Una paliza por tanto Lio

Acaso y de fútbol nos alimentamos, los que lo vivimos con apasionamiento. Acaso de fútbol estamos hechos, los que sentimos el placer de oler la grama, sentir el rugir de la tribuna y estremecernos cada vez que abajo en el verde, hay un equipo que tiene como mejor virtud, ser auténtico, fiel al principio de la concepción del fútbol, poner el balón al piso y hacer de la astucia y el regate, una comunión con el gol, para convertirse en un arte maravilloso y una suerte de diversión y fiesta consumada.

Después de esta exhibición de futbol encandilador y contundente, uno se pone a pensar, quien más se anima a desafiar a este Barcelona, que ayer fue una orquesta, con músicos vestidos de etiqueta y que vapuleó a un Madrid, que atinó a sentirse como una simple banda de pueblito olvidado. Quien se atreve a retar a este equipo del toqueteo recalcitrante y provocador, que logra quebrar la paciencia y hace añicos la tolerancia. Quien levanta la mano y puede decir que no se puede ser defensivo, contundente y efectivo en ambas áreas, con el balón en los pies. Quien puede argumentar que un insurgente concepto resultadista es más placentero que una exhibición de fútbol, que llena los sentidos y alegra el corazón.

Fue un paseo y bailoteo descomunal. Una paliza alucinante y una diferencia desvergonzada que empezó con ese primer número de magia que ensayó Lio Messi. Acariciando el balón para que haga una parábola desquiciada, pegó en el madero de un Casillas, que ya olía su crucifixión. Allí hubiera sido para cerrar el estadio, pero era muy temprano. Lo que vino después, fue una lucha desigual, un Barza, dueño del balón y un Madrid que no era tan real, como pintaba. Un toma y daca, un tic tac seductor y despliegue descomunal. Messi, un genio, con el 10 en la espalda tirado atrás para sacar la defensa contraria y haciendo de titiritero, mágico y esplendoroso. Adelante un loco desatado, El “Guaje” Villa, un vagabundo del área, un desenfrenado cazador de balones, que si algo tiene de particular, es saber leer las jugadas y siempre quedar de cara al gol. Se vino el primero de Xavi –un equilibrista total- el doblete maravilloso de Villa, el de Pedrito y cerró Jeffren. Una avalancha de fútbol y goles. Un festín azulgrana, un equipazo que humilló a su cásico rival.

Mourinho hace el aguante a la impotencia, para decir que devorarse cinco goles no es para llorar y que debe jugar mañana mismo, para recuperarse. Experiencia tiene el portugués, de allí mismo salió con una mano atrás y otra adelante y al final se llevó la Champions. De este mismo Camp Nou se fue silbando bajito y después besó la gloria. Y es que el fútbol se vive de momentos, de oportunidades. No existe un equipo mejor que otro, sino diferente, dice con naturalidad el Pep Guardiola. En este partido, el Barza, fue un conjunto de individualidades, que funcionó como equipo. El Madrid, solo fue un grupo de nombres y egos disparejos, que nunca encontraron el balón, porque se lo escondió Messi y compañía. Solo atinaron a despojarse de sus vergüenzas y desfogar sus arrebatos a punta de patada limpia. A cambio recibieron una paliza, por tanto lio armado y por tanto que jugaron todos y lo que jugó Messi, al que solo le faltó el gol, para purificar tanta exquisitez junta.

Solo queda decir GRACIAS, por tanto y tan poco. Por lo mucho que alegra y por lo poco que dura. Para los resultadistas, puede que sea solo una anécdota y esperen al final de la liga. Pero para los que amamos el futbol de verdad, nos hincha el pecho de orgullo, nos hace sentir que se puede vivir y sentir el fútbol en su génesis y realidad. Esta vez el Barcelona del toqueteo hipnótico, pintó el cielo de azulgrana y puso la música. Yo no sé mañana, pero hoy, los amantes del fútbol, somos realmente felices y aunque podrán pasar muchas cosas, nadie nos quitará lo bailado.




Clásico a mano

Clásico es sinónimo de tradición, y el fútbol, está hecho de ritos y cultos tradicionales, que se descarnan en ese amor ardoroso e impulsivo, a veces maniático y perturbado a un color de camiseta. Pero un clásico, tiene también su lugar, en esa mixtura de sabor que puede encontrarse, en un combinado de arroz con leche y mazamorra morada. Hablar de clásico, en nuestro fútbol, es remontarse al encono y rivalidad de antaño, que nace un día sin saber cómo y se mantiene hasta hoy, enquistado en cada corazón de color merengue o un pecho carbón, de matiz blanquiazul.

