Y el hincha se ha
bancado este Torneo del Inca, que recién en su etapa final ha podido desmadejar
su concepción, su objetivo muy poco conocido y menos difundido. Han quedado los
cuatro que mejor hicieron las cosas desde la perspectiva de lograr resultados
óptimos en base al mejor uso de sus planteles, que a una buena disposición de sus
equipos. Un torneo corto que ha medido capacidades colectivas y que ha dejado nombres
nuevos y otros consolidados que han logrado ponerse en la palestra.
Meritorio lo de
USMP, que ha partido literalmente de cero, apostando por un plantel nuevo y de
largo aliento, con un promedio de edad muy joven, un DT astuto y aventurero,
demostrando su dirigencia mucha seriedad cuando de traer extranjeros se trata.
Se ha quedado por muy poco, pero nos ha dejado la sensación que su juego no es
casualidad y si mucho de disciplina táctica. Quizás le cayó encima la historia
de un Alianza más entero y ducho para afrontar partidos complicados. Pero ambos
nos regalaron partidos intensos, más apasionados que estratégicos, pero igual
de emocionantes. Quizás más el primero que el segundo. USMP pudo haberlo
liquidado en Matute o pudo sentenciarlo en el Miguel Grau, pero el fútbol no se
mide por intenciones.
Alianza ha
reconvertido su esquema, su forma de jugar, ha dejado de intentar imitar el
estilo “charrúa” y ha dosificado los hombres y los nombres. El “topo” se ha reinventado
en estrategia y juega de acuerdo al rival. Aunque las intermitencias de su
juego han podido costarle este cupo, ha sostenido resultados desde la pasión
con la que se entregan sus jugadores, tranquilamente en esta semifinal se
hubiera ido masticando ansias, pero desde el banco se ha tenido el temple para
poner los nombres justos en el momento justo. Alianza tuvo la contundencia de
esos boxeadores que reciben golpes mortales, pero que saben recomponerse y asestar
el de KO.
En la otra llave
la UCV ha superado a un Garcilaso que ya no juega a un solo estilo de pelotazo
cruzado y provecho de la altura, porque tiene un nuevo aire y ahora intenta
creación abriendo mas la cancha, intenta jugar más y desbocarse menos. Vallejo
fiel al estilo de Navarro, con un planteo serio y meter por aire mar y tierra
hasta agotar las municiones. Ambos equipos han cambiado su carácter, su estilo
y aunque se cuestione la forma de la clasificación de la UCV, finalmente solo
le da con justicia a quien no desmayó nunca y no dejó de luchar hasta el final.
Algunos podrán
decir que si Maná de la USMP hacia el gol que falló clamorosamente y si el
arquero de Garcilaso no fallaba por canchero, se podía estar hablando de una
misma historia pero con distintos actores. Y es que el fútbol es así, no existe
lugar para el “hubiera” porque es una lucha de oportunidades y circunstancias,
que se generan desde la actitud con la que se sale al verde. Es una cuestión de
momentos que dejan siempre la sensación que todo puede cambiar en un segundo,
por una buena decisión o una mala disposición. Allí está la clave de la pasión.
Se viene una
final con mucha expectativa y de seguro el nacional lleno. Y es que partidos
como los que se han visto, le hace bien a nuestro decaído fútbol, es quizás esa
inyección de ánimo y aliento que hace feliz a la mitad de un pueblo. Logra que
las emociones vayan in crescendo y alivien las frustraciones que mantienen el
corazón magullado. Ojalá y Alianza sea fiel a su identidad y Vallejo a su
estilo, esperamos, deseamos, exigimos buen fútbol, hasta creo que lo
necesitamos, porque los buenos partidos y los buenos equipos no caen como maná
del cielo en nuestro abatido y demacrado futbol peruano.
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