Sin Magia pero aun no me Quito

Perú no ha perdido en Quito, no ha podido ganar que es diferente y de eso ya han pasado más años que intentos. Pero ha quedado confirmado que el dolor de la derrota, se siente más cuando sobreviene de una desilusión o un engaño. Cuando se cree ciegamente en una capacidad, que te infla el pecho de confianza, pero que cuando le toca confrontarla con su antagonista, se vuelve inoperante, se debilita y se hace ver insignificante. Es un portazo en las narices y una realidad que te abofetea el orgullo y la petulancia que cargó de ánimo y esperanza tus buenos deseos. Pero te deja un dolor tan fuerte, que te aprieta el pecho hasta ahogarte.

Podríamos ser los generales de siempre, de esos que suelen armar las estrategias después de la batalla. Los que cuando se pierde, encuentran las soluciones impensadas y los nombres adecuados, rebuscando sus libros de historia y sus apuntes borroneados. O quizás, de esos que cuando se gana, se refrescan en el entusiasmo y se dan un baño de gloria ajena y embustera. Pero la realidad, nos dice que es hora de hacerle un espacio al raciocinio, de motivar el pensamiento y aceptar que este partido lo teníamos perdido antes de empezar, pero no quisimos aceptarlo porque nuestros ojos tenían puesta la venda de la fantasía y la magia gratuita. Esa que nos vende la prensa, pero que la engullimos con frenesí nosotros mismos, cada día que nuestros “extranjeros” hacen noticia. Cuando se pierde, todos son aborrecidos y extraños, pero cuando se gana, son nuestros “fantásticos” héroes.

Podríamos decir que el “Mago” nuevamente fue un ilusionista porfiado en lograr su mejor truco y que apeló a su mismo esquema de posibilidades, a pesar que el escenario era distinto y el clima no era propicio. Pero que por ser demasiado osado o un tanto paternalista con el entorno, que los propios peruanos le hemos creado, terminó siendo un charlatán campechano y desacreditado. Pero si hacemos un balance sincero de estos tres partidos, sacaremos como conclusión que no existen jugadores consolidados como realmente creíamos, por ello las ausencias sobre todo en defensa resultaron siendo determinantes. Acaso y Markarían pensó tener el balón lejos de su arco y la única manera que tenía a mano era con sus “fantásticos” en ofensiva. Era una buena intención, pero una mala decisión. La altura no es un mito y hasta los superhéroes se desgastan y terminan sucumbiendo a sus efectos.

Ecuador ha logrado estar en los mundiales porque supo aprovechar al máximo la ventaja de jugar en los 2.850 metros de Quito, con el ritmo vertiginoso que le impone al que visita su feudo. Perú pudo aguantar un tiempo, amarró bien al rival, pero a costa del deterioro físico de sus mejores hombres. El ahogo y las nauseas, fueron aflojando las piernas y el cansancio fue dibujando una frustración. Jugar con Retamozo como único hombre de recuperación, fue arriesgado, pero pudo funcionar, en la medida que se hubiera aprovechado las pocas que se tuvieron. Quizás se pudo prescindir de un par de figuras para poblar el medio con hombres de marca, pero tampoco garantizaba nada, porque el balón se movería en cancha propia. En el fútbol, el que arriesga demasiado, puede ganar un partido, pero también se corre el riesgo de  perder su propia historia.

Cuando los peruanos seguían festejando el triunfo inicial contra Paraguay, Markarían dijo de manera premonitoria que al final de las cuatro fechas, nuestra realidad podría ser triste. Sus palabras solo demostraban una posibilidad realizable y que confirmaban la tranquilidad para asumir que de visita solo nos podríamos traer dolor y frustración. Si vemos las estadìsticas, Perú se ha convertido en el visitante perfecto, en ese equipo forastero que es ideal para que el anfitrión haga sus cálculos de cómo avanzar en la tabla, un rival accesible para ganar puntaje en estas clasificatorias que se hacen cada vez más impredecibles, peliagudas y parejas. 

