Sinfonia para una noche de tinieblas

Cuando uno lo mira de pies a cabeza, repara por su contextura. Una pinta de rapero rasta, con devoción extrema por las hamburguesas, la sonrisa tímida de su rostro moreno y el acento colocho entre los dientes. Cuando pisa el césped, la visión se hace lumbrera. Tiene el prodigio en esa zurda que de cuando en vez suele lustrar con afanoso antojo y cuando lo hace, los rivales le temen, porque es rápido de pensamiento y posee la potencia de una locomotora. La fineza de su zurda ha marcado diferencias en nuestro fútbol doméstico, tan endeble y falto de figuras relevantes. Cuando Johnnier Montaño llegó al puerto, los hinchas –también la prensa- le reprocharon los kilos del cuerpo, pero no repararon en los quilates de su poseído y diabólico juego, ese que a veces se hace vital y determinante, para este Boys, que cuaja su futuro, en resultados entrecortados que va forjando en el camino.

La jornada terminaría anoche con un Cristal que asomaba en regularidad y un Boys luchando por romper un empate incoherente. Hasta que alguna mano divina –quizás muy cerca del puerto- desapareció la luz del estadio. Allí se bajaron las revoluciones celeste y afinaron las ganas los rosados, porque cuando amaneció artificialmente, se vino un vendaval porteño que encontró aún adormitados a los rimenses. Fueron dos mazazos, directos y sin vacilación que hicieron añicos la esperanza que se hacía fuerte en la florida. Hasta que esa misma mano divina, que se llevó la luz, dejó un cachito de tiempo y dejó para el epílogo a que el regordete y vilipendiado Montaño, se vaya a la esquina, lustre la lámpara y saque los demonios que tiene guardados. Apuró el enganche y dibujó una parábola, inmensa, descomunal, que fue a parar al fondo de las entrañas de un desubicado Delgado. Un soberbio golazo como para apagar las luces –de nuevo- e irnos de una vez del estadio. Allí quedaron sepultadas las esperanzas celestes que con esto, aún no están extintos, pero en el camarín hubo un extraño olor a muerte lejana.

En el fútbol moderno, aquel equipo que peca en ser redundante, se hace previsible y corre el riesgo de ahogarse en sus propias intenciones. Hoy es importante el reinvento, la idea clara, la cabeza fría y el corazón caliente. Si nuestro fútbol no trasciende las fronteras, es justamente porque sus equipos, son inestables en esencia, en la brega exigente se hacen débiles y sus jugadores tienen una intermitencia que va mas allá de lo tolerable. Por ello se ven rendimientos y resultados disparejos, tan gitanos y a veces alejados de nuestra realidad.

La “U” está haciendo de su carencia de argumentos, una malsana costumbre. Vocaliza la expresión importante, a su mejor tenor: Mayer Candelo. Pero cuando el “colocho” no está irradiado de magia, termina siendo un frustrante actor que minimiza el protagonismo y la tarea que deberían hacer sus acompañantes. Esa dependencia dañina hace que los cremas cuando ganan y sonríen, sea por factor individual y pierda puntos por un diseño errado de función de equipo.

Alianza se ha llevado puntos valiosos a Matute, le sirven para su recuperación anímica, aunque sigue dependiendo que sus individualidades marquen la diferencia. Por lo pronto Maestri trajo el gol tan esperado. Mi Muni querido, se fue muriendo como sus ansias y sucumbió ante sus limitaciones. Extraña mucho al Sawa bullidor y le reza a las mil vírgenes para que su orgullo maltrecho no lo termine de liquidar.

El torneo nos deja para el análisis a dos equipos de provincias –con muchos jugadores limeños- que mantienen un lugar expectante. Bolognesi, se ha quedado encaramado en la cima, repitiendo campañas anteriores, con un equipo modesto pero prolijo en sus líneas. El pensamiento de Reynoso al parecer ha empezado a calar en las huestes tacneñas, a pesar de que tuvo un comienzo incierto, la apuesta por el largo plazo, es una constante de la directiva. A tropezones ha logrado pasar por entre los cadáveres de los grandes que luchan contra sus propias realidades opuestas y ya le llegó la fama, ahora viene lo mas difícil, mantenerla.

El Ancash, está sentado en un sillón cómodo, a las faldas del Huascarán, se hace invencible en casa y sale de cacería por pagos ajenos, al margen de su pasado tormentoso, del cual no es culpable, está en el pelotón de oferentes para un lugar privilegiado al final del clausura. Que pueda llegar mas lejos, va a depender en demasía que siga cosechando puntos en Huaraz y de cuando en vez se vista de pirata para traerse ilusiones ajenas.

Hoy tenemos una tabla de posiciones inimaginable. El final de esta semana que se avecina, de seguro va a pintar una acuarela diferente, con distancias que se dibujarán en horizontes más lejanos o cercanos. Pero en el fondo no deja de ser una tabla inédita, tan inverosímil, pero tan real como nuestro fútbol nuestro de cada día.