Y le hace mucho bien a nuestro fútbol ver clásicos tan disputados como el de anoche. Porque se ha visto entrega, con ráfagas de buen fútbol y vibrante de principio a fin. Y es que Alianza y Universitario, pueden estar luchando la misma baja –en un ejemplo peyorativo- pero cada vez que se pongan al frente, quedarán atrás los puntajes y las estadísticas o lo valioso que se pueda estar jugando. Y es que un clásico se transpira y se respira desde adentro. Un clásico no se piensa, se siente. Y es que un crema y un blanquiazul, saben que un clásico no se juega, se gana.

El sueño de llegar a la Copa Libertadores, es el consuelo para los compadres, que lejos del deseo de levantar un título nacional, andan enfrascados en agarrar un cupo y más allá del honor, hay una razón muy valiosa como inevitable para ambos llamada dinero. En una coyuntura de deudas tributarias y malas inversiones –léase contrataciones- jugar un torneo internacional, es de necesidad vital ,es una tabla de salvación que se ha ido convirtiendo en una desesperada angustia. Alianza mantiene su ventaja de cinco puntos y es la valla que los cremas intentan saltar, aunque parezca -en el papel- que no tienen como, ni con que hacerlo.

Fueron los cremas -quizás por sus necesidades urgentes- los que sin importarles que estaban en casa ajena y en un baile sin tarjeta de invitación, los que salieron a danzar la primera pieza musical. Era un ritmo cadencioso, sandunguero y salsero, pero que los morenos parecían tímidos para afrontar en público. Era el minuto 32 y la tribuna aliancista enmudece, por obra y gracia de Miguel Angel Torres, justo cuando Alianza hacía presentir que el gol, era una cuestión de paciencia. La U, había dado el campanazo, con mucha fibra y garra. El partido cobra intensidad, en la medida que Alianza y sus nuevos “potrillos” empezaron a meterse más al partido y hacerse serios en la cancha. Antes del descanso Cristopher Soto, en fulgurante aparición, recoge el rebote de Fernandez(otra vez), pone la paridad y todos a sentarse nuevamente.

El complemento, fue un ida y vuelta constante, con torbellinos momentos de brusquedad, pierna fuerte, pero también buen fútbol. El “Chemo” apostó por asegurar el medio y hacer del contragolpe el arma letal. Costas, fiel a su estilo, con el desdoblamiento por las bandas y apelando a la velocidad de sus hombres. Pero los clásicos tienen esa pizca de ironía, que siempre juega con los sentimientos ajenos. Cuando era parejo el partido y el gol tocaba la puerta de ambos arcos, el infortunio le toca el hombro a Villamarin y en una jugada confusa, le da la ventaja a la U, que empezó a crecer en fútbol y en anhelos. La porfía blanquiazul, siempre encontraba bien parados a Galván y compañía. Pero un partido tan parejo, no podía nombrar un ganador todavía. La caldera se impacientaba y la luz se hizo en el banco.

Adré Carrillo, es un chico que desde su aparición, deslumbró por su velocidad de saeta y su dribling endiablado. Los hinchas aliancistas, ya lo encumbraron como un nuevo salvador, quizás para borrar ese presente oscuro de Manco y Farfán. Uno lo escucha decir que a él, no le va a pasar lo mismo y que su mejor consejero es Waldir Saenz ¿? y es como para sonreír con desconfianza. Si algo caracteriza a Alianza, es en sacar buenos peloteros, pero con escasa formación personal y es hartamente conocido, ese clan de “referentes” que ya bautizaron a este “Potrillo”. Ojalá, por el bien de nuestro fútbol, pueda consolidarse y no ser uno más de los que se vistieron de blanquiazul y se quedaron en promesas. Anoche entró, con pocos minutos por delante y desequilibró. Era un fantasma que le jugaba la espalda estudiantil y generó peligro en el contragolpe. La igualdad llegó luego de frustrados remates, le quedó servida a Fleitas para fusilar a Fernandez, que salió sin convicción, un mal que se va haciendo costumbre.

Pudo jugar mejor Alianza, pero la U le tomo bien el pulso, sin pasarse de revoluciones, fue equilibrado, mas no contundente. Pudo haberse llevado los tres puntos la U, pero Alianza le puso alegría a su juego. Pudo ganar la U, como lo pudo hacer Alianza. Al final, en un partido vibrante, en un clásico a pulso, en mano a mano, con mucha palpitación, salió ganando el hincha crema y el blanquiazul. Salió ganando el fútbol.