Un Vasco seco y volteado

El sol salió temprano y parecía o queríamos creer que parezca una señal de buen augurio. Y es que para los hinchas peruanos de cualquier condición y color de camiseta, es un dogma que se ha hecho parte de sí mismo, el levantar castillos de naipes, a partir de encender su propia ilusión, cuando el travieso destino le toca el timbre para dejarle un resultado positivo por debajo de la puerta. Se emociona, se entusiasma en demasía y deja volar sus sueños hasta hacerlo necio, le gana la pasión y se le escurre el raciocinio. Le importan dos centavos poder entender que en el fútbol todo ya está escrito, nada resulta siendo nuevo. Se puede hablar de actitud, de garra y pundonor, pero si no se aplica con inteligencia, las buenas intenciones se terminan escurriendo como agua entre los dedos.

El 2-0 de la U en Lima, abrigó una esperanzadora ventaja para asumir que en Rio de Janeiro más que cuidar un resultado, se jugaba el orgullo y el buen nombre. Se sabía que el Vasco da Gama saldría con toda su artillería a doblegar la puerta desde el camarín. Se tenía claro que iban a apelar a todas las artimañas antideportivas, dentro y fuera de la cancha. Se sabía que el Arbitro Amarilla, sería el jugador 12 local, que condicionaría al visitante, eso es normal y mucho más cuando de equipos brasileños se trata. Se sabía que la provocación sería la manzana prohibida, del cual los cremas estaban impedidos de siquiera mirarla. Se sabía que la concentración, era un valor agregado a esa garra histórica que se hacía tan necesaria como oportuna. Entonces el “Chemo” y sus jugadores, sabían a donde se metían y quiénes eran los enemigos a vencer. La pregunta es, cuan preparados estaban todos y cuanta falta iba a hacer tener un kilometraje respetable para afrontar tamaño desafío.

Un primer tiempo para el sufrimiento y un epílogo para el infarto. Digamos que el infortunio también se mete a la cancha y esta vez jugó en contra. Galliquio se fue temprano, en una infausta jugada. Con Galván mas pensando en el retiro, Duarte no estaba para un partido tan complicado. Llontop ya estaba condicionado y se devoró un gol imposible. Si en Lima “Toñito” Gonzales fue valor destacado, esta vez le ganó el temperamento y vio la roja temprano, aunque, todo hacía pensar que no terminaría el partido. Nadie se hubiera sonrojado si entraba La Rosa al medio. Rabanal fue héroe y villano al irse irresponsablemente a las duchas y todo en un solo instante. En contraparte Ruidiaz nuevamente demostró su sinvergüencería, pero fue sacrificado por una inoperante disposición táctica defensiva. Estaba claro que quienes debían tener presión eran los brasileños, quienes debían desesperarse eran ellos, pero se vio todo al revés o en el banco crema faltó la capacidad para una lectura objetiva del juego.

La U tenía la oportunidad de escribir una página importante para su historia. Era una dura prueba para determinar de cuanto sirve ser valiente y cuanto incentiva enfrentar a lo adverso. Lo tuvo al alcance de la mano, pero una vez más nos dimos el portazo ante la realidad. Incluso cuando ganaba 2-1 comenzó a perder el control del juego y a la postre pareció que desde allí empezó a perder la clasificación. El Vasco no tiene titulares ni suplentes porque juega de acuerdo a lo que necesita. Le bastó encontrar la superioridad numérica para aprovechar los nervios y la inexperiencia de su rival. Lo que parecía imposible lo logró jugando con la debilidad ajena y puso en la red lo que le hacía falta. Sufrió más de la cuenta, es verdad, pero mas ha sido por su desmedida confianza en sí mismo, que por superioridad de su oponente.

El fútbol es el arte de la astucia y el medio por el cual puedes sacar lo mas intimo de tu ser desde tus propias entrañas. Es la manera de demostrar tu propia personalidad, de ser tu mismo, cuando te toca enfrentar la hora de la verdad. Pero el fútbol apasiona tanto porque las emociones se viven en instantes, cada uno más intenso que el otro y donde se generan oportunidades que finalmente son ráfagas de exaltación, a veces bien aprovechadas sirven para la alegría y otras solo para bajar la cabeza y asumir con tristeza la resignación.

Hoy los peruanos y la gente de corazón crema, tiene rasgado el corazón y una herida en el alma, pero queda el orgullo en pie. Un equipo remendado en confianza, con la cabeza más puesta en las cuentas por pagar que en los partidos por ganar, ha hecho una campaña meritoria. Llegar a cuartos sumidos en esta crisis deplorable tiene mucho mérito. Hay cosas resaltantes por considerar que quizás tengan un matiz de explicación y análisis del juego pero alejado a justificar un resultado imperfecto, pero tan real. Si para el Vasco ha sonado a una hazaña, con mucha más razón no se podrá poner en duda la actitud de los jugadores cremas, pero queda como reflexión final, que no se fue medianamente inteligente para asumir una definición, con el corazón caliente, pero la cabeza en la refrigeradora.

Ese vaso medio lleno sigue siendo el mismo, aunque para aliviar esta amargura, los hinchas despojados de su camiseta, lo quisiéramos lleno de un trago de esperanza, que ayude a doblar la página y levantar la cabeza. Un sorbo largo, seco y volteado, para aliviar las penas y a congraciar de nuevo el aguante. El fútbol te vende a crédito alegrías y tristezas, pero te brinda de regalo, una esperada revancha.











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