Una luz en la zona de descenso

Esta jornada del clausura peruano, ha marcado resultados significativos y como venimos apuntando, presenta un torneo inédito, si no es el ideal, va camino a convertirse en uno de los mas reñidos y competitivos que se recuerde. Al término del domingo futbolero, El Muni querido, el Muni de mi vida, me ha puesto de nuevo en tierra, no tuvo que subir a las alturas, ya estaba en ella, quizás por el afán de su fiel hinchada que sin saber cómo, mantuvo un liderazgo prestado, coyuntural y atrevido. Cienciano se acordó de ser local y le asestó 4 mazazos que trajeron abajo nuestro orgullo, nuestra falsa ilusión, bastaba mirar que a falta de medio tiempo, todos se querían subir al avión de regreso.

Cuando Lobatón falló el penal para Cristal, los hinchas en la tribuna, sintieron un escalofrío, extraño y espeluznante, la historia se volvería a repetir pensaron, el frío de la tarde se bajó al gramado y los protagonistas solo dejaban ganas, nada de fútbol. Hasta que Espejo la puso adentro y devolvió el alma a los concurrentes. Oblitas encontró la sonrisa perdida y Cristal ha logrado que el oxígeno le dure una semana mas, ha visto una luz, pero sigue en esa zona de descenso, tan peligrosa y fatal.


La “U” le ha avisado a su gente que no soporta jugar a su lado, que se muere de ansiedad cuando la trinchera le sopla la nuca, que es mejor cuando se va de casa y lejos del hogar hace mucho mejor su faena. Se trajo tres valiosos puntos de la altura –igual que del Cusco- que le dan el vuelto por aquellos que no supo ganar de local. Le resultaría mejor jugar en Arequipa, porque con todos los puntos, que no pudo ganar en el Monumental, estuviéramos hablando del protagonista principal de este clausura extraño.

Alianza, intentó, porfió y ambicionó, pero todo se quedó en deseo, apurando el paso pero tragando ansias, Mendoza hace la diferencia, se pierde diez jugadas de una que acierta y si algo se puede rescatar, es esa tenue advertencia que el regreso del mejor Ciurlizza viene en camino. Que de a pocos Manco se va impregnando de horas en primera y van acumulando su kilometraje futbolístico. Que la actitud del equipo es diferente, pero que ha marcado dependencia del ‘tanque’ Maestri, que sufre mas de la cuenta para embocarla y poder manejar los tiempos.

Boys y San Martín jugaron a quien era el mas “macho”, los universitarios con el apertura en los bolsillos del conformismo mediático y los rosados apelando a seguir en la brega, un Montaño, que quizás juegue sus últimas horas en suelo chalaco y el próximo se vista de otro color. La paridad los deja igual como empezaron, pero tan distintos como insólitos en su perfomance.

Esta jornada aplaude un nuevo líder. El “Bolo” con Reynoso “a la cabeza”, aprovechó el desliz de los de arriba y se ha encaramado en la punta de manera momentánea. Pero si sometemos nuestra voluntad al análisis concienzudo, veremos que entre el último y el puntero, no hay mucha diferencia, por ello no debiera resultar sorpresa que cualquiera de los que hoy libran batalla por salir del fondo, si levantan cabeza, al termino del clausura, podrían tranquilamente estar disputando un lugar de privilegio, mientras los que hasta hoy, aprovechan el pánico y han tenido sus quince minutos de fama –incluido mi querido Muni- podrían vestirse de infortunio y luchar contra el tiempo y la adversidad para no caer al abismo de la temida zona de descenso.

Nuestro torneo doméstico es así de variopinto, es tan nuestro y tan arraigado a nuestras costumbres que fácilmente pasamos del embrujo a la hecatombe y de la alegría a la tristeza. Nada es sorprendente y tampoco irreal, así es nuestro fútbol y esta es nuestra afligida y lograda realidad.

El Cristal con que se mira una agonia

Me cuesta contener un sollozo escondido y disimularlo como si fuera ajeno. Miro el rostro de Oblitas y refleja un funeral de pasiones que se van muriendo como su propia esperanza. Su mirada tiene la vista extraviada y se pierde en el horizonte del ocaso de las ilusiones muertas. Me cuesta creer que un tipo que no hace mucho, pintaba de colores el recuerdo de los hinchas del LDU ecuatoriano, hoy tenga una apariencia sombría y una imagen de tristeza.

Quien lo diría, si hasta el año pasado, un encuentro entre Cristal y Alianza, despertaba pasiones encontradas y la disputa por el cetro de campeón, era el estímulo que embriagaba a los hinchas, encendiendo la adrenalina de los protagonistas de un clásico de grandes y choque de poderes. Hoy es diferente –en un torneo inédito- con la tabla al revés, Cristal, encendía en el camarín los cirios de bienaventuranza para de una vez por todas cambiar la historia, Oblitas mandaba un once remozado, en un mensaje de cambio, pero también obligado por los devaneos de sus dirigentes, que contrataron mal desde el inicio y hoy pagan el precio de la improvisación.


