No piero ganarte compadre

Era un sábado distinto, una tarde de clásico, pero también un día donde el fútbol y la fiesta, se guardaban en un bolsillo y en el otro se hacía un ovillo la angustia con la desconfianza. Esta vez era diferente, porque se disputaban puntos valiosos, pero se jugaría pensando en el santo, con el temor de quemar cartuchos y quedarse desarmados. Por un lado estaba la obligación por ganar y por el otro, el conflicto emocional que resulta, saltar a la cancha, presionados, con la adrenalina propia de lo que significan estos partidos, pero con un aire susceptible y mediático, que hacía este clásico diferente a los otros. Había que ganarle al eterno rival, como sea, no había de otra, desde el camarín, la ansiedad, ya tenía el cintillo de capitán.

Dos tiempos, uno para cada uno. Un partido donde esta U, que ya no apuesta a defenderse a ultranza y que más bien, recarga las bandas y verticaliza el juego, reordenando su medio campo, le pudo poner color crema al clásico. Pero en cada ataque siempre quedaba un signo de interrogación. Un Alianza que necesitado de puntos, apuraba sus limitaciones de cara al gol, con chispazos de fútbol, pero intrascendentes para con el objetivo. Costas es vivo y escondió sus figuritas, para hacer su equipo más liviano pero dúctil. El “Chemo”, en cambio, ya sabemos que juega con lo que tiene, no es mezquino como Reynoso, pero tampoco es osado para arriesgar. Era su casa, su gente, pero parecía por momentos que no quería ganar. Alianza con lo poco que hizo, tranquilamente pudo salir silbando bajito y una sonrisa socarrona, con sus tres puntos tan necesitados, en el maletín de la conveniencia.

El fútbol, te da alegrías y tristezas, también te da revanchas, pero a veces, es un verdugo que te hace pasar de héroe a villano, en lo que dura un aplauso y convierte la idolatría en injuria, en lo que tarda en desinflarse el globo de las ilusiones. Piero Alva, debe ser el jugador-hincha más amado, pero también vilipendiado por la gente crema. Vive peleado con la tribuna, pero ha podido enrostrarle tardes gloriosas que lo tienen en una vitrina, donde pueden mirarlo, pero no pueden tocarlo y menos prenderle alguna vela. Autor de ese golazo de Playstation del Play Off del 2009, fue genio y figura de ese equipo campeón. Ayer esa misma gente que desgañitó la garganta, le gritó –y bien feo- que su actuación ni siquiera paso los 4 puntos.

Minuto 56, un penal dudoso para la U. Piero se para frente al balón. Aunque los códigos del fútbol dicen que un jugador que está jugando mal, no es el más indicado para patear un penal tan trascendente. No es una ley que se cumpla, pero por lo menos ante tanta presión, se necesitaba alguien de experiencia, alguien que tenga los genitales bien apretados. Libman había sacado un par de mérito. Estaba ofuscado, se ganó la amarilla por reclamar y su rostro era de pocos amigos. Piero cerró los ojos y dejó que ese mismo pie que hizo delirar a su gente en Matute en el 2009, le pegara a un balón que fue a darse con la pierna del golero y marró un gol que, esta vez no era de campeonato, pero sí de mucha esperanza. Libman salió del monumental como el héroe, pero la satisfacción para ambos, tuvo un resultado de color gris decepcionante.

Al final los compadres se fueron como vinieron, abrazados, saludándose fraternalmente, con el sudor y la fatiga que recorría sus emociones, pero con un frustrante gesto que expresaba que había sido en vano, más aún que en la noche, los santos alargaban la ventaja y lograban que la rabia se haga más sentida y penetrante. Cremas y blanquiazules, jugaron a querer obtener un resultado sin arriesgar, cuidando la puerta y se quedaron apretando los puños de impotencia. La gente crema, se fue del Monumental arrebatada. La blanquiazul, se desquitó con la violencia de algunos vándalos. En los camarines, se quedaron un héroe y un villano, que fueron los artífices y culpables de que este clásico no tenga ganador, pero si dos compadres derrotados.