Hoy que el ánimo tiene un agujero y salen las voces pitonisas, uno podría pensar que quizás nos valdría mas creer en nuestro pasado, porque resulta más confiable y nos ayudaría a calmar los sueños truncos, porque crear ilusiones del futuro nos hace endebles pues aún no terminamos de consolidar nuestro presente. Nos cuesta aceptar que somos un equipo chico y así se debe afrontar lo que se viene, reconocer que en Quito no tuvimos altura y nos ahogamos en la buena intención, pero que es momento para tomar un respiro y hacer una necesaria reflexión.

Este es un proceso distinto a los anteriores, que aún no termina por descartarnos ni hacernos visibles. Lo más difícil se viene en camino y tiene que ver con la consolidación del equipo y el fortalecimiento del grupo. Revertir este presente ingrato, será una dura tarea para Markarian, pero si es que lo dejamos solo. Y es que así como fuimos ilusos para fomentar tanta fantasía y creer que la magia existe, hoy debiéramos ser auténticos para reconocer que debemos hacernos fuertes para levantarnos de este golpe. La desmotivación y el pesimismo es una enfermedad que ataca a los que tienen el carácter débil y el alma endeble. El fútbol nos brinda momentos alegres y desagradecidos y en estos últimos, es cuando debemos ser solidarios. 

El partido contra Ecuador ya pasó, pero nos dejó la ingrata sensación que Perú fue demasiado confiado pensando, voy gano y me Quito, pero se ahogó en sus buenas intenciones y terminó engañado y muerto como Atahualpa. 

Aún sigue prendida la vela de la esperanza y mientras se tenga vida hay tiempo para seguir luchando. 
VAMOS PERÚ CARAJO!! 


Un Vasco seco y volteado

El sol salió temprano y parecía o queríamos creer que parezca una señal de buen augurio. Y es que para los hinchas peruanos de cualquier condición y color de camiseta, es un dogma que se ha hecho parte de sí mismo, el levantar castillos de naipes, a partir de encender su propia ilusión, cuando el travieso destino le toca el timbre para dejarle un resultado positivo por debajo de la puerta. Se emociona, se entusiasma en demasía y deja volar sus sueños hasta hacerlo necio, le gana la pasión y se le escurre el raciocinio. Le importan dos centavos poder entender que en el fútbol todo ya está escrito, nada resulta siendo nuevo. Se puede hablar de actitud, de garra y pundonor, pero si no se aplica con inteligencia, las buenas intenciones se terminan escurriendo como agua entre los dedos.

El 2-0 de la U en Lima, abrigó una esperanzadora ventaja para asumir que en Rio de Janeiro más que cuidar un resultado, se jugaba el orgullo y el buen nombre. Se sabía que el Vasco da Gama saldría con toda su artillería a doblegar la puerta desde el camarín. Se tenía claro que iban a apelar a todas las artimañas antideportivas, dentro y fuera de la cancha. Se sabía que el Arbitro Amarilla, sería el jugador 12 local, que condicionaría al visitante, eso es normal y mucho más cuando de equipos brasileños se trata. Se sabía que la provocación sería la manzana prohibida, del cual los cremas estaban impedidos de siquiera mirarla. Se sabía que la concentración, era un valor agregado a esa garra histórica que se hacía tan necesaria como oportuna. Entonces el “Chemo” y sus jugadores, sabían a donde se metían y quiénes eran los enemigos a vencer. La pregunta es, cuan preparados estaban todos y cuanta falta iba a hacer tener un kilometraje respetable para afrontar tamaño desafío.

Un primer tiempo para el sufrimiento y un epílogo para el infarto. Digamos que el infortunio también se mete a la cancha y esta vez jugó en contra. Galliquio se fue temprano, en una infausta jugada. Con Galván mas pensando en el retiro, Duarte no estaba para un partido tan complicado. Llontop ya estaba condicionado y se devoró un gol imposible. Si en Lima “Toñito” Gonzales fue valor destacado, esta vez le ganó el temperamento y vio la roja temprano, aunque, todo hacía pensar que no terminaría el partido. Nadie se hubiera sonrojado si entraba La Rosa al medio. Rabanal fue héroe y villano al irse irresponsablemente a las duchas y todo en un solo instante. En contraparte Ruidiaz nuevamente demostró su sinvergüencería, pero fue sacrificado por una inoperante disposición táctica defensiva. Estaba claro que quienes debían tener presión eran los brasileños, quienes debían desesperarse eran ellos, pero se vio todo al revés o en el banco crema faltó la capacidad para una lectura objetiva del juego.

