Una manito para el "pincha"

Juan Sebastián Verón, corre con los brazos abiertos y la boca llena de gol. Va en busca de su gente, esa que hace unos minutos tenía el corazón apretujado y el bocado de miedo atragantado en la garganta. La “Brujita” tiene los ojos desorbitados y aprieta los puños contra su vientre, como un mensaje de desahogo a su furia contenida, por todo lo que quiso y no podía, por todo lo que quería y no lo dejaban. La hinchada “pincha” que ha llenado el Centenario de Quilmes, se deja llevar por la euforia y desata un carnaval tribunero que mas allá de una alegría consumada, disimula un temor escondido, que se disipa entre tanto cántico y grito pelado.

Abajo en el verde, la gente aliancista, muestra el rostro quejoso pero orgulloso. Nuevamente, le ha jugado sin complejos al campeón vigente de la Copa Libertadores. Lo ha mirado a los ojos y lo ha tuteado con desparpajo. Lo ha aguantado con entereza e incluso lo tuvo a tiro de gracia. Pero en un instante fatal, de esos que a veces es mejor olvidarse, cerró los ojos y recibió un golpe traicionero que lo ha dejado sin sentido. Cuando ha despertado, la alegría era ajena y tenía en la boca el sabor amargo de la frustración. Solo le ha quedado recoger sus cosas, envalentonarse de nuevo y alzar la cabeza, porque el “pincha” que había llegado de la Plata para llenar el centenario, no le grita con desprecio, lo mira con respeto y hasta saluda que la fortuna, esta vez estuvo sentada en la popular. Dicen que los partidos de copa no se juegan 90 minutos, sino hasta que el árbitro haga sonar su silbato.

Era un partido donde ambos jugaban según su propia necesidad. En la tribuna estaba un invitado ilustre; Maradona, el D10s del fútbol, que vino a ver al “pincha”, a su amigo Verón y sobre todo al “Chapu” Braña, jugueteando en sus bolsillos, con dos boletos para el mundial de Sudáfrica 2010. El Diego, fue a ver el desempeño de Estudiantes, pero terminó aplaudiendo el orden y la disciplina táctica de Alianza. Y es que Costas estaba en su hábitat. Hombre que ha vestido la albiceleste de Racing, que ha sido campeón de Supercopa en el 88 con el “Pato” Fillol y Rubén Paz. Hombre que en Avellaneda tiene un nombre respetado y que ha tenido muchos encontronazos y trompadas, con el “pincha”, como para saber cómo se juega en su tierra y contra su propia gente. Plantó un sistema que no exageraba el correr tras el balón, sino esperando al hombre y anticiparlas todas. Jamás renunciar a su identidad futbolística y a ser prolijos en el toque y desmarque. Esperar que el “pincha” se venga para hacer el calco del 4-1 de Matute, con la potencia del “Zorrito” arriba.

Un partido de copa, con dos equipos clasificados, se puede hacer mezquino para el fútbol, porque no hay mucho que ganar y puede que tampoco por perder. Al final de cuentas, en la siguiente etapa todos son rivales difíciles y si se quiere ir lejos hay que ganarles a todos. Era el mejor partido que hacía la cuestionada dupla de Solís y Vidal Sosa, Prado y Vilchez aplicados, dejaban que el paragua Gonzales muestre toda su jerarquía internacional. El “Pato”Quinteros con el foco encendido y arriba el “Zorrito” que metía miedo cada vez que iniciaba un arranque. Verón no estaba fino y Boselli aún no encuentra distancia. Sosa, el llamado a generar peligro, entretenido buscando salir del bosque de piernas aliancistas. El “Chapu” Braña era el más claro. El que generaba el despliegue y la sorpresa. El partido se hizo de pulseo en media cancha, con el “pincha” empujando, Alianza, aguantando y saliendo con propiedad. Estudiantes tuvo varias claritas que se devoraron sus atacantes y otras que Forsyth evitó consagrando una actuación meritoria.