Alianza, no tenía muchas diferencias, igual consumía sus miedos, se enfundaba el sentimiento del coraje y saltaba al campo con dientes apretados, para intentar salir de ese foso incierto que lo arrastra sin respeto para su historia. Acaso y encontrarse con el marcador en contra, fue una clarinada a su orgullo y tuvo la paridad pronto, por gestión de un Ciurlizza –se acordó de que sabía jugar- que habilitó al ‘tanque’ Maestri, quien a placer se acomodó, y fusiló a un Delgado, que doblo su voluntad al infortunio, como sus propios compañeros, como su propio equipo, como su propia gente.

Después, Arrue hizo lo que le indicó el pálpito, renovó su pensamiento y envió a Manco al verde y al chiquilín le bastó un par de gambetas, para dejar a Saritama a tiro de gol. Allí mismo la cara de Oblitas, se desdibujó mucho peor, ni el debut de Mesarina, Lizarbe y la 'Chola' Salazar, fue suficiente. Aunque aportaron la sangre joven que requiere este Cristal que se desangra, sin remedio, que agoniza en el suelo y de cuando en vez, levanta la mirada perdida, para mirar alrededor y encontrar una mano divina que lo devuelva a la vida.

Alianza ha ganado el partido y con ello abrazó su balón de oxígeno, puede respirar tranquilo, quizás unos días, quizás unas semanas, quien sabe resucite del todo y le den de alta y se vaya a casa tranquilo, para su recuperación en familia. Cristal en cambio se ha quedado en la sala de emergencia, le han diagnosticado un coma severo a sus ansias y alguien que está vestido de muerte, tiene el hacha del descenso y se ha posado al lado de su cama a esperar el desenlace fatal, su gente sufre esta inexplicable enfermedad, mezcla de tumor futbolístico y cáncer dirigencial.

Quien lo diría, los dos equipos que otrora, disputaban el título, hoy se han enfrentado en el cementerio de las esperanzas, para intentar evadir ser enterrados vivos, pero de alguna manera han dejado ver disimuladamente, que aunque es temprano para pensar en la muerte, hay una sombra extraña que se ha ocultado detrás del arco y está a punto de elegir a su próxima

Muni, mi primer amor

Yo era pequeñuelo aún cuando aquella mañana de verano, mi padre me dijo que me llevaría al estadio por primera vez, recuerdo que engullí con frenesí el almuerzo que me sirvió mi madre, ella no dejaba de brindarme sus consejos afligidos y recomendaba a mi padre que me cuidara con desdén, era plausible, pues tenía fresca en la memoria la vez que no pudieron ir al nacional a ver el Perú-Argentina, porque yo erá muy tierno aún y se me debilitó el estómago, ello los dejó en ascuas, pero sin querer aquel incidente los salvó de estar presentes en la tragedia del 64, cuando murieron 327 personas. Quien sabe y Dios puso su mano para que no nos ocurriera una desgracia.

Mi padre era hincha del Sporting Cristal, había trabajado algún tiempo en el club que queda a unas cuadras de la casa donde vivíamos, allá en el Rímac añorado, allí donde desde muy chico se me prendió ese extraño deleite y pasión por el fútbol, me escapaba de casa para trepar la pared y pasarme horas viendo las prácticas de los jugadores, a veces compartiendo instantes con ellos. Recuerdo a Marcos Calderón, el “loco” Quiroga, La Torre, Mifflin y Gallardo a quien tiempo despues lo tuve de profesor, cuando aún jovenzuelo encendíamos la primera vela de aquella ilusión de llegar a ser futbolista. Sueño que se desvaneció de súbito por circunstancias ajenas como irremediables.

Eran los 70’s, tiempos en que se jugaba a estadio lleno. Aquella tarde, el sol calentaba nuestras cabezas y nos desgastaba la garganta sedienta, era la época de los tripletes. El primer partido empezaba a las 12:30 PM justamente con el sol en todo su esplendor, no recuerdo los preliminares, pero si el esperado partido de fondo. Mi padre –que me había comprado una visera de papel- aplaudía enfervorizado la salida de su equipo, yo lo acompañaba con mis manos y arrojando el papel picado que levantaba del suelo, luego salía el rival, Municipal, un equipo de camiseta similar al de la selección y que me sorprendió la simpatía que irradiaba entre los aficionados que saludaban con loas. Al lado mío estaba un señor de edad, de rostro angelical, con una gorrita a cuadros y un cigarro entre los dedos, que aplaudía emocionado el estribillo del “Echa Muni”, que exclamaba, sin importarle que era el único hincha entre tanta gente extraña.


Esa tarde mi padre me pidió que observe como jugaba el número 10 del Muni, su nombre, Hugo “Cholo” Sotil. En aquellos tiempos no había tanta publicidad, pero ya se escuchaba algo de él, pude ver como los fotógrafos lo seguían cuando hacía la calistenia y me sedujo su forma tan simple de ser popular. Aunque ese día yo hinchaba por el Cristal (en realidad mas era por acompañar a mi padre) el señor del costado –hincha afiebrado del Muni- me fue viciando su emoción de a pocos. En la primera jugada el “cholo” dibujó una filigrana en una esquina que levantó al público y así la repitió varias veces, la gente que había asistido a ver los partidos preliminares, se habían quedado solo para observarlo. Tenía la gambeta endiablada y una cintura de goma que los rivales temían marcarlo por no quedar en ridículo. Sin querer, me estaba subyugando ante tremendo jugador, cuando Eloy Campos lo barrió sin miramientos, salté de mi asiento para protestar, encontrándome con la cara esquiva de mi padre que luego sonrió sorprendido, pero complacido a la vez.


