El indigno precio de la traiciòn

Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé. Golpes que llegan al alma, que aniquilan las voluntades y son como navajas que desgarran las ilusions, haciendo de tu dolor una plegaria a la impotencia y la tristeza consumada. Hay golpes en la vida, yo no sé. Golpes que te destruyen las entrañas y te hacen añicos tus sueños y expectativas. Hay golpes en el fútbol, tan fuertes y eso si lo sé. Golpes que te aniquilan el raciocinio, porque te golpean directo a la existencia. Golpes que te dejan agonizante o muerto en vida y te duelen tanto porque han sido hechos por la espalda y con la daga maldita de la traición. Golpes que aniquilan tus esperanzas y el desprecio a la injusticia que condena al corazón.

El hincha aliancista, el de sonrisa contagiosa y de entusiasmo sabroso, tiene el corazón roto. Pero alimenta su virtud de la prudencia, con gotitas de consuelo que tranquilizan su conciencia. Porque los partidos de copa duran 180 minutos y el primer tiempo en Matute, cumplió con su ofrenda de alegría y efervescencia multicolor. Llenó la caldera de la Victoria, animado a su presente y la confianza que le brindaban los números: No tener una defensa como la de su compadre, pero siempre meter miedo arriba. Y ese partido, en casa donde hay que hacerse respetar o por lo menos no dejar que nos metan la mano al bolsillo.

La U de Chile jugó como lo hace su par peruano, el compadre. Nunca se sintió extraño en Matute, aplicado tácticamente y un Alianza aún viviendo del recuerdo contra el “Pincha”, como un estigma, que lo llevaba a querer jugar siempre a lo mismo y con lo mismo. Para Alianza, jugar contra el equipo de Pelusso, era como cuando uno está recién casado y la primera infidelidad la haces con tu ex y por más que le metas letra y cuento, ella te sabe todo, lo que quieres, lo que piensas y hasta lo que mientes. La clasificaciòn empezó a perderse en casa.

Pero el fútbol es como el amor, y no hay nada imposible. Alianza en Chile, dejó de ser el equipo que en Lima, jugó a lo que le pedía su gente. Bajó las revoluciones para ser cauto, pero prolijo. Sensato pero efectivo. No dejarse llevar por la prontitud, para evitar ser predecible. Una cosa es jugar rápido y otra ser apresurado. Y entonces se vio un equipo que parecía local en el Monumental de Colo Colo. Con un despliegue diferente. Un “pato” Quinteros por momentos exquisito y con Aguirre y Fernandez, arremetiendo con todo y contra todos. Se hizo un ida y vuelta de nivel superlativo.

El “Zorrito” deja su marca. Arrincona su potencia y descarga un centro para el testarazo de “Zlatan” que Pinto alcanza el manotazo, dejando picando la duda si estaba dentro. Dudosa la jugada que el árbitro Carlos Vera -ecuatoriano él- cobró cómo válido. Si lo anulaba, de seguro no pasaba nada. Pero desde ese momento sería la figura excluyente del partido. El punto de quiebre íntimo, tiene que ver con la lesión de Quinteros. Era la manija y allí se equivoca Costas. Era muy temprano para defender y Montaño ya había anunciado en Lima que tenía hambre de fútbol. Apostó por Vílchez y el empate llegó, como una bofetada al error. Cuando mejor jugaba Alianza las cosas se ponían cuesta arriba. El partido cobra intensidad y las vallas pudieron vulnerarse. El poste y la mala puntería salvaban a Forsyth. El ímpetu y las ganas locas de Aguirre, dejaban respirar tranquilo a Pinto.

Los últimos 20’ del partido serán inolvidables, porque marcará un antes y después. Acierta Costas tirando al ruedo a Montaño -muy tarde para mi gusto- y el colocho genera la jugada para arrejuntar rivales a su trasero en el área y dejarla servida para que Fernandez, ponga la diferencia y haga explotar los corazones peruanos vestidos de blanquiazul. El “Si se puede” suena más fuerte en los oídos. Faltaba tan poco para alcanzar la hazaña y bañarse de gloria. Pero el destino mezquino, ese mismo que se metió al Morumbí y sesgó la ilusión crema, alargó la agonía vistiéndose de infortunio. Puso el balón arriba, para que lo disputen en la última jugada de un partido terminado y epopeya consumada.