La U tenía la oportunidad de escribir una página importante para su historia. Era una dura prueba para determinar de cuanto sirve ser valiente y cuanto incentiva enfrentar a lo adverso. Lo tuvo al alcance de la mano, pero una vez más nos dimos el portazo ante la realidad. Incluso cuando ganaba 2-1 comenzó a perder el control del juego y a la postre pareció que desde allí empezó a perder la clasificación. El Vasco no tiene titulares ni suplentes porque juega de acuerdo a lo que necesita. Le bastó encontrar la superioridad numérica para aprovechar los nervios y la inexperiencia de su rival. Lo que parecía imposible lo logró jugando con la debilidad ajena y puso en la red lo que le hacía falta. Sufrió más de la cuenta, es verdad, pero mas ha sido por su desmedida confianza en sí mismo, que por superioridad de su oponente.

El fútbol es el arte de la astucia y el medio por el cual puedes sacar lo mas intimo de tu ser desde tus propias entrañas. Es la manera de demostrar tu propia personalidad, de ser tu mismo, cuando te toca enfrentar la hora de la verdad. Pero el fútbol apasiona tanto porque las emociones se viven en instantes, cada uno más intenso que el otro y donde se generan oportunidades que finalmente son ráfagas de exaltación, a veces bien aprovechadas sirven para la alegría y otras solo para bajar la cabeza y asumir con tristeza la resignación.

Hoy los peruanos y la gente de corazón crema, tiene rasgado el corazón y una herida en el alma, pero queda el orgullo en pie. Un equipo remendado en confianza, con la cabeza más puesta en las cuentas por pagar que en los partidos por ganar, ha hecho una campaña meritoria. Llegar a cuartos sumidos en esta crisis deplorable tiene mucho mérito. Hay cosas resaltantes por considerar que quizás tengan un matiz de explicación y análisis del juego pero alejado a justificar un resultado imperfecto, pero tan real. Si para el Vasco ha sonado a una hazaña, con mucha más razón no se podrá poner en duda la actitud de los jugadores cremas, pero queda como reflexión final, que no se fue medianamente inteligente para asumir una definición, con el corazón caliente, pero la cabeza en la refrigeradora.

Ese vaso medio lleno sigue siendo el mismo, aunque para aliviar esta amargura, los hinchas despojados de su camiseta, lo quisiéramos lleno de un trago de esperanza, que ayude a doblar la página y levantar la cabeza. Un sorbo largo, seco y volteado, para aliviar las penas y a congraciar de nuevo el aguante. El fútbol te vende a crédito alegrías y tristezas, pero te brinda de regalo, una esperada revancha.











El Vasco medio vacìo

Bastaba mirar el rostro del “Chemo” cuando terminaba el partido, esa mueca de indiferencia ante lo que indicaba el marcador y la indolencia ante lo que gritaba la tribuna, contrastaba con esa sonrisa de palomilla del “Puma” Carranza, nunca tan desenfadado, orgulloso y hasta pendenciero. Quizás porque en el fondo se sentía ufano de que su famosa y popular frase de “La U es la U” se hacía más célebre e importante que nunca y aquello que es más grande que sus problemas, parecía un proverbio bíblico. Y es que no es necesario ser hincha consumado de la U para sentirse contento, porque la alegría no tiene color de camiseta cuando de ganar en la justa internacional se trata, más aún si un equipo peruano es el que se faja en la cancha ante un rival de fuste como este Vasco Da Gama, tan necesitado de gloria como este Universitario tan necesitado de dinero.