Cuando se dio el final del primer tiempo, recreaba la mirada en la infinidad de rostros calcinados por el sol que comentaban las diabluras del “cholo”. Cuando empezó la segunda mitad no le quité los ojos de encima, recuerdo que tomó el balón en tres cuartos de cancha y enfiló hacia el arco contrario, en el camino iban quedando regados los rivales y en el instante supremo hizo pared con Nemesio Mosquera y la puso de zurda en la red con sutileza. Mi corazón no pudo quedarse quieto y salté confundiéndome con la alegría del señor de a lado, mi padre no reaccionó igual, pero alcancé a escucharlo decir “que tal golazo”, y yo con mi niñez a cuestas, estaba aplaudiendo emocionado. No me importó el resultado final, aquella tarde todos hablaban del “cholo” y yo sentí un orgullo desinhibido, que era prestado, pero que me hacía sentir extrañamente regocijado.

Llegando a casa, mi cara emocionada y roja por el sol, delataba una alegría propia de un niño feliz, mi madre regañaba a mi Padre en la sala y yo me escabullí al dormitorio. Allí refundido en mi emoción de haber tenido mi primer día en el estadio, saqué un polo blanco que usaba para ir al colegio y al día siguiente sin que mis padres se dieran cuenta, tomé una lata de pintura y le tracé una franja roja, con devoción le dibujé las iniciales CDM y le puse el número 10 en la espalda, aquella fue mi primera camiseta, en realidad la única que sentí como propia, la lucía orgullosa con mis amigos cual recuerdo de mi primer periplo deportivo.

Hoy miraba el cielo, allá donde se encuentra mi querido viejo y recordaba aquella primera vez, cuando me llevó de su mano a conocer el Estadio Nacional y ver de cerca al fenomenal “Cholo” Sotil, un jugador de otro planeta que cautivó mi apego por el fútbol y es mi ídolo hasta hoy, aquel día en que conocí mi primer amor, el MUNI y nació mi pasión desmedida por la franja.





Echa Muni por siempre..!!



Hoy estoy más convencido que Dios se ha puesto la franja. Muni le ha ganado a Cristal 1-0, en un resultado sacado del libro de los encantos, porque si debemos ser honestos y sinceros, los rimenses debieron llevarse los tres puntos, pero la diosa providencia cerro filas y santifico el arco de Reynoso, para que no nos apaguen esa ilusión que tenemos, todos los que llevamos la sangre edil irrigada por nuestras venas y seguir encaramados en la cima de este clausura insólito, pero bendito y seguir disfrutando de nuestra buena estrella.

La fiel y devota ‘Banda del Basurero’ salta enfervorizada en oriente y abajo los jugadores se abrazan complacidos y regocijados por un epilogo de sonrisas. Mosquera se sincera y dice que fue un partido duro, que Cristal está al lado del infortunio, que nos ha superado en juego, pero nosotros lo superamos en el marcador e intentamos jugar con inteligencia. Por el otro lado el rostro de Oblitas tiene la palidez de una cripta y sus pasos se pierden inciertos. En sus pensamientos no encuentra una excusa o razón apreciable que le pueda explicar y convencerlo de que hizo todo correcto, pero que hay alguna fuerza sobrehumana, como una maldición, que los apretuja del cuello, que los asfixia con esmerado apasionamiento y rememora impotente, como agonizaron sus deseos en esos tres disparos al palo y ese contragolpe edil –quizás el único- tan mortal y contundente, que aniquilo su ultima y cansada esperanza.

Muni de mi vida, Muni de mi corazón, hoy me siento feliz porque me haces sonreír, no se como, ni hasta cuando, pero acaso y me importe mucho. Solo te confieso que esta noche me he quedado con los sentimientos encontrados. Yo soy de cuna rimense, he pasado mis horas juveniles bajo el puente y alguna simpatía le guardo a la celeste. Pero sabes muy bien que mi alma y mi espíritu te pertenecen, porque esto no es ningún sentimiento o pasión desbordante, el ser hincha del Muni, es una devoción, un credo, una religión, que solo pueden entenderlo aquellos mortales que nacieron con la franja tatuada al pecho.

No se hasta cuando estemos mirando a los demás desde el piso de arriba, no se hasta cuando dure esta alegría que nos entusiasma y nos hace sentir orgullosos de llevar tu camiseta en el alma, no se y tampoco me importa, cuan largo se haga este torneo y a que rumbo nos lleve este barco de ilusiones. Lo único que tengo en el corazón en este momento es mi inmensa alegría de verte grande y omnipotente, de sentirte importante y situarte en ese pedestal imaginario que merece tu historia.