Un mal rechazo aliancista, la deja servida. El remate de Seymour toca la cabeza rapada del “Negro” Gonzales y se va adentro. El línea –también ecuatoriano- levanta el banderín, porque la regla marcaba que dos hombres de la U chilena, estaban fuera de juego. El gol primero es anulado y era lo correcto. Alianza había clasificado. Pero fue tanta la presión chilena, que zarandearon a su regalada gana a este árbitro de ingrata recordación, quien falto de personalidad y sin perjuicios que lo validen, cambió de opinión y señaló el centro del campo. Una decisión polémica, que dejará esquirlas de infamia regadas por doquier. Quien sabe en su conciencia, no quede ningún rasgo de justicia, y el tiempo cubrirá su actuación y el olvido acompañe nuestros recuerdos futuros, pero para Alianza, esto fue un robo a mano armada, con intención, alevosía y ventaja.

Pero tan igual como la epopeya crema, acaso y mañana alguien se acuerde que se estuvo cerca de hacer historia. Las estadísticas hablarán de quienes pasaron y quienes se quedaron, sin darnos ninguna explicación. Así de mezquino es a veces el fútbol, así como reparte alegrías, otorga tristezas y desventuras. Ya no hay vuelta que darle, los compadres han quedado fuera. Quien lo diría, uno tiene lo que le falta al otro. A uno le sobra lo que el otro necesita. De alguna manera su compadrazgo sigue vigente y se necesitan mutuamente para existir, aunque ello en la tribuna siga siendo una utopía, pero tan vigente como nuestro fútbol.

En la conclusión y apegados a nuestra costumbre de remendar las derrotas, podemos estar seguros que no hemos perdido con esta eliminación. Por el contrario, hemos ganado dos buenos equipos para avizorar el futuro de nuestro fútbol. Ambos dejando un nuevo mensaje para contestar. Uno con entrega total de sus hombres, ordenado y prolijo, aunque con materia pendiente, de cara al gol y que perdió su oportunidad ante una circunstancia fortuita y un rival de pergaminos. El otro fiel a su estilo y tradición, desprotegido abajo, pero con el plus del fútbol y la efectividad arriba. Quizás de los dos, sea Alianza, el que más duela su resignación, porque para quedar eliminado, ha tenido que sentir en carne propia, el indigno precio que tiene la traición.

Confesiones de pasión y locura crema

Si alguien pudiera establecer la diferencia entre pasión y locura, de seguro pondría en un lado de la balanza, el entusiasmo y la exaltación, pero por el otro, pondría la demencia y la pérdida de la razón. Pocos entonces entenderían cómo es posible que alguien pueda ir más allá del razonamiento lógico, de lo cuerdo y lo normal. Pocos entonces entenderían a ese hincha crema, que ama a su camiseta de manera sobrenatural y su pasión sea más grande que su raciocinio. Nadie entendería, porqué ese hincha crema, a pesar de todas las voces en contra, le juega toda su fe a Reynoso y a su equipo, para sentirse seguro que del Morumbí, solo los sacaban muertos, por superioridad o por la gracia divina, pero nunca por la falta de entrega y mucho menos por no dejar la piel y el corazón en una cancha de fútbol.

Este hincha crema, es mi amigo y creo sentir, que me habla más con el alma y deja un tanto de lado la razón. Antes de jugar contra Sao Paulo, las condiciones ya estaban planteadas. Sería una defensa a ultranza, a cerrar todas las puertas y de cuando en vez, asomarse para disparar algún escupitajo provocador, que le brinde una reacción del rival y genere espacios para buscar la gloria a punta de ganas locas. Esta U de Reynoso, le viene bien jugar de visita, está en su hábitat y es lo que mejor sabe hacer. La duda y el temor visible –incluido el más acérrimo hincha crema- era saber hasta dónde se podría aguantar, toda esa avalancha brasilera que por urgencia, debía caer encima y porque tiene los argumentos de sobra, para sentirse ganador antes de salir a la cancha. Eso era en el papel. Pero estaba escrito, que un soldado postergado, un guardavallas de perfil bajo, que se tuvo que cuadrar bajo los maderos, para ocultar una irresponsabilidad del dueño del puesto, se puso, no solo sus zapatos, sino hasta el mismo disfraz de “Superman”. Y aquel sueño que tuvo de niño, cuando jugaba a ser superhéroe se hizo realidad, un día de mayo, en una cancha ajena como famosa y ante millones de ojos futboleros que a partir de hoy, nunca van a poder olvidar su nombre: Luis Llontop.

