Un punto demasiado chiquito

Como equipo nada que reprochar. Se exigía actitud y fue lo mejor que se tuvo. Se pedía raza y convicción para frenar a una Argentina líder y con el mejor del mundo en su mejor momento. Había que estar concentrado, bien parado atrás y controlar el partido sin dejar de elaborar juego. Se tuvo todo eso y mucho más. Ese minuto tres, fue determinante. Un penal a favor, contra Argentina, quien sabe a ellos no los bajonee nada, pero para los nuestros era un envión anímico fundamental. Desde los doce pasos Pizarro, se apresuró en decidir y el “Chiquito” se hizo héroe. Ese fue el punto de quiebre, la prueba de resistencia había empezado mal.

Un planteamiento inteligente, cortando los circuitos de Messi y Di María. Recorridos generosos de Carrillo y Farfán –el mejor de la cancha- en su real dimensión de verdadero crack, para recogerse, pausar y explotar con criterio. Solvencia atildada de Rodríguez y Zambrano para encimar a Higuaín y Lavezzi, la anticipación como regla. Un Advíncula batiendo record de velocidad para los cruces y trepadas. Lobatón, correcto en la marca y solvente en el armado. Un “Cachito” desparramando lisura (Salía en hombros si entraba la que pegó en el poste) un Cruzado cada vez mas aplomado y con personalidad. Un Pizarro golpeado moralmente, pero voluntarioso –nada más que eso- aguantando a los centrales. Carácter para cubrir los espacios, establecieron una superioridad en el juego traducida a la tenencia de balón. Solidaridad de los once para recuperarlo, no perder la identidad para generar juego y Argentina realmente la pasaba mal. La mejor recompensa, fue la jugada preconcebida pinchando la sorpresa y Advíncula lanzó cual puñalada en el área que Zambrano arremetió a la red, con todo el estadio junto.

Argentina hizo el empate en la misma jugada que repitió ante la impotencia de crear juego. Bombazo para Lavezzi, centro atrás y el “Pipita” letal, demostrando porque vale más que Pizarro y Carrillo juntos. Error de Yotun (quizás el menos relevante) la única falla en defensa que daba paridad a un partido donde se estaba haciendo lo correcto. Pero que otra cosa es el fútbol, sino una suma de aciertos y virtudes, una resta de errores y defectos, una división de situaciones favorables y desfavorables y una multiplicación de circunstancias, a veces bien aprovechadas y otras tantas desperdiciadas. Lo que hoy es fiesta mañana puede ser entierro. El que hoy es héroe mañana es villano, lo que se hace en un partido, no necesariamente se repite mañana. Son momentos, tan solo momentos, unos diferentes de otros.

Fuimos eficientes, más no eficaces. El futbol se gana con goles y no con intenciones. Es cierto, pero los goles no llegan por obra del espíritu santo y tampoco porque le recemos a la virgen de la improvisación. Hay que generar las jugadas de gol. Nosotros no somos Brasil o Barcelona y tampoco tenemos extirpe paraguaya por citar ejemplos de equipos de rendimientos superlativos o aquellos resultadistas que juegan feo pero acumulan puntos. Nuestra esencia es distinta y se debe jugar en base a lo que somos y lo que tenemos. Se hizo lo que se debía, más no lo que se quería, por obligación y por necesidad.

Neutralizamos al rival, generamos juego y riesgo en arco contrario, si no la metimos, no es una cuestión de eficacia colectiva, obedece más a una capacidad individual llamada jerarquía, esa que sirve para manejar presiones, hacer fácil lo difícil y lo simple en efectivo. Diferencia de jugadores, niveles de competencia, eso definen la talla de los equipos. Si antes de jugar se pensaba que era un suicidio jugarle de igual a Argentina, que Messi era incontrolable y auguraban una tragedia, en el verde se vio algo distinto y se demostró que la actitud, también forma parte del juego.

Está claro que más que un equipo necesitamos un plantel, jugadores competitivos, pero eso, no se compra en la esquina, ni se trae del extranjero, eso es materia prima que se debe trabajar a largo plazo. Esta fecha eliminatoria, nos ha dejado en cuidados intensivos, porque nuestra necesidad es más grande que nuestra realidad. El gran partido solo sirve para valorar el rendimiento y afrontar lo que se viene. Pero en un análisis crudo de las posibilidades y parafraseando la atajada del penal que pudo escribir otra historia, el resultado es al final lo que cuenta y aún no alcanza, no enciende la esperanza del todo. Por ello el punto ante Argentina, nos resultó siendo, demasiado chiquito.

