Decime que se
siente Argentina, cuando recuerdas ese mano a mano del “pipita” Higuaìn cuando
el partido se equilibraba y era el momento oportuno de hacerle un hoyo a esta
poderosa Alemania físicamente arrolladora que controlaba el balón, pero no te
lograba quebrar futbolísticamente. Quién sabe aquel cabezazo al poste de Höwedes
que remecieron los nervios, lo hubiera equiparado, quizás hubiera sido solo una
anécdota, quizás no, pero definitivamente a estas horas hubiéramos estado
hablando de otro partido, aunque el fútbol dentro de su crueldad, tiene al “pudo
ser” o el “hubiera”, como una determinante máxima de no existencia ni validez y
resulta una Ley de coercitivo cumplimiento.
Decime que se
siente Argentina. Cuando recuerdas a Messi que en una de las espaciadas veces
que logró escapar de la planificada y cancerbera marca escalonada, no pudo
definir como en el Barza ante Neuer y el balón se fue dejándole un beso volado
al poste. O aquella última oportunidad de Palacio que se llenó de
responsabilidad y nublo sus pensamientos, cuando era más simple hacerse héroe
que villano. En ese segundo error que eligió la emboquillada que se fue
desviada. Quién sabe la alegría tendría otro antifaz y el jolgorio estuviera
por esta parte del mundo. Pero el fútbol es así de impredecible, de imparcial o
justiciero, simplemente acepta lo que es y no le importan los lamentos
rezagados.
Alemania, este
monstruo de siete cabezas, el que infundía miedo porque venía recargada por
desvergonzar al anfitrión, físicamente más entero, debía planteársele un partido
digno, con mucha fortaleza mental y entrega, había que hacerle daño en lo poco
que se genere. Alemania que maneja muy bien el balón, con precisión justa y
hace los relevos con exactitud cirujana. Que mueve sus piezas con justeza. Había
que cederle la pelota juntando las líneas, muy atentas para cortar y salir
rápido de contra. Alemania fue dueño del juego, Argentina solo del control. Hasta
que se emparejó el trámite con Biglia perfecto, Demichelis y Garay justos. Zabaleta
en gran partido y Mascherano más gigante que nunca. El tema fue la definición. Messi
siempre proponiendo en lo poco que le dejaban, sin que los demás trasciendan en
ataque. El mejor hasta donde estuvo fue Lavezzi, pero Sabella sabiendo la limitación
física lo quiso ganar en los 90. Apostó por Agüero y después por Palacio.
Ninguno fue solución.
Alemania fue más
durante el juego. Hummels y Boateng se hicieron una mole y el repliegue rápido
de Schweinsteiger, Lahm y Höwedes permitió cerrarle los caminos a Messi. Aunque no era claro, llegaba con los
mismos hombres que defendía. Müller siempre incisivo y peligroso. Con alto
rendimiento de Kroos –jugadorazo- y una figura sobresaliente: Bastian Schweinsteiger.
El ingreso de Schürrle le dio más velocidad por bandas. Joachim Löw tuvo el ojo
justo para determinar el ingreso de Götze, el chico del milagro. Cuando el
aliento ya se extinguía vino el centro de Schürrle y ante la marca de Demichles
y Zabaleta controló dentro del área y definió sin que el balón toque el piso.
Golazo de campeón del mundo. Alemania fue más un equipo que alguna
individualidad. Ya no es el equipo del balonazo fortuito, hoy juega y corre exacto
pero con mucho vértigo. Una forma de jugar muy difícil de controlar y que el
equipo germano lo hizo visible en todo el mundial. Allí puede estar la definición
y la justicia de su consagración.
El rostro de los alemanes
es un todo de jolgorio. Una recompensada forma de recibir lo merecido. Un
motivo de dejar explotar a su manera congelada de su carácter, la alegría
infinita, esa que fue trabajada y proyectada 10 años atrás con Klinsmann, cuando
se trazó la línea del triunfo y que se vio coronada con este campeonato mundial.
Hay un desborde de emociones y una justificada satisfacción que se refleja en
las caras sonrientes de cada uno de sus protagonistas. Desde Neuer hasta Müller,
todos satisfechos y engrandecidos Les faltaba el último paso y se dieron la
complacencia de ser la primera selección europea en ganar un título en América
Latina y para darle mayor realce, fue en la tierra donde el fútbol es una forma
de vida, una expresión natural que se lleva en la sangre.
Decime que se
siente Argentina, si uno mira a tus jugadores y comparte el dolor que reflejan
en sus rostros. Pero es un dolor distinto, tolerable, ese que empieza en la
boca, te hace un cosquilleo en la garganta, te roza el pecho y se pierde en el
estómago. Han perdido la final de la copa del mundo en el epílogo del tiempo
suplementario, dejando el último aliento, pero que se definió en la que menos
se pensaba y en la que más daño hizo. Son las cosas que tiene el fútbol, queda
el orgullo de haber hecho un partido digno equilibrado y decoroso. Tus cánticos
se pueden seguir escuchando, no hay reprendas, no te llevas la alegría completa
pero si la satisfacción de haberlo dejado todo.
Decime que se
siente Argentina, si pudo ser distinto pero uno de los dos tenía que ganar y
aunque el fútbol no admite a la justicia como aliado, esta vez el Cristo
Corcovado y el mítico Maracaná fueron mudos testigos que el campeón mundial fue
el mejor equipo. Aunque ello se haga digerible y se asimile con relativa
tranquilidad, deja un halo de serenidad en la cabeza, en esos pensamientos que
hacen pasar las imágenes vividas y que no te dejan brotar ningún reproche. Solo
te hace morder los labios y disimular una sonrisa que se atenúa moviendo la
cabeza de un lado a otro. Se estuvo tan cerca y se quedó tan lejos. Se hizo
tanto y recibió tan poco. Se luchó demasiado y se recompensó con nada. Se ha
terminado un sueño, se ha culminado un mundial que ha sido el mejor de todos
los tiempos, es verdad que nadie recuerda al que queda segundo, pero esta vez
hay una razón para apaciguar la tristeza y transformarla en un agradecimiento. Acaso y sea injusto el premio a Messi, pero es mas cierto que él no lo pidió y le importa tanto como la medalla en su cuello, que le recuerda que no pudo levantar la copa de campeón.
Saludemos a un gran campeón y a esta copa del mundo que nos ha dejado tantas alegrías y también tristezas, ese es el poder que tiene el fútbol y por eso nos cautiva y nos hace sentir tantas emociones. Decime que se siente. Que viva el fútbol.
Saludemos a un gran campeón y a esta copa del mundo que nos ha dejado tantas alegrías y también tristezas, ese es el poder que tiene el fútbol y por eso nos cautiva y nos hace sentir tantas emociones. Decime que se siente. Que viva el fútbol.