El hincha de Estudiantes, se fue silbado su regocijo, fue cantando su satisfacción, pero también comentando lo mal que la pasaron, por culpa exclusiva del “Zorrito” Aguirre. En el primer tiempo, el aliancista que se encuentra solo contra el mundo y se inventa una diagonal fulminante, desairando a Desábato y Celay, con la respiración de Verón encima, se hamaca y descarga un zurdazo que pasó muy cerca. Orión respiró tranquilo. Para el segundo, fue por derecha y cuando llegaba a la raya, sacó la puñalada mortal que no pudo calzar un inoperante Fernandez. Pero la más clara y quizás la que pudo cambiar la historia, fue ese rechazo que quedó perdido en el infinito y que el “Zorrito” llegó con potencia. Se sacó al arquero a velocidad y cuando el toque sutil con arco descubierto, esperaba la gloria para el pretendido por River Plate, no le puso bien el botín y la pelota se fue saltando inquieta, pegadita al vertical y con toda la tribuna enmudecida. Aguirre no se perdió el gol del triunfo, fue el gol de su vida, el que de seguro a estas horas, hubiera sido su credencial para irse a jugar donde le diera la gana. Pero volvió a ser el “Zorrito” de siempre: El de las jornadas épicas o las realidades frustradas, todo en una misma camiseta.

Con el corazón en forma de reloj, solo se esperaba que el final llegue como bálsamo a las angustias de las instancias finales. Pero Vílchez, demuestra su inoperancia para las horas difíciles y se gana la roja, cuando ya le habían perdonado una peor. El tiro libre de Verón, busca la cabeza de Desábato, en la última oportunidad que quedaba para romper el hechizo. Vidal Sosa, que había asegurado con su actuación el alargue de su contrato, comete un sacrilegio para los estamentos del fútbol. Extiende la mano de manera grosera, en la cara del árbitro que sentencia su falta de jerarquía, marcando la pena máxima. Verón se para frente al balón. Le toca decretar la justicia por su propia mano. El disparo lo bloquea Forsyth, pero la “Brujita” aparte de ser el mejor de Sudamérica, tiene a favor el plus de haber nacido con buena estrella y ello es un valor agregado para los predestinados del fútbol. Por eso el balón caprichoso, se quedó sumiso, a la espera que el argentino le pegue con su varita y hechice de jolgorio a toda esa gente, que le lanza su gratitud, cuando corre con los brazos abiertos gritando su euforia, por este triunfo y también por esta manito para el “pincha” que de seguro, se le dio el cielo o quien sabe fue el D10s, que aplaudía contento en la tribuna.

Como gallito de pelea

Era un partido de descarte. Era un partido donde la U de Reynoso, no solo se iba a enfrentar a Lanús, que esperaba agazapado para pegar el zarpazo salvador, sino contra un entorno, duro y hostil. Era un partido para definir no solo el resultado, sino quien de los dos, tenía mejor convicción para seguir en la brega. Pero esta U, sabe jugar de visita, en pago ajeno se hace más sólido. Es un alumno aplicado del sistema defensivo, lo ha aprendido con el tiempo, sabe correr la cancha y copar cada milímetro a punta de sudor y piernas. Ese es el dogma de Reynoso. Ese es el credo que ha impuesto y acaso le brinde resultados para no perder los partidos, aunque no se vea ninguna fórmula revolucionaria para ganarlos. Este Universitario, necesita que el rival se vuelque en ataque, para soportarlo con entereza y buscar fulminarlo en contragolpe, aunque en desmedro de su planteamiento defensivo, siga teniendo carencias serias arriba, porque vive condicionado al ánimo con que amanece Piero Alva o cuan motivado esté Labarthe, amén de que Orejuela no pase de ser un delantero voluntarioso y Píriz Alvez, sea hasta ahora, solo un buen negocio para los de saco y corbata.