Muni querido, déjame agradecerle al cielo por esta alegría infinita, quizás momentánea, pero tan satisfactoria que me hace pensar que Dios ha querido darnos su bendición y en señal de buena fe. Se ha puesto tu sagrada camiseta.

ECHA MUNI POR SIEMPRE!!!

Triunfo deseado y un futuro romántico

Ha terminado el partido, se ganó a Bolivia 2-0 en un mezquino resultado para lo que se vio en la cancha. Doy un sorbo a este cafecito que calienta el cuerpo y me deja en la boca un aroma a letargo que contagia al espíritu y aviva el pensamiento. De cara al inicio de la eliminatoria contra Paraguay, los más entusiastas fijarán su mirada en la estadística y se sentirán satisfechos. Los recalcitrantes, se turbarán entre vacilaciones desencajadas. Queda casi un mes, para humedecer la esperanza, hacerle un espacio al equilibrio moderado y el análisis concienzudo, de lo que nos depara nuestra expedición futbolística para llegar al mundial.

En el fútbol, un equipo es el reflejo de quien lo dirige, al menos eso es en teoría. En buena cuenta si algo se debe destacar de nuestra selección, es que ha ganado en actitud, en entrega y compromiso. El ‘Chemo’ ha forjado su trayectoria con una etiqueta de luchador victorioso, ello avala su prédica de hoy, se nota en el mensaje de querer un grupo solidario y comprometido, se hace visible en el empuje que le infunde y cuenta –como hace muchos años no existía- variantes de nombres y posiciones, algunos incluso de un nivel superlativo.

Si contra Colombia, Paolo Guerrero consolidó su buen momento, esta vez fue el “loquito” Vargas, quien fue la figura descollante, en una posición que mejor le acomoda, demostró que física y mentalmente está en otro lote, con una potencia descomunal, un desdoblamiento eficaz y contundente. En ese avatar, se robó un balón y encaró a cuanto rival le salió al paso como una aplanadora, para descargar un ‘fierrazo’ espectacular, que dio la apertura del marcador. Este gol afianzó el concepto que nuestros jugadores, con una preparación seria y un nivel competitivo, como el de Europa, llegan en otro ritmo y sobre todo con una cultura táctica, diferente y positiva.

Cada partido es una historia distinta, Bolivia no fue un rival de fuste, pero sirve el examen, sirve el triunfo, para dejarnos la cara limpia, para fijar el rumbo de como debemos ser de locales, avasalladores y contundentes, desde el inicio. Eso es un poco de lo que se ha visto, lo que abriga la esperanza de iniciar con pie derecho la eliminatoria, pero mas allá de una locura mediática que puede generar el momento de algunos jugadores, habría que reflexionar lo relevante que nos deja este tubo de ensayos.

Que Vargas solidifica la banda izquierda y que se ganará más explosión con Farfán. Que Solano es vital en el desequilibrio del balón puesto al pié. Que Acasiete y Rodríguez necesitan volantes de primera línea que cubran los espacios tan peligrosos que se generan. En teoría el puesto es de Rainer Torres, que bien puede hacerla con De la Haza –aunque Chemo se la juegue por Jayo- o el mismo Quinteros –hoy generoso y dúctil- quizás siendo mas atrevidos, dependiendo del rival, no descartar a Galliquio como soporte medular. Mariño es el enganche alternativo y arriba Guerrero garantiza entrega total y efectiva. Pizarro, en la óptica del hincha, si no hace goles deja de ser elemental, pero si lo vemos con ojos de estratega, su aporte es valioso -es uno de los mas laboriosos- y por el nivel competitivo que tiene, el mismo hecho de estar en la cancha, ya es un lujo nada despreciable.

Sigue en signo de interrogación el marcador derecho y el tiempo juega en contra. El “Chemo” va a confirmar el equipo que ya tiene bosquejado en la mente. Nos queda como tarea programada, a los hinchas, una reflexión y llamado a la sensatez, esto es lo que tenemos, lo que somos y con lo que vamos a enfrentar el reto. Lo que se espera de la selección, es reafirmar esa actitud que ha asomado como parte de la nueva identidad de nuestro fútbol, sin dejar de lado nuestra bien ganada calidad, para tratar con cariño a ese balón, que ya empezó a rodar en la ilusión de todos los peruanos.

Le doy el último sorbo al cafecito y saboreando su bálsamo exquisito, cierro la ventana del sueño romántico, para dejar que descanse la expectativa y poder dormirme tranquilo, sosegado, pensando que mañana es otro día y se inventará una nueva oportunidad, para que podamos seguir, hablando de fútbol.

El destino de un Jota Jota

El muchacho de pelo ensortijado, con el peinado a lo “African look”, domina un balón, esos de cuero de paños blanco y negro, lleva puesta la camiseta de la selección peruana. Es una foto gigante, ampliada y adorna la casa de Juan José Oré, mas conocido en el ambiente futbolístico como “Jota Jota”, un recordado goleador implacable en el área, que supo pasear sus goles por el Perú, Grecia y Chile. A su lado se posa el actual personaje, con los estragos que muestran el paso de los años, pero con la misma sonrisa dócil y su carisma de siempre.