A no perder la identidad

Necesitábamos tanto ganar. Era una obsesiva forma de reconciliar nuestras pasiones. Una obligatoria condición, para que la esperanza no abandone esta ilusión que se hace tan esquiva a veces. Y costó tanto, porque para el rigor de estos partidos, no bastan los nombres, hace falta que estén en nivel de competencia. Con los referentes algunos entre algodones y otros con escasos minutos de juego, se afrontaba un partido donde estaba en juego, los puntos, pero también la reconciliación, con la hinchada y con una identidad que se perdió en el mar de las urgencias.

Un primer tiempo para no recordar. Se hizo difícil poner la pelota al piso. Trabados en actitud y desprovistos en ideas. Costaba hacer más de tres pases seguidos sin forzar el pelotazo inútil. Venezuela hacía lo inteligente pero previsible. Aglutinado atrás, ordenado para cubrir los espacios y esperar la sorpresa. Pero una cosa es la paciencia y otra la pasividad, jugar al fútbol era una necesidad, teníamos los nombres pero solo para la estadística. Paolo controlado e iracundo Pizarro era un general en retiro, Vargas lejos del “loco” que conocemos y Farfán desapercibido en la banda. Solo “Cachito” y Cruzado –tremendo partido- intentaban aportar juego. Muy poco en elaboración y un mazazo de Arango, despertaron esas dudas de siempre.

En el descanso hubo tiempo para preguntarse, porque, si la habilidad y el toque fino, es nuestra forma de ser y Venezuela no era superior y sufría en las poquísimas que se juntaban los talentosos peruanos. Porqué se renunciaba al toqueteo para moverlo, rotando el balón con criterio al ras del piso, buscar las diagonales y dejar que la individualidad también sea una forma de aporte. Si eso le hace daño a cualquier rival y es lo que mejor nos funciona, porqué, se perdían las intenciones en pases tan largos y descomedidos. ¿Acaso nos habíamos olvidado de jugar?.

Pero la segunda parte fue distinta. Carrillo fue por Guerrero. Una cosa es Paolo 10 puntos y otra, cuando limitado por lesión o por presión, se enfrenta a sí mismo, se pelea con su sombra y la intolerancia se calza sus botines. La “culebra” le puso la frescura y el desborde. Farfán se puso la 10, la que mejor le queda. Y la “Foquita” volvió a ser ese jugador desequilibrante, fundamental y por el que todos apostamos. Primero una palomillada para ganarle el vivo al arquero y después con una jugada que lo hizo ver en su real dimensión. Diagonal para recibir el buen servicio de Cruzado, sacarse la marca en una gambeta, acomodarse, medir al arquero y soltar un zapatazo que se lo gritó a todos los que lo habían vilipendiado y acusado hasta de antipatriota. Aparecieron chispazos de ese fútbol tan nuestro, que elabora juego desde el génesis del talento original. Fueron porciones pequeñas, pero calmaron el hambre de triunfo.

Es verdad que el fútbol moderno prioriza el resultado por encima del buen juego. Que en estas instancias, necesitábamos los puntos más por urgencia y por angustia que por sentimiento. Es verdad que un planteamiento defensivo y contragolpe, es un arma que sirve. Pero es verdad también, que no se puede jugar igual los 90 minutos. Hace falta variantes y de cuando en vez una cuota de lo que mejor sabemos hacer: Tratar bien al balón. Una gambeta y un toque elegante o alguna individualidad, pueden definir un partido, esta vez fue un resultado mezquino. Pero mejor así. Si con este 2-1 ajustado, todos durmieron abrazados soñando con el mundial, imaginamos como hubiera sido, si concluía en goleada.

Necesitábamos ganar y se ha conseguido, pero eso no cambia que el fútbol sigue siendo de momentos y cada partido es una historia distinta. Pensamiento resultadista: No importa cómo se logró, valen los 3 puntos. Versus pensamiento romanticón: ¿Acaso es tan difícil ponerla en el piso? Toquetear y buscar el gol de una gambeta, una pared y elaboración de juego también sirve. Cuidarse bien atrás, ser disciplinados tácticamente y neutralizar al rival como prioridad, es una forma, pero en un partido como ante esta Venezuela ordenada y disciplinada, un cachito de habilidad y toque peruano, aunque escaso e intermitente, ha justificado conseguir lo mismo.

Se ha logrado trepar un poco la pared, pero no hay que olvidar que la verdadera esperanza se forja en un buen funcionamiento colectivo, no solo en un resultado accidental o insípido que solo calma los nervios, contenta a los estadísticos, pero no garantiza un encadenamiento de ilusiones. Esta fecha de eliminatoria, ha sido benévolo en sensaciones justas, con Colombia y Argentina, justamente porque fueron los que generaron fútbol, cumplieron actuaciones apoteósicas, gustaron y ganaron, los demás solo buscaron consecuencias oportunistas. Lo de Perú contenta el alma por ahora, pero no podemos olvidarnos de jugar, es nuestra esencia. Tenemos con qué hacer daño, solo es cuestión de no perder la identidad.

VAMOS PERÚ!!!