Fútbol y política, reflejo de una misma realidad

Para ser congresista en el Perú, no existe un perfil profesional, tampoco se requiere tener alguna experiencia, basta tener amigos influyentes o ser figura conocida, encajarse en un partido político y esperar que la cifra repartidora les conceda 5 años de un jugoso sueldo y un currículum valioso.

Para ser dirigente de fútbol, es algo parecido. Les suman a los amigos influyentes, muchas horas de tertulia parrandera, una conciencia escondida y un ladino juicio, tan irreverente como sus propias vergüenzas. La particularidad que los une, es la ambición por el poder, esa oportunidad de sentirse sumos pontífices, incluso sin saber una pizca de política o de fútbol.

Se dice que un país tiene los gobernantes que merece y en el fútbol tiene los dirigentes que buenamente consigue, porque lamentablemente a estos últimos no los elige el pueblo, se eligen entre ellos mismos, gozan de una autonomía desinhibida, inicua y deformada, viven de las ilusiones de un pueblo futbolero, que sufre con cada fracaso repetido, con los mismos nombres y la misma desfachatada costumbre de soplarle la pluma al del costado, sin asumir sus propios errores y malformaciones.

En la comisión para Sudáfrica 2010 figuran justamente dos congresistas, uno mas vapuleado que el otro, amén de sus socios que los acompañan. Predicaron en el nombre de un proceso para designar a Uribe, el mismo que después de una “evaluación” apócrifa –incluso haciendo mención a sistemas técnicos del que no tienen la mas mínima idea- le cortaron la cabeza. Ahora para resarcir el daño, buscan un DT inmaculado y santificado, que los libre de sus pecados y sus injusticias.

Hoy, el “Chemo”, es el flamante DT de la blanquiroja, es cierto que no nos garantiza nada, pero junto a sus buenas intenciones, deberá traer un buen chaleco antibalas, porque estos mismos incompetentes que hoy lo ponen de escudo de sus yerros, serán los mismos que al primer error, no tendrán reparo de dispararle a quemarropa, con alevosía y ventaja. Después él será otro mártir que pague culpas ajenas, mientras ellos seguirán pululando en su mundillo donde el señor dinero, es el amo de sus decencias y virtudes endebles.

Que el fútbol es el reflejo de la realidad social de un país, que duda cabe.

Brasil, en el nombre del fútbol moderno

Alguna vez Romario, el memorable goleador brasileño, puso a Dios como bandera para respaldar su propio nacimiento para bien del fútbol, incluso vilipendió mas de una vez con su cargado ego al mismísimo rey “Pelé”, todos lo acusaron de mezquino, pedante y ególatra. Sin embargo cada vez que entró a una cancha demostró su grandeza y con eso acalló las voces escondidas de los hinchas, incluso del propio periodismo. Algunas otras estrellas brasileñas, mas de una vez desairaron los códigos del fútbol y despreciaron la Copa América y aunque todos lo lamentaron –o condenaron- después, fue tibiamente escondido en una suerte de “comprensión” a evitarles la fatiga.

El futbolista Argentino, incluso el propio hincha, posee esa identidad que rebasa a veces los límites del equilibrio, una personalidad que lo hace feroz con sus jugadores -hasta en los mismos triunfos- y que es despiadado en las derrotas. Tiene ganada en el mundo una fama de pedante y vanidoso, tan propia como sus ancestros italianos. Quizás los resultados en el ámbito de clubes, últimamente les haya creado una supremacía en el continente o de pronto la presencia mística del D10s siga bendiciendo a sus herederos y eso no sea de agrado de algunos.

Ambos países tienen un privilegio en común, el parir cada día, nuevos y excelentes jugadores, con cualidades de nivel superlativo, que según su realidad, les brinda a sus selecciones una categoría mundial. Pero finalmente aquel ego o vanidad, tan criticada, en la practica vendría a resultar una suerte de plus, que le viene de linaje, de raza, una seguridad propia que los convierte en dioses omnipotentes, que deciden cuando hacer a los hinchas felices y cuando hacer trizas sus sueños y sus mas encendidas ilusiones. Y somos los hinchas quienes sufrimos –a veces mas de la cuenta- incluso hasta cuando nos identificamos con camisetas y realidades que no nos pertenecen.

Ambos son viscerales enemigos, y como hace 3 años en Perú llegaron a disputar la Copa América, con un ligero favoritismo Argentino, que fue determinado mas por lo hecho en la previa, que le creó un mérito anticipado: Está escrito que el fútbol es una cuestión de momentos y pasa por sacarle el mejor provecho a las oportunidades que se generen y también las que se presenten. Muchos dijeron que este Brasil sin figuras era un equipo sin alma, sin fútbol, el pueblo brasileño, estaba dividido, unos a favor y otros en contra de Dunga, un ex –jugador que nunca fue un dechado de virtudes técnicas, pero que tenía un corazón tan grande como el mismo maracaná.