De cuna humilde, guarda en su memoria el recuerdo de horas felices, la añeja cancha de tierra de Martinetti, en los Barrios Altos, reservada solo para los bravos del balón, pudo forjar desde pequeño, la técnica y bravura que acompaño su paso por el fútbol. Luis Cruzado, un vecino famoso, lo llevó a la “U” para una prueba. Desde aquel día empezó a cimentar su historia con la camiseta estudiantil, supo hacerse un nombre en base a esfuerzo, disciplina y sobre todo muchos goles, que llevaron su sello y se ganaron el cariño de la hinchada crema. Justamente a punta de ellos logró cruzar el charco, en el 79’ Panatinhaikos de Grecia –el más poderoso del país heleno– se lo llevó a sus filas.

Hoy, convertido en el entrenador de moda, por su gestión al frente de la selección Sub17, mas de uno lo ha encumbrado como el nuevo salvador de nuestras miserias futbolísticas y el responsable directo que los peruanos hayan visto renacer sus ilusiones. Pero él fiel a su apego al perfil bajo, aún no se ha tragado el cuento, aún no demuestra un ápice de orgullo desnivelado, tampoco ha mostrado esa extraña manera arrogante que tienen algunos estrategas, cada vez que la diosa fortuna del fútbol, toca sus cabezas y se hacen célebres de la noche a la mañana.

Es devoto fiel de San Judas Tadeo, siempre carga una estampita que besa y se encomienda antes de un empezar un partido, ha sido tocado por la providencia para ser el abanderado de una coyuntura futbolística que los peruanos hacen suya, pero ni el mismo sabe cuanto aguante, es que ha sido conciente que mucho de los resultados, se obtuvieron por esfuerzo conjunto, pero con la ayuda del de arriba y una pizca de suerte. El mensaje está claro, pero la ilusión del pueblo ha empezado a rodar como un esférico sin rumbo fijo y se hace difícil de dominarlo, porque viene con efecto y a una velocidad vertiginosa, si no se mete al arco de nuestras angustias, puede pegar en el palo.
Oré hace un trabajo silencioso, como él, muchos entrenadores nacionales, están a la espera de una oportunidad, pero cuantos chicos que forma con dedicación, llegarán a la élite superior, si los dirigentes de los clubes prefieren, a unos extranjeros sin cartel, que solo les dejan dividendos bajo la mesa que ayudan a engordar sus bolsillos. Cuantos de estos chicos, llegarán a la selección adulta, con un roce de nivel internacional, si es que ahora mismo no se marchan del país.

Si no se proponen objetivos del plazo inmediato, buscando afianzar las divisiones menores, donde realmente está el futuro, la historia de JJ Oré será una página más de nuestro libro futbolístico y lo vivido por los “Jotitas” terminará siendo una de las tantas fiebres mediáticas que, de cuando en vez aqueja a los peruanos, y que nos olvidamos rápido, cuando digerimos el calmante de la intransigencia y la indolencia consumada

No basta con ser Guerreros

El aficionado peruano, aún respiraba el aroma caliente que ha dejado en el ambiente, toda la fiebre Sub 17 que levantó ilusiones y alimentó las ganas de volver al estadio. El motivo de ver a la selección con las figuras relevantes, mas la razón principal de la solidaridad por nuestros hermanos del sur, estimularon en gran medida para que sea una noche vibrante, llena de fútbol y de mucho ensueño. Vaya que lo fue, si de emociones se trata las hubieron de a montones, pero abajo en el verde, tuvimos un comienzo maltrecho y un final de infarto.

Desde la formación inicial el ‘Chemo’ avisaba que ante Colombia -un rival con mas tiempo de trabajo- se estrenaba en Lima, con un esquema novedoso, la de jugar sin enganche, con Solano en primera línea de volantes y con la improvisación de inventarse a Hidalgo y Aguirre para hacer el ida y vuelta por las orillas. Adelante el tamdem que está cantado, con un Pizarro que asumía venir de atrás y Guerrero para lucharlas todas.

En la tribuna la gente esperaba que la defensa con el aporte de Vargas se haga mas sólida y expeditiva, que Jayo sea el ‘pulpo’ de antaño, que Pizarro se entregue mas de lo que hace por sus caballos, que aparezca el buen pié que tiene Solano para beneficio del buen fútbol y que Guerrero siga en ese romance que tiene con los hinchas por su coraje y empeño sin medida.

Pero lo mejor que se ha podido llevar de esta gente que llenó el Monumental, ha sido la actitud, esas ganas de no perder nunca, de no arrugar ante lo adverso y bregar hasta el último minuto, ha tenido el mejor embajador para ello, Paolo Guerrero que si aún no se consolida como ídolo, va camino a serlo, y de los mejores. Aparte de su incansable entrega, tuvo un par de paradas de pelota ante pases de 50 metros con una técnica depurada, está en un nivel superlativo que emociona y contagia, nunca dió un balón por perdido, se las ingenió para generar peligro de manera individual y tuvo su premio mayor, al anotar el empate primero al meterla con todo y repetir la acción en el epílogo de un resultado que pudo generar en la gente, una actitud ácida y diferente.