El nuevo Estadio Nacional es otra cosa, se hace un escenario de lujo como para irse triste. Su majestuosidad impone que la gente se contagie de fervor y su acústica hace eco de todas las voces para hacerlo un solo grito que se incrusta en el alma del más imperturbable hincha. Resulta imposible estar en la grada sin sentir la adrenalina que produce este nuevo templo del fútbol que enorgullece a todos los peruanos. Por eso, el sufrido hincha crema, echó al olvido sus angustias y se vistió de color esperanza, se puso el traje de la ilusión y un pañuelo blanco en el ojal. Quiso olvidar sus penas con una copa, en esta Copa Sudamericana, que ni siquiera en su sorbo triunfal le encuentra solución a sus problemas, pero le alivia en algo este tormento de ver agonizar lentamente a su institución, por obra y gracia de sus propios hinchas distinguidos, convertidos en dirigentes y que la han sumido en una crisis económica terrible, con un balance en rojo y deudas que le han puesto precio hasta a su propia insignia.

 TRIUNFAZO. No hay otra definición para este 2-0 final que en los primeros 10 minutos ya tenía a Ruidiaz y a Vitti perdiendo las opciones más claras y en los 20’ a Fano que le sacaban de la raya un cabezazo con etiqueta de gol. “Toñito” Gonzales y Rainer Torres no llegan a medir el 1.70 mts pero se agrandaron para taponar el medio sector, el punto neurálgico donde el Vasco se hace peligroso cuando es pensante. Rainer volvió a ser el motorcito hasta que se le acabó el combustible. Toñito lo que no tuvo de tamaño lo tuvo de aguante. Más allá de un trío de ausencias, Vasco vino con lo que juega el Brasileirao y lo de reservistas, solo resultó siendo una chanza, que solo haría mal en desmerecer esta victoria crema que se fue logrando desde la actitud. Primero para encimar al rival, desde el arranque, para la recuperación del balón y buscar la contra confiados a un Ruidiaz inspirado y un Fano que aguantaba con energía. Desde esa buena disposición para salir por las bandas y agrupar bien para no dejar espacios, en el desborde hubo un jugador que destacó por encima del resto: Edinson Flores. Qué manera de correr de este chico, de comerse el flanco izquierdo y someter a jugadores de cartel a recurrir a todos sus recursos para frenar sus impetuosos 17 abriles, pareciera no tener techo y se sintió un consagrado que pide la cancha grande. Markarían, consejo de pata, dale un cachito.


Un penal de ejecución perfecta de la “Pulga” y una definición fina del “Gavilán”, pusieron cifras a un partido que tranquilamente pudo ser holgado en el marcador y no por una cuestión de superioridad sobre el rival, sino por esas ganas de no dejarse vencer, de esa actitud de ir más allá de las propias fuerzas y de jugar con lo que sale de adentro, con ese amor propio, tan consabido en los que se enfundan la camiseta crema, garra que le llaman, tan propio y tan auténtico como su propia historia. En el verde un puñado de hombres han demostrado cuan valiosa es la gloria y cuanto valor tiene el orgullo, sobre todo cuando se lucha contra la adversidad y se duerme con el enemigo. Esta U no tendrá dinero pero tiene garra, no puede jactarse de tener un buen presidente pero tiene decencia para enrostrarle sus pecados en la cancha. Son ausentes sus impresentables dirigentes, pero le sobra esa actitud de hacer la historia desde donde nace su propia forma de ser. Lo que le hace falta afuera lo encuentra dentro de sí mismo y no solo es cuestión de camiseta, si no de convicción. Acaso y el dinero sea importante, pero mucho más importante resulte siendo defender su propia dignidad.

Es verdad que el fútbol se vive de momentos y se saborea por instantes, porque no existe la felicidad constante. Es verdad que las victorias deben festejarse con nobleza, sin perder de vista la realidad. Es cierto también que la vuelta en Brasil va a ser muy dura, dificultosa, pero queda un espacio para celebrar este medio pasaje conseguido. Cuan necesario era este triunfo, cuanta falta nos hacía, no solo para los hinchas cremas, si no para todos los peruanos, porque en una coyuntura de escándalos políticos y desapariciones misteriosas, requerimos llenar los bolsillos de confianza, para creer en nosotros mismos, para ver ese vaso medio vacío, como un vaso medio lleno. Para aceptar con beneplácito y respeto, muy al margen del color de una camiseta, que con ganas se puede vencer lo adverso, porque esta U nos enseñó una noche de fútbol, que uno mismo puede ser más grande que sus propios problemas.