldo a quienes han seguido el
proceso. Controversial para algunos, coherente para otros y muy discutible para
todos. Los DTs asumen riesgos y en este caso al tratarse de un puesto clave, el
“Tigre” se la jugó entero por el portero crema y un error fatal, puede o no
incidir en su continuidad, pero siguiendo el patrón de su conducción del grupo,
el mensaje que viene sería de respaldo al joven portero. Cuestión de
decisiones para Gareca y puntos de vista encontrados para todos.
Tácticamente se había trabajado bien el partido, ante la falta de Yotun,
la salida limpia la hizo Flores y fue dúctil el “oreja” siendo el enlace y
soporte de marca para Aquino, culminando con un zapatazo que levantó al Perú
entero. Bolivia ha hecho sus mejores partidos fuera de casa, porque se le hace simple
refugiarse atrás poblando la zaga y adormeciendo el juego, para buscar la
contra desde el error rival. Muy diferente cuando juega en altura, donde sale a
avasallar y abre mas la cancha. Perú optó por ser ofensivo desde el inicio con
un 4-3-3 definido, ejerciendo una presión alta, anticipación de los centrales
en media cancha y potenciando el desdoblamiento de sus hombres de avanzada. La
“Foquita” Farfán fue un soporte vital, mostrando jerarquía y capacidad, para
este tipo de partidos. Cueva sintió el respaldo y volvió a ser el desequilibrio
latente, astuto y efectivo, que culminó con un golazo de antología y un par de
pinturas llenas de picardía.
Renglón aparte para André Carrillo, lo reiteramos, si quisieras
“culebra” si quisieras, serías un jugador de élite de talla mundial. Casi sin
ritmo de competencia y siendo intermitente en el juego, fue la locomotora
bicolor que generó peligro por bandas, cuando le dio la reverenda gana de meter
quinta y ser un vendaval o cuando puso el freno de mano en plena marcha de
manera descarada.
El fútbol de hoy para la alta competencia reclama mucho músculo,
dinámica, velocidad y precisión, en ese contexto cuan valioso resultaría para
el equipo si al menos 4 o 5 tuvieran el privilegiado físico de Advíncula, que
está hecho un avión, el lateral se dio maña para la recuperación del balón en
los contragolpes y sanear los errores de posicionamiento que Bolivia generaba
en los pelotazos largos que complicaban a Rodriguez y Ramos. Trauco sin bajar
de su regularidad, aún no recupera lo mejor que tiene en su botín y en su
ánimo, por momentos quedó desacomodado y en salida no trascendió demasiado por
su banda, pareciera que físicamente está bien pero ha perdido distancia, por su
poca participación en Brasil. El resultado final encuentra a un equipo peruano
remozado anímicamente, pero debilitado en convicción del sostenimiento del
juego y la capacidad para manejar los tiempos, con instinto asesino para ser
letal en la red y de actuar inteligente para el control y administración del
balón.
Esta fecha ha dejado resultados beneficiosos a la vista, pero nada será
favorable para la ilusión si no se clarifican en resultados positivos propios,
en estas instancias de eliminatorias donde a costa de que faltan tres
definiciones trascendentales, la bicolor se haya encaramado a una diferencia
muy cercana de los que apresuran el paso para sacar el boleto para Rusia, no
hay nada garantizado, pues el utópico sueño de ir al mundial condiciona a las
otras selecciones que han subido la intensidad de los partidos y mas que
jugarlos, los pelean y hacen prevalecer la categoría de sus jugadores, que en
gran mayoría han poblado el universo del fútbol mundial. Se vienen verdaderas
guerras encarnizadas, donde la jerarquía puede terminar definiendo las posiciones
finales.
El hincha peruano sigue soñando. Anoche se acostó rumiando un triunfo
que pudo tener una alegría exquisita y hoy se levantó con la calculadora en una
mano y la tabla de posiciones en la otra, cerrando los ojos piensa en lo que
falta enfrentar: Volar a Quito con la consigna de romper una hegemonía y
robarle los huevos al águila, después, aterrizar en Buenos Aires, con la bizarra
osadía de dejar a Messi sin mundial, para finalmente recibir en Lima a Colombia
y quebrarle su contundencia. Menudo periplo que se nos viene –piensa-y si a eso
le suma que los demás se juegan algo parecido, que una derrota es la sentencia
final, observa la tabla nuevamente y le aparecen más dudas que confianza. Y aunque
los partidos hay que jugarlos, en un análisis crudo de la realidad, hoy este
Perú de Gareca, se encuentra tan cerca, pero también tan lejos de hacer realidad
ese sueño perpetuo de ir al mundial.
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