Pero el fútbol, es el arte del engaño, una suerte de definiciones de circunstancias que a veces no tiene que ver con un factor de superioridad. Ante un Lanús precavido, que atacaba tibiamente, La U fue demasiada cautelosa, jugando a la defensa extrema y logrando que en el primer cuarto de hora, el aburrimiento sea un desabrido acompañante. Salvo el testarazo de Pelletieri que dio en el poste de Fernandez, no hubo más para contar. Para el segundo, había que asumir los riesgos y fue Lanús el que propuso y la U el que dispuso. Un ida y vuelta con mucho vértigo y situaciones claras para ambas vallas. Parecía que el que hacía el primero se llevaba el premio mayor. Pero todos jugaban el boleto y nadie acertaba, El pozo fue engordando y de a pocos se les fue haciendo esquivo para ambos. Si hay que ser honestos, así como Lanús pudo hacer hasta tres goles, igual se pudo comer otros tantos, porque la U llegó y claramente cuando le dieron los espacios, pero otra vez y esta va para Reynoso: Un consejo de pata hermano. Urgente mándalos a Rabanal y Carmona a un curso acelerado para aprender a meter centros. Esos ladrillos que mandan, es un abuso. Hazme caso hermano, aunque sea por correspondencia. Algo bueno vas a conseguir.

Esta U de Reynoso, pueda que no sea un equipo de fútbol pulcro y podrá haber cambiado su forma, mas su fondo, en esencia sigue siendo la misma como su propia camiseta. Porque ha encontrado en el “negro” Galván el símbolo de esa garra tan enarbolada e histórica. El negro mete lo que debe y las saca todas las que no sirven, a veces elegante otras rudas, pero todas válidas. Manda y ordena atrás de una manera eficaz, dejando traslucir su temperamento hacia el resto. Hasta el “Tyson” Galliquio, tantas veces denominado líder, ha claudicado ante su personalidad y hoy es su mejor socio. Pero el negro viene en retirada, las veces que pifiaba un balón o no llegaba al cruce, algún pensamiento suelto llamaba a preguntarse en voz bajita: Y cuando el negro ya no esté ¿Quién será el caudillo?. Menudo problema y eso va a ocurrir ahorita mismo, cuando menos se piense y cuando quizás nadie se de cuenta.

En Lanús no era precisamente la hora para disfrutar el asado, pero si había que poner toda la carne en la parrilla. Entonces el partido se fue haciendo hosco, rudo y febril. El reloj fue convirtiéndose en juez supremo de todas las suertes. La adrenalina se fue subiendo a la cabeza y cada balón era disputado como esos perros hambrientos, sin lucha ni cuartel. El fútbol se fue cambiando de vestimenta, lo pulcro y elegante fue quedando de lado para darle paso a la agresividad. Había que definirlo todo de un solo golpe. Y vaya que estuvieron cerca los dos. Lanús tuvo la chance con Leandro Díaz que cabeceó apenas alto y la más clara, cuando Fernandez, se hizo héroe al taparle el disparo a quemarropa de Castillejo. Otras descolgadas y salidas felinas lo convertían en figura al portero crema.

Reynoso mete al ruedo a Ruidiaz. Un petiso que tiene como mayor virtud, la desfachatez para jugar y no le importa (o no es consciente) en qué país o estadio se encuentra. Encontró un balón en disputa y se inventó la jugada soñada. Encarando por el perfil correcto y cambiándolo para la sorpresa. Pasó entre dos y pisó el área. Cuando le salió el arquero lo sortea en un pase de torero andaluz (si se tiraba lograba el penal) y teniendo a Píriz cerca suyo y mejor perfilado para anotar, le salió lo egoísta pues. Es joven, lleno de inquietudes y en dos segundos le pasó por la cabeza, es el gol de mi vida, de la clasificación, de la copa. Quiso ser héroe. Decidió meterla de izquierda, incómodo, y el balón se fue afuera, sin antes darle un beso al vertical. Píriz habrá pensado, acabo de perder la renovación de mi contrato. Rául Ruidiaz, el chico con futuro fulgurante en nuestro fútbol, seguirá pensando que pudo tocar la gloria, pero que ni de juego se la dejaba a Píriz, aunque de ello se arrepienta para toda su vida.