Un equipo, es el reflejo de su técnico, intentar cambiar a un Brasil, acostumbrado a dar espectáculo, con jugadores de una técnica prodigiosa, de categoría mundial y un palmarés indiscutible, era una empresa imposible en teoría, Dunga hizo lo inteligente, pasarle la responsabilidad del favoritismo y jugar con el ego Argentino. A partir de allí crear una forma radical de enfrentar una realidad nada favorable, convencido de que la única forma de ganar este título, era aprisionar las ideas del rival, jalarle la alfombra y encararlo para respirarle la nuca, romper el circuito inteligente, sacarle el chip a esa máquina de hacer fútbol.

Argentina, se vio sorprendida, cuando pulsó enter alguien había cortado los cables, aquel vértigo y habilidad que puso sobre el césped, no estuvo unida a la justeza y la fidelidad de su inspiración, mientras Messi, Riquelme y Verón, intentaban la creación, ese tridente de cancerberos modernos, Mineiro Josué y Elano, le mordían los tobillos apoyados por Baptista y Wagner Love, en una lucha descarnada por el mediocampo, lugar crucial, estratégico que con mucha convicción ganó Brasil, en una labor sacrificada, de esfuerzo desmedido, pero gravitante en el resultado.

Mirar a Baptista y Wagner Love, despachando balones en defensa, tirándose al piso junto a sus centrales –impecables ayer- y pasar en cuestión de segundos al ataque, en un ida y vuelta que involucraba acompañar el talento de Robinho, para el desequilibrio, fue meritorio, digno de todo aplauso, muestra un Brasil desconocido quizás, pero altamente efectivo. Encuentra el gol temprano en la destreza y potencia de la “Bestia”, luego la fatalidad de Ayala, decía que era demasiado arriesgado darle mas espacios a un Brasil, que perdió a Elano pero marcaron el punto de quiebre del partido desde que ingresó Dani Alves, postergado al banco, pero que fue prolijo en la marca –factor importante del triunfo- y un vigor ofensivo desequilibrante.

En el fútbol, no gana el que lo merece si no aquel que hace las cosas bien. Este Brasil es distinto, con este título, habrá eliminado muchas contraseñas de acceso al fútbol vistoso, elegante, pero abierto ventanas al que es efectivo, el de resultados. Habrá que ver como funciona con esos monstruos del balón, que mirando por TV, se les habrá cruzado por la mente, que para entrar al equipo de Dunga, tendrán que ensuciar sus shorts un poco, ya no con una jugada espectacular, si no con una barrida para recuperar el balón. Quizás ellos lo saben bien, pues el fútbol moderno obliga a postergar el “jogo bonito” por una nueva forma de encarar los partidos, siendo SOLIDARIOS en la marca y EFECTIVOS en ataque, prevaleciendo para ello un estado físico formidable, superior, y en ello está la premisa, que mas que futbolistas, hoy en día se requieren de verdaderos atletas.

Brasil se llevó la copa merecidamente, pues jugó su mejor partido y Argentina -con una campaña espectacular- eligió, el día y lugar equivocado, para su desempeño más flojo, lástima por ellos, porque el torneo no se definía por puntos. Hoy Brasil celebra una copa mas para su vitrina, Dunga tendrá un valor agregado a su prédica resultadista, a desmedro de la vistosidad de su juego. Argentina en cambio, como en el 2004 alineó a sus máximas figuras, para tratar de quebrar esos 14 años sin ganar el campeonato sudamericano. Fue una apuesta y se perdió, de seguro que la lección dejará –sobre todo para los mas jóvenes- una amargura consabida, pero cuan importante resulte siendo ahora, ese ego o vanidad -muy magullada en este momento- para levantarse y volver a estar presente en otra instancia similar. Esa es su identidad y para ello –al igual que Brasil- cuenta con la madre naturaleza del fútbol que les brinda la suerte de levantar una piedra y encontrar un jugador de fútbol de categoría internacional.