El partido solo tenía dos alternativas: Lo aguantabas con todo lo que tenías o morías en el intento. Sao Paulo, es un equipo de oficio, sus hombres son atletas consumados y la lucha titánica por defenderse de sus arrebatos, era una oda al heroísmo consumado. Cada minuto que pasaba costaba el doble. Pero el esquema tan acreditado de Reynoso, se vio en toda su plenitud. Cierres precisos, coberturas oportunas y una anticipación a cada jugada para evitar quedar desairados. La entrega de Alva, de Rainer Torres y Vasquez, era descomunal y el ímpetu del “negro” Galván, Rabanal y toda la defensa, era inconmensurable. Sao Paulo golpeando y la U aguantando a pie firme. Un ataque y defensa marcado y con gritos ahogados en el arco crema y tímidas arremetidas al arco brasileño. El tiempo se fue haciendo un rival a vencer. Para Sao Paulo, que jugaba con los pies en la cancha y los ojos en el reloj y para universitario, que veía que los minutos se hacían más largos y la agonía del partido era un faro lejano de su vista. Crecía la figura de Llontop que contagiaba a su defensa de garra y pundonor, para soportar el vendaval, para dar más de lo que no existe y correr aunque los pulmones revienten. Pero el tiempo es cruel y nunca se detiene. Se fue extinguiendo y encontró a los rostros y cuerpos cremas, maltrechos de cansancio, pero alimentados de fe, que la gloria estaba a un paso.

Los penales son una suerte de ruleta rusa, donde no existen buenos ni malos, tampoco valen los nombres y mucho menos los pergaminos. Allí en los doce pasos hay un instante en donde se mide la capacidad de ser y estar en el momento adecuado. Un momento crucial donde la adrenalina inunda el cerebro y la sangre se pone helada. Le ha pasado a los grandes, cuando han puesto el balón en el punto fatal y han visto que el arco se hace chico y el arquero se hace grande como por arte de magia. Esta vez le tocaba definir a la U su suerte desde la pena máxima. El héroe, siguió siendo Llontop, para rubricar una actuación apoteósica, le atajó el disparo a Rodrigo Ceni, un especialista. Luego vino Ramirez y lo hizo como los grandes. Pero después llegó, lo que se temía. Alva cerró los ojos y marró su tiro. La experiencia de Galván no fue suficiente para doblegar la viveza de Ceni. Lo demás fue la triste realidad, de ver a la esperanza crema perderse como agua entre los dedos. Muchos pondrán nombres y membretes, posteriores, de quien debió o no ejecutar los penales. Pero la verdad es una sola. En un momento crucial, ante miles de ojos y gargantas ajenas, en una cancha que se vuelve furia en tus oídos. Hasta al más renombrado se le nublan las ideas y a la hora del disparo fatal, la falta de jerarquía se nota en un solo segundo. La historia pudo ser diferente. El barbas puso su mano en el arco crema, pero el destino no hizo caso y quiso escribir una página diferente.

Ese hincha crema apasionado, añora a Candelo, pero me dice que no le importa el fútbol que renuncia Reynoso y que prefiere la entrega de sus hombres. Yo le digo que también hay que mirar el arco de enfrente, que a veces pareciera que esta U tenga prohibida la inventiva, la individual y que sea el equipo que mejor sepa salvaguardarse, pero que tiene como materia pendiente, llegar al arco contrario con la misma dinámica con la que se repliega para cerrar sus puertas y ventanas. El, sabiamente me responde, que las defensas se organizan y los ataques se improvisan. Que ya estamos cansados de que siempre nos vean como equipos de medio pelo y que el adagio de jugar como nunca y perder como siempre, con este modelo ha comenzado a revertirse, a tener credibilidad. Yo le digo que hay mucho de razón, y quien sabe esta U de Reynoso esté en la etapa primitiva de lo que él quiere y le falten hombres y nombres para que evolucione. Puede ser que tenga que pasar mucho tiempo o quien sabe el mismo Reynoso caduque en su intento, pero tiene a su favor que en una era resultadista, puede ser que la pasión, sea más fuerte que la razón misma de jugar bien o mal al fútbol.

El hincha de Candelo, me dice que si ya estoy convencido de que esta U de Reynoso, este equipo por el que él apuesta, es la mejor expresión de lo que necesita nuestro fútbol, a pesar de lo que diga el compadre y el mundo entero. Yo solo quedo en silencio, porque no desmerezco la entrega de sus hombres ante un rival poderoso y en su misma casa. Aunque la U de Reynoso, ha jugado igual los últimos 4 partidos, en diferentes escenarios, pero sigue pendiente declararle su amor a la red. No le quise confesar que estuve tan nervioso, que mi presión se trastornó demasiado y mi corazón palpitó alterado, cuando se tuvo que ir a los penales. No le pude decir que anoche me sentí orgulloso de la garra crema, mas por el espíritu, que por la conciencia y que tiene razones para ser tan desquiciado para sentir su pasión. Pero, debo confesar que después que pasó el vendaval y nos tocaba levantar los escombros, me sentí un poco vacío. Como que se había nadado tanto para morir en la orilla. Desapasionadamente, quisiera decirle -pero no me atrevo- que al final, nadie se acordará de los 90 minutos, sino de los penales errados y el intento de gesta triunfal que encendió nuestras pasiones, en una noche que todos fuimos cremas por sentimiento y peruanos de corazón.