El reloj marcó el epílogo y el marcador quedó en blanco, como las esperanzas cremas de pasar a la siguiente ronda. Lo que pasó al final fue una bronca descomunal, donde había también que guapear, pero con prudencia. Se dieron con todo y ojalá no se vean perjudicados con las sanciones. Ahora solo queda sacar la calculadora y jugar una suerte de rezo silencioso para que los demás jueguen con la camiseta crema puesta debajo, Al final si la suerte le es esquiva, podrán decir que la U guapeo, que no fue gallina y fue gallito de pelea. Que dejaron todo en la cancha, que fue culpa de la mala suerte, más de eso nadie después se acuerda. Porque las vitrinas se llenan de copas y no de resignaciones.

Quien lo diría crema de corazón entusiasta y de fervor apasionado, que llegaría el día en que resignes tu suerte a pedirle un favor a tu buena estrella y le hagas una plegaria a la gitana de la suerte, para que tu destino te pinte diferente. Aquella novia fugitiva llamada clasificación, se pudo quedar contigo, la tuviste a mano, pudiste quedarte con ella, cuando se paseaba en paños menores por la sala de tu casa. Pero dejaste que ella abra la ventana de la intimidad y se ponga a mirar otros horizontes. Aparecieron otros pretendientes y te hiciste débil para defender lo tuyo. Permitiste que el ojo ajeno, le haga un giño a tu traviesa novia y termines tomando un avión, para largarte por lares argentinos, buscando lograr, lo que no pudiste hacer en casa.

Con el pantalón en la mano

Mi amigo Fernando es aliancista hasta los huesos. Y como tal tiene su especial forma de sentir el fútbol. Ser el palomilla de barrio, con la esencia de pueblo y la viveza que entrega la esquina. La alegría con la que disfruta patear un balón y la quimba y la sandunga que lleva en la sangre. Es de aquellos que cuando jugamos la pichanga de los miércoles, se faja entero para ganar siempre. No le importa cómo, ni con qué, ni no sé quien, ni no sé cuantos. Lo único que le interesa es que su record imaginario de partidos ganados sume la balanza de su orgullo apasionado. Ello a veces lo hace pecar en excesos, pero logra siempre salirse con la suya. Quizás en sus adentros defienda más su propia causa vencedora, para evitar que al siguiente día lo vayan a embromar, que el mismo hecho de ir a divertirse a la cancha y que el resultado sea una mera casualidad.

Y vaya que su Alianza, anoche me hizo recordarlo más que nunca. Un comienzo prodigioso donde los primeros 10 minutos las virtudes futbolísticas de sus hombres, hicieron pensar que la noche contra el “pincha”no fue un espejismo. El “negro” Gonzales bien parado y un Quinteros exquisito para hacer jugar al “Zorrito” Aguirre. Un Joel Sanchez endiablado por la banda izquierda y “Zlatlan” Fernandez fulminante en el área. Fueron los mejores momentos del partido, un cambio de ritmo acertado, rotando el frente y haciendo de la velocidad y la precisión su mejor gala. El juego a un toque se tiró abajo muy rápido el andamiaje defensivo que trajo consigo el Bolívar. Jugada peleada de Sanchez por la banda, que recoge Aguirre y encara como siempre y como nunca, a pura potencia llega al fondo y saca un centro perfecto para que Fernández, entregue toda su humanidad y meta el testarazo que hizo saltar la tribuna, donde estaba mi amigo Fernando y sus fieles amigos aliancistas.