Pero, es buena la actitud, resultan buenas las ganas de no perder, de meter siempre, pero y ¿Dónde se queda el fútbol?, ¿Dónde se queda nuestra identidad para tratar bien el balón?, anoche, se empezó a jugar pasando de la defensa al ataque de un solo pase y ello mas allá de hacer efectivo el juego, solo constituye una preocupación, de cara a lo que se vienen en las eliminatorias, porque el equipo se vuelve predecible, fácil de marcar, sin Farfán para el desequilibrio, Solano ya no está para los 90’ y Pizarro siendo una incógnita, se hacen esporádicas una buena pared, una triangulación y el remate a puerta, que haga replegar al rival. Jugar al pelotazo al fondo y esperar que Guerrero se rompa el alma contra la defensa, no es lo más viable, la actitud es importante, pero debe ser acompañada de buen fútbol, tenemos talento para ello, tenemos los protagonistas, nos falta el nombre de la película.

Hay que tener calma, el resultado quizás debamos ponerlo en la ventana, a que tome aire un poco, a que solo sirva para la estadística, lo importante está por venir, esperemos que la libreta de apuntes del Chemo, haya subrayado que sin enganche, se hace difícil la cosa, que Solano es vital y aprovechable unos metros adelante, que hay mucho trabajo pendiente en defensa y sobre todo fuera de la cancha, esperar que Pizarro amanezca con el ánimo de un potrillo y urgentemente contratar un médico de cabecera, para que cuide de Paolo Guerrero y no permita que le dé ni siquiera el más mínimo resfrío.

La garra rompió el Cristal

El campo artificial del José Díaz, luce hoy un verde palidecido, quizás reflejando en mucho nuestro fútbol doméstico, pero también desnudando un mar de sospechas a su calidad defendida a ultranza por los que manejan su entorno. Allí saltaron Cristal, con la soga en el cuello y un futuro afligido, el rival Universitario, vilipendiado y amado por su propia hinchada, ambos representantes de la hegemonía de un clausura que asoma inédito, con una tabla que pareciera encontrarse al revés, con un Municipal encaramado en la punta y su fiel hinchada rezando para que el campeonato se acabe hoy mismo. Caso diferente para los llamados grandes, la pasan mal y sus presupuestos hoy resultan siendo paupérrimos en comparación con los resultados.

Siempre se habla de la garra en el fútbol, por eso la “U” ha sido reconocida, Cristal en cambio, siempre se ha caracterizado por ser un equipo aburguesado y conformista. A la hora de la verdad estas premisas resultan siendo ciertas, mas aún cuando hay mucho en juego, la “U” deseando aquietar las aguas y acercarse a la cima y Cristal buscando salir a flote y tomar aire, porque cada vez siente que se hunde más en el mar de la incertidumbre. Por eso el rostro de Oblitas, con la mirada en el limbo, se disipó en esa torre humana de color crema que se hizo al final de los 90’ para celebrar la victoria merengue, sin entender como se le pudo ir de las manos, por eso se fue del estadio, tranquilo, sin hablar y acompañando sus pasos perdidos.

Mayer Candelo es colombiano, tiene el caminar cancino y acompasado, es un jugador distinto y marca la diferencia, por su rapidez mental que resuelve en segundos lo que parece difícil, últimamente fue desacreditado, por su poco afán a enfundarse el overol de obrero en la cancha, es el líder de una “U” irreverente, distinta para con su legado. Michael Guevara, es peruano y es una de esas “promesas” que asoman en nuestro fútbol, su etiqueta relevante es asemejarse físicamente al “Maestrito” Solano, por ello su apelativo. Tiene en los botines quizás mucho más de lo que él mismo sospeche. Es de aquellos jugadores que requieren un espacio para ser figuras, ayer le tocó estar a la sombra de Montaño y hoy a la de Candelo, coincidentemente, ambos Colombianos.

Pero anoche los dos no se encontraban, se buscaron mental y físicamente, pero unas veces la cancha y otras la pierna del rival lo impidieron, en un partido de ida y vuelta, los errores se hacían más notorios. Pero los genios requieren a veces de un par de minutos, Fano ya había generado el empate con un fierrazo a boca de jarro. Cuando las agujas extinguían lo que parecía una paridad, se juntaron, primero el colombiano, viniendo desde atrás, inventa la jugada, que queda trunca, pero Guevara la encuentra, en el área, de espaldas a Delgado, entre tres despistados defensas rimenses hace una pintura, para dejar que Candelo, defina con la que menos sabe, la diestra, pero suficiente para reventar la trinchera norte que explotó de júbilo y se fue contenta a casa.