Argentina: El legado de los botines mágicos

El día que el D10s del fútbol, Diego Maradona, decidió marcharse de las canchas del fútbol, lo hizo sabiendo que debería dejar un legado, un heredero, que supliera su ausencia, para no resignar a los amantes del deporte más lindo del mundo, a quedarse sin alegría, afligidos y tristemente aferrados a su melancolía. Desde el olimpo imaginario del mundo futbolístico, el D10s lo fue creando –casi sin quererlo- sobre la base de su desidia por la vida y en cada acto indigno que el mundo condenaba con frenesí, pero también con estoicismo, porque en el fondo avizoraba que algún día el cielo se apiadaría de su ausencia y enviaría a la tierra, ese prodigio que llenaría el vacío de ilusiones y expectativas para devolverle la sonrisa perdida.

Y el D10s colgó los botines un día, abrió la puerta de su vitrina de cristal y les dio su bendición, allí se quedarían a la espera que apareciera el sucesor, el privilegiado mortal que se los vuelva a colocar para reverdecer tantas y maravillosas obras de arte con el balón. Dejó caer sus anhelos en la comodidad de sus decisiones y de tanto ir a hinchar por su Boca de toda la vida, descubrió un jugador distinto, elegante, fino, brioso y arrojado, en suma, un torero con frac en una cancha de fútbol, su nombre Juan Román Riquelme. Pero aún no era el elegido. Sin palabras y sin preámbulos inmediatos, fue hacia aquella vitrina y tomó el botín derecho, se lo entregó en un sincero acto de desprendimiento, simbólico suceso que el buen Román lo tomó como un honor y hasta demasiado indulgente para su humildad.

Aquel botín tenía encanto y embrujo, quizás por la bendición del D10s, pero el verdadero, el de la magia, el que debería recaer en el heredero, aún permanecía allí, sin dueño, irradiando un destello de hechizo, de sortilegio maravilloso que deslumbraba los ojos de un balón remendado que yacía a su lado. El genio, le pidió al infinito una plegaria y esperaba que el cielo le diera alguna señal, la que esperó con paciencia mediática.

Europa, había recibido a un pequeñín, que la ciencia lo había marginado, porque si bien es cierto tenía una innata habilidad para el fútbol, lo habían desahuciado a no desarrollar su estatura normal. Pero el cielo recogió la plegaria del genio, hizo que Barcelona, lo mire con otros ojos, lo mime y le brinde su logística millonaria, pudo crecer, no lo suficiente, pero si lo necesario, también creció su habilidad maravillosa y el mundo empezó a conocer sus dotes. El Diego seguía esperando.

Hasta que un día ese menudo portento del fútbol -que ya empezaba a saborear el éxito de los astros predestinados- se levantó distinto, como poseído, entró a la cancha iluminado y dibujó a su manera, la jugada más grande y maravillosa que vieron mis ojos en un campo de fútbol, que me hicieron brotar lágrimas de emoción, igual al de Diego en el 86 contra los Ingleses. Era la primera señal del cielo. La otra jugada, la hizo en una travesura de niño, igual al de Diego, emulando la famosa “manos de Dios”. Esa fue la segunda señal. Allí mismo el D10s se fue presuroso en busca del botín mágico, igual sin palabras, imaginariamente se lo entregó complacido, en señal que el cielo había nombrado por fin a su verdadero heredero, su nombre LIONEL MESSI.

Esos botines de ensueño, dejaron su huella contra Mexico. Román –botín derecho- ejecuta una falta y le pone el pie de una manera especial, justa, como los mejores, para la apertura del marcador, después brilló con pases de todos los calibres y distancias, finalmente cobró un penal, con una pinturita de pasmosa frialdad y categoría.
Pero el predestinado, Messi, tuvo una actuación que de seguro debe haber persuadido, que estamos ante el verdadero sucesor del D10s. Tuvo momentos importantes y trascendió en el juego con su desequilibrio: Para cerrar con broche de oro, hizo lo que solo saben hacer los genios, sin apurarse, le puso el pie justo, con una calidad extraordinaria, para que el balón, tome una altura descomunal y luego descienda, como un globo de caritas pintadas y caer al fondo, para desatar la histeria y el desenfreno. Allí mismo debieron apagar las luces e irnos todos a casa. Simplemente, ESPECTACULAR . El D10s de seguro se habrá sentido complacido, porque no se equivocó en la elección.

Viendo a esta Argentina, sobresaliente, prolija y efectiva, se llega a la conclusión que posee hoy en día -mas allá de los nombres consagrados- los mejores jugadores de nuestro continente y que si el fútbol se pusiera en la balanza de los merecimientos, deberían darle la copa América 2007, hasta sin jugar la final. Pero la bola tiene que rodar y a veces no siempre gana quien lo merece si no aquel que resulta siendo efectivo con las oportunidades que aprovecha. Si algo superlativo se deba rescatar de este equipo Argentino, es que nos enseña a todos –hasta el momento- una clara lección de cómo se puede defender, pero con la pelota en los pies.