Esa alegría duró tanto como la misma realidad íntima. El inicio esperanzador, se fue haciendo drama y la presión empezó a desesperar la paciencia, abriendo las brechas de la desconfianza. Alianza soltó las marcas y fue cediendo terreno al rival, que apelaba a generar juego simple, abriendo la cancha, ganando todos los balones, presionando las salidas, y contragolpeando con sentido aunque sin claridad. Cada pelotazo jugado a las espaldas de la defensa, desnudaba las falencias que han hecho de este Alianza, un equipo que ataca bien, pero es demasiado vulnerable cuando pierde el balón. Bolívar no pisó nunca el acelerador, pero se dio maña para generar ocasiones claras. Pudo empatar e incluso para voltear el marcador. De allí para adelante, Alianza empezó a jugar con nervios y ansiedad, con la presión de buscar el resultado y los ímpetus de mirar el reloj con angustia. Entonces toda aquella alegría inicial, se fue diluyendo como agua entre los dedos.

En esos momentos se requería aspirar el aire de la tranquilidad, ser inteligentes, dejar que el rival se venga para matarlo con la potencia del “Zorrito” Aguirre. Salir un poco en defensa para presionar lejos del área y dejar que el vértigo se disperse por las bandas. Pero Sanchez se fue perdiendo en errores y contagió a Tragodara. Vilchez no agarraba ni su sombra y Sosa con Villamarin eran un par de “Picapiedras”. Gonzales se fue quedando solo y era Aguirre el único que metía peligro, porque hasta Fernandez se fue apagando como velita misionera. Cada ataque Boliviano hacía que el hincha apriete los dientes y sude más de la cuenta. Entonces, recordé a mi amigo Fernando, que de pura cábala no llevó su camiseta y miraba con impaciencia el reloj. Su Alianza siguió en lo suyo, pensando en obtener el resultado, sea como sea. A las buenas o a las malas. Con no sé quién y no sé cuantos. Por la razón o por la fuerza o por lo que Dios mas quiera. Si Alianza aspira a llegar lejos, anoche el Bolívar desnudó las groseras carencias defensivas. Costitas, hermano, un consejo de pata: Fíjate en el contrato del “cacho” Ithurralde, Uruguayo él, que vino con el Bolívar, tiene el porte y el perfil justo y calza con las necesidades inmediatas de tu defensa. Hazme caso hermano, habla con “Pocho” por ahí que te soluciona el fondo, que es una puerta abierta. Que conste que te avisé.

El pitazo final, fue un bálsamo de tranquilidad a esta angustiosa espera. Han pasado 12 años para que Alianza pueda pasar a otra etapa de una Libertadores. Pero esto no queda allí. Si anoche mi amigo Fernando, se fue silbando bajito, es señal que en el fondo de su corazón íntimo, sabe que la otra fase no es la misma y si no cambia su equipo, esta clasificación se perderá entre las hojas vetustas de las estadísticas y pasará a ser una simple anécdota más, en el libro de los sueños perdidos. O quién sabe, termine siendo como el propio record imaginario de sus partidos ganados en las pichangas de los miércoles. Anoche, Fernando se fue contento, se fue abrazado de los buenos amigos, porque se consiguió el objetivo, pero no se fue tranquilo, porque este Alianza, no jugó bien y merece ser el mismo del arranque esperanzador, ese que tuvo hasta visos de locura y espejismos de utopía extrema para nuestro fútbol. Este, su Alianza, no merece darle tantas angustias y nunca como anoche, y como cada miércoles, lo haya hecho ganar, pero con el pantalón en la mano.

La cabeza del hincha crema

Dicen que el fútbol es la expresión más sincera que tiene el hincha para demostrar el sentimiento del amor. Porque a una camiseta no se le puede ser infiel, no se le puede mentir y tampoco ilusionar con palabritas coquetas que endulcen el momento y dejen que la basurita se esconda en la alfombra. Ese amor es dogmático, incondicional y eterno. Cualquier cosa que se interponga entre ese sentimiento, es una traición, burda e insensata. Cualquiera que se digne de ser amante del fútbol, sabe que entre el hincha y una camiseta hay un pacto de amor indestructible. Podrán pasar los hombres y los nombres, pero ese amor, seguirá incólume hasta que el destino toque la puerta y determine que sea la hora de enrumbar el camino hacia el infinito.