Siempre se habla de la justicia en el fútbol y es real, no existe, es una cuestión de oportunidades, Cristal se encontró con el gol, sin merecerlo, no supo liquidar el partido y entonces las circunstancias le pasaron la factura. Al frente estaba un equipo que hojeaba su libro de historia y encontró la página justa, que hablaba de garra, pundonor y nunca bajar los brazos, aplicó la lección aprendida y era cuestión de tiempo derribar esa torre imaginaria de la adversidad. Fue oprimiendo y luchando, el rugido de la 12 se hizo mas fuerte, viniendo de atrás, con dientes apretados, dos estupendos goles, se llevó una victoria merecida, que lo deja cerca de los puestos de vanguardia, dejando a Cristal como a un enfermo que ha pasado repentinamente a cuidados intensivos, aún cuando los médicos ha brindado su mejor esfuerzo, su diagnóstico sigue siendo de pronóstico reservado.

Se Ghana mas de lo que se pierde

La madrugada futbolera nos ha quitado el sueño, nos ha hecho acostarnos temprano, nos ha hecho mirar mas allá del horizonte de las realidades, para hacer nuestras ropas de dormir y echarle un ojo a la esperanza, a sabiendas que nuestros chicos saldrían a enfrentar un escollo difícil, quimérico, pero también fuera de nuestro alcance. El resultado negativo ha estado en nuestros planes, pero cuanta ilusión nos generó este equipo, que abrigamos el anhelo de doblegar a un equipo ghanés, con mas envergadura física y el arresto técnico de su desproporcionada diferencia para con los nuestros.

Cuando el pitazo final dio por terminado el partido y el marcador final, nos decía que debemos regresar a casa, miramos las caras de desolación y tristeza en estos jóvenes, en una muestra de frustración ante lo adverso, ante lo imposible -vergüenza deportiva que le llaman- que no dejaba espacio para ninguna alegría despistada, solo para un sollozo de hombre, de varón que se siente impedido de lograr una meta, que se hizo fuerte en la adversidad y que termina de pie ante el vendaval. Que se siente satisfecho de haber dejado la piel en el campo, pero que permite que la lluvia le enjugue el rostro, para esconder un poco, estas lágrimas de tristeza que inundan su tierna alma de futbolista, porque ha dejado un poco de su juvenil existencia en cada corazón de los peruanos, que hoy lo miran con orgullo.

Aunque duela perder, siempre se dice que de ello se aprende mucho más, estar dentro de los 8 mejores equipos del mundo, ha sido el colorario de esta Sub-17, que se fue al Sudamericano entre el silencio y la indiferencia de su propio pueblo, que retornó con los bolsillos llenos de orgullo y satisfacción, con los pasajes para el mundial y miles de sueños en la mente. El fútbol, es el único deporte que puede dividirte en dos mitades por 90 minutos, pero también es aquel que en un solo instante puede hacer olvidar realidades adversas, este equipo que nació desde lo inverosímil de su técnico extranjero, designado por gente que sabe tanto de fútbol como de antropología, un día pudo iluminarse por la divinidad de las circunstancias y cual señal del cielo, apareció un hombre, peruano como todos, guía y orientador que esperó con paciencia su oportunidad y ha sabido complacer el deseo de un pueblo ávido de triunfos y resultados trascendentes que dignifiquen nuestra tan vapuleada realidad futbolera.

Mas allá de los resultados, en un mundial de esta categoría resulta siendo vital, el dejar formados jugadores para el futuro inmediato, ello ha sido cubierto a plenitud. Quizás contra Ghana ya se había entrado con la mentalidad que se lucharía hasta el final, pero con el resultado adverso en la cabeza. Talvez porque la historia ya estaba escrita con letras de oro, cuando estos chicos se colocaron el estandarte de buenos patriotas, por eso más que una derrota previsible, hoy habría que resaltar lo que nos deja esta experiencia mundialista, se habrá acabado el sueño de llegar alto, pero lo que recién está naciendo es una nueva esperanza para nuestro fútbol. De aquí en adelante quedará como tarea pendiente seguir en la ruta planteada, no perderlos de vista y emular lo logrado, porque de lo contrario, todo el sudor de estos chicos será mal pagado por nuestra tan conocida indolencia.

Lo que se viene, esta cantado, dirigentes y políticos subiéndose al coche del triunfalismo barato, hinchas abarrotando el aeropuerto y endiosando a sus nuevos héroes, agradeciéndoles sin cesar por estas madrugadas de alegría. La prensa escrita y hablada nos hará conocer hasta la quinta generación de cada “jotita” y la TV que nos hizo levantar temprano, nos brindará hasta el cansancio las repeticiones de los triunfos y los goles, que después de mucho tiempo, pudimos disfrutar todos los peruanos. Pero silenciosamente, JJ Oré, el hombre que hoy resulta siendo el salvador de todas nuestras miserias futbolísticas, se escabullirá por entre la muchedumbre, sin que nadie se dé cuenta, para ponerse su ropa de faena y reanudar de nuevo su trabajo noble y trascendental, basado en formar con paciencia y dedicación, a nuevos valores. Alzará la vista para mirar aparecer en la cancha a un nuevo chico, que esta vez llegará con una sonrisa dibujada en su carita inocente, acompañando un balón bajo el brazo y su sueño irreverente de ser un “jotita” cuando sea grande.