Ese hincha crema, que paga su entrada, que se faja en la tribuna, que desgañita su garganta en la grada cada vez que su equipo salta a la cancha y que desvela sus sueños para alentar sus colores, puede que no conozca mucho de movimientos tácticos, despliegue físico o de rotación de jugadores, pero sabe distinguir cuando algún técnico “revolucionario”, intenta hacer apología de su ego y se da cuenta de ello cuando escucha que algunos interesados de cuello y corbata o líderes de opinión, le pasan la mano, ensalzando su innovador método defensivo, sacrificando la esencia del fútbol y defendiendo en aras de la modernidad, el concepto futurista de que los hombres deben correr más que el balón y cuando no se encuentran maneras, de encarar y mirar el arco contrario, es válido tirarla al costado o lo que es peor, meterla como sea al área rival y que pase lo que Dios quiera.

El fútbol es una cuestión de momentos. Y es cierto que hoy mandan los resultados y se viven tiempos donde domina la disciplina táctica y la estrategia para buscar el éxito. Pero todo depende de la realidad que se viva. Esta U de Reynoso tenía el crédito de los resultados que le daban un cheque en blanco, pero parece que ya se quedó sin fondos. De ser un equipo de esencia aguerrida, donde todos eran obreros, que fulminaban en ataque, se ha quedado con la mística defensiva, pero sin ideas para generar fútbol y hacerle daño al rival. Se han ido perdiendo, como la valía de los propios hombres por los cuales apostó Juan. Se habló mucho de un cambio en nuestro fútbol, pero de a pocos la realidad nos ha devuelto el cachetazo. Desde el clásico hasta anoche, la U sigue siendo la misma. Defiende bien. Rota bien. Triangula bien. Pero de acciones atrevidas arriba, muy poco, casi nada. Sin una cabeza pensante, se ha hecho largo y precipitado, que no es lo mismo que ser veloz. La dinámica de grupo debe ir acompañado de la inventiva, de la sorpresa y de la fantasía que le puede dar el desequilibrio individual. Esta U de Reynoso, tiene obreros que dejan la piel, pero le falta el diferente. Ese que lleve el estandarte de líder y conductor. Ese que antes de soltar un pase, respire tres segundos para hacer la pausa.

Reynoso dice que está tranquilo. Le importan dos centavos lo que digan los próceres de la derrota. El asume que tendrá más valor clasificar en tierra ajena. El fútbol da tantas sorpresas que puede suceder que se salga con la suya. Pero el hincha crema, ya le dijo lo que piensa. Porque no acepta que Rabanal y Carmona no puedan tirar un centro decoroso. Que Ramirez sea una muñeca bailarina que no moja la camiseta y que su equipo sin argumentos, parezca un loco desesperado que tira piedras, como un acto agresivo, pero que en el fondo, oculta sus miedos, ante el acecho de algo que le infunde temor.

Ese hincha crema, sigue aferrado a que su sueño de clasificar, se parezca a esa novia fugitiva que se enamoró de un argentino y que él, cual novio fiel, tenga que irse en busca de ella, hasta el mismísimo Lanús o Buenos Aires. Tanto es su amor que lo deja todo y entrega todo. Intentará recuperarla y decirle al oído que recapacite, que a partir de mañana volverá a ser el mismo de quien se enamoró. Aquel muchacho atrevido que conseguía todo a punta de garra y pundonor. Que era respetado y admirado por su coraje y que estuvo equivocado todo este tiempo. El se irá en busca de la mujer de su vida por lares argentinos, sin importarle siquiera que en esa aventura, pueda ser que se quede sin novia y sin dinero para el regreso.